Читать книгу ¿Algo pendiente? - Adelaida M.F. - Страница 13
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ОглавлениеLlegamos a casa de Oliver a media tarde, cargadas de bolsas y con un dolor de pies insoportable. Los hombres están en el jardín.
Se me seca la boca al ver a Oliver sentado en el borde de la piscina, en bañador y con unas gafas de sol que le sientan de muerte. Las gotitas de agua salpican su musculado cuerpo, y tengo que hacer acopio de todo mi sentido común para no ir hasta allí y lamérselas una por una. «Se te está yendo la cabeza, Victoria». Está mirando hacia nosotras, pero con las gafas de sol no puedo entrever si me está mirando a mí o a las tres.
—¿Cómo han ido esas compras?
La voz de mi padre me devuelve a la realidad. No estamos solos… Esa frase suena en mi cabeza como en la película La guerra de los mundos. En el mismo tono enigmático y todo.
—Estupendamente —le responde Candela con una sonrisa—. Victoria se ha comprado un vestido muy bonito para el sábado. Va a estar preciosa.
Miro a Candela un poco avergonzada.
—Tampoco es para tanto, que vas a sacarme los colores —le digo.
—Anda, niña, pero si es la verdad —me insiste.
—Pues, como le hagas sombra a mi prima, es capaz de dejarte tirada en cualquier bar —bromea Oliver desde la piscina.
Me giro para mirarlo mientras su padre lo reprende.
—No digas esas cosas de tu prima —lo regaña Juan.
—Pero si es verdad —le responde Oliver con una sonrisa ladeada.
Su mirada capta la mía y me remuevo inquieta en el sitio. Espero que el sábado haya alguien interesante con quien echar un buen polvo, porque esta fijación con Oliver no puede ser sana. Creo que en mi vida he estado tan salida.
—Voy a dejar mis cosas en la habitación —les anuncio.
Cuando llego arriba, dejo las bolsas sobre la cama, busco mi teléfono y marco el número de Lucía. Espero no despertarla, pero es que necesito hablar con alguien.
—Acabo de despertarme, así que tienes suerte; si no, me cagaría en toda tu familia —añade mi amiga.
—Lo siento. Es que… sé que hemos estado hablando esta mañana, pero quería escucharte.
—Oh, Victoria, eso ha sonado muy tierno. Cuéntame qué te pasa, anda.
Chasqueo la lengua contra el paladar.
—Voy a volverme loca aquí —le susurro resoplando y tumbándome en la cama.
—¿Y eso?, ¿te aburres mucho o qué?
—No es que me aburra. Esto está bien. Es un sitio tranquilo, una casa muy chula y hay piscina.
—Entonces, ¿de qué te quejas? Te has pegado tres años trabajando sin parar. Casi no te veía el pelo. ¡Disfruta de tus merecidas vacaciones, coño!
—No es eso. Es por Oliver.
Escucho a Luci ahogar una risa tras el teléfono.
—Uuuuh, esto se pone interesante. A ver…, ilústrame.
—Pues… —Me quedo callada durante unos segundos pensando en lo que voy a decirle, porque ni yo misma lo sé.
—No estarás colándote de nuevo por él, ¿verdad? —me pregunta mi amiga.
—No, no —niego con rotundidad—. Joder, es que está muy bueno. Y no soy de piedra. Compartir el mismo techo con él me tiene todo el día cachonda perdida. Esto no puede ser sano. —Lucía empieza a reírse a carcajadas como una posesa y gruño—: No le veo la gracia.
—Ay, Victoria, tienes unas cosas. Aprovecha entonces y tíratelo. Verás cómo te sientes más relajada.
—Esto, Lucía… Sabes que nuestros padres también están aquí, ¿no?
—Pero ¿todo el tiempo?, ¿no salen por ahí?
—Sí que salen, pero… En fin, da igual. El sábado he quedado con su prima y unos amigos, a ver si hay suerte y ligo.
—Pues ya está. Un polvo saca otro polvo.
—Creo que el dicho no es exactamente así.
—Este me gusta más. Te has perdido mucho mundo con tu ex, necesitas recuperar el tiempo perdido…
—¿Te recuerdo mi penúltima noche en Madrid con Gabriel?
—Sí, sí. Tranquila, que no me olvido de esa noche. El caso es que estás allí metida, con tu antiguo amor de juventud, el cual por cierto se ha convertido en un tiarrón que está para mojar pan o lo que le eches. Es normal sentir esa ebullición constante. ¡Eres humana, coño!
Suspiro.
—Lo sé. Pero… no sé, estoy rayándome mucho.
—A ver, tienes dos opciones: o buscar algo fuera de allí o echarle ovarios y ligártelo.
—Como si fuera tan fácil.
—Pero si lo fácil aburre.
—Es que Oliver es demasiado contenido, creo. No lo veo yo dejándose llevar.
—Victoria, eres una tía impresionante. Y se te da bien eso de tomar la iniciativa. Si él no se atreve, ayúdalo a dar el paso. Tú sabrás si quieres aprovechar los días que te quedan allí para disfrutar a tope de todo o volver aquí lamentándote por lo que no has hecho.
—Eres una mala influencia para mí —me burlo.
—¿Yo?, no sé quién es peor de las dos, ¿eh? —me dice.
—Me aburro de mi tema, cuéntame algo sobre vuestros planes de escapada.
—Ya sabes que desde la cita del otro día no hemos podido vernos mucho. Esto de las guardias y los horarios imposibles es una putada. Hemos estado viéndonos un poco a escondidas en el hospital, porque la gente es muy cotilla. Jaime me propuso el otro día este plan…, y acepté sin pensarlo.
—Disfrutadlo a tope. Se le ve buen hombre, y espero que sea el definitivo.
—Yo también, por eso no quiero ir con prisas, que después el príncipe siempre se me convierte en sapo. Prefiero que las cosas vayan fluyendo.
Y seguimos hablando de él durante unos minutos más hasta que nos despedimos.
Cuando termino, saco las compras de las bolsas; una parte de ellas la guardo en la maleta y lo que se pueda arrugar lo cuelgo en perchas. Al final, me ha cundido el día. Me he comprado dos pantalones que me hacían falta, un bañador rojo muy sexi con el que pretendo hacer arder a cierto bombero y el famoso vestido del que hablaba Candela y que estrenaré el sábado. Es de tirantes, en color vino tinto, con escote cuadrado y muy estrechito, llega justo por encima de las rodillas.
Después de cenar, Oliver y yo terminamos de nuevo en el sofá, sentados delante de la televisión. Hemos visto una película, y hace unos minutos que mis padres y los suyos se han ido a dormir.
—¿Quieres ver otra? —me pregunta pasando canales con desgana.
—Uf, la verdad es que no me apetece mucho, pero tampoco tengo sueño —le digo encogiéndome de hombros. —Oliver sigue cambiando canales sin añadir nada más. Empiezo a aburrirme y, cuando me aburro, mi mente también. Entonces se me ocurre algo para animar este momento peli, sofá y silencio: intentar sacarlo de su zona de confort. O charlar de cualquier tema, me da igual, pero paso de estar aquí sentados en el sofá en completo silencio. Me pone de los nervios—. ¿Qué otra alternativa puedes ofrecerme? —inquiero mirándolo directamente.
Mi pregunta, o quizá el tono un poco meloso que he utilizado, lo deja algo descolocado.
—Puedes llamarme aburrido si quieres, pero a estas horas no se me ocurre otro plan.
A mí se me ocurren tantos… Pero me muerdo la lengua y finjo tranquilidad.
—¿Qué tal un baño nocturno? —le propongo.
Oliver alza la ceja, sorprendido.
—¿Ahora?
—Sí. Hace bastante calor y nunca me he bañado de noche en una piscina. Me hace ilusión.
—Es que me da un poco de pereza —me responde poniendo los ojos en blanco.
—Anda, Oliver, no seas soso —le insisto—. Soy tu invitada y estoy aburriéndome. Tu tarea principal es hacerme sentir feliz aquí. Así que venga, ve a ponerte el bañador —lo animo.
Me mira como si me hubiese vuelto loca de repente, pero, sin añadir nada más, resopla y se encamina por el pasillo hasta su habitación.