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III. CONTENIDO Y ESTRUCTURA DE LA OBRA

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Los textos referentes a la ciencia y la técnica de los romanos, que integran un campo de estudio que hasta no hace muchos años solía quedar soslayado o descuidado en la mayoría de los manuales, han venido cediendo el paso a favor de las obras literarias más prestigiadas por la tradición, y eran ventilados de manera expeditiva con breves comentarios en los que se afïrmaba su falta de autonomía con respecto al pensamiento griego a la par que se criticaba la mala calidad del latín en el que habían sido redactados. Cierto es que faltan verdaderas y originales obras científico-técnicas en el mundo romano —lo constata el propio Vitruvio en VII pref., 18—, y cierto es también que los tratados que conocemos son obras de compilación y trasuntos más o menos afortunados de fuentes helénicas, pero hay que reconocer igualmente que los romanos tuvieron a su servicio ingenieras quizá mejores que los griegos, y que con una sumaria preparación matemática y geométrica, evidentemente inferior a la de aquéllos, fueron capaces de aplicar a sus ambiciosos proyectos —sobre todo en la arquitectura civil— principios que, aunque no hubiesen comprendido en toda su dimensión por carecer de una tradición especulativa 144 , llevaron a su máxima expresión práctica apoyados en las teorías formuladas por los griegos.

Las obras enciclopédicas que compusieron autores romanos como Celso, Varrón o Plinio el Viejo recopilaban material referente a diversas disciplinas, pero, si bien se convirtieron en depositarias de muchos aspectos relacionados con las ciencias, las técnicas y las artes aplicadas, provenientes del mundo griego, lo hacían de forma generalista, no especializada. Por eso, la autoridad de la Arquitectura no descansa exclusivamente en sus cualidades formales o su contenido teórico, sino en el hecho de ser el único manual de arquitectura que se conserva de la antigüedad clásica grecorromana, y lo que es más, el único del que se tiene noticia.

Si concedemos crédito al testimonio personal de Vitruvio 145 , antes que él solo tres autores se ocuparon de escribir y publicar sobre arquitectura en latín; a saber: Fuficio, Terencio Varrón y Publio Septimio 146 . No obstante, la Arquitectura sería la primera obra monográfíca de sus características, en lengua latina o griega, puesto que recoge de manera sistemática —tal es el mérito que se atribuye el propio Vitruvio— el conjunto del saber arquitectónico heredado del pasado 147 , que circulaba en forma de opúsculos 148 , redactados por diversos arquitectos de renombre para dar cuenta de los detalles técnicos de sus obras, y con el fin de que su conocimiento no se perdiera 149 , ya que «hasta entonces, ninguno más parece haberse dedicado a esta clase de obras» 150 .

Vitruvio se presenta, pues, como un sistematizador de materiales desperdigados hasta entonces; su objetivo es facilitar la tarea a quien necesite efectuar una consulta relacionada con la arquitectura, de manera que encuentre los datos esenciales sobre cada tema en un volumen. Este objetivo queda formulado así:

IV pref., 1 : consideré una tarea digna y sumamente útil poner en orden el corpus de una disciplina tan amplia y desarrollar, consignadas por volúmenes, las cuestiones esenciales de cada tema específïco.

V pref., 5: decidí organizar dichos volúmenes de modo que los interesados no tuvieran que consultarlos como obras sueltas, sino integrados en un corpus unitario, y de modo que encontraran las explicaciones sobre cada tema en un volumen.

Vitruvio no ceja en su vocación de servicio a lo largo de toda la obra, pero la unidad orgánica que quiere dar a su proyecto y su voluntad de sistematizar no pasan del estado de pretensión.

El tratado se compone de diez libros, divididos en un número desigual de capítulos. Cada libro tiene su propio prefacio, de extensión también variable, que le aporta una apariencia de independencia temática con respecto al siguiente, pero realza la división en diez libros hecha por el propio autor, a quien se debe, obviamente, la división en el seno de cada libro entre el prefacio y el resto 151 . La primera división en capítulos del texto de cada libro se debe al editor Fra Giocondo; la división en párrafos que actualmente se acepta fue establecida por Schneider en su edición. Por otra parte, no hay en el texto latino títulos para los capítulos, aunque es costumbre de los editores ponerlos.

El contenido de los diez libros está repartido del siguiente modo:

I

Formatión del arquitecto. Definitión de la arquitectura. Fundación y amurallamiento de ciudades.

II

Descubrimiento de la arquitectura y de los materiales de construcción.

III

Tipos de templos. Los cimientos. El orden jónico.

V

Los órdenes dórico, corintio y toscano Distribución interior de los templos. Orientación de templos y altares. Tipologías menos comunes de templos.

V

Edificaciones públicas: el foro, la basílica, el teatro, la palestra, los balnearios y los puertos.

VI

Edificaciones privadas: la casa griega y la casa romana.

VII

Técnicas decorativas.

VIII

Hidráulica: la calidad del agua, su canalización.

IX

Cuestiones de astronomía. FabricaCión de relojes.

X

Mecánica civil y militar.

Al examinar esta repartición se advierte que Vitruvio no se ajusta a las intenciones manifestadas de dedicar cada libro a un tema específico, ya que algunos incluyen varios temas y, a la vez, hay temas que están desarrollados en más de un libro. Por otro lado, es muy dudoso que Vitruvio haya compuesto su obra ajustándola a un proyecto inicial, y más bien parece que lo que conocemos es el resultado de un proceso de elaboración-reelaboración en varias fases y de una reelaboración definitiva del conjunto con un intento final de adaptarlo al plan de un tratado en diez libros.

El libro I tiene carácter introductorio por contener los argumentos con los que su autor justifica el carácter de arte liberal de su profesión, pero, además, incorpora por vía de yuxtaposición elementos relativos a la urbanística, que muestran, por su carácter dispar, que el texto de este libro podría haber conocido dos redacciones. En III pref., 4 hay una recapitulación de los contenidos de los dos libros anteriores, y al enumerar los del libro I se advierte que no figuran las referencias a la construcción de murallas y torres del capítulo 5, ni a la elección de los solares del capítulo 7; como hay continuidad lógica en el contenido de los capítulos 4 y 6, dedicados al emplazamiento de las ciudades y a la orientación de las calles para evitar los vientos nocivos, es muy probable que los capítulos 5 y 7 fueran insertados en una segunda redacción posterior a la del libro III.

Al término del libro I la lógica argumental exigiría proseguir con la construcción de los templos 152 , pero Vitruvio la difiere hasta el libro III para introducir ex abrupto un libro dedicado a los materiales empleados en la construcción. Consciente de ello, se ve obligado a justificar esta inserción afirmando en II 1, 8: «si alguien pretendiera cuestionar el orden que ocupa el presente libro en la idea de que habría sido mejor ponerlo al principio, para que no piense que me he equivocado le daré cumplida explicación» 153 ; ello apunta a un posible interés de Vitruvio por alternar informaciones tomadas de sus fuentes con otras procedentes de su propia experiencia para demostrar la amplitud de sus conocimientos, tal como afirma en II 10, 3: «he expuesto ya cuanto he tenido ocasión de valorar personalmente acerca de los materiales».

Es verosímil que Vitruvio proyectase un único libro dedicado a la arquitectura religiosa, y que su excesiva extensión le hiciera partirlo en dos 154 . Por eso, buscaría una fórmula de compromise al presentar los libros III y IV sin aparente solución de continuidad temática, pero su articulación es muy abrupta, y en realidad puede decirse que están encabalgados, ya que la pretendida continuidad se limita solo a los capítulos III 5 y IV 1, 2, 3 155 . La brevedad del prefacio del libro IV y su carencia de contenido específico —se limita a repetir el mismo objetivo ya planteado al final del libro I de dedicar un volumen a cada tema— indica igualmente que no tiene otra misión que la de marcar el inicio de un libro.

Debe hacerse notar aquí que el orden seguido por Vitruvio en su exposición de los órdenes arquitectónicos es «jónico/corintio/dórico»; no se ajusta, pues, al tradicional «dórico/jónico/corintio», que va de mayor a menor antigüedad 156 . Hay en ello razones de tipo subjetivo: el jónico es el preferido de Vitruvio por la sutileza de sus cuantificaciones modulares 157 , el corintio no es propiamente un orden, porque carece de simetrías especificas, y tan solo se diferencia por su capitel 158 ; el dórico se deja para el final porque es un orden imperfecte, vituperado por los arquitectos que gozan de mayor predicamento 159 . Pero esta decisión de relegar el orden dórico puede haberla tomado a posteriori, ya que al final del libro III Vitruvio anuncia el contenido del siguiente así: «En este volumen he consignado la estructuración de los templos jónicos con la mayor claridad que he podido; en el libro siguiente explicaré cuáles son las proporciones de los dóricos y de los corintios».

Junto a los dos anteriores, el libro V, dedicado a la arquitectura civil, cierra una especie de trilogía dedicada a la construcción pública, que a buen seguro constituye el núcleo original de la obra, fuese publicado bajo esa forma o no. Y los libros VI y VII, que se ocupan respectivamente de la construcción privada y de la decoración de los interiores, son el complemento casi simétrico de los tres anteriores.

El libro VII es el último de los consagrados a la edificación y constituye su broche, tal como se lee en VII 14, 3: «todas las formas de ejecución de las edificaciones (...) quedan recogidas en siete volúmenes». Tal declaración, unida a la circunstancia de que Vitruvio aprovecha en este libro para dar su agradecimiento retórico a todos los autores que ha utilizado como fuente, pone de manifiesto la culminación del plan de una obra en siete libros consagrados a la aedificatio —quizá los presentados originalmente a Octaviano 160 —, y de una refección posterior en la que se habrían distribuido en el texto alusiones que diesen coherencia al plan «de última hora» en diez libros, recapitulaciones del contenido de libros anteriores y anuncios del contenido de los siguientes, o remisiones de uno a otro, para justificar la yuxtaposición de tres apéndices más, que es lo que realmente son los tres libros restantes. Entre estas alusiones podemos citar:

I 3, 1: Las partes de la arquitectura son tres: la edifïcación, la gnomónica y la mecánica 161 .

VIII pref., 4: Como en los anteriores siete volúmenes han quedado expuestos los principios de la edifïcación, es menester consignar en el presente, a propósito del alumbramiento de aguas, qué propiedades tienen según las características del terreno 162 .

IX 8, 14-15: Falta ahora tratar sobre las máquinas y sobre los principios en que se basan. Por tanto, en el siguiente volumen voy a escribir sobre ellas para completar un corpus de arquitectura intachable.

Sin poner en duda que la temática de los libros VIII-X participe de las competencias del arquitecto, es tan evidente su carácter autónomo que revelan haber sido concebidos inicialmente como obras independientes. A favor de la independencia del libro VIII, por ejemplo, cuenta el hecho de que a su breve prefacio le falte la dedicatoria o la invocación a Octaviano que aparece en los demás, y ello a pesar de que la inserción de este libro en la Arquitectura podría estar relacionada con la experiencia de Vitruvio en el servicio de aguas de Roma; y por otro lado, es imposible asociar un libro «sobre las aguas» 163 como es el VIII a ninguna de las tres partes en que, según Vitruvio, se divide la arquitectura 164 .

El encaje del libro IX es también problemático, y un tanto forzado si se tiene en cuenta que abunda en contenidos teóricos y especulativos; hay que esperar a su parte final para encontrar la justificación desde el punto de vista práctico de su inclusión: el trazado del analemma con vistas a la fabricación de relojes de sol. A este respecto, es curioso que en X pref., 4 Vitruvio declare que el libro X va a quedar colocado después de los libros dedicados a la edificación, como si no tuviera presentes en ese momento ni el VIII ni el IX: «me ha parecido lógico, mi general, ya que en los primeros volúmenes he tratado acerca de la edificación, explicar en éste, que constituye el cierre del corpus, cuáles son los principios en que se basan las máquinas».

Con respecto al libro X, dos razones justifican su inclusión en la obra: por una parte, que en las obras públicas, así como en los diversos tipos de espectáculos, se utilizaban ingenios mecánicos; por otra, que el autor tenía experiencia acreditada como ingeniera militar. Sin embargo, de este libro no se puede decir que vaya dirigido a un público farmado únicamente por personas cultas 165 , sino que sus destinatarios son más bien los verdaderos especialistas, porque, según afirma el propio autor en X pref., 3, «para estas cuestiones se precisa el conocimiento especializado y las ideas propias de una inteligencia muy cultivada, porque ninguna de ellas se lleva a cabo sin maquinaria y prescindiendo de las múltiples y magistrales aptitudes que proporcionan los estudios».

En definitiva, son muchas las razones que invitan a pensar que los tres últimos libros no estaban en el esquema original, sino que el autor debió de agregarlos a los anteriores para publicar el conjunto tal como ha llegado hasta nosotros.

Basándose en el estudio de I pref., 2, Gros 166 cree posible definir el tratado vitruviano como la «obra de fin de carrera» de un experto, que estaba habituado a redactar informes y memoriales para los magistrados de los que dependía. Seguramente hay que ver en esa circunstancia la voluntad que muestra Vitruvio de dar unidad y congruencia al cúmulo de materiales que quiere presentar de forma ordenada y sistemática, aunque su objetivo se cumpla de manera muy desigual.

Acerca de la composición de la Arquitectura , Fleury 167 indica acertadamente que Vitruvio «estratifica» sus informaciones, superponiendo datos de distinta procedencia y de distintas épocas, que no siempre logra armonizar; en consecuencia, al estudiar su estructura y sus fuentes hay que trabajar levantando las diversas «capas» de la obra.

Arquitectura. Libros I-V

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