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1.6 IMPLICACIONES DE LA SUBJETIVIDAD HIPER-MODERNA EN EL TRABAJO

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Si intentamos ahora un resumen, que permita relacionar los rasgos de la subjetividad hipermoderna contemporánea como, una generación y el trabajo, podría concluirse:

a. El trabajo ya no es un valor que otorga sentido a la existencia, sino apenas una forma de obtener ingresos para vivir y gozarse la vida de modo narcisista. Dominique Méda se refiere a este punto diciendo que el trabajo es un valor en extinción. No es que el trabajo en sí mismo se encuentre en extinción, sino la representación psíquica y cultural de él como un valor capaz de dar sentido a la existencia.

b. La ética del sujeto hipermoderno no tiende a ser sacrificial, pues este no está dispuesto a sacrificarse por nada ni por nadie. Esta ética, expresada en el mundo del trabajo, conduce a convertir la actitud del menor esfuerzo en una especie de principio rector de la vida laboral y, por extensión, de la vida en general.

c. El sujeto contemporáneo hiper-moderno no tiene esperanza clara en nada. Vive el día a día. Para él declinaron las utopías políticas que daban esperanza y que movilizaron a los sujetos modernos del siglo XIX y primera mitad del siglo XX. Todo esto se derrumbó y, por lo tanto, el futuro prácticamente desapareció de sus ilusiones y preocupaciones. Su representación del mundo se ancló en el presente y su preocupación consiste en gozarse la vida intensamente.

d. En el mundo de las organizaciones y del trabajo disciplinado y esforzado, si bien esta des-ideologización y despolitización de la vida constituye una ventaja, de otra parte es fuente de pérdida de las ilusiones y afecta el sentido de vivir de las personas que laboran en las organizaciones, incluyendo a los ejecutivos de mediano y alto rango. La depresión, ansiedad, sensaciones de vacío e inutilidad de la vida, que se traducen en desmotivación, son tema constante de nuestro tiempo. Todo esto debe ser “corregido” por las organizaciones mediante fuertes programas de motivación e intervención psíquica, pues, si la gente necesita ser motivada intencionalmente, es porque los sujetos contemporáneos padecen de una especie de desmotivación y desesperanza de época, la cual afecta severamente el vínculo laboral y el sentido de pertenencia. Las organizaciones deben invertir en motivación hoy en día lo que antes no era necesario porque el trabajo en sí mismo otorgaba sentido a la vida, daba dignidad y llenaba de alegría la existencia por esforzado que fuese.

e. La subjetividad contemporánea tiende al desapego. El sujeto de nuestro tiempo hipermoderno propende a entablar con las cosas y las personas relaciones y vínculos “líquidos”, contrario de “sólidos”, y comprometidos, para utilizar el lenguaje de Zigmunt Bauman. En el trabajo, en consecuencia, el sujeto de nuestro tiempo no desarrolla vínculos de afecto comprometido y duradero. A esto contribuye el tipo de contratación laboral de corta duración, por terceros o mediante cooperativas. No es fácil para las organizaciones retener hoy en día a los subordinados, porque este desapego los suele convertir en nómadas. Dicho desapego y nomadismo afectivo suele expresarse también en la amistad y en las relaciones sentimentales. Todo en nuestro tiempo, hasta las relaciones humanas, nacen con fecha de vencimiento.

f. El sujeto moderno se configuraba de modo binario, aceptando como parte de su mundo moral los límites que la otredad imponía. Pero el sujeto hipermoderno contemporáneo ha pasado a configurarse de manera unaria, tal como lo sostiene Dany-Robert Dufour, en cuanto tiende a configurarse predominantemente a partir de sí mismo. Es cierto que la otredad es imposible de eliminar, pero su peso es cada vez menor e incluso toma la forma de otredad virtual, que si es del caso se puede hacer desaparecer oprimiendo tan solo un dispositivo en el teclado. En el mundo del trabajo y de las organizaciones, este unarismo psíquico, constitutivo del sujeto contemporáneo, concuerda con su desapego respecto de la otredad, tanto como con la ley del menor esfuerzo convertido en principio de vida.

g. El sujeto hipermoderno ha exagerado el narcisismo y el enamoramiento de sí, en comparación con lo que fue el sujeto moderno tradicional. Este narcisismo ha llevado al sujeto contemporáneo a ensimismarse, y a trasladar su Yo al cuerpo para que él hable en su nombre y lo represente. Esto explica cómo el cuerpo ha devenido en objeto de culto especial. Él dice quién es uno. El cuerpo es hoy el resultado de intervenciones estéticas masivas o invasivas. A través de la estetización del cuerpo, las organizaciones se erotizan. Pero, el cuerpo no se convierte en objeto estético para ser tocado, sino solo para ser visto y admirado como expresión de la “personalidad”. La “personalidad”, por lo tanto, se va al cuerpo. Las ideas y el mundo mental en el mundo hipermoderno ya no dicen quién es uno. Es el cuerpo el que lo dice. El mundo de la farándula no es un mundo mental ni de ideas y de pensamiento, sino apenas de figuras estéticas. Este mundo de valores de la vida alrededor de la estetización del cuerpo es provocado, inducido y exaltado por las fábricas contemporáneas de producción de subjetividad, en el entendido de que la subjetividad, insisto, es aquel campo de representaciones mentales de los seres humanos en las que estos se vienen a vivir y desde el cual actúan y entran en relación.

La organización desterritorializada

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