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JUSTIFICACIÓN

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El mundo competitivo y desafiante de hoy produce nerviosismo, irritabilidad, inquietud, problemas de concentración, ansiedad y estrés.

Se enfrentan circunstancias que retan el equilibrio físico, mental y emocional de las personas. El estrés, el desbalance en la alimentación, la falta de actividades físicas, las adicciones, la ansiedad y la depresión, son ejemplos de cómo nuestra sociedad se ve afectada por problemas psicoemocionales en niveles de salud pública nacional. La depresión en México llegó a colocarse en las primeras diez causas de atención de consulta en el IMSS y el ISSSTE, así como en hospitales de la Secretaría de Salud federales y estatales del país en el año 2014, según el estudio “depresión: estado del conocimiento y la necesidad de políticas públicas y planes de acción en México” del Instituto Nacional de Psiquiatría Juan Ramón de la Fuente hecho en 2012 (Berenzon et al., 2013:7480). Entre los factores desencadenantes del estrés (conocidos como estresores) hay estímulos internos y externos que, de manera directa o indirecta, provocan la desestabilización en el equilibrio dinámico del organismo (homeostasis). Los estresores son situaciones que exigen una rápida solución, como el exceso de trabajo, responsabilidades familiares, la espera de algún acontecimiento importante, estímulos ambientales dañinos (ruido, contaminación, etcétera) percepciones de amenaza, alteración de las funciones fisiológicas (enfermedades, adicciones, etcétera) aislamiento y encierro, bloqueos en nuestros intereses, presión grupal o laboral, frustración.

El estrés y la aceleración de la vida cotidiana citadina dañan el bienestar personal, las relaciones humanas y conciernen a la salud pública mental.

La salud mental incluye, desde trastornos discapacitantes como la esquizofrenia, depresión, obsesióncompulsión y alcoholismo, que son enfermedades neuropsiquiátricas y están entre las diez enfermedades más discapacitantes, hasta fenómenos sociales como la corrupción, la cual como conducta antisocial es también materia de la salud mental. Cabe apuntar que, en relación a los impactos sociales, los índices de enfermos de estos trastornos tienden a aumentar debido a problemas como la pobreza, violencia, aumento de adicciones y envejecimiento de la población (Sandoval de Escurdia, Richard Muñoz; 2006:2).

Estos problemas requieren atención y prevención, ya que son altamente incapacitantes, además de que “disminuyen o frenan el potencial de desarrollo de las personas y por tanto de los núcleos familiares” (2006:4). Las enfermedades mentales impactan de manera importante en la calidad de vida de la población y afectan el curso de otras enfermedades crónicas.

En México los trastornos mentales son responsables de 25% de años de vida asociados con discapacidad (Avd) en los hombres y 23% en las mujeres; la depresión ocupa el primer lugar entre la enfermedad mental en México, después de la lumbalgia (Lozano et al., 2013, en Medina Mora, Real, Amador; 2015:16). Los datos de la Secretaría de Salud del distrito Federal indican que el estrés en la Ciudad de México afecta a 70% de la población, y que los trastornos mentales como la depresión y la ansiedad pueden ser más incapacitantes que padecimientos crónico-degenerativos como la diabetes, la hipertensión y el cáncer, lo que perjudica directamente el desempeño de quienes los padecen (Delgado, 2014:2; Rodríguez, 2014:1).

Los diferentes trastornos psicoemocionales se han convertido en un problema de salud pública que ha crecido en los últimos años. Hoy aproximadamente el 30% de la población tiene alguno referente a ansiedad y estrés, lo que representa un alto porcentaje (SALME, 2016:1).

En el contexto de la región de las Américas y del mundo, los trastornos mentales constituyen un serio problema de salud pública con un alto costo social, que afecta a las personas sin distinción de edad, sexo, nivel socioeconómico y cultural, según reportan el secretario de salud, José ángel Córdoba Villalobos y el doctor Philippe Lamy, representante de la OPS-OMS en México (OMS-IESM, 2011:5).

Los trastornos mentales no son un problema que ocurra únicamente en las zonas industrializadas y más ricas del mundo o que sólo se produzca por sobrecarga laboral y que en regiones menos aceleradas del mundo no tengan sitio. Estas creencias no guardan una justificación, ya que los trastornos mentales no distinguen clases sociales, razas o edades.

[…] los trastornos mentales son universales, es decir que afectan a personas de todos los países y están presentes en todas las etapas de la vida, tanto de hombres como de mujeres, ya sean ricos o pobres, o que residan en zonas urbanas o rurales (Rodríguez, Kohn y Aguilar-Gaxiola, 2009:X).

Los trastornos mentales tienen un gran impacto en los individuos, las familias y las comunidades. Aproximadamente una de cada cuatro familias tiene al menos un miembro afectado. Estas familias se ven obligadas no sólo a brindar apoyo, sino a soportar las consecuencias perjudiciales de la estigmatización y la discriminación.

Es importante darle a la salud mental un lugar tan importante como al de la salud física.

La salud mental es un componente fundamental e inseparable de la salud y está directamente relacionada con el bienestar personal, familiar y comunitario, aunque muchas veces sea subestimada frente a la salud física. Como se destaca en este libro, los trastornos mentales y neurológicos representan el 22% de la carga total de enfermedades en América Latina y el Caribe (Rodríguez, Kohn y Aguilar-Gaxiola, 2009:VII).

Muchas personas no reciben atención profesional a pesar de requerir tratamiento. Esto es parte del problema, por no haber una cultura de atención a los trastornos mentales (Rodríguez, Kohn y Aguilar-Gaxiola, 2009:IX).

Pese a los esfuerzos por mantenerse saludable y no caer en el desequilibrio, el desarrollo del potencial humano en la población es deficiente.

En la “Carta de Ottawa para la promoción de la salud”, documento redactado por la OMS durante la primera conferencia internacional, celebrada en Ottawa, Canadá, en 1986, se declara que “la promoción de la salud consiste en proporcionar a los pueblos los medios necesarios para mejorar la salud y ejercer un mayor control sobre la misma”. Este documento es una respuesta a la creciente demanda de una nueva concepción de la salud pública en el mundo (OMS, 1986:1).

Las evidencias mundiales dan cuenta de que no hay plenitud sin salud mental. La disfuncionalidad familiar, las carencias afectivas, la falta de redes de soporte social, la proliferación de estilos de vida nocivos y entornos no saludables, aunados a la pobreza y la exclusión social, resultaron en una mayor prevalencia, incidencia y magnitud de problemas de salud mental, cada vez con más impacto en la esfera psicosocial, incluyendo el incremento en el consumo de drogas y la violencia. Sin embargo, la salud mental sigue manteniendo la mayor demanda de insatisfacción y se tiene que reflexionar acerca de la respuesta a la población en este contexto (OMS-IESM, 2011:5).

Los problemas psicoemocionales en los individuos no se manifiestan de forma aislada, a menudo son el síntoma personificado de familias desensibilizadas, con problemas de violencia, alcoholismo, codependencia, estrés, ausencia y abandono. Ortega Tamez y Rosales de Ortega agregan que las familias disfuncionales “están educando con una ética cultural que aprueba o por lo menos tolera la autodestrucción” (Ortega Tamez y Rosales de Ortega, 1997:126).

Por esta razón este libro plantea la importancia de concienciar a los adultos que están a cargo de las siguientes generaciones y en quienes éstas necesitan apoyarse. “La familia es el núcleo central de la sociedad, fomentar la convivencia y las relaciones entre la familia, dándoles a cada uno de nuestros hijos el tiempo y la atención necesaria, es fortalecer una sociedad emocionalmente sana” (Ortega Tamez y Rosales de Ortega, 1997:126).

La consideración positiva incondicional, la empatía y el respeto, son valores que la sociedad necesita urgentemente y que los padres, tutores y educadores podrían aprender y practicar para saciar esta imperante necesidad. Ortega Tamez y Rosales de Ortega afirman que los adolescentes necesitan escuchar de sus padres cuatro palabras de aliento y reconocimiento por cada palabra de corrección. y de sus compañeros, once palabras positivas por cada negativa para sentirse bien consigo mismos. La asertividad para comunicarse es indispensable a fin de romper el círculo vicioso de la crítica destructiva y del castigo como sistema de educación.

Una llave para contribuir a la solución de esta realidad es incorporar a las actividades cotidianas la asistencia a programas en el área de educación psicoemocional. La OMS señala que los programas de instrucción en aptitudes para la vida contribuyen eficazmente al aumento del alfabetismo y la reducción de las tasas de depresión escolar asociadas con una disminución de los comportamientos de riesgo para la salud como el tabaquismo, el abuso de sustancias y el embarazo en adolescentes (OPS, 2001:6).

La OPS señala que la adquisición de habilidades sociocognitivas y emocionales influye en las conductas deseables, como socialización, mejor comunicación, toma efectiva de decisiones, solución de conflictos, y previene las conductas negativas o de alto riesgo, como el uso de tabaco, alcohol u otras drogas, sexo inseguro y violencia (OPS-OMS, 2001:6).

El objetivo de este estudio es promover un estilo de vida saludable, congruente y en equilibrio físico, mental y emocional a partir de la combinación de dos disciplinas complementarias, que son la psicología humanista (con un enfoque principal en la perspectiva gestáltica) y el yoga.

A través de esta disciplina teóricopráctica la población puede elevar su nivel de educación psicoemocioanl y física. La doctora Margaret Chan, directora general de la OPS, respalda que la educación y la salud están hermanadas y se refuerzan mutuamente, contribuyendo a sacar a la gente de la pobreza y a ofrecerle la oportunidad de desarrollar plenamente su potencial humano (Chan, 2010:1).

Un mayor nivel de conciencia y el autoconocimiento en el individuo son importantes, para obtener salud y que la sociedad pueda generar riqueza.

La salud mental ayuda a que haya menos ausentismo laboral. La importancia de intervenciones de promoción de la salud en el lugar de trabajo resultan positivas para reducir el estrés, aumentar la satisfacción laboral y reducir las ausencias por enfermedad (OPS-OMS, 2001:17).

La salud integral de una persona afecta desde la micro hasta la macroeconomía.

Yoga y Psicoterapia Gestalt

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