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Intentos fallidos de asesinar a Evo

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Al cumplirse en 1989 el primer aniversario de la masacre de Villa Tunari, Evo habló en el acto de recordación y protesta que realizaron los campesinos y los familiares de las víctimas. Al día siguiente, un grupo de UMOPAR lo detuvo, lo golpeó duramente y lo arrojó al monte pensando que estaba muerto. Para todos se hizo evidente que estaba en la mira de la CIA y la DEA.

Las fotos lo mostraron agonizante en una camilla antes de ser arrojado al monte de donde fue rescatado por sus compañeros campesinos, pero para las fuerzas antiterroristas y contrainsurgentes seguía siendo un “blanco” preciado.

“Yo solo recuerdo allí la violencia de los golpes. Perdí el conocimiento. Pero me contaron que mis compañeros comenzaron a correr detrás de mí cuando iba en la camilla inconsciente. Y todos dicen que eso impidió que me mataran, aunque creían que ya estaba muerto”.18

A medida que la lucha entre campesinos y la DEA se agravaba, Morales se preocupó por la necesidad de la organización política y la planteó a sus compañeros durante una reunión de los pueblos originarios en octubre de 1992.

Desde 1991 ya era conocido como uno de los jefes del Consejo Andino de Productores de Coca (CAPHC) fundado en La Paz en marzo de ese año. En 1993 era presidente de esta organización y un año más tarde sería presidente de la Confederación de Productores de Coca del Trópico de Cochabamba, que reunía a seis federaciones de la región.

En esos momentos debió enfrentar al primer gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada (MNR), impulsado por Washington, que traía bajo el brazo los programas inconclusos de la llamada Biblia neoliberal.

Aunque Sánchez de Lozada no sabía muy bien cómo manejar el problema con los cocaleros ni la diversidad de conflictos sociales de esos tiempos, anunció las privatizaciones de las empresas estatales y los detalles del plan neoliberal.

Para Morales, dirigente de un sector tan castigado, el presidente del MNR iba a producir un previsible y dramático impacto sobre la sociedad en un país que era ya el más pobre —a nivel social, pero no en recursos— y el menos desarrollado de Sudamérica. En enero de 1994 el gobierno se comprometió ante las federaciones del Trópico a promover los cultivos alternativos y abonar indemnizaciones para que los productores de coca “no perdieran poder adquisitivo”. También su compromiso fue terminar con el hostigamiento y la represión por parte de las fuerzas de seguridad del Estado. Solo se iba a actuar sobre el narcotráfico y los delitos asociados.

Morales y los cocaleros demandaban el cese de la criminalización de los productores de la coca, que era la materia prima, pero que nada tenía que ver con su transformación en droga y menos con sus redes de comercialización. Pero Washington no aceptó esa tesis.

Estados Unidos amenazó con la “no certificación” de Bolivia por “no colaborar” con sus planes, lo cual significaba suspender la ayuda económica, y Sánchez de Lozada reintentó de erradicar plantaciones. Relanzada la ofensiva en El Chapare, el zar antidrogas estadounidense, Lee Brown advirtió sin cortapisa, que “la guerra contra las drogas en Bolivia tenía que ser contra la colmena y no contra las abejas”. Esto fue interpretado por los campesinos como la decisión de actuar duramente contra los productores. Brown firmó con el presidente un acuerdo por el cual el Estado se comprometía a erradicar miles de hectáreas de coca antes del 31 de marzo de 1994 a cambio de una “ayuda” de 20 millones de dólares.

En julio de 1994, dejando atrás las promesas hecha a los cocaleros, el gobierno y la DEA se lanzaron en la Operación Nuevo Amanecer con el objeto de destruir tres mil de 34 mil hectáreas de cocales en El Chapare. Esta operación agregaría nuevas víctimas en la zona y ejecuciones extrajudiciales.

A fines de agosto de 1994 Morales convocó a una “Marcha por la Coca, la Vida y la Dignidad”, desde Villa Tunari hasta La Paz. La persecución y amenazas contra el dirigente aumentaron y el 28 de agosto de 1994, cuando viajaba en un transporte hacia El Chapare junto al fotógrafo José Luis Quintana, agentes que estaban en un retén subieron al vehículo donde se transportaban y lo detuvieron golpeándolo duramente.19

Luego lo trasladaron a Cochabamba en una camioneta con vidrios polarizados. La foto que Quintana pudo publicar en el diario Hoy en esos momentos dio cuenta de esta detención ilegal y varios analistas en Bolivia concuerdan que, de no haber existido testigos, Morales estaría muerto o desaparecido.

Con cierto dejo de humor, relata el actual presidente de Bolivia aquellos momentos difíciles: “Yo recuerdo que estábamos todos reunidos en la federación y estaba la prensa internacional. Entonces yo tomo mi mochila porque tenía que viajar y un fotógrafo me dice, ‘te acompaño’ y nos fuimos en un taxi. A unos ocho kilómetros de Sacaba estaba una tranca (un retén policial). Me levantaron de la cintura y me llevaron al centro especial de investigaciones policiales. Un joven agente de inteligencia me amenazó con un revólver para que abriera la mochila. Yo dije que no la iba a abrir, que no tenían derecho a hacerlo. Convocaron a una audiencia a las doce de la noche. Como a la una de la mañana llegó el juez y otros. Estaban en pijama. Los habían levantado para venir hasta allí, para que la justicia ordenara abrir la mochila y fue vergonzoso para ellos. Me sacaron todas mis cosas ¿y qué llevaba yo? La ropa para cambiarme porque iba a dormir fuera de mi casa. Sacaron pantalón, camisa, medias, calzoncillo. Tenía unos doscientos pesos bolivianos.

“Pensarían que yo llevaba plata en mi mochila, pero me amenazaron para que la abriera y el juez estaba avergonzado y molesto. Para eso lo habían despertado. Me metieron en una celda donde las ratas pasaban encima de uno”.20

En entrevistas con organismos de Derechos Humanos cuando estaba detenido, Evo dijo, antes de entrar a una huelga de hambre seca, que temía por su vida. Estaba acusado de “sedición” y de organizar “grupos irregulares”.

En esa misma época, los vecinos de la Villa 14 de Septiembre tuvieron que huir de sus casas ante la persecución de las fuerzas de UMOPAR, que siempre actuaron violentamente.

El mismo 29 de agosto de 1994 los cocaleros comenzaron la histórica Marcha por la Vida, la Coca y la Soberanía Nacional que recorrería 600 kilómetros hasta La Paz. También se pedía la liberación de Evo Morales y todos los registros de esa marcha mostraron la dureza extrema del esfuerzo, donde varios manifestantes quedaron en el camino con los pies llagados, otros enfermaron seriamente por la escasez de comida y un grupo estuvo a punto de ser arrastrado por un río durante la travesía.

Evo fue liberado el 7 de septiembre y se sumó a la marcha que el 19 de ese mes llegó a La Paz. Los cocaleros habían logrado nacionalizar el conflicto de la coca y el liderazgo de Evo comenzaba a proyectarse en todo el país.

En el gobierno propusieron a Morales que era necesario quitar la tierra a los campesinos. “Les contesté que yo no estaba para eso y que no era un decisión mía, y que todo lo que hacíamos lo decidían las bases. Era el Operativo Nuevo Amanecer. Habían venido al Chapare para sacar las tierras a los campesinos a la fuerza. Ahí, mientras preparábamos la marcha, ya habían comenzado a llevarse compañeros”.21

Los cocaleros contaron con el apoyo de la COB y la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), y llegaron a La Paz después de 22 días de marcha en una epopeya increíble. No los habían podido detener ni siquiera bajo el constante hostigamiento de la policía y el Ejército, ni con detenciones arbitrarias, como la de Evo. Incluso sucedió que el gobierno, obligado al diálogo con los manifestantes que fueron apoyados en La Paz por la población, no pudo imponer sus planes y debió conformarse con recibir propuestas de los cocaleros sobre una estrategia antidroga “genuinamente boliviana”. No hubo acuerdos.

Evo en la mira

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