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Breve historia antigua de España

Para ahondar un poco más sobre el tema de que los dioses de ellos eran reales, les platicaré una experiencia en Sevilla, España. En un viaje que hicimos en el 2018, visitamos mi esposa y yo el Museo Arqueológico de Sevilla. También me referiré al Museo de Burgos que visitamos en el 2017, igualmente en España. Ambos museos son muy interesantes y reflejan parte de la historia española a través de los siglos.

El Museo Arqueológico de Sevilla contiene muchos apoyos de elementos físicos encontrados en excavaciones cerca de esa ciudad. Este museo da mucha información acerca de la historia de España en tiempos romanos antes del cristianismo, y también de la posterior historia española. A la península ibérica la conocían los romanos como Hispania. Estamos hablando del siglo III a. C. Cuando llegaron los romanos cambiaron las creencias que habían existido en la península durante miles de años. Milenios antes de los romanos, esa tierra fue habitada por el Homo erectus, Homo antecessor y muchos más habitantes en el desarrollo del Homo sapiens.

En el Museo de la Evolución Humana, en Burgos, se hace referencia a la cueva de Atapuerca, donde se descubrió recientemente que el hombre y su desarrollo hacia el hombre moderno tuvo raíces en esos lugares. Estamos hablando de hace más de 800 mil años. Fueron el Homo antecessor y otros homos con más tiempo, los antepasados de los que habitaron la península ibérica, que data apenas de 27 mil años según algunas opiniones tardías, aunque la mayoría la sitúa en 17 mil años, por el descongelamiento glaciar del Estrecho de Bering. Con esto nos damos cuenta de que España tiene un historial más antiguo que América en cuanto a su habitación hecha por el hombre.

En estos museos uno descubre que el hombre ha tenido muchas creencias antes de las religiones actuales. Creencias que han sido reemplazadas poco a poco y algunas han durado miles de años, como en el caso de los mismos celtas en España, que provenían del Norte ―Inglaterra e Irlanda―, que fueron conquistados por la religión romana y cambiaron su forma de pensar. Pero no solo habitaban en España los celtas, sino muchos más grupos de hombres que pensaban diferente a los romanos. Algunos grupos todavía subsisten, con un idioma muy diferente a cualquiera del mundo entero, como es el caso de los vascos, habitantes del norte montañoso de España.

Con la llegada y conquista de los romanos, España fue reemplazada y sustituidas las creencias de miles de años de evolución del pensamiento humano en esa región, por las creencias romanas y sus dioses, dejando atrás sus creencias indígenas de pueblos distintos, con diferentes dioses y lenguas, que deben haber tenido por miles de años y que luego todas fueron unificadas por las de Roma.25

Después de este importante cambio profundo en sus creencias milenarias, sus dioses y sus costumbres fueron cambiados por los dioses romanos y sus costumbres también. Pero, seguramente, hubo sincretismo. Quiero poner un ejemplo de sincretismo en México para entender cómo pudo haber sincretismo en España durante las conquistas de la tierra ibérica. México, donde la religión mayoritaria es la católica, tiene muchos rasgos de sincretismo; las religiones antiguas milenarias de los mayas, aztecas, zapotecas, mixtecos y muchos más se han fusionado con el cristianismo. Por ejemplo, el chamanismo, la danza a la Virgen, los matachines, las limpias, la mujer como corredentora.

En España se fusionaron las religiones antiguas milenarias, o de cientos de miles de años, con la nueva religión romana. Los romanos creían en la resurrección de los muertos y que con la muerte comenzaba una nueva vida, que el espíritu no moría con el cuerpo. Tenían un obsesivo deseo de inmortalidad.

Al entrar a uno de los salones en el Museo de Antropología de Sevilla ―Sala XXV―, nos encontramos con un salón lleno de inscripciones y monumentos acerca del mundo funerario de los romanos. Leí con detenimiento las placas funerarias y aprendí que a los ricos, generalmente, se les ponían en las entradas de la necrópolis o junto a la vía del camino, con inscripciones donde sus epitafios decían: Detente caminante, A ti que pasas ruego…26 Estos epitafios estaban a orilla de los caminos para ser recordados por la gente, ya que se creía que, si te olvidaban, dejabas de existir. Por ello: “[…] era esencial […] para lograr esa perdurabilidad, que alguien recordara y rindiera culto de alguna manera a su memoria, ya que, si era olvidado, el alma del difunto pasaba a formar parte de la masa amorfa de los seres infernales. La única manera de pervivir era permanecer vivo en la memoria de alguien, la familia, los amigos o alguna corporación o colegium que se encargase de cumplir el ritual debido a los Manes”.27

Los manes eran los dioses familiares que se encargaban de la protección del hogar y de la familia; algo similar a lo que se usa en la Iglesia católica al dirigirse a un santo de su devoción para pedir protección, guía o bendición a uno mismo o a la familia entera. También los griegos tenían algo similar. En la Odisea de Homero (11:72), Elpenor le dice a Ulises: “No me abandones, no me dejes atrás sin ser enterrado, sin ser llorado”.

Casi todas las placas funerarias comenzaban dedicadas a un dios o a varios dioses. La mayoría la dedicaban al dios Manes y, después de decir algunas palabras o nombres de quien estaba enterrado, terminaban con una frase que dice: “Que te sea la tierra leve” (“Sit Tibi Terra Levis”), que reemplazan los epitafios actuales, que terminan diciendo: “Descanse en paz” o RIP, Requiescat in Pace, palabras latinas. Estas ideas, “que te sea la tierra leve”, indican un elemento de trascendencia, de la esperanza del hombre en creer que hay vida después de esta vida.

Entre los cientos de placas en esa sala, había una que me llamó la atención y que habla del sentimiento y la angustia de la vida que vivió el hombre conmemorado por el epitafio. A continuación transcribo la traducción de lo que decía en latín:

Consagrado a los Dioses Manes, Marco Calpunio Lucio, Decurión. Tú, cualquiera que seas a quien interesa mi desgracia y vengas a visitarme en este sepulcro, párate un poco a compadecer con lágrimas mi suerte inicua. Perdí un padre cariñoso y vine al sepulcro cuando solo contaba con 26 años, 6 meses y 8 días. Aquí estoy enterrado dejando a mi infeliz padre. Mi desgraciada madre, golpeando los pechos con sus manos, y mi triste hermana me acompañan ambas con sus llantos. Mi casta esposa queda abandonada con un hijo pequeño, quedando casta madre viuda. Ya mi vida concluyó para siempre. ¿Quién honrara nuestro túmulo? Mi cuerpo está depositado en lo profundo de esta fosa. Vosotros, padres piadosos, y vosotros que peregrináis por el mundo, sabed que aquí estoy sepultado y descanso con toda quietud. Séate la tierra leve.

A continuación les muestro la fotografía (figura 2) que tomé del monumento; mi esposa aparece en primer plano, justo cuando le había pedido que leyera este interesante epitafio.


Lectura de mi esposa del epitafio consagrado a los Dioses Manes, Marco Calpunio Lucio, Decurión. Museo Arqueológico de Sevilla.

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