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Evo Morales: un blanco de Washington

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“... Hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez...”

Proclama insurreccional de la Junta Tuitiva en la ciudad de La Paz,

16 de julio de 1809

Hablar de Orinoca, del altiplano de Oruro, donde nació y creció Evo Morales, es decir dureza, frío, belleza majestuosa y soledad. Es una zona de grandes recursos mineros, de montañas y lagos que figuran entre las reservas más importantes de agua en el mundo, pero también de una población mayoritariamente pobre y de una realidad social injusta como pocas.

Huanuni, el centro minero más grande de Bolivia es la memoria viva del saqueo y de la resistencia. Las luchas campesinas en el lugar también son de larga data. De la misma manera lo es el carnaval de Oruro, el más famoso del mundo, reconocido por la UNESCO en 2001 como “Obra maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la humanidad” por su valor cultural, tradicional, religioso, donde el sincretismo se muestra en los coloridos juegos y bailes, escenografías que recuerdan al Tíbet o las diabladas, con su trazo africano junto a las tradiciones indígenas locales.

Esas caracterizaciones maravillosas, muy típicas y coloridas, puestas sobre un mundo yermo donde todo aparece cubierto de tierra llevan muchos mensajes detrás.

Sorprendente es la historia de Oruro y todo eso está también detrás de Evo Morales. Hay que ser muy fuerte y adquirir sabidurías propias para sobrevivir en el frío altiplano orureño, en la pobreza absoluta.

No fue un camino de rosas la vida de Evo hasta aquellos días de diciembre de 2005 cuando resultó electo con un apoyo popular abrumador.

“Cuando me preguntan sobre mi vida en otros tiempos y cuento lo que viví con mis padres y hermanos, con los compañeros comunitarios, jamás hubiera pensado que iba a ser presidente algún día. Trataba solamente de ser mejor cada día en mi trabajo sindical para luchar junto a los compañeros, exigir la justicia. Me costó mucho y debí tomarme tiempo para pensar cuando los compañeros me eligieron para que fuera a elecciones como candidato a diputado en 1997. Tampoco me podía imaginar que iba a ganar entonces con tantos votos y tan acompañado por las bases. Eso me decía que tenía más responsabilidad cada vez y que debía prepararme todo el tiempo y no defraudar nunca a los compañeros. Nosotros con la familia y los comunitarios en Oruro sabíamos lo que era la vida dura. Y también después la lucha en El Chapare”, diría Evo Morales.8

Desde ese altiplano salió Evo varias veces, en largas caminatas con sus padres que lo llevaron de niño incluso hasta Jujuy y Tucumán, Argentina, donde la familia trabajó un tiempo en la zafra. Esos caminos recorridos fueron extremadamente difíciles, aunque él relata el pasado con serenidad y dignamente, sin victimizarse jamás.

“Siempre, desde niño, me gustaba organizar cosas distintas. Pasaba mucho tiempo en un cerro cuidando las llanuras. Mi padre me llevaba, quedaba con algo de comida y esperaba que él volviera a buscarme para regresar a mi casa. Hay tiempo largo para pensar en esa soledad. Ese mes o algo más que me quedaba en el cerro, era duro. A veces bajaba a un pueblito lejos en la montaña, si faltaba algo de comida, pero volvía muy rápido.

“Cuando regresaba, quería hacer muchas actividades. Veía todo con otros colores. Cuando tenía como 13 años fui fundador de un equipo de fútbol (Fraternidad) en mi comunidad y eso nos permitía participar en campeonatos locales. Era capitán y delegado, y enfrentábamos a muchos equipos. A la vez trabajábamos fuerte, cuidando llamas, a las que había que trasquilar luego. Pero yo no dejaba de estudiar ni de jugar fútbol, porque eso nos hacía bien a todos y nos unía. Me gustaba la música y aprendí a tocar la trompeta. El fútbol y la música nos permitían compartir y hacer actividades colectivas. Mi padre fue muy compañero y nos alentaba en los deportes. Yo recuerdo que no paraba nunca y cuando tenía unos 16 años, los delegados (ayllus) de la comunidad ya me eligieron como director técnico de la selección de todo el cantón”.9

Para continuar sus estudios, Morales viajó a la ciudad de Oruro donde trabajó en muchos oficios duros y fue también trompetista, como lo había sido en Orinoca. La música es una parte importante de su vida. En la capital de Oruro tocaba en la banda Real Imperial, que era invitada a festividades en varias localidades. No olvida que la música lo llevó a recorrer centros mineros, especialmente, los del sur de Potosí.

“Tengo tantos recuerdos de esos viajes y de cómo iba conociendo otros com­pañeros y veía el trabajo de los mineros y sus luchas. Aprendí mucho y cada vez iba mirando los sufrimientos, pero también las rebeldías de nuestro pueblo”.10

En 1971 se enteró del golpe del general Hugo Banzer en una carretera por donde iban caminando con su padre hacia Cochabamba. Después del servicio militar obligatorio que cumplió en el Estado mayor de La Paz, y de vivir los golpes de estado, de Juan Pereda Asbún y David Padilla Arancibia en 1978 Evo volvió a su tierra (la historia de Bolivia registra unos 189 golpes). Pero una tragedia cayó sobre las comunidades de Orinoca cuando el fenómeno de El Niño se llevó más del 70 por ciento de la producción y más del 50 por ciento de los animales. Varias calamidades sucedieron en Oruro en los años 80, como las sequías y los miles de mineros que quedaron sin trabajo en los comienzos del aluvión neoliberal.

Desolados por las pérdidas, sus padres tomaron la decisión de irse. Y lo hicieron como tantos otros comunitarios y mineros sin trabajo, hacia el oriente. El camino recorrido por Evo resume un ejemplo de construcción de liderazgo surgido naturalmente —en lo social y político— en la lucha cotidiana, que lo llevó a resistir para sobrevivir en un país donde el colonialismo, con su carga feroz de racismo, perdura desde hace cientos de años.

Sería imposible entender cómo llegó a la presidencia de Bolivia si no se conoce ese período de su vida. A su inteligencia natural y el instinto de supervivencia, unió la militancia activa y permanente y fue uno de los dirigentes que más insistió en la organización y disciplina para enfrentar a un enemigo poderoso, que cada día asestaba golpes a las comunidades de humildes productores.

La familia Morales llegó en los años 80 a El Chapare, departamento de Cochabamba, un centro de producción agrícola nacional. Habían vivido un éxodo, huyendo de la desocupación y de las tragedias climáticas los otros. Los Morales se instalaron en el mismo corazón del trópico cochabambino en Puerto San Francisco (Chapare), una zona con espesas selvas tropicales, donde la pobreza no resultaba tan dura como en las alturas de Oruro y se podía sembrar y cultivar para el consumo familiar y para vender algo.

El joven Evo trabajó con su padre en varios oficios. Fue también arrocero. Pero pronto comenzaría a llegar arroz barato desde Brasil y esto lo obligó a buscar otro trabajo. Entonces comenzó a dedicarse al cultivo de la coca, que tenía asegurada la venta por el gran consumo interno de la hoja, que se comercializaba a un precio estable. Masticar hoja de coca, como el mismo Evo lo explicó incluso ante Naciones Unidas, es una tradición de los pueblos andinos: por sus propiedades curativas, alimenticias, su sentido ritual y mítico.

En los años 80 la hoja de coca comenzó a tener una demanda añadida a la del mercado interno. En los países ricos y especialmente en Estados Unidos, el consumo de drogas preparadas, transformando la nutritiva hoja de coca en pasta base de cocaína, gracias a los químicos producidos en ese país, comenzó a aumentar sin límites.

Se necesitaba la materia prima para elaborar cocaína mediante un proceso de laboratorio. Redes criminales comenzaron a llegar a Bolivia, mientras crecía el mercado de consumo.

En ese mismo período el general Luis García Meza tomó el poder mediante un golpe de Estado (el 17 de julio de 1980), imponiendo lo que el periodista argentino Gregorio Selser llamó La dictadura de los narco-dólares.11

Apoyado y asesorado por la dictadura argentina, García Meza se rodeó de oficiales vinculados con el narcotráfico. Aunque Estados Unidos había dado el visto bueno al golpe, el Departamento de Estado aprovechó esa circunstancia para promocionar el evidente “vínculo” de ese gobierno con el narcotráfico y luego presionar para lograr el ingreso del mayor contingente de la DEA que se estableció en ese país.

La DEA tuvo una presencia militar-policial de severa injerencia y de graves consecuencias políticas y sociales. Su llegada aumentaría de manera sorprendente las redes del narcotráfico y vino a irrumpir en la vida de los productores que sembraban para consumo local.

Evo en la mira

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