Читать книгу Yoga y Psicoterapia Gestalt - Andrea Álvarez Sánchez - Страница 18
Samādhi, experiencia cumbre y despertar espiritual
ОглавлениеEl hombre está situado a medio camino, entre los dioses y las bestias.
Plotino (205-270).
Samādhi, el último concepto de las ocho ramas del yoga de Patañjali, se refiere a un estado de realización última, de superconciencia. El sūtra 3.3 dice: “tad eva-artha-matra-nirbhasam svarupa-sunyam iva samadhih: Cuando el objeto de meditación absorbe al meditador, apareciendo como el sujeto, se pierde la conciencia de uno mismo. Eso es samadhih” (Iyengar, 2011 [2003]:261). Samādhi es fundirse con lo divino e infinito. Felicidad, dicha, éxtasis, paz. La paz es el resultado de la identificación con lo infinito en vez de con lo finito, que se experimenta como pensamiento (Gannon y Life, 2002:202). Las escrituras yóguicas fueron escritas por rishis, sabios que a través de las prácticas de yoga entraron en el estado de samādhi o unión con lo divino y trajeron de vuelta información que constituyó las bases para ciencias y artes como matemáticas, astronomía, poesía y medicina. Se describe a samādhi como un estado extático que resulta de la completa restricción de los torbellinos o fluctuaciones (vritti) de la conciencia vigil común a través de la meditación, la concentración y el éxtasis. Son fases de un mismo proceso de deconstrucción o unificación mental que Patañjali llama Samyama. El samādhi genuino siempre va acompañado de un estado de supraconciencia. La revelación de este estado de ser-conciencia trascendente es la mayor relevancia de la psicotecnología de la India, pero apenas reconocida en la tradición espiritual occidental y que la ciencia moderna ignora (Feuerstein, 2013:480). Mircea Eliade, autoridad mundialmente reconocida en el campo de la historia de las religiones, comenta: “La negación de la realidad de la experiencia yóguica, o la crítica de alguno de sus aspectos, por parte de un hombre que carece de conocimiento directo de su práctica es inadmisible” (Eliade, 1969:50).
En la cumbre de esta unificación extática reside la liberación última o punto de no retorno. Según el yoga clásico, esto conlleva el abandono del cuerpo-mente finito, es decir, la muerte. Sin embargo, algunas escuelas del Vedānta no dual sostienen que se puede llegar a este estado y permanecer en él estando vivos, a lo que se le llama la “liberación en vida” o jīvan-mukti (Feuerstein, 2013:484).
John Powell plantea cinco niveles de comunicación humana que se hace más profunda en cada uno de ellos: clichés, hechos, opiniones, sentimientos y comunicación máxima o experiencia cumbre. En esta última se puede experimentar una autorrealización a través de la comunicación. Esto sucede cuando hay apertura y honestidad absolutas; ocurre entre amistades profundas y especialmente entre parejas. Powell comenta que en nuestra condición humana esto nunca podrá ser una experiencia permanente. Por su lado, Maslow comenta que si existe una comunicación en el nivel máximo entre dos personas, se origina una experiencia cumbre: “Somos como dos instrumentos musicales tocando exactamente la misma nota, llenos de y emitiendo precisamente el mismo sonido” (Powell, 2012:55).
Se hablará ahora del despertar espiritual. El término proviene de Stanislav Grof (Praga, 1931), psiquiatra checo que estudia las emergencias espirituales y pertenece al movimiento de psicología transpersonal o cuarta fuerza de psicología. Grof plantea que el ser humano puede llegar a una etapa de su vida en donde haya un despertar espiritual, pero si éste se presenta de manera súbita, se produce una crisis.
El surgimiento de la espiritualidad corresponde a un proceso que lleva a una forma de vida más madura y realizada. Dicho surgimiento implica:
• Una realización de la propia naturaleza divina y la conciencia de Dios.
• Un aumento progresivo en el refinamiento de la densidad.
• Una mayor percepción de la inteligencia cósmica.
• Apertura de los chakras superiores (que representan el potencial de experimentar y alcanzar mayores niveles de conciencia cósmica y percepción espiritual).
No obstante, cuando el surgimiento de la espiritualidad es muy rápido o repentino, puede suceder una crisis y transformarse en una emergencia espiritual. Las crisis espirituales tienen como objetivo limpiar viejos recuerdos y fijaciones traumáticas. Crisis en chino significa “oportunidad” y “peligro”. Una emergencia espiritual o crisis de transformación puede ser desencadenada por:
• Un factor físico primario: enfermedad, accidente, una operación, cansancio físico extremo, prolongada falta de sueño, un parto.
• Relaciones amorosas intensas o emocionalmente desbordantes.
• El sexo: una profunda relación sexual-espiritual como las tántricas.
• Una gran pérdida: de un ser querido.
• Una droga alteradora.
• Una sesión muy intensa de psicoterapia o de hipnosis.
Algunas crisis de transformación tienen lugar de manera menos dramática:
• Meditación sentado o en movimiento.
• Contemplación.
• Oración devocional.
La espiritualidad caracteriza la relación del individuo con el universo; a esta experiencia directa se le llama en la actualidad “transpersonal”. Hay dos categorías de dimensiones:
• Lo “divino inmanente”: la inteligencia divina que se expresa en el mundo de la realidad diaria (gente, animales, plantas, objetos) está permeada por la esencia cósmica.
• Lo “divino trascendente”: dimensiones de una realidad oculta a la percepción humana, inaccesibles en un estado normal de conciencia (sensación de identificación con Dios, visiones de deidades, seres arquetípicos u otros). Estas experiencias de estados transpersonales ejercen influencia benéfica de transformación en aquellos que la experimentan, incluso aliviando dolores emocionales, psicosomáticos o dificultades en las relaciones interpersonales. Pueden dejar profunda sensación de conexión con la naturaleza; estos cambios son, en consecuencia, de la experiencia espiritual y la persona los acepta voluntariamente.
La psiquiatría occidental ha interpretado las crisis espirituales como una enfermedad mental a la que se le da tratamiento con medicación inhibidora. Una psicosis no es una emergencia espiritual y es conveniente conocer las diferencias. Grof hace una detallada descripción para distinguir la emergencia espiritual de los trastornos psiquiátricos (Grof, 1995:307). Explica que una persona puede atravesar por aspectos del viaje espiritual que implican miedo, locura, preocupación por la muerte cuando se abren las puertas del inconsciente y la persona entra en reinos internos insondables; a esto le llama “la noche oscura del alma”. Quienes son muy apegados al orden y creen asumir completa autoridad sobre sus vidas se enfrentarían con un gran miedo a perder el control. La mente y el ego son muy ingeniosos en sus esfuerzos por seguir a cargo de todo, que crearía un sistema de negación rotunda; la ansiedad misma es una defensa, pues pensar en el propio miedo nos evitaría crecer muy rápidamente. Algunos síntomas de estos estados serían explosiones de energía, descargas pulsantes, cambios de temperatura corporal o el mismo despertar de kundalini. En un estado de oscuridad del alma la persona puede sentirse profundamente sola, incomprendida y creer que cae en la locura. La agitación mental y el material inconsciente desbloqueado bombardean a la conciencia. Esto puede ser atemorizante, pero es sólo transitorio, un paso importante en la transformación. Incluso se puede experimentar una muerte, la llamada “muerte antes de la muerte”.
Grof explica que hay estados místicos “positivos”, el encuentro con lo divino, que, sin embargo, no están exentos de problemas que aquí nombraremos. Estos estados pueden ser momentos de gloria deportiva, o de meditación-contemplación, u otros momentos de experiencia cumbre.
La experiencia trascendental o mística es una sensación envolvente de unidad e interconexión. Sentirse en éxtasis, paz y una profunda sensación de ser contenido por el proceso cósmico; claridad y serenidad mental. El medio ambiente habitual se contempla como una creación gloriosa de la energía divina, formando parte de una red exquisitamente conectada. El poeta William Blake lo expresa así:
Ver al mundo en un grano de arena.
Y un cielo en una flor silvestre.
Sostener lo infinito en la palma de la mano.
Y a la eternidad en una hora.
Lao Tse lo califica de este modo:
Existe algo inherente y natural, que existió antes que el cielo y la tierra.
Inmóvil e inseparable.
Solo e inmutable.
Lo penetra todo pero jamás extingue.
Puede ser considerado como la madre del universo. Yo no conozco su nombre.
Si me veo obligado a darle uno lo llamo Tao, y lo declaro supremo.
Quienes viven estas experiencias suelen sentirse afortunados. Disuelven con rapidez estados negativos, la gente desarrolla una visión optimista de las cosas y esto los acompaña en futuros desafíos. Tener un atisbo de la cumbre de la montaña, aunque se deba volver a la base para escalarla, contiene una recompensa al final del viaje. Sin embargo, hay ciertos problemas creados por estas experiencias, que pueden ser internos o externos:
Los internos:
• Sentir que no se es suficientemente fuerte para soportar el impacto de las manifestaciones sensoriales o físicas de las experiencias místicas. Ram Dass lo comparaba a conectar un aparato de 110 volteos a una corriente de 220: se fríe, se funde.
• Sentir que no se está listo para manejar su poder.
• Resistirse y luchar.
• Deprimirse después de lo trascendental; la vida cotidiana parece insulsa y aburrida tras la liberación que han experimentado.
• Dejar de cooperar con su posterior desarrollo y sentirse importantes por haber tenido una experiencia mística.
Los externos:
• Hablar de esto a los seres queridos que no llegan a comprenderlo y se preocupan demasiado por la salud mental.
• No encontrarse en una situación donde la persona pueda ser contenida y esto le ocasiona problemas para relacionarse con el mundo, si está solo y en un lugar público.
• Creer que haber vivido esto ahora tendrá un lugar especial en el mundo ordinario y un reconocimiento o estatus elevado que libere de las responsabilidades comunes.
• Sentirse únicos y olvidar que todos tenemos el potencial conduce a producir tendencias mesiánicas que, al ser expresadas, generan el rechazo de los demás.