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Las ediciones críticas y las traducciones modernas

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Cronológicamente posteriores a la traducción de Ortiz y Sanz, les llega el turno en Europa a las ediciones que podemos empezar a llamar críticas. Las primeras que se hicieron se apoyaban en la autoridad de los comentarios de las Exercitationes de Poleni, como es el caso de la preparada por la Sociedad Bipontina de ZweiBrücken, aparecida en Estrasburgo, en 1807; o de la que, habiendo sido comenzada por el propio Poleni y continuada por su sucesor en la cátedra de Matemáticas de la Universidad de Padua, Simón Stratico, se publicó en Udine entre 1825 y 1830, imponente por sus láminas; esta última edición vendría acompañada de una traducción al italiano con notas críticas, realizada por Quirico Viviani y publicada igualmente en Udine entre 1830-1832. Pero la más importante, en la medida que constituiría el punto de partida de las ediciones críticas posteriores, con la aplicación de los criterios de la moderna crítica textual, fue la de Luigi Marini, que salió a la luz en Roma, en 1836, aportando un texto nuevamente enmendado, con aparato, comentarios e ilustraciones igualmente nuevos.

La primera edición en la que se aplicaron criterios rigurosamente científicos a la recuperación del texto vitruviano fue la que llevaron a cabo Valentin Rose y Herman Müller-Strübing para la Bibliotheca Teubneriana, que apareció en Leipzig en 1867, y que sería revisada en una segunda edición preparada exclusivamente por Rose en 1899, dentro de la misma colección, para incorporar las lecturas del manuscrito Seletstatensis 1153b, que había sido descubierto en 1878. El trabajo de Rose sobre la tradición manuscrita deparó un texto que, en esencia, es el que conocemos hoy en día.

No muchos años después, en 1912, Friedrich Krohn publicaría un nuevo texto crítico del De Architectura , también para la Bibliotheca Teubneriana. A Krohn se le ha reprochado a menudo el haber ido demasiado lejos a la hora de aplicar sus propias conjeturas frente a las lecturas de los manuscritos (E, G, H y S 289 , fundamentalmente), de lo cual es buena muestra el hecho de que llegase a considerar como una interpolación todo el pasaje del libro V que trata sobre la basílica de Fano.

En 1931, Frank Granger publicó su edición bilingüe en la Loeb Classical Library que durante mucho tiempo ha sido, junto con la de Krohn, una de las más asequibles, y ha conocido muchas reimpresiones, a pesar de que la crítica no le ha sido muy favorable por haber dado al manuscrito Harleianus 2767, el más antiguo de los conservados, una autoridad excesivamente rígida; y así, Hugh Plommer le llegó a aplicar al propio Granger en una reseña 290 el calificativo de «laughable». Con todo, su versión inglesa no es desdeñable, y mejora con mucho la anterior de Morris Hicky Morgan, de 1914.

Las ediciones bilingües del italiano Silvio Ferri, en Roma, en 1960, y del alemán Curt Fensterbusch, en Darmstadt, en 1964, suponen un importante salto cualitativo, cada uno desde sus propios criterios, en la valoración de la tradición manuscrita, pero la del primero se limita a los siete primeros libros, y la del segundo, pese a haber empleado un considerable número de manuscritos, permanece muy apegada al texto de Krohn.

El esfuerzo mayor y más fructífero en cuanto a la reconstitución y a la exégesis del texto del De Architectura en nuestra época, lo constituye la serie que viene apareciendo desde 1973, en volúmenes individuales dentro de la Collection Budé de la editora parisina Les Belles Lettres, y que todavía está por culminar con la publicación del libro V. Los estudiosos franceses que han tenido a su cargo las ediciones críticas y sus exhaustivos comentarios (Gros, Callebat, Fleury, Soubiran, etc.) son hoy por hoy las máximas autoridades en el ámbito de los estudios vitruvianos, y garantizan la seguridad de sus lecturas -sobre todo en los volúmenes de aparición más reciente—desde una perspectiva conservadora y rigurosa en el respeto a la tradición manuscrita, apoyándose en un stemma codicum bien establecido actualmente, y sobre el que se ha aportado poco, después del que trazaron Pierre Ruffel y Jean Soubiran 291 , y especialmente tras la revisión de Jean Pierre Chausserie-Laprée 292 .

Mientras se cierra la serie de esta colección francesa, la edición de Einaudi, publicada en Turín en 1997, con texto latino y traducción italiana de Antonio Corso y Elisa Romano, se presenta como «la prima integrale e scientificamente curata dopo quella del Marini e quella importante ma incompleta del Ferri»; pero aunque está avalada por Pierre Gros, y con sus dos volúmenes resulta más manejable que la de Les Belles Lettres, la calidad de esta edición dista mucho de la francesa de la que visiblemente depende.

Y antes de regresar al ámbito nacional, no debemos pasar por alto la versión en lengua inglesa de Ingrid D. Rowland, comentada por Thomas Noble Howe, Ten Books On Architecture , publicada por la Cambridge University Press en 1999. Sus responsables han aplicado técnicas de crítica textual a su labor traductora, lo que la hace digna de consideración; pero resulta especialmente encomiable por cuanto su estilo trata de reproducir el del original, huyendo de las fiorituras de otros traductores que han tratado de darle un aire literario al texto. Desde un punto de vista didáctico, hay que destacar las ilustraciones de Howe que acompañan la edición porque son verdaderas trasposiciones gráficas del texto que ayudan a entender a Vitruvio allí donde es más críptico.

La de Ortiz y Sanz de 1787 fue la única traducción en idioma español hasta que en 1955 apareció en la editorial Iberia la de Agustín Blánquez, un trabajo excelente por lo demás, que sirvió para actualizar la lengua y el estilo anticuado del único Vitruvio español disponible por entonces; sin embargo, la carencia de un aparato de comentarios la hizo brillar con menos luz de la que debiera y ayudó a que no cayese del todo en el olvido la vieja traducción de Ortiz y Sanz, a la que vinieron a socorrer las ediciones facsimiles. Por otra parte, y ya que no descansaba sobre un texto crítico revisado con criterios modernos, desde una perspectiva actual la traducción de Blánquez se ve un tanto empobrecida. Las demás versiones que la han seguido, con ser igualmente meritorias, no han logrado superar los inconvenientes de los que adolecía su predecesora, como tampoco lo han logrado, a nuestro entender, las versiones pioneras en otras lenguas peninsulares que han ido jalonando estos últimos años 293 , y que, no obstante, abren nuevas vías a la difusión del legado vitruviano.

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