Читать книгу ¿Algo pendiente? - Adelaida M.F. - Страница 6
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ОглавлениеLucía respira hondo, se levanta y se dirige hacia la barra, arrancando algunas miradas a su paso.
Como no quiero perderme el espectáculo, me muevo y me siento en el sofá de enfrente, donde ha estado Lucía hasta hace unos segundos.
No hay demasiada gente en la barra, así que, aunque mi amiga no se haya acercado mucho a ellos, estoy segura de que Jaime va a verla. A los pocos segundos, ocurre. Centra su atención en mi amiga mientras esta se inclina sobre la barra para pedirle las bebidas al camarero. Jaime susurra algo a sus amigos, que se vuelven para echarle un vistazo a Lucía y sonríen entre ellos. Espero que no sean los típicos machitos que alardean de sus escarceos amorosos.
Entonces observo cómo el objeto de deseo de mi amiga se separa de sus amigos y va a su encuentro. Ella ni siquiera ha mirado hacia ellos. Me froto las manos con emoción. Esto se pone interesante.
Lucía está haciéndose la distraída cuando Jaime se sitúa a su lado. Ella se vuelve, simula sorpresa al verlo, y ambos se saludan con una sonrisa y dos besos. Al segundo, están charlando de forma animada y nuestras copas, olvidadas en la barra. Maldigo interiormente por no saber leer los labios, es tan útil en algunos casos.
Mi amiga me señala con el dedo, y yo con rapidez cojo el móvil e intento disimular. Levanto la cabeza hacia ellos, pero siguen hablando como si nada. Me fijo entonces en sus amigos, que tampoco están perdiéndose el espectáculo. Deslizo la mirada por el hombre alto y musculoso. No está nada mal. Tiene el pelo color ceniza, más largo por arriba y peinado hacia atrás, y cara de pillo. Los estrechos pantalones vaqueros y la camisa le sientan muy bien. Podría ser una buena conquista esta noche. Total, no creo que en Barcelona tenga demasiadas oportunidades para ligar.
De repente, el tipo al que estoy escaneando gira la cabeza y me pilla mirándolo. No aparto los ojos y él tampoco lo hace; al revés, creo que está disfrutándolo, sobre todo, cuando me dedica una sonrisa seductora.
Vuelvo mi atención hacia la pareja, ignorándolo adrede. Lucía está despidiéndose de Jaime con nuestras bebidas aguadas en la mano.
Cuando segundos después llega a la mesa, suelta las copas y me dice:
—Ey, tú, estás en mi sitio.
Me levanto y vuelvo a mi lugar.
—¿Y bien? —le pregunto subiendo y bajando las cejas. Ella se encoge de hombros, pero sin dejar de sonreír—. No seas puñetera y cuéntame, que me has traído prácticamente agua para beber —le digo antes de darle un sorbo a la bebida.
Lucía dirige una rápida mirada hacia la barra y después vuelve a centrar su atención en mí.
—No ha pasado nada. Solo hemos hablado.
—Sí, lo he visto. Pero a tu médico casi se le salen los ojos cuando te ha visto.
—Calla, no me digas eso. —Lucía se rasca la punta de la nariz con nerviosismo.
—Hija, pero si es la verdad. —Mi amiga vuelve a mirar hacia la barra con disimulo y suspira—. ¿Quieres que vaya a comprarte un babero o algo? —me burlo.
—Idiota.
—Venga, cuéntame de qué habéis hablado, no me tengas en ascuas.
—La verdad es que de nada en concreto, trabajo y poco más. Le he dicho que estaba contigo y que, como no hay más mesas, podían sentarse con nosotras.
Abro ligeramente la boca.
—Y después te haces la vergonzosa. Ya te vale, guapa. —Me guiña un ojo en respuesta—. ¿Y qué te ha contestado sobre lo de unirse a nosotras? Le he echado el ojo a uno de sus amigos. —Sonrío.
—Tú tampoco pierdes el tiempo.
Un carraspeo a nuestra derecha a los pocos segundos nos sobresalta.
—Hola.
Jaime y su amigo cañón nos miran desde arriba.
Lucía y él enseguida hacen las presentaciones. El amigo del médico buenorro se llama Gabriel, y su sonrisa está empezando a provocarme cosquilleos en el vientre.
Se deja caer a mi lado mientras Jaime se sienta junto a mi amiga.
—¿No erais tres? —les pregunto.
—El otro es el casado del grupo, así que se le ha terminado la diversión por esta noche —me responde Jaime.
—¿Y a vosotros os espera alguien? —me intereso intercambiando una rápida mirada con mi amiga.
Gabriel es el que me contesta esta vez:
—Qué va. Estamos solteros y enteros. Bueno, eso último ya no. —Suelta una carcajada y Jaime sonríe. Cuando se calma, nos pregunta—: ¿Y vosotras qué?
—Lo mismo —le respondo con una sonrisa sugerente.
La noche se vuelve entretenida, sobre todo, por el más que evidente tonteo de mi amiga y su querido médico.
Gabriel parece uno de esos tíos que no se andan por las ramas, directo. Y me lo confirma cuando acerca más su cuerpo al mío y lleva su boca hasta mi oído para susurrarme:
—¿Te apetece salir de aquí?
Su pregunta me pilla un poco por sorpresa. No me molesta que no se ande con medias tintas, pero el tonteo disimulado también me parece emocionante; aunque, con la hora que es y el día tan estresante que me espera mañana, no es plan de ponerle muchas pegas.
Miro de soslayo a mi amiga y a Jaime; ambos están riéndose de algo, ajenos a lo que pasa frente a ellos. Centrando mi atención de nuevo en el hombre de mi lado, cambio mi gesto de sorpresa por una sonrisa descarada.
—¿Los cuatro? —le pregunto fingiendo inocencia.
—Nunca he hecho una orgía, pero podría planteármelo si quisieras —me contesta con una sonrisa provocadora.
—Mmmm, creo que no estoy preparada para un juego de cuatro —añado.
Gabriel se pasa la lengua por los labios, mirándome con intensidad.
—¿Y uno de dos? —me pregunta desviando sus ojos hasta mis labios sin disimulo alguno.
Esbozo una gran sonrisa.
—A eso sí sé jugar. —Me muerdo el labio inferior y miro los suyos.
Hacía demasiado tiempo que no sacaba a relucir mi lado coqueto, y lo echaba de menos. Y que conste que, antes de estar con Raúl, no tenía ni idea de ligar.
—Mi amigo está colado por tu amiga —me susurra Gabriel junto al oído.
Mi piel se eriza con la cercanía.
—¿Te lo ha dicho él o has sacado tus propias conclusiones? —indago mientras miramos con disimulo a los protagonistas de nuestra conversación.
—Lleva dos semanas hablando de ella. Si eso no es estar interesado por alguien, tú me dirás.
Oh, quiero saltar de la emoción.
—Tu amigo está de suerte. La mía también se ha fijado en él.
Omito el tiempo en cuestión, no quiero que Lucía me saque los ojos si se entera de que lo he soltado.
—Entonces, tendríamos que darles un empujoncito, ¿no crees?
—¿Qué propones?
La punta de su nariz acaricia mi cuello.
—Yo hablo con Jaime y tú, con tu amiga. Después, nos escapamos de aquí y los dejamos solos. ¿Qué te parece el plan? —Uf, este está poniéndome mala. Asiento con rapidez—. Pues que sea rápido, que me muero por salir de aquí —farfulla.
Trago nerviosa y, a continuación, hablo en voz alta:
—Esto… Lucía, ¿vienes conmigo al baño?
Mi amiga me asesina con la mirada por haberle cortado el rollo, pero se levanta, y las dos nos dirigimos al servicio mientras ellos se quedan allí. Ay, amiga. Y tú pensando que tu adorado médico pasaba de ti.
Estamos solas en el baño, así que, emocionada, le cuento lo que Gabriel me ha dicho sobre su amigo.
—Espera, espera. —Lucía me mira con la boca abierta—. Espera que me va a dar un chungo. ¿Estás diciéndome que Jaime se ha fijado en mí?
—Exactamente —le respondo con una amplia sonrisa. Mi amiga me observa en estado de shock—. Hija, no sé de qué te sorprendes. Eres preciosa y tienes un cuerpazo.
—Ay, qué tonta. Pero ¿en serio? Que me da algo. Como Gabriel se haya inventado eso…
—Que no, de verdad. A Jaime se le ve a leguas que le gustas. Y lleváis toda la noche tonteando.
Mi amiga saca la barra de labios y se retoca en el espejo.
—Vale. Soy una chica grande, voy a ir a por Jaime —recita frente al reflejo.
Asiento apoyando sus palabras y cojo mi pintalabios.
—Yo voy a por el amigo —añado guiñándole un ojo en el espejo.
—¿Y qué vais a hacer? —Alzo la ceja en plan «¿No es evidente?»—. No me refiero a eso, cochina. Me refiero a que ¿os vais y nosotros nos quedamos? Porque ahora me da un poco de vergüenza volver ahí fuera.
—Déjate de vergüenzas a estas alturas de la vida. Nunca la has tenido para ligar.
—Ya…, pero, no sé, Jaime es diferente. Me gusta mucho. No quiero que piense que soy de esas que a la primera de cambio se acuesta con un tío.
—A ver, Lucía —pongo las manos en sus hombros—, tú sal ahí y haz lo que te apetezca. No intentes ser una persona que no eres. ¿Entendido? —Luci asiente—. Ahora vámonos o van a creer que nos hemos caído por el desagüe. No quiero que Gabriel se me escape, está bastante bueno y hace meses que sufro de sequía.
Suelta una carcajada y me alegro, porque eso la ayudará a relajarse.
No os creáis que yo estoy supertranquila. Hace bastante tiempo que no me acuesto con alguien, así que no sé cómo terminaré la noche, si lamentándome por mi mala elección o felicitándome porque el tipo es un portento sexual.
—¿Nos vamos, Victoria?
Nada más llegar del baño, Gabriel se pone de pie y desliza una mano por mi cintura. Le sonrío y asiento. Jaime y Lucía cruzan una mirada que no me pasa desapercibida.
—No dejes que vuelva sola a casa —le digo a Jaime mientras Lucía me fulmina con la mirada.
—No te preocupes. Me encargaré de que llegue sana y salva.
Mi amiga y Jaime intercambian una sonrisa, y yo los miro emocionada.
Con un abrazo y una última mirada a Luci, Gabriel y yo salimos del pub.
La calle está más despejada, por lo que no entro en pánico cuando mi acompañante se detiene en seco, me vuelve hacia él y me besa tomándome por sorpresa. Me introduce la lengua casi hasta la campanilla, aunque no es un mal beso. Un poco baboso, pero puedo perdonárselo.
Cuando se separa de mí, tengo que exhalar para coger aire.
—Vaya —murmuro.
—No ha estado mal, ¿eh? —me pregunta con una sonrisa de autosuficiencia.
—Siempre se puede mejorar —lo pico. Vuelve a acercarse y, adivinando sus intenciones, me aparto—. Pero no aquí.
—¿Mejor en mi piso?
—Puede ser… —Más que nada, porque vivo con mis padres y no lo veo muy aconsejable.
—Me muero por desnudarte —murmura en mi oído mientras ponemos rumbo a su casa.
Un ático justo detrás de la plaza Mayor, ahí es adonde me lleva. Con unas impresionantes vistas y con un salón más grande que mi antiguo piso. Mientras observo todo con la boca abierta, Gabriel no pierde el tiempo y ya está desabrochándose la camisa.
—Podría hacerte un tour, pero estoy demasiado cachondo —ronronea acercándose a mí.
Cuando la camisa queda abierta, miro su pecho trabajado. No está mal.
—Olvidémonos del tour, entonces —le susurro.
Sin dejar de besarnos, me lleva hasta su habitación a trompicones. Me desnuda con tanta rapidez y tanta destreza que espero que no sea así de rápido para todo, si no, lo llevo crudo. Cuando me deja en la cama, ya estoy desnuda, y él se deshace de lo único que le queda, su ropa interior. Encima de exageradamente fuerte, muy depilado. Piernas, axilas, pecho… Mucho láser. Yo los prefiero con un poco más de vello, la verdad.
Me mira con lascivia mientras gatea hasta mí.
Se abalanza sobre mi boca, y sus manos ya están por todas partes. Llevo las mías hasta su espalda y voy bajando hasta su trasero. Lo aprieto atrayéndolo más, lo que hace que nuestros sexos se rocen y ambos gimamos.
Desciende hacia mi cuello para morderlo y chuparlo; esto último, con demasiada saliva para mi gusto. Pero está muy bueno y tampoco lo está haciendo del todo mal, no puede ser perfecto en todo.
Su boca baja hasta mis pechos mientras su mano se interna entre mis piernas. Jadeo cuando uno de sus dedos se introduce en mi interior.
—Me pones cachondísimo —murmura sin dejar de lamer mis pezones.
Sus dedos se mueven frenéticos dentro de mí hasta que, después de unos minutos, me lleva al clímax.
A continuación se separa, alcanza un preservativo del cajón de su mesita de noche, se lo pone sin despegar sus ojos de los míos y se introduce en mí con una fuerte estocada.
Jadeo arqueándome contra él mientras me embiste una y otra vez sin bajar el ritmo. Mis manos recorren su espalda, acariciando sus músculos, tensos por el esfuerzo.
—Cariño, no voy a tardar mucho en correrme, vas a tener que tocarte —me pide entre gemidos, mordiendo lóbulo de mi oreja.
Joder, esto es sexo exprés. Llevo mi mano hasta mi sexo y empiezo a acariciarme. Minutos después exploto, llegando de nuevo al orgasmo, y al instante lo hace él con un gruñido de lo más erótico. Se aparta de encima de mí para dejarse caer a mi lado, y nos quedamos en silencio unos segundos, intentando normalizar nuestras respiraciones.
—¿Te apetece una ducha? —ronronea llevando la mano hasta mi trasero.
No ha estado mal, pero me da pereza repetir con él.
—No puedo. Debería irme, mañana tengo un día bastante ajetreado —le digo levantándome de la cama. Recojo mi ropa, que está desperdigada por toda la habitación.
—Tal vez podríamos quedar otro día. Lo hemos pasado bien, ¿no? —me propone con una sonrisa sugerente.
—El lunes salgo de viaje, no sé cuánto tiempo estaré fuera. Pero ya veremos a la vuelta —le contesto con un guiño.
Nos damos nuestros números de teléfono para llamarnos en otra ocasión y salgo de allí en plena madrugada. Menos mal que la estación de metro está en la esquina.
Entro en mi casa en silencio, me desvisto y me meto en la cama. Mañana tengo que ponerme con la maleta sí o sí; he estado dejándolo y voy a tener que hacerlo todo a la carrera. Antes de dormir le mando un mensaje a Lucía para decirle que ya estoy en casa y que Gabriel se ha ganado un notable. Le pregunto por su cita con Jaime y dejo el teléfono en la mesita de noche. Si todo va bien, no espero que me responda hasta mañana.