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NOTAS AL TEXTO

1 En Sobre la medicina antigua 9, los malos médicos son «castigados» por la propia naturaleza del paciente: por la agravación de su enfermedad o por su misma muerte; el médico incompetente es como el mal piloto que pierde su nave. El autor de Ley añora aquí una penalización externa para acabar con los malos representantes de la medicina, porque el solo deshonor no basta (cf. Sobre la decencia 4, donde se dice que el médico incompetente, que actúa sólo por opinión —oíēsis— se desprestigia, pero es el enfermo el que paga las consecuencias en su salud). En nuestro pasaje hay implícita una concepción pedagógica de la ley, semejante a la que puede verse en otros autores y, concretamente, en Protágoras: los premios y castigos legales alcanzan a bienes o faltas que no dependen de la naturaleza innata de los individuos, sino de su esfuerzo y capacidad; una concepción pedagógica de la ley tiene como presupuesto la posibilidad de educar al hombre, y la sociedad debe educarlo, corregirlo y castigarlo para que se haga mejor (W. JAEGER, Paideia: los ideales de la cultura griega, trad, española de J. XIRAU, México, 1975, págs. 282-283). Si no lo logra, debe impedir sus acciones nocivas, y en el caso de los médicos, las secuelas fatales de su incompetencia. El autor de nuestro tratado invoca la pena «educadora», pero se va a preocupar, sobre todo, de la buena formación del médico.

2 Parece problemático considerar la profesión de actor como ejemplificadora e, incluso, normativa para la de médico. Sin embargo, F. MÜLLER («Der hippokratische Nomos», Hermes 75 [1940], 101) piensa que esta comparación pretende proponer como ejemplo del médico al actor y no sólo hacer una distinción entre auténticos y falsos médicos. No quiere trivializarla (como tampoco las restantes comparaciones del escrito con la agricultura y con las iniciaciones mistéricas) y, por ello, sugiere que se basa en el siguiente presupuesto: que el oficio de actor conservaba, cuando se escribe Ley, su elevada función original de servicio al culto y a la comunidad. Esto confirmaría, según él, la datación de nuestro escrito en época temprana.

3 Phýsis, «capacidad natural», «aptitud innata», no aprendida ni objeto de enseñanza (cf. Sobre la decencia 4). En la sofistica, la phýsis está muy raramente sometida a otra realidad (F. HEINIMANN, Nomos und Physis, Basilea, 1945, pág. 101, n. 36); en la mayoría de los casos es un requisito más junto a otros (Ps. EPICARMO, Β 40, DK; PROTÁGORAS, Β 3, DK; Símilo, en ESTOBEO IV 18, 4). En este pasaje se encuentra también enumerada junto a otras cosas, si bien, a continuación, se le concede la prioridad sobre ellas.

4 Paidomathiés no se refiere aquí al aprendizaje en la propia familia del médico. Como es sabido, ésta fue una práctica corriente durante algún tiempo: existían familias de médicos y los niños eran desde pequeños introducidos en el arte; pero, posteriormente, las escuelas médicas sustituyeron a las familias. El «lugar adecuado» que se prescribe aquí parece referirse a esas escuelas, donde se disponía de mejores medios de formación. Este consejo, unido a la comparación de los médicos con los actores de las tragedias, da pie a suponer con MÜLLER («Der hipp. Nomos», pág. 102, n. 3) que Ley es un discurso de salutación del maestro de una escuela médica de Atenas.

5 La imagen del camino, presente aquí, es muy frecuente en Sobre la decencia, especialmente en el c. 4. Allí se dice que la disposición natural del individuo inicia el proceso de formación y que la enseñanza viene después a completarlo.

6 Theōríē («eclosión») es traducido por TH. MEYER-STEINECK y W. SCHONACK por el moderno término de «Entwicklungsgesetz» (Hippokrates, über Pflichten und Aufgaben des Arztes, «Kleine Texten», ed. Lietzmann, 120, 1930, págs. 6-8). MÜLLER prefiere traducirlo por «aspecto» («Der hipp. Nomos», pág. 95). De hecho, theōríē incluye el lado objetivo y subjetivo de aspecto o visión: tanto el desarrollo como la manifestación.

7 La comparación entre educación y agricultura nos ha sido transmitida por PLUTARCO, De liberis educandis 2b: pero, en opinión de JAEGER (Paideia…, pág. 285), procede de tiempos de la sofística, se desarrolló posteriormente y fue transmitida por los romanos hasta formar parte del concepto occidental de cultura. En base a ella, U. FLEISCHER (Untersuchungen zu den pseudohippokratischen Schriften «Paraggeliai», «Peri ietrou», und «Euschemosynes», Berlín, 1939, pág. 46) admitió, no sin reservas, influjos sofísticos en nuestro escrito. MÜLLER («Der hipp. Nomos», págs. 94-96) los niega y para probarlo confronta este pasaje de Ley con el de Plutarco, detectando diferencias significativas. En primer lugar, el número de elementos comparados es distinto en ambos casos; más importante todavía es el hecho de que, mientras Plutarco compara la labor agrícola con la labor docente, nuestro pasaje no la compara con el ejercicio de la medicina, sino con la formación del alumno, previa al ejercicio médico; pero, sobre todo, en nuestro pasaje falta el parangón entre el maestro y el agricultor, que es central y decisivo en Plutarco y en la sofística de la que él depende. En efecto, para los sofistas la pedagogía responde a una relación tripartita entre la materia de la educación, el maestro como sujeto de ella y el alumno como objeto; pero en esta «trinidad pedagógica» la base de toda formación es la relación maestro-alumno o sujeto-objeto, como aparece en ANTIFONTE, Β 60, DK. El hecho de que Ley no mencione esta relación mostraría que no le concede un papel esencial, diferenciándose así del pensamiento de la sofística. JAEGER (Paideia…, pág. 813, n. 72), que, por el contrario, había visto un eco sofistico en nuestro pasaje, aduce también el del Timeo 77a, donde la comparación entre la educación y la agricultura se invierte y se presenta ésta como una paideía de la naturaleza. Pero más interesante es, quizás, el paralelo que el mismo MÜLLER (op. cit., págs. 104-105) encuentra con el Teeteto platónico, 167b-c, que compara al sofista con el médico y con el agricultor simultáneamente. Esta llamativa reduplicación sólo se explicaría admitiendo que Protágoras conocía ya previamente esa comparación y que ésta se encontraba en un escrito que expusiese una teoría del arte de la medicina y la ilustrase comparándola con la agricultura. Aunque no se pueda afirmar que ese escrito era precisamente Ley, sí que podría decirse que la comparación entre agricultura y medicina es anterior a la sofistica. Y ello significaría, según Müller, que Ley, aunque no fuese el origen, sería al menos el testimonio más antiguo para la historia de nuestro concepto occidental de cultura.

8 La contraposición lógos-érgon corresponde aquí a la contraposición phḗmē-érgon del c. 1 (cf. EURÍPIDES, Troyanas 1233; Perì Téchnēs 8). No tiene connotaciones teóricas o filosóficas, como en otros escritos del CH (p. ej., Sobre la decencia 4), sino que refleja el contraste entre las palabras y las obras de un hombre (HEINIMANN, Nomos…, pág. 53, n. 21); ni se da en ella un elemento subjetivo frente a otro objetivo, sino que se describe la apreciación meramente objetiva de un médico: que lo sea por su título o su autopresentación, pero, sobre todo, por su trabajo, por sus resultados, su rendimiento y su mérito (MÜLLER, «Der hipp. Nomos», pág. 95). En esta forma en que lógos es sólo la apariencia, mientras que érgon designaría la realidad, hay una contraposición cercana a la de nómosphýsis, propia de la sofística tardía, pero, ciertamente, anterior y más popular que ella, ya que se encuentra en Eurípides, Heródoto y Tucídides (HEINIMANN, op. cit., pag. 45). También en DEMÓCRITO (Β 82, DK), que aparecería así, según el mismo Heinimann, como contemporáneo de los sofistas, al igual que el autor de Ley. Éste habría tomado un giro ya corriente y lo habría añadido aquí como segundo miembro de la frase; pero de un modo un tanto desaliñado ya que chrḕ… nomízesthai («es preciso que… sea considerado médico no sólo de nombre, sino también de hecho») carece de sentido y es sólo explicable si se admite que el autor ha añadido la antítesis retórica entre lógos y érgon al pensamiento claro de chrḕ mḕ moúnon iētroùs nomízesthai, allà kaì eînai («es preciso no sólo ser considerado médico, sino también serlo»). De ser cierto, esto iría contra los intentos de Müller por demostrar la antigüedad de Ley (HEINIMANN, op. cit., pág. 45, n. 6). En opinión de WILAMOWITZ (en Hermes 54 [1919], 46) esta contraposición lógos-érgon cierra el escrito, ya que remite a los malos médicos de quienes se dice al principio que desprestigian la profesión. Sería, pues, al final de Ley, y lo que sigue no guardaría una coherencia interna con el resto. MÜLLER, como en otras ocasiones, opina lo contrario (op. cit., pág. 96). Admite que sea el epílogo de las primeras partes del escrito y que la contraposición lógos-érgon remita a la de phḗmē lógos del principio; pero de ahí no podría deducirse que el resto sea un añadido arbitrario sin coherencia con lo que antecede. En efecto, a partir de esta contraposición se entra en la tercera parte del escrito, que es la síntesis de la antítesis que contienen las dos primeras partes: en la primera se habla del fracaso de los médicos; en la segunda de los requisitos de su formación; en la tercera se fundamenta la antítesis y se da una instrucción práctica a los que quieren dedicarse a la medicina.

9 Expresión proverbial que equivale a «siempre». Hay que notar que, quizás, no es casual encontrar aquí la misma expresión que se encuentra en el fr. B 174, DK, de DEMÓCRITO y que se refiere, precisamente, al eúthymos («el que tiene buen ánimo»).

10 Euthymíē kaì euphrosýnē «alegría y felicidad». Wilamowitz (en Hermes 54 [1919], 49) ve aquí una clara huella de Demócrito. En su opinión hay un eco de thymós y de phrénes, por lo que euthymíē y euphrosýnē no son la hēdonḗ, aunque tengan una connotación de ella. En nuestro escrito habría que identificar ambos conceptos con la aspiración a la epistḗmē, término que recogerá, finalmente, todo aquello a que se viene aludiendo como meta del buen médico.

11 Si para Platón las hierà prḗgmata a que prepara la ciencia pertenecen a la matemática y a la retórica, aquí, según WILAMOWITZ (ibid., pág. 49), son la euthymíē y la euphrosýnē mencionadas antes, y ello le induce a ver una presencia de Demócrito en Ley. A las hierà prḗgmata correspondería, por otro lado, el hieròn pneûma que el mismo Demócrito atribuye al poeta.

12 Este último párrafo ha sido entendido por W. H. S. Jones (Hippocrates, vol. I, Loeb Class. Libr., Londres, 1923, pág. 251) como testimonio de que Ley podría tener su origen en alguna sociedad médica secreta. También E. LITTRÉ (Oeuvres complètes d’Hippocrate, vol. IV, París, 1861, pág. 634) supone que se trata aquí de los misterios de la ciencia y de la prohibición de revelarlos a los no iniciados. WILAMOWITZ (en Hermes 54 [1919], 48) prefiere interpretarlo en sentido más profano, y entiende que lo que es bien y meta supremos de la vida (hierà prḗgmata) se revela a aquel que ha aprendido el pensamiento científico. Para MÜLLER («Der hipp. Nomos», págs. 97-98), hay aquí, meramente, una comparación semejante a las otras dos que ofrece el escrito.

Tratados hipocráticos I

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