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A Vicente Soto
Madrid, 8 de marzo de 1956
Querido Vicente:
Habrás estado esperando noticias mías y forjándote mil conjeturas por su tardanza. Pero yo he tenido mil cosas que hacer y en que pensar, y, entre ellas y los fríos terribles, he estado muy desganado para la correspondencia. En fin, aquí estoy de nuevo, sin otros percances de salud que una fuerte gripe y dispuesto a darte puntual noticia de mis cosas.
Supongo que la varicela de la jambeta se resolvería ya, y que Blanca enfila de proa su segunda prueba en perfectas condiciones. ¿Eres ya administrador de tu propia casa? ¿Empieza a adelantarse la crematística predicción de la italiana? Supongo que aún es pronto; pero a juzgar por los 140 cm de perímetro que confiesas sin el menor empacho, se diría que sí. ¿No te da vergüenza? Esa gordura es obscena; esa ostentación física no tiene nada de correcta; no es inglesa. ¡Salve King!
Repaso las dos cartas tuyas y encuentro la alusión a Terrádez. ¿Cómo no me conoces? Ni por un momento pensé en darle gratis nada. Sobre todo habiendo hecho una decente proposición inicial. Yo soy más inglés que él y me atengo a lo dicho, y no tengo prisa. De modo que lo consideré asunto liquidado y lo mandé mentalmente al diablo. Por cierto que tu penúltima carta la desarrollas efectivamente en un alarde de bolígrafo y pluma que, si no se debe a una reacción latina ante la comedida Navidad británica, no llego a explicarme, pues ambos instrumentos parecían funcionar perfectamente.
Muy interesantes los programas que me enviaste. Ignoro si el Cid de Madariaga terminaría por ser bueno o no, pero nada me extrañaría lo primero, pues la pluma de ese hombre es bastante mejor de lo que generalmente se sabe o se cree. También Escobar, según me entero ahora, estrenó su «Elena Ossorio» en ¿Ackworth, Pontefract, Yorkshire? el 20 de abril del 55.
En cuanto a mí, he firmado hace unos días contrato con la BBC para la televisión de En la ardiente… La traduce Mr. Derek Patmore, y desea los derechos para el teatro también, pues es posible que en la TV la represente una compañía que quiere luego incluirla en su repertorio. Esto último es, claro, muy dudoso; pero lo primero es seguro.
Esta noticia, y la de la venta al fin para el cine de Madrugada por una saneada cantidad, son las dos cosas gratas que por ahora puedo adelantarte de mí. Pues en el teatro propiamente dicho las cosas no van nada bien. Hoy es fiesta no fue, finalmente, aceptada para el María Guerrero, alegando según me dicen que «por haber estrenado en la misma sala la anterior temporada convenía espaciar más y dar paso a otros autores». Esto no impidió que fuesen también rechazadas una obra de Sastre y otra de Paso. Entonces la llevé —pero ya tarde y mal— a los otros dos sitios que podrían quizá aceptarla —pues su índole y montaje no son fáciles— y también pinché en hueso. Resultado: esta temporada no estreno, con lo cual se frotarán las manos más de cuatro… de los que, a mi vez, juro solemnemente reírme a carcajadas más adelante.
Lo malo es… lo de siempre, que con tanta dificultad, y tanta limitación y tantas cosas, es infernal la tarea de encontrar temas viables, y trabajo poco. (Temas viables que no sean imbéciles, naturalmente.)
Nunca estuve, sin embargo, más tranquilo. Preveo con temible evidencia que la partida está ganada: que ante la fuerza de las cosas auténticas serán vanas las coces contra el aguijón que achican y achatan de momento nuestra escena y la vida profesional de los escritores que la estamos salvando.
Es probable que estrene dentro de poco Madrugada en Buenos Aires. Pero no seguro. Como las cosas allí están tan revueltas, no es buen momento para el teatro; pero peor sería no estrenar. También me traducen ahora al alemán Hoy es fiesta y quizá la pongan; así cono Aventura en lo gris. Triste consecuencia de no haber logrado estrenar aquí ninguna de las dos, hoy por hoy.
Supongo que te deleitaría El pato salvaje. ¡Asombroso capo di lavoro! Lo leí a los dieciséis años; la vuelvo a leer a los treinta y nueve y no deja de maravillarme. Quizá sea lo mejor de él. ¡Qué pena me dan las gentes que, en su deformación, se espantan ante obras tan hermosas, honestas y humanas!
Te incluyo un recorte con los datos del Lope de Vega. ¡Anímate! A Delgado Benavente le ensayan ya, al fin, su Media hora antes para el próximo estreno en el Español. Entre tanto languidece el Proceso de Jesús —una cosa de Fabri, de idea interesante y detestable texto—. En el María Guerrero van a poner ahora también otra cosa de Fabri, creo que algo mejor: Proceso de familia. En ello se evidencia, una vez más, nuestra característica generosidad con el extranjero.
¡Escríbeme tú enseguida! ¡Recuerdos a Blanquita! Te abraza,
Toni
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A Vicente Soto
Madrid, 9 de diciembre de 1956
Querido Soto:
Cinco meses de silencio y tu carta, en unión de otras muchas, esperando. Pero han sido cinco meses de campeonato. Resumiré: estreno triunfal de Hoy es fiesta en el María Guerrero el 20 de septiembre —y no falté a un solo ensayo desde mes y medio antes, y trabajé fuerte en ellos y en todo lo de la obra, incluido decorado, que quedó precioso, sobre idea mía perfilada por Burgos—; excelente crítica de conjunto al día siguiente; entradones que hacen augurar a los más pesimistas que hay obra para muchos meses. Esto último no ha sido así: la obra declinó al segundo mes y se mantuvo decentemente hasta las 147 representaciones, en que ha sido retirada. De todos modos un éxito muy franco y muy lisonjero —incluido el económico— y una atmósfera de prestigio recobrado como si el éxito hubiese sido de 300 representaciones. Pero, al tiempo de todo esto, escribiendo —sudando, mejor— otra obra. La historia es la siguiente: mucho antes del estreno y en momento en que nadie —salvo Claudio de la Torre— me mira a la cara, el gran actor Alberto Closas me encarga un drama. Está cansado de comedias monas y quiere que le vean aquí en el género dramático, que en Buenos Aires le ha dado su mayor prestigio. Tan gentil manera de desdeñar precauciones de taquilla me conmueve y se lo prometo. Luego se adelantan sus planes y tengo que apretar. ¿Quién piensa en correspondencia? A luchar entre el ajetreo de la obra a estrenarse, de la obra a escribir y —todo hay que decirlo— de un flirt que me lleva bastante tiempo. (O, mejor dicho, de dos: el de la entrante y el de la saliente.) Hace tres días terminé mi nueva obra: Una extraña armonía. Closas la estrenará en la Comedia de Madrid el 18 de enero, que se presenta de nuevo. En este momento —como suele ocurrirme— estoy ciego y desmoralizado ante lo escrito. Además, supongo que habrá que pagar el éxito de Hoy es fiesta y que me esperan con serruchos tras las esquinas. Y no considero a esta obra de ahora superior a Hoy es fiesta. Pero, en fin: todos estos gajes y peligros son los del oficio, y Closas debe estrenar mi obra, y yo con él. De modo que estoy casi en capilla de nuevo. Toquemos amplias cantidades de madera. Ya te enviaré Hoy es fiesta; aún no está publicada. […]
De otras cosas: ni idea de cuándo harán en cine Madrugada, pero me importa un pito, pues la tengo íntegramente cobrada, y cuanto más tarden, mejor. Por mí, como si la quieren hacer el día del juicio. Hoy por hoy, esto del cine no es más que un beneficio económico. Preocuparse por el aspecto artístico, tal como tú me recomendabas, no se deja de hacer, pero es baldío. De la Ardiente nada nuevo tampoco al respecto; la opción se ha prolongado hasta fin de año. Y me acaban de traducir al turco Historia de una escalera.
Pero hablemos de ti. Tengo una curiosidad loca por saber si sigues en el Majorca o tarifaste al fin con su patrón. Tal como me lo contabas, aquello parecía un drama de O’Neill. Por favor, relátame el desenlace, si lo hubo, y qué haces ahora si ya no estás allí.
Por aquí, todo por el estilo. La pareja sigue sin descendencia y tan contenta. A mi madre la operaron de una rija y en el futuro —ojalá sea muy lejano— tendrán que operarla de cataratas, que se le están formando, y a medio camino. Ella ve todavía —dice que «bien»—; trabaja como siempre, se obstina en coser y repasa el periódico. Su salud, en general, es buena. Pero se le están apagando los ojos y ello, unido a su leve sordera, ya antigua, confirma la esclerosis senil… Es un sentimiento perfectamente triste el que nos causa el ver cómo la implacable naturaleza va convirtiendo a los seres más queridos en objetos.
Cumplí mis cuarenta, solete. También esto comporta una leve melancolía. Pero estoy bien, y hasta hago algún ejercicio de yoga que pocos pueden hacer.
Este, por ejemplo: O este:
Muchos recuerdos a Blanca y a la jambeta, y a Visentico el poeta. Muchas felicidades en la Navidad y el nuevo año.
Te abraza,
Toni