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LA HORA DE LOS NIÑOS

Regresan los niños de la escuela con las rodillas negras y oliendo a goma de borrar, y les espera en casa la gran fiesta de la televisión. A lo largo de una hora se suceden programas pensados para ellos, y cuyos títulos son anuncio de sana diversión: Barrio Sésamo, El libro gordo de Petete, Cantinflas... La promesa se diluye, por desgracia, al ver esos programas y comprobar que están sujetos al molesto afán didáctico que ya en su día denunció Juan Cueto, indiscutible decano de los estudios televisivos en España.

Retrotrayéndome a los días en que era más niño, época noble y bárbara en la que no existía aún televisión y la radio era un rito que acompañaba a la sopa, pienso cómo habría reaccionado si, en lugar de jugar a la chapas en la acera, me hubiese topado al salir del colegio con ese ramillete de emisiones útiles. En ellas, como si a sus autores los avergonzara distraer a los niños en el puro vacío de los juegos, la magia y la aventura, todo episodio o chiste tiene un fin ulterior. El monstruito Espinete hace sus bufonadas, pero tras ellas laten los grandes misterios de la vida. El libro de Pétete más parece el Libro de la Revelación, y sus páginas son para que el niño no de un solo paso sin saber algo más.

Y luego está 3, 2, 1..., contacto. El título me pareció al principio prometedor, y llegué a pensar que TVE, en su afán de reforma, había pergueñado para sus televidentes menudos un programa de intercambio erótico y contactos, a la manera de los que hay para adultos en las páginas más llamativas de algunos periódicos y revistas. Luego resulta que los bellos adolescentes que aparecen en el programa solo usan de sus encantos para enseñar al niño lo que es un microscopio, la vida de la ratas o la permeabilidad de las arcillas.

¿No es posible que al acabar el niño una jornada de logaritmos y verbos transitivos pueda ausentarse en casa con imágenes leves e intransitivas? ¿Hay que tratar a los pequeños, hasta en horas de ocio, como futuros hombres de provecho? Lo dijo Baudelaire: «El genio es la infancia reencontrada a voluntad».

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