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INTRODUCCIÓN

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Juramento (Hórkos) es el escrito más breve, pero también uno de los más interesantes del Corpus Hippocraticum (CH) y de los más estudiados. Se encuentra en casi todas las listas antiguas de obras hipocráticas, en las biografías de Hipócrates, en numerosos manuscritos y en la mayoría de las ediciones a partir del Renacimiento. Erotiano lo incluye entre las obras que se ocupan de la téchnē, y la posteridad ha visto en él la síntesis más elevada y densa de lo que la antigüedad, y más concretamente la medicina hipocrática, tenían que decir sobre el comportamiento del médico. Durante siglos ha representado el ideal ético en medicina y ha seguido influenciando, hasta nuestros días, la deontología médica en Occidente1.

Este hecho, excepcional en la historia de la cultura, es por sí mismo sorprendente; pero lo es todavía más, si se tiene en cuenta que la enorme evolución sufrida por la medicina hace que la antigua y la nuestra sean difícilmente comparables. Por ello, algunos autores2 creyeron ver en nuestro texto la expresión de constantes éticas de la humanidad, que pudieron plasmarse como una concreción de la philantropía griega, o de cualquier otra forma, pero que, en todo caso, reflejarían principios atemporales, cuyo reconocimiento lo exige la propia decencia humana o las esenciales responsabilidades inherentes a la profesión de médico.

Dejando de lado estas interpretaciones de talante idealista, que no hacen justicia a las exigencias de la crítica histórica, el problema que fundamentalmente ha ocupado a los comentaristas es el del origen de Juramento. Si se considera a éste como un documento histórico, surgido de una situación sociocultural determinada, y se intenta ver a partir de ahí la significación de la deontología que propugna, hay que determinar el trasfondo espiritual y social que hizo posible su aparición. Esto se ha hecho ya desde diversos puntos de vista.

Un hito en la comprensión de este problema lo constituye el amplio estudio de K. Deichgräber3. Para este excelente conocedor del CH, nuestro escrito tiene su origen en la familia de los Asclepíadas, y contiene una serie de principios deontológicos que fijan los límites éticos de la búsqueda de la fama, tan propugnada por los médicos hipocráticos. Pero si algunos de esos principios recogen normas comúnmente aceptadas, otros, por el contrario, las superan ampliamente y sólo pueden explicarse por motivos éticos más elevados. Por otro lado, en Juramento se plasmaría el ideal del médico apolíneo, con lo que habría también en él una motivación netamente religiosa. La deontología del escrito tendría, finalmente, sus raíces en la ética patriarcal-aristocrática, y no primariamente en la médica4. Con ello, Deichgräber inaugura la idea, ampliamente seguida, de que Juramento representa una actitud excepcional dentro del CH, ya que este credo tenía poco que ver con la vida real y con las normas de conducta de los médicos, tal como se reflejan en los escritos hipocráticos.

Pero la opinión que ha hecho época es, sin duda, la defendida por L. Edelstein, quien ve en Juramento un manifiesto de origen netamente pitagórico, entendiendo por pitagorismo el del s. IV a. C.5. Edelstein constata que la ética de Juramento no fue generalmente seguida por los médicos de la antigüedad, y que, en especial, la prohibición de proporcionar abortivos y venenos responde a una actitud radicalmente distinta a la del CH, que sólo puede explicarse por influjo directo de las doctrinas pitagóricas. También responderían a ese influjo otros votos de Juramento, como el de mantener la vida y la profesión en pureza y santidad, el de venerar a los maestros como a los propios padres, o el de no revelar a extraños los secretos de la téchnē.

La tesis de Edelstein fue ampliamente aceptada6, pero también fue pronto combatida. En primer lugar, por O. Gigon7, que descubre otros posibles orígenes en las religiones mistéricas, en los círculos políticos, en la escuela socrática o en diversas agrupaciones médicas. También Deichgräber puso en cuestión el exclusivo origen pitagórico: para él, todas las partes de Juramento no proceden necesariamente del pitagorismo, sino que recogen concepciones éticas de toda una época, plasmadas incluso en el derecho, y no exclusivamente de una escuela8. Pero es, sobre todo, W. Burkert, especialista en las doctrinas pitagóricas, el que ha demostrado que Juramento contiene también algunas de ellas, pero que no le vienen de un influjo directo del pitagorismo, sino de concepciones comúnmente admitidas en la antigüedad9.

Todos estos trabajos han ampliado el panorama presentado por Edelstein y han matizado algunas de sus principales afirmaciones. Más recientemente, F. Kudlien10 intentó llevar a cabo una puesta a punto de las opiniones anteriores y buscar una nueva solución positiva a la cuestión del origen de Juramento. Concuerda con sus predecesores en afirmar que las obligaciones que se contienen en él no se explican exclusivamente por dependencia del pitagorismo, sino que reflejan ideales comunes que podrían atribuirse, igualmente, a otros grupos religiosos o profesionales. Pero, a diferencia de las interpretaciones anteriores, piensa que Juramento es producto de la polémica relacionada con los prejuicios populares contra el oficio médico: para salirles al paso, algunos médicos se comprometerían a seguir unas normas de conducta con sus pacientes, que recogían obligaciones popularmente aceptadas. Esas obligaciones de ética popular procederían de la esfera religiosa, como indican algunas expresiones y la relación maestro-alumno o la prohibición de dar abortivos; o de la esfera profana, especialmente la abstinencia sexual con los pacientes o la prohibición de dar venenos. Todas ellas irían encaminadas a no perjudicar al enfermo, síntesis de los prejuicios populares y del deseo de Juramento por acallarlos.

Aunque difieren en sus conclusiones, todas las interpretaciones señaladas tienen, sin embargo, un presupuesto común: consideran que Juramento refleja una actitud excepcional dentro del CH e, incluso, radicalmente opuesta, en algunos casos, a los restantes escritos que lo componen. En consecuencia, los comentaristas sintieron la necesidad de buscar fuera de ellos el trasfondo ideológico, sociocultural o ético que le dio origen.

Sin embargo, la crítica más reciente ha empezado a cuestionar la validez de este presupuesto. El primero en llamar la atención sobre la coincidencia de actitudes entre Juramento y otros escritos del CH fue D. Nickel, quien ha demostrado que la tesis de que aquél adopta una postura excepcional con relación al aborto es infundada11. En la misma línea se sitúa el interesante estudio de G. Harig y J. Kollesch12. Estos autores rechazan las interpretaciones ahistóricas y aquellas otras que pretenden determinar el origen histórico de Juramento, pero no tienen en cuenta el nacimiento de la medicina científica en Grecia y todo lo que ello supuso, no sólo para el propio arte médico, sino para la concepción del hombre objeto de ese arte. Entre Juramento y otros escritos del CH hay una coincidencia de miras que justifica sobradamente el origen hipocrático de nuestro texto. En efecto, todas las prescripciones deontológicas que leemos en él tienen una base y una meta comunes: ayudar al enfermo y proteger su integridad personal. El hecho de que estas prescripciones concretas se formulen como normas generales refleja, además, algo muy propio de la medicina antigua, como es el convencimiento de que el médico y el paciente son seres de igual valor, que su relación es decisiva para el oficio médico y que, en ella, el interés del enfermo es lo más importante. Juramento refleja, ciertamente, preocupaciones de la medicina de su tiempo, como afirmaba Kudlien; pero no hay que referirlas a la necesidad de eliminar los prejuicios populares contra el comportamiento de los médicos, sino al convencimiento, nuevo en la antigüedad, de que todo hombre es un individuo y un sujeto. Esta concepción del hombre como individuo se corresponde, de modo notable, con las ideas básicas de la medicina hipocrática, como se desprende de su concepto de phýsis, de su teoría de la enfermedad o la dieta y de los numerosos pasajes en que el individuo, con todas sus peculiaridades, se presenta como protagonista y medida de toda actuación médica.

Como sucede en tantos casos, los críticos no se han puesto de acuerdo sobre el origen de nuestro texto; pero lo están, sin embargo, en considerar que responde a la fórmula clásica de los juramentos. Comienza, como todo juramento de los tiempos antiguos, con una invocación a los dioses, y en primer lugar a los protectores del gremio y del arte: Apolo como divinidad délfica y dios de la justicia y la medicina; el divino Asclepio, émulo de Apolo y padre y fundador de la familia de los médicos; sus hijas Higiea (salud) y Panacea (remediadora de todo), protectoras también del Asclepion de Cos, y todos los dioses en general, para dar mayor solemnidad y realce al compromiso. Concluye también con una fórmula de execración, típica de los juramentos solemnes; y siguiendo el uso ritual, invoca los dioses al principio y pone al final las consecuencias terrenas que deben derivarse de su cumplimiento o trasgresión, adoptando la expresión prudente de que, si no lo cumple, le suceda «lo contrario». Esta fórmula juramental es decisiva para el contenido, ya que le da un carácter vinculante y sagrado, aunque no se trate de un compromiso legal, sino de una simple promesa privada.

Entre la introducción y la conclusión se encuentran una serie de votos particulares. El texto tiene dos partes claramente diferenciadas: un pacto de familia o gremio y un código de conductas éticas. Por el pacto, el nuevo miembro asume una serie de obligaciones para con el maestro, la familia de éste y la suya propia; también se compromete a aceptar como alumnos a otras personas fuera de ese círculo familiar, a condición de que hayan suscrito este pacto y juramento; expresamente se indica que las enseñanzas no deben darse a nadie más. El código ético contiene las normas de comportamiento del médico en el ejercicio de su profesión y constituye el juramento propiamente dicho.

La primera parte se formula mediante infinitivos dependientes de «juro» y puede aplicarse a cualquier arte, por lo que no es extraño que no aparezca en ella la palabra iētrikḗ, sino sólo téchnē; la segunda introduce cada voto particular con la primera persona. Esto podría indicar una independencia inicial de ambas partes, y así lo han admitido numerosos críticos, llegando Jones incluso a sugerir la hipótesis de que el pacto sería el núcleo inicial del Juramento, mientras que el código se habría elaborado progresivamente y habría recogido obligaciones de diversa procedencia, añadidas en épocas posteriores13. También han visto los intérpretes que ambas partes reflejan actitudes éticas distintas; siguiendo a Littré, habían interpretado el pacto como un vínculo de adopción entre maestro y discípulo, y entendían que este juramento era exigido para entrar a formar parte del gremio familiar de los Asclepíadas14. Deichgräber lo situaba, precisamente, en el marco del tránsito entre la familia como medio natural del oficio y la agrupación o gremio15, y en esta nueva situación trataría de asegurar los derechos tradicionales de la familia mediante una especie de adopción. El compromiso adquirido en la primera parte de Juramento era, de este modo, el medio de garantizar la antigua situación familiar, así como sus intereses económicos y sociales, con miras eminentemente utilitaristas que contrastan con el elevado nivel ético del código deontológico. En contra de ésta y de otras opiniones similares, Edelstein no admite dos actitudes distintas en Juramento ni ve en el vínculo maestroalumno ningún rastro de adopción legal, sino el simple establecimiento de una paternidad espiritual del maestro con relación al alumno. Juramento sería la carta de afiliación, consagrada por un rito, a una secta, y concretamente a la pitagórica; la restricción de no compartir los conocimientos médicos con nadie más que con aquéllos sometidos al juramento confirmaría esta interpretación16.

Sea de ello lo que fuere, lo cierto es que no tenemos datos que lo confirmen o lo desmientan, como tampoco los tenemos para saber dónde y cómo se prestaba este juramento ni con qué ceremonial tenía lugar. Tampoco está claro qué requisitos y, especialmente, qué formación previa exigía. Parece, sin embargo, cierto que lo prestaba un alumno que, tras sus estudios, iba a comenzar el ejercicio de la medicina; y esto lo abona el voto de ayudar al maestro en todo lo referente a la enseñanza de los futuros médicos. Pacto y código se suscribían entonces juntos. Pero nuestro texto menciona otro juramento aparentemente anterior y emitido por el alumno al empezar su instrucción; y es posible que, en tal caso, ese juramento inicial contuviera unos votos semejantes, incluido el de guardar silencio17. También es cierto, como la casi totalidad de comentaristas ha señalado, que no fue emitido por la generalidad de los médicos ni fue tenido prácticamente en consideración en la antigüedad, y menos aún, consagrado como una institución. Sería un error ver en los médicos de Grecia a representantes de una profesión bien delimitada y homogénea. Sabemos que durante toda la antigüedad se podía ser y ejercer de médico sin ningún requisito o prueba de conocimientos; que el Estado no regulaba ni controlaba el aprendizaje ni el ejercicio de la medicina; que la escala de los que ejercían esta profesión iba desde los charlatanes hasta los científicos, como se ve por los escritos del CH, y que éstos eran seguramente minoría. En un estamento que estaba configurado de modo tan heterogéneo, no hay que suponer ninguna homogeneidad en la concepción profesional ni, quizás, muy amplia en la ética; menos aún si se tiene en cuenta que la sociedad no veía ninguna necesidad de crear una categoría profesional médica, que hubiera que dotar con reglas y prescripciones, ni pedir responsabilidades a los médicos que no se comportasen correctamente. Éstos quedaban emplazados únicamente ante su conciencia y profesionalidad, y, a lo más, ante el tribunal popular del deshonor y el desprestigio, como puede leerse en Sobre la decencia; pero no se nos ha transmitido ninguna ley al respecto. Nos son conocidas sanciones a médicos de mal comportamiento, pero como personas privadas y no como miembros de un determinado estamento.

Sobre la fecha de composición de Juramento se ha llegado prácticamente a un acuerdo. La datación más temprana se la atribuye M. Pohlenz, que lo considera anterior, incluso, a Hipócrates18; la más tardía es la de Edelstein19, que lo sitúa en la segunda mitad o fines del s. IV; pero, en general, los críticos lo fechan a fines del S. V o en la primera mitad del IV, por razones de orden filológico y lingüístico o por razones de contenido20. De su autor no se sabe nada con certeza21. Hasta el siglo XIX se lo consideró obra del mismo Hipócrates e, incluso, algunas biografías lo consideraron su primer escrito: cuanto más se idealizaba en el pasado la figura del médico de Cos tanto más cierto se estaba de que era el autor de pensamientos de tan altas miras22. Quienes no ven en Juramento un escrito hipocrático consideran, en general, que su autor fue un grupo particular de médicos o un médico aislado adepto del pitagorismo o que propondría una ética exigente como medio de reformar la conducta laxa de muchos colegas o que, simplemente, habría plasmado de ese modo sus propias experiencias y concepciones éticas. Los restantes comentaristas piensan que es obra de un médico hipocrático, sin poder precisar más.

Desde el punto de vista estilístico, Juramento es uno de los testimonios más notables del pensamiento y de la forma arcaica. Falta en él una gradación y una disposición lógica de los enunciados, hay frecuentes dobletes para un texto tan breve y repetición de vocablos de unión, y la enumeración de varias posibilidades se hace en forma de contraposiciones antitéticas. Contiene algunos conceptos de interés religioso o ético que, como suele suceder en estos casos, pierden sabor griego al traducirlos. Nosotros procuramos hacerlo lo más literalmente posible, manteniendo también el tono solemne y arcaizante del documento y reservando para notas las indicaciones que puedan aclarar el trasfondo de algunos pasajes.

Tratados hipocráticos I

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