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Cronología de una persecución anunciada

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Si se considerando la larga historia de dominación de Estados Unidos, no sorprende que las instituciones militares y de inteligencia de ese país, el verdadero poder en las sombras coloniales de Bolivia, fijaran tempranamente su mirada en ese joven indígena dirigente sindical, desafiante, que rápidamente se destacó en El Chapare.

Por eso, cuando asumió el gobierno ya había estado en la mira de una serie de atentados, de espionajes y conspiraciones, que lo habían convertido en un blanco permanente de Estados Unidos a través de organismos como la CIA y la DEA.

En 1984 participó en el primer bloqueo de caminos en las proximidades de Huayalli, donde fueron asesinados tres campesinos. En 1987 fue testigo, en Parotani, del asesinato de cinco campesinos en un bloqueo de rutas contra el Plan Trienal, impuesto por Washington para reducir las plantaciones de la hoja de coca en un período de fuerte actuación de la DEA y las fuerzas conjuntas.

La salida del embajador estadounidense Edward Rowell, en enero de 1987, llevó a David Greenlee, jefe de la CIA en Bolivia, a tomar el control de la embajada como embajador interino durante dos años, hasta la llegada de Robert Gelbard, en diciembre de 1988. Con Greenlee, la CIA tomó fuerte preeminencia sobre la DEA después del escandaloso Caso de Huanchaca (ver capítulo 10, “La DEA en Bolivia”). Mediante la llamada Operación Snow Cop (boina de nieve), incorporó agentes de la Policía de Fronteras (estadounidense) y del FBI a las acciones militares que se llevaban a cabo en Bolivia, tratando de desmantelar las protestas de los productores de coca, cada vez más activas y organizadas en El Chapare, y buscando desacreditar las propuestas campesinas de desarrollos alternativos.

Greenlee fue clave para promover las incursiones ilimitadas de asesores de Estados Unidos en esa región, los que asumieron el mando de las tropas bolivianas.

El embajador de Estados Unidos se oponía a todas las propuestas campesinas de planes integrales de “Desarrollo y Sustitución”, que programaba la erradicación voluntaria de cocales y la participación sindical campesina en la planificación de cualquier programa de cultivos alternativos.

La primera consecuencia de esta nueva modalidad de injerencia fue la actuación de los agentes de Estados Unidos al mando de la Unidad Móvil para el Patrullaje Rural (UMOPAR), el 27 de mayo de 1987, en la zona de Parotani, cuando atacaron a campesinos movilizados y mataron a cinco, dejando decenas de heridos. Fue una masacre —que luego se repetiría en otros lugares— de la cual fue testigo Morales.

En respuesta a la constante presencia de la DEA y las tropas de Estados Unidos, Evo Morales como secretario ejecutivo de la Federación del Trópico, fundó con sus compañeros el Frente de Masas Antiimperialistas.

El 28 de junio de 1988 se registró una nueva masacre en Villa Tunari, donde fueron asesinados doce cocaleros y más de veinte resultaron heridos por los agentes de la DEA y UMOPAR. Muchos quedaron con invalidez de por vida. Esta agresión brutal se produjo cuando los campesinos realizaban una toma pacífica de las oficinas de la Dirección de Reconversión de la Coca (Direco), donde se almacenaban defoliantes usados para fumigar los campos cocaleros.

Un grupo de UMOPAR y asesores militares estadounidenses abrieron fuego contra los campesinos que se oponían al uso de herbicidas para erradicar cocales, medida establecida en el proyecto de Ley 1008, debatido previamente en el Congreso. Se usaron también helicópteros de Estados Unidos en este ataque.

“Vimos morir a varios compañeros, como Felicidad Mendoza. Pudimos tomar el cuartel, pero más tarde llegó la represión por tierra y aire. Fui testigo de cómo los agentes de la DEA nos dispararon y se produjo la masacre. Después recogimos cadáveres ahogados en el río y nos dimos cuenta de que algunos tenían grandes orificios de balas, disparadas por las armas militares. Varios cadáveres aparecieron flotando en el río Chapare”.16

Luego se descubrió que algunos policías bolivianos que participaron en la matanza disparando fusiles M-15, eran investigados por la propia DEA por sus conexiones con redes oficiales de protección a narcotraficantes. Después de los trágicos sucesos de Villa Tunari, el embajador David Greenlee, felicitó a esos mismos policías, lo que evidenció las contradicciones y falsedades de la DEA en Bolivia.

En esos momentos, ante la ofensiva para la erradicación de las plantaciones, Morales formó una escuela de sindicalismo campesino.

En 1989 se opuso resueltamente al plan de reducir la superficie agrícola dedicada a la coca de 150.000 acres a 30.000, lo que afectaba sobre todo a Chapare, donde se producía el 70 por ciento de la hoja boliviana.

El gobierno no había cumplido su promesa sobre los cultivos alternativos y en cam­bio la represión bajo control militar extranjero era una realidad cotidiana.

Para los cocaleros defender sus plantaciones era defender la vida.

A la vez, el gobierno de Paz Zamora mientras por una parte debía aceptar las imposiciones de Estados Unidos, por otra y ante la rebelión cocalera, llevó adelante una campaña internacional para que no se confundiera la hoja de coca con cocaína. Era una reivindicación planteada por el movimiento cocalero y una cantidad de sectores sindicales.

En 1990 hubo acercamientos entre Morales y la COB y aunque no se produjo una alianza obrero-campesina, unos y otros se apoyaron en sus respectivas luchas. En los años 2000 serían, en conjunto, protagonistas de varios momentos históricos.

En esos tiempos, la persecución contra Evo y otros dirigentes era constante. Datos que se registrarían después mostraban la enorme preocupación de Estados Unidos por ese dirigente que comenzaba a aparecer en diversos escenarios mundiales.

“Recuerdo muchas situaciones que viví junto con otros compañeros. Una vez, yo estaba dirigiendo la reunión de la Federación en Chimoré. En el lugar no había teléfono, pero afuera estaba la cabina de ENTEL (compañía telefónica). Vino un compañero a avisarme que me estaban llamando a esa cabina urgente. Como no podía interrumpir le pedí que él mismo atendiera y cuando llegó a la cabina se vio rodeado con gente del UMOPAR (Unidad Móvil para el Patrullaje del Área Rural) que estaba bajo mando norteamericano. Ahí nos dimos cuenta de que si yo hubiera salido habría caído en una trampa. Estaba lleno de kmopares. Nos rodearon. Entonces suspendimos la reunión e inventamos una salida por otro lugar. Poco a poco íbamos saliendo en grupos. No pudieron hacernos nada, los engañamos y nos escapamos por otro lado.

“En otra ocasión yo estaba organizando en El Chapare una movilización y tenía que estar allí. Un sábado a la noche llegaron a mi casa, donde estaba casero. Eran agentes disfrazados. Iba acercándome yo a la casa y me di cuenta de que estaba rodeada con taxis sin chapas. De inmediato y sin que me vieran, me regresé. Pude escaparme y anduve escondido un tiempo. Después me contaron que me estaban esperando, y no solo para detenerme o golpearme”.17

Evo evadió varios cercos en esos tiempos de fuertes movilizaciones en El Chapare y, por informaciones y testimonios que fue conociendo al asumir la presidencia en 2006, sabe que hubo una larga lista de intentos de matarlo, apresarlo o tratar de desacreditarlo ante su país y el mundo.

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