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1.3 LOS PRELUDIOS DEL RENACIMIENTO

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Estamos en los preludios del denominado Renacimiento, período en el cual empieza a surgir y consolidarse lo que Alfred Von Martin, en su estudio de caso sobre Florencia, denomina como una “nueva mentalidad”. Esta nueva mentalidad, que se desarrolla en paralelo con la mentalidad tradicional que venía de la denominada Edad Media en descomposición, empieza a representarse el mundo de una manera absolutamente diferente. Sobre todo, y de manera fundamental, aunque no única, el mundo económico y la generación de riqueza. Dicho de otro modo, el mundo económico, científico y técnico del Renacimiento da origen a un nuevo tipo de subjetividad. Entendida esta nueva subjetividad, entendida esta como un nuevo tejido de representaciones del mundo en las cuales se instalan a vivir los hombres y mujeres del Renacimiento, y desde donde actúan y deciden redefinir sus existencias. Nace entonces en el Renacimiento, entendido como una ruptura aguda de paradigmas y cosmovisión del mundo una nueva generación humana con la cual empieza en Occidente la modernidad mental.

Veamos:

Pico de la Mirandola abre un capítulo de confianza en la razón humana, en cuanto inteligencia capaz de construir un mundo humano con relativa autonomía frente a la inteligencia divina. Esta inteligencia o razón intramundana, puesta en marcha por los seres humanos, se supone capaz de fundar un mundo humano a su medida. Un mundo de pensamiento, de acción y de construcción humana, paralelo al divino. La Razón subjetiva humana toma confianza en sí misma y he ahí un componente sustancial del Renacimiento. Maquiavelo piensa la política por fuera de la mano de Dios, que quita y pone a su antojo príncipes y reyes. Descartes refunda la filosofía desde la tabula rasa que se propuso, para decir “pienso, luego existo”. Leonardo Da Vinci recupera a María Magdalena como el apóstol brazo derecho de Cristo y compañera suya. De la mano de un telescopio hecho con las uñas, y guiado por la matemática, Copérnico rompió el paradigma geocéntrico de siglos, donde el tiempo no pasaba linealmente como tiempo histórico, sino míticamente en busca del origen, y, como dice Thomas Kuhn, copernizó la mirada sobre el mundo, y el cielo de antes empezó a ser espacio. Gütemberg puso en marcha la imprenta y permitió la lectura individual y solitaria; la lectura ensimismada que fortaleció la maduración del principio de individuación. Cervantes puso a caminar a don Alonso Quijada, no hacia el bien y la salvación de su alma, sino hacia el azar y la casualidad del mundo, con lo cual dio origen a la novela como un nuevo género literario de la modernidad. Shakespeare hizo que Hamlet hablara consigo mismo, de tal manera que a través de este hablar interior se auto-transformara y descubriera parte sustancial de la compleja condición humana. Montaigne, al escribir sobre sus propios puntos de vista y no acerca de los puntos de vista de la tradición sagrada, fundó el ensayo como género. Y, a propósito he dejado de últimos a Calvino y Lucero, reformadores religiosos, tema del cual se ocupa el sociólogo Max Weber en su demostración sobre la relación existente entre el desarrollo y consolidación de la modernidad capitalista y la reforma moral que Calvino y Lucero se propusieron y lograron.

La apretada síntesis que precede solo pretende dar cuenta de lo que se presenta a continuación.

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