Читать книгу Hechos y dichos memorables. Libros VII-IX. Epítomes. - Valerio Máximo - Страница 13
CAPÍTULO 5 Sobre fracasos electorales
ОглавлениеTambién los ejemplos concernientes al ámbito electoral han de servir a quienes emprendan la profesión política para afrontar con mejor ánimo los resultados adversos en los comicios. En efecto, al tener muy presentes los reveses sufridos por las personalidades más notables, aspirarán a los distintos cargos no sólo con mayor esperanza de éxito, sino también con un juicio más sensato. Además, recordarán que es lícito que todos puedan negar alguna cosa a uno solo, del mismo modo que muchas veces uno solo puede oponerse a la voluntad de todos. E, incluso, sabrán que hay que lograr con paciencia aquello que no se pudo conseguir con favores.
Cuando Quinto Fabio Máximo 67 ofreció un banquete en [5 , 1] honor de su tío paterno Publio Africano, pidió a Quinto Elio Tuberón que preparase los triclinios. Éste cubrió los lechos de estilo cartaginés con pieles de cabritilla, y dispuso vajilla de Samos en lugar de vajilla de plata 68 . Aquel ultrajante gesto ofendió hasta tal punto a la opinión pública que cuando Tuberón, considerado por lo demás una persona distinguida, se presentó como candidato a la pretura, pese a contar con los apoyos de su abuelo Lucio Paulo y su tío materno Publio Africano, acabó sufriendo un fracaso. Pues de igual manera que se elogiaba siempre la moderación en lo privado, así también se tenía en la más alta consideración la generosidad en el ámbito público. Y es que la ciudadanía creía que sobre aquellas míseras pieles no yacían sólo los invitados al banquete, sino todos y cada uno de ellos, por lo que vengaron en las urnas la afrenta de aquel festín.
[2] Por su parte Publio Escipión Nasica 69 , celebérrima lumbrera del poder político (aquél que, durante su consulado, declaró la guerra a Yugurta; que recibió en sus sacrosantas manos a la Madre del Ida cuando emigró desde tierras frigias hasta nuestros altares y fuegos sagrados; que reprimió muchas y muy perniciosas sediciones con el poder de su autoridad; aquél, en suma, de quien el senado se vanaglorió de tenerlo como su máximo representante durante unos cuantos años), siendo muy joven, presentó su candidatura a edil curul. Cuando, conforme a las costumbres de los candidatos, estrechó con fuerza la mano de uno, endurecida por las labores del campo, le preguntó en tono de broma si solía caminar sobre sus manos. Los presentes escucharon aquellas palabras, que llegaron a oídos del pueblo, y fueron la causa de que la candidatura de Escipión fracasara. Todas las tribus rurales estimaron que les echaba en cara su pobreza, y descargaron toda su cólera contra aquella afrentosa galantería. Así pues nuestro pueblo, al refrenar la arrogancia de los jóvenes nobles, los convirtió en unos ciudadanos ilustres y de provecho; y al no permitir que los petulantes accedieran a los cargos públicos, confirió a éstos el debido respeto.
No se observó ningún error de ese tipo en Lucio Emilio [3] Paulo 70 y, sin embargo, aspiró varias veces al consulado sin éxito. Cuando tenía ya aburrido al Campo de Marte con sus propios fracasos electorales, alcanzó la más eminente dignidad al ser elegido cónsul por dos veces y censor. Y todos los reveses sufridos no pudieron quebrantar su virtud; más bien la estimularon, pues el propio fracaso acrecentaba aún más su deseo de presentarse al más alto cargo, para, de este modo, vencer al pueblo con su perseverancia, dado que ni el esplendor de su nobleza ni sus cualidades morales habían podido conmoverlo.
En cambio, fueron unos pocos y apenados amigos los [4] que acompañaron a su casa a Quinto Cecilio Metelo 71 , afligido y abochornado tras ser rechazado para el consulado. Y, sin embargo, el senado en pleno lo acompañó al Capitolio cuando, alegre y contento, se disponía a celebrar el triunfo sobre el Pseudofilipo 72 . Él constituyó una parte muy importante en la guerra llevada a cabo contra la Liga Aquea, guerra a la que Lucio Mumio 73 acabó dándole la última mano. ¿Y acaso el pueblo sería capaz de negar el consulado a quien poco después daría o debería dos provincias tan magníficas como Acaya y Macedonia? No cabe duda de que este hecho lo convirtió en un mejor ciudadano, pues Metelo comprendió cuánta destreza es necesaria para ejercer el consulado, sobre todo consciente como era del trabajo que le había costado alcanzarlo.
[5] ¿Y quién hubo más descollante y más espléndido que Lucio Sila? 74 . Él, que repartió riquezas y mandos, que derogó leyes obsoletas y dictó otras nuevas, también sufrió el desdén de ser rechazado para la pretura en ese mismo Campo de Marte del que poco después se haría dueño y señor; precisamente Sila, que podría conseguir todos los peldaños del cargo que pretendía 75 sólo con que uno de los dioses hubiese prefigurado ante los ojos del pueblo romano la imagen y la traza de su futura autoridad.
[6] Referiré ahora el mayor crimen cometido en unos comicios. Marco Porcio Catón 76 , quien con sus costumbres otorgaría a la pretura más dignidad que gloria personal alcanzaría él, no pudo conseguir del pueblo dicho cargo en cierta ocasión. Fueron aquéllas unas elecciones que rayaron en la locura, y los votantes pagaron un castigo bastante grave por su error, ya que se vieron obligados a conceder a Vatinio el cargo que habían negado a Catón. Por tanto, si pretendemos valorar lo que sucedió realmente, no es que negaran la pretura a Catón, sino Catón a la pretura.