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Bolivia

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Es imposible entender lo que sucede en Bolivia sin la visión de este escenario geoestratégico, en que se aplica un golpe de Estado contra el primer presidente indígena, Evo Morales.

Tampoco puede entenderse la situación actual si no se conoce la historia profunda de ese país andino tantas veces olvidado y recuperado para su población mayoritaria y para el mundo, por el gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS) con el triunfo de Evo Morales a fines de 2005 y su llegada al gobierno el 21 de enero de 2006.

Uno de sus logros más importantes fue establecer constitucionalmente la primera república plurinacional, con lo que esto significa a nivel universal.

Entre 2006 y 2019, el gobierno de Evo Morales Ayma logró un giro de ciento ochenta grados en lo social, económico y político, pero esencialmente una revolución cultural que conmovió las profundas raíces coloniales.

Por primera vez, más del 62 por ciento de los habitantes de los pueblos originarios de Bolivia, verdaderos dueños de esos territorios, fueron reivindicados con esta revolución que además recuperó la cultura soterrada de tantos años de exclusión, humillación y olvido.

Los pueblos originarios estaban sometidos a un apartheid que solo puede asimilarse al sudafricano en tiempos de las luchas de Nelson Mandela.

El contenido racista de este golpe de Estado es un elemento básico para entender también a qué responden las elites ultraderechistas fascistizadas de Bolivia, las que ni siquiera pueden ser comparadas con las oligarquías regionales.

La elite de Santa Cruz de la Sierra y de otros departamentos de la Media Luna está conformada por grupos medioevales, aliados con las mafias y con todas las dictaduras que se sucedieron en ese país, ejecutores de un accionar tan brutal que su existencia pareciera imposible en el siglo XXI.

Washington estuvo involucrado en cada golpe de Estado de nuestro continente y la dependencia continúa. Por ello, nuestro gran proyecto de integración, partiendo de los cambios políticos del Mercado Común del Sur, con la llegada del aire nuevo de los gobiernos surgidos de las grandes luchas de los pueblos latinoamericanos contra el neoliberalismo desde fines de los 90, siguió siendo la emancipación independentista.

Durante el período transcurrido desde principios del siglo XXI, los presidentes de la “época de la resurrección” popular, paridos por sus pueblos en las calles y las carreteras de la región, apuntaron a recuperar las demandas históricas de la unidad latinoamericana y crearon organismos de integración como la Unasur, hasta la más acabada integración, por su pluralidad, que fue y es la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).

Evo Morales fue y es uno de los líderes de estas alianzas como la Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos, ALBA.

Sobre ellas se ha lanzado la furia imperial en estos tiempos, en su desesperada carrera para el apoderamiento recolonizador de América Latina, su llamado “patio trasero”, un continente que es un reservorio de recursos naturales que “necesitan” controlar en su etapa decadente y brutal.

En Bolivia, Morales estuvo en la mira de Washington desde que fue dirigente cocalero. En su condición de diputado y candidato presidencial incluso intentaron asesinarlo. De estos atentados también hay registros y testimonios en este libro.

Todas las indagaciones sobre golpes como el de 2008 y los intentos de 2011 y 2012, llevaron hacia los autores intelectuales, y a investigar las rutas del dinero enviado desde Estados Unidos y destinado a los opositores bolivianos mediante la Fundación para la Democracia (NED en sus siglas norteamericanas) y la Agencia Internacional para el Desarrollo, la vieja AID, que ahora llaman USAID.

La implicación documentada del embajador de Estados Unidos, Philip Goldberg, en el golpe de septiembre de 2008, condujo al gobierno del MAS a expulsarlo del país, como antes lo había hecho con la agencia antidrogas estadounidense, DEA. También en 2009 ordenó la salida de la Central de Inteligencia, CIA, por su infiltración en la recuperada Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos. Conocía, sin embargo, la infiltración y el poder de la embajada especialmente en las fuerzas policiales y en la permanencia de algunas fundaciones.

El golpe contra el presidente paraguayo Fernando Lugo en 2012, la llegada de Macri al gobierno de Argentina en 2015, el golpe de Estado mediático, judicial y parlamentario de 2016 contra Dilma Rousseff, y luego la llegada al gobierno de Jair Bolsonaro en enero de 2019, afectaron profundamente las relaciones con estos gobiernos. Pero el peligro mayor estaba en las fronteras permeables y en lo que serían las constantes maniobras de los ejércitos de estos tres países más Chile, planteando la posibilidad de una mayor cooperación de estas administraciones con los sectores de la derecha fundamentalista de Bolivia.

Las fronteras se convirtieron en una amenaza constante para el gobierno de Morales.

A pesar de esto, el gobierno boliviano producía avances fundamentales, y dejaba atrás la mayor pobreza de la región después de Haití. En 2019 se convirtió en un país dueño de sus recursos naturales, en trámite de industrialización, de redistribución de los millones de dólares recuperados por el Estado como dueño de sus propios recursos, en especial del litio, el mayor descubrimiento de los últimos tiempos, con sus mayores reservorios en territorio boliviano.

Esto acrecentó el interés de Estados Unidos por derrocar a Morales, quien había logrado sacar a la población boliviana de los grandes arrabales de la miseria, de la exclusión y la marginación y rescatar identidades y culturas que agonizaban ante la destrucción colonial, siempre en manos de los poderosos, asociados al poder hegemónico, aunque la resistencia logró sobrevivir más de setecientos años.

En este golpe de Estado, Washington contó con la colaboración especial de los gobiernos de Macri en Argentina y Bolsonaro en Brasil, no solo en lo político sino en lo militar, con el paso de armas, equipos y fuerzas especiales a través de las fronteras permeables que tienen con Bolivia.

El golpe de Estado se produce además en medio de una debacle del neoliberalismo, con los pueblos en las calles de Haití, Honduras, Guatemala, Ecuador, Chile, Colombia y otros países resistiendo el proyecto geoestratégico de Estados Unidos de avanzar hacia la destrucción de los Estados nacionales, endeudarlos, empobrecer a los pueblos, acabar con los proyectos de desarrollo y, en especial, acabar con todos los procesos de integración que se habían logrado con la Unasur y la CELAC. Un marco “necesario” para apoderarse de nuestro continente.

Otra consideración ante esta situación, que se evidencia en las páginas de Evo en la mira, es que América Latina no puede seguir mirándose en el espejo de las falsas democracias europeas o de las grandes potencias. Nuestras “democracias” no se pueden adaptar a los términos también falsamente “institucionales” de los grandes países.

En el caso nuestro, no puede haber democracia si somos dependientes y menos aún si nuestros ejércitos y fuerzas de seguridad son instruidos y manejados por Washington y sus socios cercanos.

Nosotros estamos en un largo proceso de liberación e independencia y por lo tanto, de descolonización profunda de nuestras culturas, nuestras academias, nuestro entorno, nuestra economía.

La lucha es por soberanía, independencia económica y justicia social. No podemos convertirnos en las “democracias de Seguridad Nacional” de Estados Unidos, como antes nos impusieron las dictaduras.

De eso hablaba Evo Morales para explicar el enorme proceso de descolonización que tenemos por delante. Estamos viendo la resistencia heroica de nuestros pueblos que, hay que reconocerlo, en los últimos años entendieron que era nuestra hora: independencia o recolonización. Esa es la verdadera elección.

Evo Morales lo sigue sosteniendo en estos días, después de ser forzado a renunciar, por coacción las fuerzas armadas, la policía, los opositores y con la imprescindible “ayuda” de la OEA.

Teníamos un país que había avanzado como nunca en su historia. Que ese avance lo lograra un indígena del altiplano era demasiado para el imperialismo. Y más, si este presidente indígena que solo soñaba la justicia para su pueblo, era abiertamente antimperialista, como debemos ser todos los que estamos en dependencia. No son años para la dependencia. Voy a volver a la lucha, no importa si soy otra vez presidente o no. He aprendido mucho, hemos aprendido mucho. No tenemos la maldad de ellos. Estamos acostumbrados a luchar por siglos, nuestros padres lucharon. Tupac Katari nos inspiró siempre. Y sabemos trabajar para la unidad de nuestros pueblos. Hemos caminado kilómetros de carreteras para luchar contra el neoliberalismo en los años 2000, luchar contra el colonialismo y el racismo que es muy fuerte en Bolivia. Ahora ya sabemos que lo podemos hacer. ¡Hemos muerto y resucitado tantos siglos! Y nunca dejamos de respetar la vida y de cumplir con nuestros padres: no matar, no mentir, no robar. Los aymaras tenemos muchos recuerdos y muchas fortalezas. Somos y vivimos como somos (Evo Morales desde su exilio en México, 22 de noviembre 2019).

Stella Calloni

Noviembre 2019

Evo en la mira

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