Читать книгу Arquitectura. Libros I-V - Vitrubio - Страница 10

La recepción de Vitruvio en la Europa renacentista

Оглавление

Aprovechando su asistencia como delegado apostólico durante el Concilio celebrado entre 1414 y 1417 en la ciudad alemana de Constanza para terminar con el cisma en la Iglesia occidental, el humanista florentino Gian Francesco Poggio Bracciolini se dedicó a la búsqueda de manuscritos clásicos en las bibliotecas de los monasterios de la región. En una de sus incursiones a la abadía benedictina de Sankt Gallen, efectuada junto a Cencio Rustici y Bartolomeo Aragazzi en el verano de 1416, además de otros manuscritos de Quintiliano y Cicerón, halló uno que contenía el texto de la Arquitectura de Vitruvio 230 . Poggio dio a conocer ese manuscrito entre los intelectuales de su tiempo receptivos al legado de la cultura clásica 231 . Sin embargo, hoy se tiende a considerar que su hallazgo, más que un descubrimiento, fue un rescate, ya que Vitruvio no se había perdido durante la Edad Media, tal como confirma el buen número de manuscritos conservados 232 , procedentes algunos de bibliotecas monásticas tan importantes como las de Corbie, Reichenau. Murbach, Bamberg, Fulda, Sankt Gallen, etc., y conforme al testimonio que da el Speculum maius de Vincent de Beauvais en la Europa gótica. Con todo, y pese al valor que se atribuye convencionalmente al hallazgo de Poggio Bracciolini, debe hacerse constar que un siglo antes, entre los humanistas del primer Renacimiento, con Giovanni Petrarca a la cabeza, circulaban manuscritos de Vitruvio 233 , si bien es cierto que las dificultades de interpretación del texto motivaron que la Arquitectura no trascendiera entonces los cenáculos intelectuales. en los que se consideraba como una reliquia del pasado que suscitaba sobre todo la curiosidad histórica y el interés filológico. Y prueba de ello es que antes de que saliera la edición príncipe, en 1511, ya se habían aplicado a corregir manuscritos de Vitruvio algunos nombres célebres: el citado Petrarca, Angelo Cinno —más conocido como el Poliziano— y el pintor y arquitecto Rafael de Urbino; e incluso el humanista francés Guillaume Budé dejó sus correcciones y anotaciones no mucho después sobre un incunable de la primera edición.

La difusión de la Arquitectura durante el siglo xv en Italia tuvolugar en un ambiente de euforia y gran curiosidad. Contaba sobre todo la conciencia de que se trataba del único manual romano de arquitectura que había sobrevivido, hecho que, en principio, le confería una autoridad extraordinaria.

La editio princeps se hizo esperar más de treinta años después del invento de Gutenberg, pues debió de salir en Roma entre 1486 y 1492 —la fecha precisa no figura en el frontispicio—. Fue realizada por el gramático Fra Giovanni Sulpicio da Veroli, seguramente en colaboración con su maestro Pomponio Leto 234 ; al poco tiempo, siguieron otras ediciones similares, si no reimpresiones, las de Simone Bevilacqua, en Venecia, en 1496 y 1497, y la de Leonardo de Arigis, en Florencia, en 1496. La edición de Sulpicio sirvió para fijar un texto comprensible, que si bien era imperfecto aún, constituiría el punto de partida para su amejoramiento posterior 235 .

Pero una vez que tomó cuerpo el deseo de estudiar las ruinas clásicas diseminadas por toda Italia, y especialmente en Roma, a la luz del texto vitruviano, se puso de manifiesto la falta de coincidencia entre sus prescripciones —no siempre bien comprendidas— y los monumentos romanos mejor conservados, en su mayoría posteriores a la época de Vitruvio; tal constatación hizo que sobre la Arquitectura —que al fin y al cabo era en sí mismo un monumento de la Antigüedad— recayeran tantas sospechas como parabienes había recibido en los años inmediatamente posteriores a su redescubrimiento. De manera que se puede decir que casi desde un primer momento surgió una polémica sobre la autoridad de Vitruvio y el rango que debía concedérsele a su obra, en torno a la cual se fueron configurando y polarizando distintas tendencias y escuelas arquitectónicas —primero en Italia y luego en el resto de Europa—, en un proceso ininterrumpido que ha durado hasta el día de hoy; pero dicha polémica tuvo entonces el efecto beneficioso de dinamizar la producción tratadística italiana, en la que brillaron bastantes nombres que tendrían gran influencia en las centurias siguientes y que, con diversos grados de distanciamiento con respecto a los preceptos vitruvianos, mostraron un interés común por ofrecer reglas teóricas y prácticas que sirvieran para orientar el trabajo de los arquitectos.

A mediados del siglo XV , cuando Vitruvio todavía circulaba en forma de manuscritos, la convicción de la insuficiencia de su obra para conocer los secretos de la arquitectura antigua llevó al matemático y arquitecto genovés Leon Battista Alberti a componer su principal obra, De re aedificatoria 236 ; fue redactada entre 1440 y 1443, pero comenzó a difundirse después de que su manuscrito le fuera presentado al papa Nicolás V, en 1452; su publicatión sería póstuma, en Florencia en 1485. Alberti distribuyó su contenido en diez libros, a semejanza de los de Vitruvio; con él compartía la idea de que la belleza era armonía y, para buscarla, el arquitecto no podía ser un simple artesano, sino un intelectual formado en todas las disciplinas; sin embargo, aun siendo vitruviano in pectore , Alberti redefinió el papel del arquitecto: en la Antigüedad y en la Edad Media éste debía controlar todos los aspectos del proceso constructivo desde la elaboratión del proyecto a la culminatión de la obra; en cambio, él concebía al arquitecto como un creador, un matemático que diseñaba y calculaba proporciones, dejando la ejecución de la obra y la resolutión de problemas en manos del maestro de obras. Pero el mérito principal de Alberti fue el de intentar allanar y volver accesibles las doctrinas vitruvianas, haciéndolas coherentes 237 , por lo que gozó de un gran predicamento entre los intelectuales en general y los arquitectos en particular, desde Brunelleschi y Ghiberti hasta Bramante, que aun recibiendo críticamente a Vitruvio lo tuvieron como punto de partida de sus especulaciones teóricas.

A menor altura que Alberti, a mediados del siglo xv, destacaron otras figuras que hicieron también una lectura crítica de Vitruvio, como el escultor y arquitecto de Florencia Antonio Averlino, apodado Filarete, autor de un Trattato d’Architettura en veinticinco libros, que compuso entre 1451 y 1464 y dedicó a Pietro de Medici; aunque no llegó a imprimirse, circularon muchas copias manuscritas, algunas de las cuales llegaron a España 238 . Y ya en el último cuarto de este siglo, hacia 1485, Francesco di Giorgio Martini, terminó de redactar su Trattato di architettura civile e militare , también deudor de la Arquitectura 239 por la vía de la paráfrasis, pero la obra quedó inédita, tal vez porque en su contenido predominaba el urbanismo sobre la arquitectura edilicia.

Durante el siglo XVI el interés por Vitruvio experimentó un cambio cualitativo en Italia; el texto de la Arquitectura dejó de ser simplemente una herramienta de trabajo para convertirse en un objeto de estudio en sí mismo. El nuevo impulso vino favorecido por las traducciones a la lengua vulgar, ya afirmada frente a la latina, y por las ediciones ilustradas que se fueron sucediendo en el afán de hacer inteligibles para los arquitectos los pasajes oscuros de la Arquitectura . El trabajo realizado por los filólogos e ilustradores de los primeros tiempos fue impresionante, pues con el bagaje de su erudición, sin la ayuda de la moderna crítica textual, afrontaban la reconstitución de un texto lagunoso, lleno de pasajes oscuros y de numerosos vocablos griegos, a veces muy corruptos, un texto del que además se creía incluso que había perdido sus ilustraciones en la Edad Media.

En 1511, el arquitecto y anticuario Fra Giovanni Giocondo llevó a la imprenta en Venecia la primera edición ilustrada 240 , que contenía 136 xilografías muy esquemáticas; se hicieron dos reediciones en Florencia en 1513 y 1522, y una edición más, con algunos cambios, en Lyon en 1523. Con Giocondo se inicia la exégesis gráfica de las ediciones de Vitruvio, que sirvió para que la arquitectura potenciara una forma de lenguaje —el del dibujo arquitectónico— que llegó a serle propio, y encontraría su referente ideológico en la famosa Carta a León X 241 . Aplicando sus conocimientos de filología, su competencia como epigrafista y su conocimiento de las ruinas romanas, Giocondo ofreció a los eruditos y a los arquitectos un texto muy enmendado con respecto a las ediciones anteriores, pero muchas de sus correcciones eran atinadas y han sido respetadas por los editores modernos.

En cuanto a las traducciones al italiano, debe señalarse como la más antigua conocida una anónima conservada en un códice vaticano 242 , fechada hacia 1511. También entre las primeras se cuenta la que hizo Fabio Calvo para Rafael entre 1514 y 1515, que no fue dada a la imprenta 243 , como tampoco lo sería la de Giambattista da Sangallo, datada entre 1530 y 1540, que se conserva en dos códices de la Biblioteca dell’Academia Corsiniana de Roma 244 ; ni otra de autor anónimo que figura en un manuscrito del Museo Correr de Venecia 245 . Mejor suerte tuvieron la del arquitecto y pintor milanés Cesare Cesariano 246 , discípulo de Leonardo da Vinci, aparecida en Como en 1521 y reimpresa en Venecia en 1524, y otras igualmente célebres, cuales fueron la de Francesco Lutio de Castel Durante, en Venecia, en 1524 y 1535, y la de Giovan Battista Caporali, en Perugia, en 1536, que denotan la influencia de Cesariano. Estas versiones aspiraban a ofrecer un texto comprensible para el lector, pero lo hacían a costa del rigor en la interpretación del original latino, de modo que no fueron vistas con satisfacción por los eruditos ni consideradas como definitivas; de ahí que la Accademia della Virtú, fundada en Roma por Claudio Tolomei en 1538, tuviera entre sus ambiciosos proyectos el de realizar una nueva edición del texto latino basada en un estudio serio, arqueológico y filológico, de la Arquitectura , así como una nueva traducción toscana que superase la insuficiencia de las ya existentes, aunque dicho proyecto no llegaría a materializarse.

La primera traducción a la lengua italiana que puede considerarse estimable es la del patricio veneciano Daniele Barbaro, fechada en Venecia en 1556, que fue reimprimida en 1567; iba acompañada del texto latino con comentarios y grabados realizados en su mayoría a partir de dibujos del arquitecto y teórico Andrea Palladio, que superaban con creces tanto los de Giocondo como los de otros editores posteriores que también los publicaron. La edición de Barbaro revela una concepción de la arquitectura como ciencia que asume su preeminencia sobre las demás disciplinas, y es la primera en la que se trasluce una comprensión integral del texto latino, de tal suerte que se mantendría como referencia incuestionable hasta la segunda mitad del siglo XVIII , en que apareció una nueva traducción italiana comentada, la de Berardo Galiani, de la que nos ocuparemos un poco más adelante.

Junto a la serie de versiones italianas del XVI , merece consideración la obra de Giovanni Battista Bertani 247 , Gli oscuri et dificili passi del l’opera ionica di Vitruvio , publicada en Mantua en 1558, y también la de Giovanni Antonio Rusconi 248 , Dell’Architettura , publicada en Venecia en 1590; en realidad, no son traducciones propiamente dichas, sino que toman como punto de partida el texto vitruviano para desarrollarlo con comentarios en los que introducen prácticas constructivas contemporáneas de manera totalmente independiente y original.

En esa labor exegética a la que anteriormente nos referíamos destacaron varias personalidades que pretendieron hacer asequible el legado clásico codificado por Vitruvio, dejando una serie de tratados que se convertirían en modelos teóricos y prácticos vigentes durante varios siglos. Muchos de ellos, además de tener en común el haber sido discípulos de Donato d’ Angelo Bramante —el iniciador del proyecto de la Basílica de San Pedro del Vaticano—, compartieron la convicción de que debía recuperarse la teoría de los órdenes arquitectónicos —esencial para la comprensión de Vitruvio—, y retornaron a la Arquitectura en busca de los secretos de las edificaciones antiguas, pero su libertad para interpretar el legado clásico deduciendo sus leyes y normas propició las «desviaciones» estilísticas del manierismo y del barroco.

El primero de estos vitruvianos de nuevo cuño fue el arquitecto y pintor boloñés Sebastiano Serlio, que realizó una imponente labor de divulgación de las construcciones antiguas con sus Libri d’Architettura 249 , publicados en tomos sucesivos entre 1537 y 1551, al recoger muchas y muy valiosas ilustraciones comentadas antes de que aparecieran ediciones de Vitruvio fiables. Serlio dio gran importancia a los aspectos prácticos del proceso de construcción, por lo que se convertiría en precursor de otros autores posteriores cuyos tratados, apoyándose en el prestigio de Vitruvio 250 y en la tradición clásica, constituían auténticos recetarios destinados a lograr una ejecución de los órdenes arquitectónicos libre de las dificultades de interpretación de las reglas del romano; uno de estos manuales era la Regola delle cinque ordini dell’architettura , de Iacopo Barozzio da Vignola 251 —el segundo de los vitruvianos tras Serlio—, que fue publicada por primera vez en 1562 y tendría un enorme éxito en toda Europa, especialmente durante los siglos XVII y XVIII , en que se consagraría como catálogo de composición clasicista.

En tercer lugar, citaremos al arquitecto Andrea Palladio, antiguo cantero bien introducido en los círculos aristocráticos de Vicenza, Roma y Venecia gracias a su protector Giangiorgio Trissino, y especialmente a su amigo Daniele Barbaro, con quien colaboró en las planchas para su edición de Vitruvio. Como fruto de su experiencia de veinte años como arquitecto y de su investigación en las proporciones armónicas, Palladio publicó en 1570 en Venecia su tratado I Quattro Libri dell’Architettura 252 , que tuvo una enorme trascendencia pues con poco texto y muchas ilustraciones aportaba reglas sistemáticas para construir que ofrecían una gran pureza y sencillez; las tipologías compositivas de Palladio inspiraron a numerosos arquitectos europeos del Barroco y del Neoclasicismo y, a través de Inglaterra, llegaron incluso a los Estados Unidos de la América posrevolucionaria.

El vitruvianismo que desde Italia empezó a irradiar al resto de Europa en el siglo XVI , se manifestó en la zona germánica en una edición latina de Vitruvio preparada por el físico y matemático Walther Hermann Ryff (Walter Rivius). que fue publicada en Estrasburgo en 1543, y que vino seguida de una traducción alemana publicada en Nuremberg en 1547 por el mismo humanista, siendo ambas ediciones las primeras en aparecer fuera de Italia. Estos trabajos, junto con un opúsculo derivado del cuarto de los Libri Architecturae de Serlio, compuesto por Hans Blum y titulado Quinque columnarum exacta descriptio , que fue publicado en Zúrich en 1550, y luego en alemán, también en Zúrich, en 1554, tuvieron gran influencia tanto en Alemania como en los Países Bajos. Así, en el siglo XVII aparece una de las ediciones más importantes de la época, la de Johann de Laet, publicada en Amsterdam en 1649, con el texto latino acompañado de diversos estudios y, entre ellos, comentarios de Philandrier, de Daniele Barbaro y de Claudio Salmasio, junto con el léxico vitruviano de Bernardino Baldi 253 y el estudio monográfico de éste sobre los scamilli impares .

La recepción de Vitruvio en Inglaterra tuvo peculiaridades con respecto al resto de Europa. En 1624, Sir Henry Wotton publicó una paráfrasis de la Arquitectura , con el título de The Elements of Architecture , que sirvió de precedente a la aparición de la primera versión inglesa, obra de William Newton, The Architecture of Marcus Vitruvius Pollio , que vio la luz en Londres en 1771 254 , y a los Rudiments of Ancient Architecture , publicados en Londres en 1789 por James Newton, hermano del anterior, que utilizó en su obra extractos de Vitruvio y Plinio; pero ya habían aparecido con antelación traducciones de Serlio (1611), Vignola (1659 y 1702), Palladio (1716) o Alberti (1723), que junto a los tres volúmenes del Vitruvius Britannicus 255 (1715-1725) hicieron que el palladianismo arraigase allí con fuerza propia condicionando el neoclasicismo inglés.

Desde Italia, Vitruvio terminaría por llegar hasta Rusia, cuando Vasily Bazhenov, que había pasado una temporada en Italia, de regreso en Moscú realizó una traducción al ruso de la Arquitectura , que fue publicada en San Petersburgo en 1790, encontrando una acogida favorable por parte de la nobleza rusa, entre la que ya tenía el camino expedito gracias a una buena aclimatación previa del palladianismo inglés 256 .

Pero donde encontró terreno abonado muy tempranamente fue en Francia. A este respecto, cabe destacar a dos pioneros a quienes cupo el mérito de conducir la arquitectura clasicista con la gramática de Vitruvio: el arqueólogo y humanista Guillaume Philandrier 257 , secretario del cardenal Georges d’Armagnac, y el traductor Jean Martin, secretario a su vez del cardenal Robert de Lenoncourt. Philandrier fue autor de unas Annotationes , o comentarios en latín sobre la Arquitectura de Vitruvio, cuya primera versión fue publicada en Roma en 1544, acompañando una edición integral latina del texto vitruviano, de la que se duda si fue responsable. En cuanto a Martin, se aplicó a verter al francés obras latinas e italianas, y en especial de arquitectura: Serlio, Alberti y el mismo Philandrier, se cuentan entre los autores que tradujo, pero es conocido sobre todo por haber sido el primer traductor de Vitruvio en Francia. Estando la lengua francesa necesitada de un vocabulario de arte que sirviera para dar cuenta del lenguaje arquitectónico traído de Italia, la persona más capaz para acometer la tarea de traducir un texto fundacional como el de Vitruvio era Jean Martin, pues le era familiar el vocabulario arquitectónico, que conocía de primera mano a través de los maestros de obras, al menos en lo que se refería a los términos tradicionales de la construcción, y ya tenía la experiencia de haber traducido obras teóricas, además de ser conocedor de la edición francesa de las Medidas del Romano de Diego de Sagredo 258 , que ya había avanzado vulgarizando muchos términos de Vitruvio. Pese a la dificultad que entrañaba no contar con precedentes, la traducción de la Arquitectura de Jean Martin, publicada por primera vez en París en 1547, proporcionó a los arquitectos franceses el apoyo teórico del que carecían, si bien debe señalarse que las planchas del grabador Jean Goujon que adornaban el libro contribuyeron a darle un aire serliano, pues estaban inspiradas en las que ilustraban el cuarto de los Libri Architecturae del arquitecto italiano.

La traducción de Jean Martin mantuvo su vigencia en Francia hasta 1673, año en que se publicó en París la de Claude Perrault, un médico fisiólogo con buena mano para el dibujo, amante del mundo clásico y arquitecto amateur: Les dix livres D'architecture de Vitruve , que fue una de las versiones más reputadas en la historia de la tradición vitruviana. Perrault estaba alineado con su hermano Charles en la Querelle des Anciens et des Modernes— -la controversia que animó la vida artística e intelectual de los siglos XVII y XVIII —y, como militante «moderno» que era, trabajó animado por la convicción de que los autores de la Antigüedad constituían una referencia, pero no eran insuperables, sino que, muy al contrario, la creación arquitectónica debía ser innovadora y adaptarse a la época contemporánea. En los comentarios que acompañan su traducción de Vitruvio, que sentarían las bases para el neoclasicismo que habría de surgir en el siglo siguiente, Perrault defiende sus puntos de vista frente a los que Fréart de Chambray o François Blondel, principales representantes de los arquitectos a la «antigua», exponen en sus respectivas obras Paralèle de l’architecture antique et de la moderne , publicado en 1650, y Cours d’architecture , que saldría en 1675. Así, por ejemplo, frente al antiguo concepto griego de symmetria , entendida como una relación modular entre el conjunto de la obra y cada una de sus partes —como seguían defendiendo los ortodoxos—, Perrault opuso el sentido moderno de simetría bilateral, entendida como equilibrio ordenado de las partes de la obra respecto a su eje principal. Apenas un año después de la primera edición de su traducción de la Arquitectura , Perrault publicó en París una versión simplificada de la misma: Architecture generale de Vitruve reduite en abregé , que alcanzó un éxito extraordinario, tuvo muchas traducciones y fue incluso más utilizada por los arquitectos que la obra mayor.

Y en esta panorámica, forzosamente sumaria, a propósito de la recepción de Vitruvio en Francia, no puede dejar de reseñarse como un caso excepcional de la perduración del legado vitruviano la obra del profesor de la École des Beaux-Arts. Jean Rondelet (1743-1829), Traité théorique et practique de l’art de bâtir , que fue publicado entre 1802 y 1803 en diez volúmenes. Nos interesa especialmente el estudio sobre los materiales y técnicas de construcción que contiene, porque reproduce largos fragmentos tomados de la Arquitectura de Vitruvio (texto latino y traducción francesa en columnas paralelas). Rondelet no adopta una perspectiva meramente historicista al citar a Vitruvio, sino que intercala dichos fragmentos en el contenido doctrinal de la obra, al mismo nivel que las partes redactadas de su propia mano 259 , algo que resultaba insólito en los tratados que se habían publicado hasta entonces y que recordaba en cierto modo lo que había hecho siglos atrás Vincent de Beauvais en su Speculum naturale .

En ausencia de un estudio general de la arquitectura dentro del Traité , debe considerarse que este autor aspiraba a devolver a la arquitectura su carácter práctico sin rebajarle categoría científica. Aunque fue guía de los arquitectos durante mucho tiempo, el esfuerzo de Rondelet se antoja un canto de cisne, por cuanto que en Francia ya se estaba imponiendo una nueva forma de comprender la arquitectura, inspirada en las enseñanzas del profesor de la École Polytechnique Jean-Nicolas-Louis Durand (1760-1834), que propugnaba la ruptura con la tradición vitruviana al rechazar la doctrina de la imitación y poner fin a la concepción antropométrica de los edificios.

Volviendo de nuevo a Italia, conviene hacer constar que el inicio de los estudios vitruvianos modernos lo marcó Giovanni Poleni con la publicación de los tres volúmenes de sus famosas Exercitationes Vitruvianae , en Venecia, en 1739-1741, que recopilaban los comentarios críticos escritos por varios autores a propósito de la Arquitectura 260 Posteriormente, pasados ya más de cien años desde la de Barbaro, apareció en 1758, en Nápoles, una nueva edición del texto de la Arquitectura , acompañado de una traducción italiana, obra del marqués Berardo Galiano 261 , que dedicó a Carlos III. El espíritu del trabajo de Galiani iba en contra de la concepción «moderna» del clasicismo de Perrault, y puede decirse que el suyo fue el primer intento de realizar una edición sobre criterios filológicos y arqueológicos, lo que se refleja en el imponente aparato de notas y en sus veinticinco espléndidas láminas, obra del propio Galiani, que aspiraba a convertir de nuevo a Vitruvio en protagonista del debate contemporáneo sobre arquitectura.

Arquitectura. Libros I-V

Подняться наверх