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NOTAS AL TEXTO

1 Salvo en casos excepcionales, la enseñanza de la medicina en Grecia no era gratuita, como tampoco lo era su ejercicio. Hipócrates cobraba por enseñar (PLATÓN, Protágoras 311 b-c) y, probablemente, también por ejercer, ya que toda profesión tenía derecho a un salario y la medicina no era excepción; pero es difícil saber las cantidades percibidas, pues los textos que nos hablan de ello son de épocas posteriores, cuando ya algunos médicos hacían fortuna (E. LITTRÉ, Oeuvres complètes d’Hippocrate, IV, París, 1861, pág. 613). Entre los médicos hipocráticos sólo se rechaza el afán de lucro, como aparece, principalmente, en Sobre la decencia y en Preceptos. Unas breves y precisas indicaciones pueden verse en P. LAÍN ENTRALGO, La medicina hipocrática. Madrid, 1970, págs. 388-9. En este compromiso de Juramento, K. DEICHGRÄBER («Die ärztliche Standesethik des hippokratisehen Eides», Quell u. Studien z. Geschichte d. Naturwissenschaften u. d. Medizin 3 [1933], 102 [cit., en adelante, «Standesethik»]) ve una manifestación de la defensa de los intereses de familia o de gremio, que también se plasma en la obligación de compartir la hacienda con el maestro, en la de subvenir a sus necesidades y en la de atender a la educación de sus descendientes.

2 Juramento señala tres tipos de enseñanza: parangellíē (preceptiva) designa el conjunto de reglas y preceptos relativos a la actuación del médico en el ejercicio de su profesión; akroḗsis es la enseñanza oral, cualquiera que sea su nivel y aunque esté también explicada en libros; loípē máthēsis es el resto de los conocimientos médicos, las cuestiones particulares, tanto teóricas como prácticas, que se presentan en el ejercicio médico y que el alumno aprende en su contacto con el maestro o en la asistencia a los enfermos. Algunos autores han entendido que parangelíē se refería a escritos esotéricos, pero con ello se violenta arbitrariamente la acepción común del vocablo (LITTRÉ, Oeuvres.., IV, págs. 613-5). W. H. S. JONES considera esta división de la enseñanza como algo curioso e inhabitual, probablemente porque no le encuentra paralelos coetáneos (The Doctor’s Oath, Cambridge, 1924, pág. 43, n. 1). Por el contrario, L. EDELSTEIN (The hippocratic Oath. Text, Translation and Interpretation, Baltimore, 1943 [= Ancient Medicine. Selected Papers of Ludwig Edelstein, ed. por O. y C. L. TEMKIN, Baltimore, 1967, pag. 47]), siguiendo su datación tardía de Juramento, la remite a textos del pitagórico ARISTÓXENO (58 D 1-D 9, DK).

3 En la antigüedad existían familias de médicos, en donde la enseñanza se transmitía de padres a hijos como una herencia. La Grecia de los siglos VI y V presenta a Asclepio como el padre y fundador de la familia médica, en cuyo seno se conserva y se transmite el arte; los biógrafos de Hipócrates nos dicen que su abuelo, su padre, sus hijos y sus nietos fueron también médicos; Platón menciona a Acúmeno y a su hijo Erixímaco, ambos de profesión médica, y el médico más representativo del s. IV, Diocles de Caristo, fue también hijo de médico. La existencia de estas familias fue un hecho corriente en la antigüedad (cf. DEICHGRÄBER, «Standesethik», pág. 101). Por testimonio de GALENO, en su escrito Sobre las operaciones anatómicas II 280-281 K., sabemos que, en esas familias, los hijos aprendían desde pequeños no sólo a leer y escribir, como en el resto de las familias, sino también los conocimientos médicos, incluida la disección. El mismo Galeno piensa que, en un principio, esas familias médicas constituían un clan cerrado al que ningún extraño tenía acceso; pero no existen documentos que lo avalen, ya que los que se nos han conservado son coetáneos de Juramento (cf. LITTRÉ, Oeuvres…, IV, págs. 611-12). De ser así, la situación cambió con el tiempo: PLATÓN (Protágoras 311b) afirma que también los extraños eran admitidos por Hipócrates como alumnos; GALENO lo confirma de la familia de los Asclepiadas (II 281 K.). Ambas posibilidades, pues, existían entre los asclepiadas de Cos en el último tercio del s. v. También Juramento muestra que era posible incorporarse a la profesión médica aun no perteneciendo a una de esas familias, que estaban abiertas a los extraños.

4 Diaítēma designa, principalmente, el régimen alimenticio, pero en la antigüedad comprendía también otros tratamientos, como los baños y determinados ejercicios, según se ve en Sobre la medicina antigua. El hecho de que se mencione aquí en primer lugar la dietética y luego se aluda a la farmacología y a la cirugía sirvió a EDELSTEIN (Ancient Medicine…, pág. 22) de argumento, junto a otros, en favor del origen pitagórico de Juramento. Según LITTRÉ (Oeuvres…, IV, pág. 622), esta división de la medicina en tres ramas es conocida sólo desde tiempos de Herófilo (cf. CELSO, I 1). ARISTÓXENO (58 D 1, DK) la atribuye a los pitagóricos, quienes creían, sobre todo, en la eficacia de la dietética, confiaban menos en la farmacología y ponían en último lugar la cirugía y las cauterizaciones (cf. también PLATÓN, Timeo 87c-89d). Pero hay que tener en cuenta que una valoración similar de estos tres campos se encuentra en la escuela médica llamada «empírica» (K. DEICHGRÄBER. Die griechische Empirikerschule, Berlín-Zurich, 1965, págs. 120 y 289). Por otro lado, en el mismo CH un libro está consagrado a regular la alimentación en caso de enfermedades agudas; Sobre la medicina antigua ve en el descubrimiento de la dieta adecuada un hecho capital, origen de la ciencia médica, y en los demás escritos nosológicos la dieta ocupa siempre el primer lugar en el tratamiento de los enfermos, antes que la farmacología y la cirugía. Juramento sigue, en este punto, la tendencia general de la medicina de la época (cf. H. DILLER, Kleine Schriften zur antiken Medizin, Berlín-Nueva York, 1973, pág. 211).

5 Los médicos hipocráticos tenían en su poder medicamentos, algunos de naturaleza venenosa, que ellos mismos preparaban o que pedían al farmacéutico (pharmakopṓlēs). En cualquier caso, los médicos debían conocer los componentes con su dosificación y administrar los remedios (cf. Sobre la decencia 9). En opinión de DEICHGRÄHER («Standesethik», págs. 107-8), no se trata aquí de la eutanasia, que no ofrecía problema en la antigüedad, sino del envenenamiento y, como caso especial, del suicidio. También EDELSTEIN (Ancient Medicine…, pág. 8) piensa que aquí se alude al suicidio, rechazado por los pitagóricos como muestra la actitud de Filolao (PLATÓN, Fedón 61e ss.). Para entender esta prohibición LITTRÉ (Oeuvres…, IV, pág. 622) evoca la situación en la antigüedad, donde el envenenamiento era difícilmente detectable y perseguible, al no existir la práctica de la autopsia ni el análisis químico; dado que los casos de envenenamiento eran frecuentes, Juramento habría querido reforzar la justicia en un punto en el que contaba con débiles recursos. Edelstein piensa, por el contrario, que los griegos antiguos tenían conciencia de poder detectar el envenenamiento y disponían de medios poderosos para hacerlo, como la tortura; por ello invoca aquí nuevamente el influjo de la ética pitagórica. — En el CH no parecen existir otros pasajes que aludan a este tema. Pero, de hecho, Juramento recoge leyes generalmente conocidas, y codificadas en el derecho ático, que prohibían el envenenamiento y consideraban el suicidio como un crimen (DEICHGRÄBER, «Standesethik», pág. 108 y nn. 34 y 35). También los médicos, en general, ponían especial cuidado en la administración de fármacos venenosos. Es significativo, al respecto, el testimonio de Ctesias de Cnido, que, hacia el año 400, fue médico del rey de Persia Artajerjes II. Ctesias dice que, en tiempos de su abuelo y de su padre, sólo excepcionalmente se administraba el eléboro, porque se conocía su peligrosidad, pero no la dosis terapéutica que había que administrar (G. HARIG-J. KOLLESCH, «Der hippokratische Eid. Zur Entstehung der antiken medizinischen Deontologie», Philologus 122-123 [1978-79], 62, n. 25; y W. ARTELT, Studien zur Geschichte der Begriffe «Heilmittel» und «Gift». Urzeit-Homer-Corpus Hippocraticum [Studien zur Geschichte der Medizin, 23], Leipzig, 1937, pag. 95). A pesar de este testimonio, que describe la situación en la época hipocrática, D. W. AMUNDSEN afirma que la prohibición de proporcionar venenos es propia de Juramento y atípica en la medicina antigua («The Liability of the Physician in Classical Greek Legal Theory and Practice», Journ. Hist. Medic. 32 [1977], 193).

6 El aborto estaba sancionado en muy pocas ciudades de la Grecia antigua y sólo se conoce una prohibición en Tebas y en Mileto (cf. DEICHGRÄBER, «Standesethik», pág. 108). Se puede afirmar que, a partir de la sofistica, fue una cuestión frecuentemente debatida en Atenas y que la mayoría de los filósofos no sólo lo admitían, sino que incluso lo recomendaban. PLATÓN lo considera una institución propia del Estado ideal (República 461c; Leyes 740d) y admite que las comadronas puedan practicarlo si lo consideran conveniente. Aun sin razones médicas es también admitido por ARISTÓTELES (Política 1335b 20 ss.), quien ve en él una de las mejores maneras de mantener la población dentro de los límites deseables. Sin embargo, las opiniones sobre el momento en que puede ser practicado no son unánimes: si Aristóteles aconseja que se realice antes de que el feto tenga vida animal, Platón, los estoicos y la mayoría de filósofos y científicos piensan que puede realizarse durante todo el embarazo; sólo los pitagóricos, en opinión de EDELSTEIN (Ancient Medicine…, pág. 17), disienten del resto y niegan la licitud del aborto en cualquier momento. El aborto terapéutico era también admitido por los médicos hipocráticos y, así, vemos que Enfermedades de las mujeres habla, con toda naturalidad, de los diversos preparados abortivos para eliminar los fetos muertos, paralizados o a medio desarrollar; pero hasta ahora sólo se ha podido aducir un caso de aborto no terapéutico en el CH: el de Sobre la naturaleza del niño 13, donde el autor describe cómo hizo abortar, de manera un tanto grotesca, a una bailarina dedicada a la prostitución. Otros casos aducidos por R. HÄHNEL («Der künstliche Abortus im Altertum., Arch. Gesch. der Med. 29 [1937], 224 ss.) y retomados también por Edelstein como prueba de que Juramento mantiene en este punto una actitud radicalmente opuesta a la del resto del CH, no demuestran que el aborto no terapéutico fuese también practicado por los médicos hipocráticos: en sólo dos de esos casos se trata de expulsión del embrión, que, por lo demás, o ya estaba muerto o ponía en peligro la vida de la madre (cf. I. M. LONIE, The Hippocratic Treatises «On Generation», «On the nature of the Child», «Diseases IV», Berlín, De Gruyter, 1981, pág. 165 y n. 301.

7 Los términos hagns y hósiōs pueden entenderse de varias maneras. Junto con la justicia, la santidad y la pureza son ideales aplicados aquí al médico, pero que, en general, se pueden aplicar también a cualesquiera acciones humanas. Si bien Deichgräber enfatiza la importancia que tiene, en Juramento, el concepto de justicia (incluso el de la antigua díkē griega), para Edelstein, cuya interpretación se da siempre a la luz de la doctrina pitagórica, esta exigencia de pureza y santidad responde al elevado ideal de vida de los adeptos a esa doctrina.

8 El tratamiento del mal de piedra parece haber sido una práctica muy antigua en Grecia. Aquí se le da la suficiente importancia como para mencionarlo expresamente y ser objeto de juramento. Por ello, algunos autores antiguos vieron en este pasaje una alusión a la castración, de considerables repercusiones sociales; pero la mayoría ha entendido que con esta enfermedad se designaba a la cirugía en general, que estaría ya claramente diferenciada de la medicina interna y sería practicada por un grupo especial de médicos. Esta tesis fue puesta en cuestión por Andreae y rechazada taxativamente por LITTRÉ (Oeuvres…, IV, págs. 615 y sigs.), para quien esa pretendida separación no resiste una confrontación con los textos del CH, donde los internistas son a la vez cirujanos (cf. LAÍN ENTRALGO, La medicina hipocrática, pág. 345). DEICHGRÄBER («Standesethik», pág. 109) admite también como hecho histórico esa distinción, pero no aduce pruebas; aunque no menciona opiniones antiguas que vieran, en este pasaje, una referencia a la castración, piensa que Juramento pretende garantizar la capacidad reproductora del hombre, dejando en manos de especialistas la delicada operación de vesícula. EDELSTEIN (Ancient Medicine…, pág. 30), por su parte, acepta igualmente la distinción de ambas especialidades, pero piensa que aquí se rechaza no sólo una operación concreta, sino la cirugía en general, en consonancia con la tradición pitagórica que también las distinguía y que consideraba la labor del cirujano como de rango inferior; sería, por otro lado, normal que un dogma que rechazaba todo tipo de sacrificios cruentos rechazara también el uso del cuchillo para aquel que quería mantener su vida y su oficio en pureza y santidad. Sin embargo, tampoco Edelstein aporta la prueba positiva de su tesis: que en el s. IV, donde él sitúa a Juramento, existiera ya un grupo especial de cirujanos (cf. DILLER, Kleine Schriften…, pág. 221). La interpretación de este texto es, pues, oscura y quizás sólo contenga una llamada a la prudencia, como pensaba Littré. JONES ve en él una de las posibles adiciones posteriores con que se fue engrosando Juramento (Hipócrates I, Loeb Class. Libr., Londres, 1923, págs. 295 y 296, n. 2).

9 Los votos sobre el comportamiento del médico con sus pacientes son tan generales que difícilmente se puede ver en ellos algo característico de Juramento. Con todo, EDELSTEIN (Ancient Medicine…, págs. 34 y sigs.) los compara con algunas prescripciones de Sobre el médico, en donde se descubre un fuerte acento utilitarista, en contraste con el rigor ético que aquí se expresa y que no distingue entre hombre y mujer ni entre libre o esclavo.

10 El deseo y la búsqueda de la justa fama es tema frecuentemente tratado en el CH y, de modo especial, en Sobre la decencia. DEICHGRÄBER (Der hippokratische Eid, Stuttgart, 1955, págs. 25-6 y 41) advierte en este pasaje de Juramento un deseo de fama utilitarista: el médico mira por su reputación y ésta sólo se logra si actúa como es debido. EDELSTEIN (Ancient Medicine…., págs. 51-2) cree que aquí no se busca el buen nombre para aumentar la clientela, sino la fama y el renombre inmortales (la misma opinión defiende J. H. WOLF, «Der Wille zum Ruhm. Meditationen über den letzten Satz des hippokratischen Eides», en Melemata. Festschr. W. Leibbrand, ed. por J. SCHUMACHER, Mannheim, 1967, págs. 233-47). Es consciente Edelstein de la aspiración al prestigio que se detecta en toda la medicina hipocrática; pero resalta que, en este pasaje, hay un intento de superar esa realidad un tanto prosaica. La aspiración de Juramento expresaría, incluso con las mismas palabras, la de SOLÓN (I 3-4) por alcanzar un nombre entre las generaciones futuras, en recompensa por lo que había hecho y escrito. La gloria futura entre los hombres era, en efecto, una aspiración general entre los griegos.

Tratados hipocráticos I

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