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IV. FUENTES DE VITRUVIO

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En diversos pasajes de la Arquitectura , y de modo significativo en el prefacio del libro séptimo, aparecen nombrados autores y obras, entre los cuales hay que buscar las fuentes en las que se ha basado Vitruvio, aunque, dado que se han perdido en su mayor parte, resulta difícil establecer a ciencia cierta hasta dónde llega la dependencia y si ésta es directa o indirecta.

Respecto al tratamiento que da a sus fuentes, Vitruvio habla en VII pref., 10 168 :

En cuanto a mí, César, no publico este tratado poniéndole mi nombre y cambiando el de otros en el título, ni he decidido buscar aprobación a costa de vituperar las ideas de nadie, sino que doy infinitas gracias a todos los escritores por haber dejado a nuestra disposición, a lo largo del tiempo y merced a las extraordinarias dotes de su talento, abundantes materiales, cada uno en su género, de donde nosotros, como quien toma el agua de las fuentes y la canaliza para sus propios fines, tenemos la posibilidad de escribir con mayor facilidad de expresión; y con la confianza puesta en tales autores nos atrevemos a redactar una obra nueva.

En primer lugar, hay que reconocer que Vitruvio tuvo que documentarse por fuerza en los autores culturalmente más próximos que se ocuparon de cuestiones relacionadas con la arquitectura, aunque fueran pocos, comparados con los griegos 169 . Lucrecio, nombrado como coetáneo suyo en IX pref., 14, proporciona a Vitruvio el barniz fïlosófico para algunos pasajes de la Arquitectura , especialmente en las partes del libro II relativas a los orígenes de la humanidad y el descubrimiento de la arquitectura, así como a las combinaciones de los cuatro elementos en los distintos materiales usados en la construcción, y su huella se rastrea igualmente en las cuestiones astronómicas del libro X. Cicerón es nombrado también en IX pref., 14, y el eco de su pensamiento se puede apreciar en algunos lugares ya anotados en la traducción; pero, sobre todo, Cicerón le presta su autoridad a Vitruvio al incluir la arquitectura entre las artes liberales , aquellas que confieren honorabilidad a quienes las ejercen 170 , idea que constituye el hilo conductor de la obra vitruviana. Finalmente, Ennio y Accio aparecen en IX pref., 16, quizá para darnos idea de los gustos arcaizantes de Vitruvio, pero poco más.

Es en VII pref., 14 donde aparecen enumerados tres autores romanos, que vivieron en tiempos de Vitruvio y se ocuparon de escribir sobre arquitectura:

«Fuficio fue el primero que tomó la admirable decisión de publicar un volumen sobre estas cuestiones; luego Terencio Varrón, entre los nueve de sus Disciplinas , publicó uno en exclusiva de arquitectura, y Publio Septimio, dos».

El modelo compositivo y la estructura de la Arquitectura quizá dependan de ese libro dedicado por Varrón a la arquitectura entre sus Disciplinarum libri IX 171 , en mayor medida que de las obras de los otros dos autores, por cuanto que Vitruvio declara literalmente el título de su obra, y en IX pref., 7 lo alaba como autoridad, mientras que silencia a los otros. La lectura de Varrón le ha dispensado sin duda de consultar muchas fuentes para la redacción de los diez libros; pero donde cabe pensar que el reatino haya ejercido un influjo mayor es en el vocabulario de la arquitectura y en las cuestiones tocantes a las tradiciones itálicas, como es el caso de la ubicación de algunos templos (I 7, 1), la configuración de los templos arcaicos (III 3, 5), la casa señorial romana (VI 3, 1-11), el orden toscano (IV 7, 1-5) o las explotaciones agropecuarias (VI 6, 1-7).

En general, el mundo romano e itálico, como una forma de impregnación, se halla presente a lo largo de toda la obra sin que pueda precisarse una fuente concreta, y se deja traslucir cada vez que Vitruvio contrapone alguna manifestación del saber de otros pueblos a la experiencia de los romanos, avalada por el pronombre nostri 172 , «los nuestros», o el adjetivo maiores , «nuestros antepasados». Lo mismo puede decirse a propósito de la autoridad de sus ignotos praeceptores , que aparecen ocasionalmente cuando Vitruvio quiere dar a entender que la cuestión sobre la que trata ya tiene carta de naturaleza en la práctica arquitectónica romana.

Sin embargo, a la hora de valorar de una manera general la índole y el origen de las informaciones que Vitruvio maneja, se advierte un fuerte predominio de la coloración griega helenística. La influencia helénica es especialmente evidente en los libros dedicados a la edificación. Y no es casualidad que la mayor parte de los templos mencionados como modelos pertenezcan al ámbito geográfico de la costa de Asia Menor y puedan fecharse en los siglos III y II a. C.; Vitruvio considera precisamente que el orden arquitectónico de mayor autoridad y dignidad es el jónico y se alinea con la corriente de revalorización de este orden que comenzó a gestarse en Asia Menor a mediados del siglo IV , auspiciada por el arquitecto Piteo, y tomó cuerpo entre finales del siglo III y principios del II a. C. gracias a Hermógenes, creador del plan del templo octóstilo pseudodíptero y del ritmo éustilo, de quien Vitruvio es admirador y deudor confeso, y al que expresamente elogia en III 3, 8-9:

De la simetría del templo díptero suprimió, efectivamente, la fila interior de treinta y cuatro columnas, y con tal sistema ahorró gastos y trabajo 173 . De manera brillante, Hermógenes (...) preservó la grandiosidad del conjunto de la obra sin que se echaran en falta los elementos superfluos (...). Por eso, es evidente que Hermógenes obtuvo los resultados efectivos de sus obras gracias a una maestría muy sutil, y que dejó fuentes de donde las generaciones posteriores podrían beber los principios de las ciencias.

Vitruvio plantea en el libro III algunas de las cuestiones capitales de la obra. Así, por ejemplo, en III 1, 1 se lee toda una declaración de principios, en la que figuran tres vocablos esenciales en el proyecto vitruviano: simetría, proporción y módulo, pero Vitruvio no menciona ningún autor en particular para explicar su significado, sino que se remite a los antiqui (sc. architecti) , «los arquitectos antiguos» 174 . A tenor de los arquitectos recordados como antiqui en IV 3, 1, debe entenderse que se trata de Arcesio, Piteo y, principalmente, Hermógenes.

Vitruvio señala en VII pref., 12 que Hermógenes publicó dos volumina de arquitectura: uno sobre el templo jónico pseudodíptero de Diana en Magnesia, y otro sobre el templo monóptero del Padre Líber en la isla de Teos; probablemente ésas son las «fuentes» aludidas en III 3, 9. Pero es más seguro que el grueso de la tradición hermogeniana le haya llegado a Vitruvio a través de intermediarios, como los arquitectos griegos Metagenes, Hermodoro 175 —quien levantó en Roma el templo de Júpiter Estátor a mediados del siglo II — y el probable discípulo de este último, el arquitecto romano Gayo Mucio ya citado, quien, según Vitruvio, aplicó las «normas legítimas» del orden jónico al templo de Honor y Valor que construyó en la Urbe; lo que indica que para Vitruvio es un adaptador al gusto romano de las teorías de Hermógenes.

Para formarse idea de la calidad de otras posibles fuentes de Vitruvio en los libros III y IV, hay que acudir a la enumeración hecha por Vitruvio en VII pref., 12 de los arquitectos griegos que dejaron obras teóricas acerca de los templos que diseñaron.

Esto no significa necesariamente que haya leído las obras originales de los autores griegos citados en esa especie de bibliografía 176 ; antes bien, generalmente hay que conjeturar la existencia de intermediarios de primer o segundo grado, o incluso más; es muy probable que haya manejado materiales de rango menor para uso de los maestros de obras o de los aspirantes a arquitectos, a los que se les exigía un conocimiento sumario de las ciencias, las técnicas y las tipologías arquitectónicas griegas. Así, por ejemplo, definiciones como «simetría es la concordancia de proporciones entre los miembros de la misma obra» 177 , o «la proporción es la adecuación a un módulo fijo de los elementos individuales en todo el conjunto de la obra» 178 , nos hacen pensar que detrás de los antiqui pudieran esconderse también manuales anónimos de tipo catequístico y de carácter divulgativo. Y tampoco puede descartarse que algunas cuestiones relacionadas con la cultura griega provengan del mismo Varrón, como las referentes al canon proporcional del cuerpo humano o como los números perfectos 179 , a propósito de los cuales se aprecia un esfuerzo especial por dar equivalentes latinos de los términos griegos.

Para los capítulos 1 y 2 del libro III, la doble clasificación de los templos, por su planta o por la medida de los intercolumnios, sugiere una superposición de dos fuentes distintas, pero no contrapuestas, ya que ambas tienen en común la consideración estética del exterior de los templos. Para salvaguardar su apariencia armónica, Vitruvio exige que se efectúen ajustes del sistema modular a fin de compensar las ilusiones y distorsiones ópticas causadas por la distancia. Las contracturas y la éntasis en las columnas—sobre las que se teoriza en III 3, 12-13—y el abombamiento del estilóbato por medio de los scamilli impares —procedimiento del que se trata en III 4, 5— constituyen refinamientos arquitectónicos que, aun reducidos a expedientes geométricos por vías que desconocemos, se remontan a principios de la óptica euclídea. Estas cuestiones, lo mismo que las relativas a la cimentación de los templos, pueden remitirse a manuales de arquitectura general, como pudo ser el de Filón, De aedium sacrarum symmetriis 180 .

En cuanto al procedimiento para trazar la voluta jónica, que se desarrolla en III 5, 5-8, se advierte que las pautas que señala Vitruvio se limitan a dibujar un croquis con la vista frontal de uno de sus lados y que no serviría para que un cantero tallase el capitel jónico en un bloque de piedra. Para compensar esta limitación del trazado de las volutas, Vitruvio envía al final del libro, donde —afirma— «se hallará su figura y el procedimiento para hacerlas» 181 . Aunque esa figura se ha perdido, es de suponer que, al igual que en el caso de la éntasis 182 , reprodujese en forma gráfica el método aplicado en un taller de cantería, porque seguramente las fuentes disponibles también recurrían al mismo expediente 183 .

Siguiendo con la enumeración de VII pref., 12, también se ocuparon de las normas del orden jónico los arquitectos Quersifrón y Metagenes, que participaron en la construcción del Artemisión de Éfeso, y el ya mencionado Piteo, arquitecto del templo de Atenea en Priene (De fano Minervae) , así como Arcesio, que proyectó el templo de Esculapio en Tralles.

En el mismo elenco, y con relación al libro IV, cuyo contenido gira en torno a los órdenes corintio y dórico, Vitruvio también recuerda a los antiqui architecti : el citado Arcesio, que redactó un manual De symmetriis corinthiis; Sileno con su De symmetriis doricorum; Teodoro de Samos, constructor del Hereo de Samos, y su De aede Iunonis; y, especialmente, Íctino y Carpión, arquitectos del Partenón de Atenas, con su De aede Minervae . Y en esa lista figura también Teodoro de Focea, el arquitecto que diseñó el Tolo de Delfos, posible referencia de Vitruvio en lo tocante a los templos redondos de IV 8, 1-3. Pero no puede soslayarse que Vitruvio emite sus juicios negativos acerca del orden dórico basándose en el hecho de que «algunos arquitectos antiguos dijeron que no convenía levantar templos de estilo dórico, porque en ellos se aplicaban unas simetrías engañosas e incongruentes» 184 , y en que ésa era la opinión de Piteo y Hermógenes, de alguno de los cuales quizá procede la solución propuesta por Vitruvio para el problema de las metopas de las esquinas, si es que no le viene de Gayo Mucio, ya que la remite a sus praeceptores .

En el libro V es particularmente destacable el resumen de las teorías de Aristoxeno de Tarento, filósofo y teórico musical del siglo IV , ya que se trata de la única fuente reconocida de manera expresa por Vitruvio; de su obra, Elementos de Armonía , proceden abundantes conceptos y términos especializados en relación con la acústica del teatro.

V 4, 1-2: Si queremos desarrollar este tema, es absolutamente imprescindible emplear palabras griegas, porque ninguna de ellas tiene equivalencia latina. Así que las interpretaré con la mayor claridad que me sea posible basándome en los textos de Aristoxeno.

Las descripciones del teatro griego y del romano —en realidad, un teatro griego tardío— que ofrece Vitruvio son documents extraordinarios para su contraste con los restos arqueológicos, pues, exceptuando las referencias literarias, las fuentes escritas paralelas se reducen a los comentarios de los gramáticos, a los escolios de diversos autores dramáticos y a los glosarios que incluyen terminología referente al edificio teatral y a la maquinaria utilizada para las representaciones, como el libro IV del Onomasticón de Julio Pólux 185 o el Léxico Suda . La existencía de estos glosarios, que provienen de extractos de obras muy antiguas, garantiza al menos que Vitruvio disponia de fuentes especializadas relativas a la estructura arquitectónica como tal, a la maquinaria escénica y a los dispositivos que desplegaban los cortinajes y toldos.

El capítulo 12 del libro VI, dedicado a las construcciones portuarias cuenta con un referente probable: el libro dedicado por Filón al arsenal del puerto del Pireo en Atenas, al que se alude en VII pref., 12.

En el libro VI, Vitruvio intenta trasladar a la arquitectura privada los conceptos tomados de la teoría de la construcción pública, aplicando los mismos términos a la descripción de una realidad distinta. Pero la diferencia con respecto a los libros anteriores salta a la vista inmediatamente, y no solo por la temática, sino por la voluntad manifiesta de contraponer la traditión itálica (italicus mos) a las normas de los griegos (graecorum instituta) 186 . Tal diferencia condiciona el uso y la naturaleza de las fuentes y trae como consecuencia que los aspectos descriptivos cobren importancia al lado de los normativos. Varrón podría ser la fuente principal tanto para las domus y las villae del mundo romano, de las que se proponen modelos tradicionales, como para la casa griega, sin descartar a los otros dos autores romanos, Fuficio y Septimio, mencionados en VII pref., 14. También hay que contar con otros escritores de Res rusticae , como Catón, y puede presumirse la aportación de una tradición abierta y viva en la práctica de los constructores de la época, de la que Vitruvio se hace eco, sin excluir su propio conocimiento de las casas señoriales, incluidas las de las ciudades griegas de Italia.

En el libro VII se detectan paralelismos entre Vitruvio y Plinio que justifican la inclusión del primero entre las fuentes de los libros XXV y XXVI de la Naturalis Historia; en cambio, Vitruvio no figura entre los autores usados por Plinio para los libros XXXIII y XXXIV, pese a que versan sobre cuestiones de las que también se ocupa Vitruvio en su libro VII, de donde se infiere que disponen de una o varias fuentes comunes, que podrían estar entre los autores citados como fuente por Plinio: Juba o Varrón, o bien algún opúsculo como los que circulaban atribuidos a Demócrito, quien aparece también en la lista de fuentes de Plinio; sobre este último personaje contamos con el testimonio de Palladio 187 , un autor tardío que aseguró que se trataba del pseudónimo de un egipcio llamado realmente Bolo de Mendes. Este pseudo Demócrito, que no debe confundirse con Demócrito de Abdera 188 , es el que aparece en IX pref., 14 y IX 5, 4. Valga un ejemplo a propósito de la chrysocolla :

VITR ., VII 9, 6PLIN ., XXXIII 86
Chrysocolla adportatur a Macedonia; foditur autem ex is locis, qui sunt proximi aerariis metallis .Chrysocolla umor est in puteis, quos diximus, per venam auri defluens crassescente limo rigoribus hibernis usque in duritiam pumicis. Laudatiorem eandem in aerariis metallis et proximam in argentariis fieri conpertum est. Invenitur et in plumbariis, vilior etiam auraria .
PLIN ., XXXIII 89
Laudatissima autem est in Armenia, secunda in Macedonia, largissima in Hispania .

El prefacio de este libro incluye también un largo repertorio de nombres en el que se incluyen filósofos, filólogos, escritores, arquitectos, escultores, pintores e ingenieros, etc. Vitruvio se refiere a todos ellos como fuentes a las que agradece el material que le han proporcionado. Así da a entender que justifica en su persona la exigencia de que el arquitecto con una buena formación tenga conocimientos enciclopédicos, formulada en el libro primero.

En VIII 3, 27, Vitruvio enumera los autores que avalan el contenido de ese libro: Teofrasto, Timeo, Posidonio, Hegesias, Heródoto, Arístides y Metrodoro; pero un análisis del contenido muestra que no puede descartarse que en el trabajo de reunión de materiales se haya servido de más autores y obras no mencionadas, como Aristóteles, Varrón, Juba u otros 189 , y especialmente repertorios doxográfïcos y recopilaciones de mirabilia utilizadas para ilustrar cuestiones anecdóticas como la de la fuente de Quíos que vuelve dementes a quienes beben de sus aguas 190 .

Con respecto al libro IX, que trata sobre la astronomía aplicada a la gnomónica, la heterogeneidad de sus informaciones y sus llamativas omisiones hacen pensar en un complejo entramado de fuentes de distinta índole reunidas sin un criterio bien definido. Sorprende, desde luego, que Vitruvio no remita a I 6, 6-7, donde se ocupó del método para ir marcando el avance de la sombra con ayuda de un gnomon, o que no haga ninguna alusión a la «simpatía de las estrellas», mencionada en I 1, 16, ni a la Torre de los Vientos de Atenas, citada en I 6, 4, de la que se sabe que albergó un reloj de agua 191 . Es asimismo posible que hubiera un núcleo inicial al que se habrían ido superponiendo los diversos estratos compositivos que caracterizan la forma de trabajar de Vitruvio.

En Roma había un gran interés por los temas de astrología y astronomía, como prueba el hecho de que los Phaenomena de Arato de Solos, un poema que describe la bóveda celeste, mereciera dos traducciones al latín, una de Cicerón y otra de Gayo Germánico. Precisamente Arato es nombrado en IX 6, 3 al lado de otros autores, como Beroso, Antípater, Atenodoro, Tales, Anaxágoras, Pitágoras, Jenófanes, Demócrito de Abdera, Eudoxo, Euctemón, Calipo, Meto, Filipo e Hiparco. Y como Vitruvio da en citar a beneficio de inventario un sinfín de nombres para alardear de erudición ante los lectores que van a juzgarlo, por si no bastase la serie anterior, añade otra en IX 8, 1, en la que fïguran los ya citados Beroso y Eudoxo, junto a Aristarco, Apolonio, Escopinas, Parmenión, Teodosio, Andrias, Patrocles y Dionisiodoro.

Mayor atención merecen los autores mencionados aisladamente; así, Vitruvio afïrma sobre Demócrito 192 —o Bolo de Mendes— que admira sus de rerum natura volumina y su commentarius titulado Cheirókmeta 193 , lo cual sugiere una lectura directa de ese autor. Lo mismo puede decirse de Ctesibio de Alejandría, mencionado elogiosamente por Vitruvio en X 7, 5 con alusión expresa a sus commentarii; y acaso nuestro arquitecto haya consultado también alguna obra atribuida a Beroso el Caldeo, pues afirma que para éste la Luna «era una pelota con una mitad de color blanco brillante y la otra de color azul oscuro», algo que concuerda con lo que Lucrecio (V 720 ss.) asegura respecto a la Chaldaeorum doctrina , aunque sin mencionar a Beroso.

Hay indicios evidentes de que Vitruvio ha manejado repertories de inventores famosos y de sus descubrimientos, en los que ha recolectado informaciones sobre Pitágoras, Platón, Arquitas y Eratóstenes, y acaso también sobre los inventores de los distintos tipos de relojes. Al igual que en los libros anteriores, las doxografías le han servido también para redactar la resenña sobre Ctesibio 194 y sus ingenios, o la historia de Arquímedes y la corona 195 .

Vitruvio hace su aportación más personal cuando afirma que ha ofrecido datos provenientes de fuentes orales 196 : las enseñanzas de sus maestros (praeceptores) a propósito de los signos del zodíaco, las tradiciones de los antepasados (maiores) sobre las fases de la Luna y los conocimientos sobre las estrellas difundidos por los mercaderes (negotiatores) . Pero quizá hay que suponer que Juba o el citado Bolo estén detrás de esas fuentes, o incluso Varrón, de quien puede asegurarse que apoya permanentemente a Vitruvio 197 , por más que no alcancemos a calibrar en sus justos términos las dimensiones de su influjo.

El libro X es el único tratado de mecánica en latín que se ha conservado, pero Vitruvio tenía una larga serie de predecesores griegos de la época helenística —algunas de cuyas obras se han conservado solo en traducciones árabes—; pero constituía una novedad presentar una obra de este tipo como anexo de un tratado de arquitectura, porque en la tradición griega los tratados de mecánica, teórica o aplicada, constituían un género independiente. Hay que ver en ello la voluntad de asociar a la arquitectura la otra faceta de su actividad profesional: la maquinaria para mover grandes pesos le era familiar en la construcción y las máquinas de guerra habían sido su especialidad en el ejército.

Vitruvio no presenta su acostumbrada relación de autores mecánicos en el libro X, sino que lo hace en VII pref., 14: Díades, Arquitas, Arquímedes, Ctesibio, Ninfodoro, Filón de Bizancio, Dífilo, Democles, Carias, Poliidos, Pirro, Agesistrato, a los que se unen Quersifrón en X 2, 11 y «un cierto» Paconio (¿romano?) de la época de Vitruvio (nostra memoria) en X 2, 13, así como Hegétor de Bizancio en X 15, 2. Pero, como en otras enumeraciones anteriores, deben aplicarse las debidas prevenciones a la hora de valorar esos nombres como fuente, ya que solo en tres casos encontramos trazas de que pudieran haber sido consultados por Vitruvio, sin descartar que lo haya hecho a través de epítomes o antologías: Ctesibio, Filón de Bizancio y Díades.

Ctesibio recibe alabanza en X 7, 5 por la sutileza que demuestra «en sus comentarios», de los cuales Vitruvio asegura haber seleccionado las cosas que le parecieron «más útiles y necesarias» para exponerlo: los relojes y las máquinas para sacar agua 198 .

Filón, discípulo del anterior, escribió una Sintaxis Mecánica , cuya versión epitomizada empleó Vitruvio en I 5, 1-8, a propósito de la fortificación de la ciudad 199 . Se interesó por los principios mecánicos aplicados al funcionamiento de las máquinas de torsión para arrojar proyectiles, como las catapultas y las balistas, de las que Vitruvio trata en los capítulos 10 y 11 del libro X. Otra obra de Filón, Pneumática , conocida en una versión árabe, se corresponde por su contenido con el carácter de algunos ingenios propios de la mecánica recreativa 200 que Vitruvio atribuye a Ctesibio en X 7, 4; por ejemplo, el que produce trinos como los de los mirlos o el de las figurillas bebedoras 201 .

Vitruvio 202 cuenta que Díades y Carias sirvieron con Alejandro Magno y que el primero era discípulo de Poliidos, y añade que «en sus escritos da a entender que inventó las torres móviles»; luego, al terminar la sección en la que habla de Díades 203 , vuelve a referirse a los «escritos» de éste, diciendo que ha tomado de ellos cuanto se refería a las máquinas de guerra.

Pero resulta llamativo que en la enumeración antedicha no figuren autores importantes dentro de este género, como son Eneas el Táctico 204 , Ateneo el Mecánico 205 o Herón de Alejandría, cuyas obras tienen muchos puntos en común con el libro X de la Arquitectura . Tratándose de los dos primeros, quizá su ausencia se deba simplemente a la dependencia de Vitruvio con respecto a unas fuentes en que no eran mencionados; en todo caso, como la tradición debía de ser ya muy abierta, las eventuales analogías no serían prueba determinante de que Vitruvio los hubiera conocido 206 .

En cuanto a Herón, sabemos que escribió obras sobre mecánica aplicada, entre las cuales se conservan en lengua griega Pneumática, Automatopoyética, Belopoeica , y Cheirobalistra . Las descripciones en I 6, 2 de las «bolas de Éolo» y de la dioptra en VIII 5, 1, o del hodómetro en X 9, 1-7, artefactos cuya invención se le atribuye 207 a veces, podrían ser indicio de que Vitruvio hubiera conocido sus escritos. Pero, aunque en sus obras se reconoce el influjo de Ctesibio, hay discusión sobre la época en que vivió, y, dado que tampoco Plinio lo menciona, es posible que, como poco, floreciese a finales del siglo I d. C., es decir, un siglo después de Vitruvio.

Arquitectura. Libros I-V

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