Читать книгу Loncongüé, los fusilados de Sarmiento - Sergio F. Carciofi - Страница 16
Otro caso: el fusilamiento de Zacarías Segura
ОглавлениеLas respuestas del gobierno nacional a estas consideraciones sobre los hechos de Loncogüé están en la sesión ordinaria del Senado de la Nación del 17 de junio de 1869, en la que se debatió acerca de otro fusilamiento sin juicio previo. En este caso se trataba de la ejecución del joven Zacarías Segura, en la provincia de San Luis. Allí, el general Arredondo lo había capturado en los combates mantenidos con las montoneras de Santos Guayama, para luego aplicarle la ley marcial también de manera irregular.
El senador Salustiano Zavalía, “antiguo miembro de la Coalición del Norte de 1840, luego constituyente del 53 en Santa Fe y gobernador urquicista de Tucumán en 1860, ahora senador mitrista por su provincia […], a quien Sarmiento llama el Caballero de la Relamida Figura”, en la sesión anterior –del día 15 de junio– pidió “que el señor Ministro de Guerra [Martín de Gainza] sea llamado por esta Cámara a concurrir a su próxima sesión, para explicar el hecho y las circunstancias de la ejecución del joven ciudadano Zacarías Segura, por orden del general Arredondo en comisión del Poder Ejecutivo Nacional”.
Fundó su petición diciendo que se trataba de “un hecho monstruoso por su deformidad y por sus dimensiones, una doble violación criminal y escandalosa de la Constitución, un atentado, en fin, a las leyes de la humanidad […]”. Y lo comparó con los fusilamientos de los entrerrianos: “[…] vemos reaparecer hoy día ese mismo odioso sistema con actos atroces practicados por los que manejan la fuerza pública de la Nación. Ayer Loncagué y hoy la ciudad de San Luis, son el teatro de sangrientas ejecuciones que han estremecido de horror el corazón de nuestra sociedad”.
En la siguiente sesión, junto con el ministro de Guerra, se presentaron para defender la posición gubernamental los ministros del Interior, Dalmacio Vélez Sarsfield; de Relaciones Exteriores, Mariano Varela, y de Culto e Instrucción Pública, Nicolás Avellaneda, “porque temen que el de Guerra no pueda defenderse solo”.41
El debate se centró alrededor de la figura de un joven “vinculado a las tradicionales familias federales de Mendoza”, que conmovió a toda la sociedad. Por él, para evitar su fusilamiento, pidió el mismo gobernador de San Luis, y hasta una mujer se ofreció en matrimonio. Al parecer, Segura, además, “era un hombre alto, pálido, delgado, de cabellos rubios, de ojos azules, de fisonomía apacible”, recuerda burlonamente el ministro Varela como respuesta a la interpelación de Zavalía, y luego pregunta con ironía a los senadores presentes: “¿Cómo se puede ejecutar la ley con un hombre que está adornado de tan bellas calidades físicas? ¿No es verdad?”.
La verdad es que Segura, y también los entrerrianos, fueron fusilados sin juicio previo conforme a un procedimiento “ajustado a instrucciones recibidas con anticipación del gobierno nacional”, y que los fundamentos dados por el gobierno, por medio del mismísimo ministro del Interior Dalmacio Vélez Sarsfield, fueron que “hombres que han tenido […] combates sangrientos contra las fuerzas nacionales […] deben morir por las armas nacionales después de un consejo de guerra durante el fuego y después del fuego también”. Valoración, esta última, que descarta toda posibilidad de someter a los acusados por ante los jueces naturales, y de que los acusados pudieran correr con otra suerte que no fuera la de morir. Es decir, para Vélez no importa si se trata de un delito común, de una sublevación militar o un enfrentamiento por causas políticas. El hecho mismo de enfrentarse con las fuerzas nacionales basta y los habilita a sacar a los acusados de toda competencia de los jueces naturales y pasarlos por las armas antes o después de un consejo de guerra.
Pero para comprender las posiciones de ministros y senadores es necesario llevar a la superficie la cuestión de fondo que presenta este debate, la cual tiene dos aristas unidas por un objetivo común: por un lado, la pretensión de Sarmiento de imponer su proyecto de nación “utilizando la violencia en todo” para, como él mismo le cuenta “con exceso de satisfacción” en una carta a su amigo José Posse, “transformar la colonia: y esto con esplendor y en brevísimo tiempo” y así “asegurar que la revolución que nos hará norteamericanos, que destronará al estanciero que hace nacer el gaucho y la montonera no sólo esté próxima sino realizada. Aquí en este pedazo de la pampa hasta Córdoba, va a constituirse una nueva sociedad, una nueva nación, dejando a los muertos allá que entierren a sus muertos”. Por otro lado, la manía paternalista de Mitre, que intenta imprimir a la nación su legado político pronunciado en la carta de Tuyú Cué, en ocasión de dar respuesta a su partido respecto de sus preferencias electorales para la elección presidencial que, finalmente, ganó Sarmiento:
Mi constante empeño ha sido preparar al país a una libre elección de presidentes en las mejores condiciones posibles para el gran partido nacional de principios […] El candidato es el partido liberal. […] Si el partido liberal no hubiese de triunfar en las condiciones de su propia existencia, si no hubiese de luchar con los principios de su credo político inscriptos en su bandera y leal y valientemente practicados, no tendrá razón de ser, ni merecería triunfar, ni sería digno de gobernar; pues para escamotear la soberanía del pueblo desacreditando la libertad, y desmoralizar el gobierno dándole por base el fraude, la corrupción o la violencia, ahí están sus enemigos [los federales] que lo harán mejor y que francamente proclaman esos medios y esos fines que son los únicos que tienen porque son los únicos que conocen.
Pero los liberales no le darán esa satisfacción y el mismo Sarmiento se lo hizo saber a Mitre el día en que le entregó la banda presidencial: “La Constitución ha hecho del Presidente el jefe único de la Administración. […] Una mayoría me ha traído al poder, sin que yo lo haya solicitado; y tengo, por lo tanto, derecho para pedirle, al sentarme en la dura silla que me ha deparado, que se mantenga unida, y que no eche en adelante sobre mí solo las responsabilidades de su propio gobierno”.
Mitre, ahora senador, en pleno debate por los “asesinatos” de los entrerrianos en Loncogüé y del joven Zacarías Segura en San Luis, aprovechará para contestarle: “Quiero que se respete la base fundamental de nuestro sistema, que son los derechos de las provincias con todas sus imperfecciones, conciliándolo con las exigencias del orden y de la libertad; quiero la paz entre los poderes públicos, para que su acción se arregle á la ley de las democracias; que es la mayoría: quiero por fin, que no compliquemos el difícil problema de consolidar el orden á la par de la libertad, propalando doctrinas que no pueden dar por el resultado sino el descrédito de las instituciones mismas establecidas sobre bases falsas”.
Mitre y Sarmiento son dos caminos para el mismo objetivo “imponer aceleradamente el credo liberal de los vencedores de Pavón”. Pero en tanto Mitre proponía un sistema representativo donde fueran los partidos los que gobiernen la república, la presidencia personalista de Sarmiento no perdería un segundo en abonar su línea dura con “sangre de gauchos”.42
36. Memoria presentada por el Ministro de Estado en el Departamento de Guerra y Marina al Congreso Nacional en 1869, págs. 308-309.
37. Ibídem, pág. 309.
38. Ibídem, pág. 309.
39. Ibídem, págs. 310-311. La fecha consignada en la memoria dice “Abril 20 de 1869”, pero es un error. Primero, porque no guarda relación con el orden cronológico de las sucesivas resoluciones y, segundo, porque así lo confirma el folleto del diario La Nación Argentina.
40. Gálvez, Manuel, Vida de Sarmiento. El hombre de autoridad, Buenos Aires, Tor, 1957, pág. 312.
Un año después, en 1870, el diario se convertirá en La Nación y Mitre en su principal accionista.
41. Ibídem, pág. 306.
42. “No trate de economizar sangre de gauchos. Es lo único que tienen de humano. Este es un abono que es preciso hacer útil al país”. Carta de Sarmiento a Mitre del 20/9/1861, en el Archivo del general Mitre (AGM), “Campaña de Pavón”, tomo IX, Buenos Aires, Biblioteca de la Nación, 1912, citado por Norberto Galasso en Historia de la Argentina. Desde los pueblos originarios hasta el tiempo de los Kirchner, Buenos Aires, Colihue, 2011, tomo I, págs. 359-360.