Читать книгу Fan fatal - Vicente Molina Foix - Страница 7
ОглавлениеLAS PAREDES HABLAN
Tuve un sueño. Apoyado contra el respaldo de un sillón tan cómodo, tan mullido, que costaba trabajo salir de él, miraba la pared de enfrente, que se movía sonoramente. Un muro amplio y blanco de mi salita, por el que en el largo espacio de un minuto sin conciencia pasaba el mundo. Lo vi todo. Fragmentos escogidos de la historia de la infidelidad humana, vidas de ejemplo y tiranías célebres, escenas de la vida de bohemia y grandes preguntas musicales sobre el sentido de los astros, una extraña danza en torno a un objeto volante, un pequeño holocausto nuclear, y solo el hongo de ese bang definitivo y chillón acallaba mi pared. Me desperté con un calambre: se me habían dormido las dos piernas de estar mal sentado ante el receptor.
La televisión es un sueño, más allá de las fantasías que una vista calenturienta puede pergeñar. Representa, como ya sabe todo el mundo, incluso los que la realizan, el anhelo de totalizar la existencia de imágenes, en una doble dirección refleja y a gente que aclara rotundamente el concepto de feed-back.
Las escurridizas y perfectas máquinas captadoras son y serán cada vez más capaces de captar todo lo que hagamos, lo que no nos atrevamos a hacer en público, lo que miramos de reojo, nuestros vuelos (incluidos los de la fantasía), nuestras ensoñaciones, y una vez fijados esos instantes, nos sentamos, nos sentaremos todos más a menudo a verlos reflejados en nuestra propia casa, en un aparato comprado sobre el que tenemos dominio casi completo. Los expertos anuncian que no ha de tardar mucho el día en que podamos incluso programar las distintas secuencias de nuestra vida, pasar a cámara lenta los ratos de éxtasis, acelerar las horas de relleno, fijar primeros planos de la amada o correr una cortinilla sobre lo que nos salió mal. La televisión y su secuela de gadgets videoacústicos es el definitivo instrumento de memorialización y rectificación de la existencia, el deseo hecho cátodo, el rayo luminoso que no cesa.
Es de ese convencimiento o arraigada intuición de donde nace nuestra impotencia de espectadores de TVE, o de BBC, o de RAI, o de NBS y las restantes siglas que llenan el hueco que el arquitecto dejó aposta en la pared de nuestros apartamentos. El filósofo Bloch, en su intento de determinar la experiencia estética como patria soñada del hombre, animaba a mirar a través de las ventanas de las obras artísticas para ver, al otro lado de su marco, los paisajes utópicos de la inspiración ajena. Si no está desnaturalizada o no renuncia, la televisión es, sin duda, la ventana más próxima y barata para tener acceso a ese sueño de trascendencia casera.
Por eso lo que vemos en la pequeña pantalla siempre nos parece poco o nos deja con la sospecha de que hay otras ventanas más indiscretas en la finca de al lado. ¿Causaré un gran shock afirmando que a los ingleses cultos no les parecen tan buenos sus canales, al menos hasta la arriesgada experiencia reciente del Canal 4? Y por la misma ecuación, tampoco debiera castigárseme si declaro que TVE no es tan intrínsecamente perversa. Ninguna televisión puede ser mala, como ninguna fotografía lo es, puesto que la que no es artística ni documental posee siempre un alto valor sentimental.
En la actual serie-estrella de nuestro organismo, Goya, vemos, sin asomo de asombro, que actores y actrices de gran fama no tienen reparo en aparecer en intervenciones de un solo plano –de rey o de zíngara– que esos mismos intérpretes desdeñarían en el cine. ¿Qué político renuncia a un solo minuto de opinión televisiva? ¿O qué escritor, con la excepción de los únicos puros que quedan en el mundo, Canetti y Ferlosio, se resiste a salir en la pantalla, aunque sea para resucitar el papel de bufones que tenían antaño los intelectuales? ¿Se trata solo de una cuestión publicitaria? No lo diría yo. Cualquier cara, cualquier idea o cualquier serie adquiere en la pequeña pantalla el carácter de lo normal extraordinario, de cotidianidad convertida en monumento audiovisual. Por eso ve uno televisión, por verse.