Читать книгу Cartas boca arriba - Antonio Buero Vallejo - Страница 21
Оглавление1960
[13]
A Antonio Buero Vallejo
Londres, 2 de febrero de 1960
Querido Tony:
Pasan días y pasan ollas, y yo sin tiempo para escribirte. Pero hay dos puntos importantes que me obligan a hacerlo sin más demora, aunque esta me salga un poco degollada.
En rigor se trata de dos felicitaciones. En primer lugar por tu hijo, por tu futuro hijo. Tengo en este instante una cara muy seria. Te conozco y sé cuánto, cuán bien has de saber valorar ese hecho colosal. Con todo lo que tiene de azar humilde y doloroso y divino. No es que me sienta padre pedante; es que me emociona hablarte de tu hijo. No pierdas segundo en decirme qué fue y cómo fue todo. ¿Necesitaré extender esta felicitación a tu mujer?
Y ahora, brevemente, vamos con Un soñador para un pueblo. ¡Enhorabuena! Obra estupenda, honrada y renovadora, desde la misma dedicatoria a Machado (para mí no hay más que uno) hasta el final. No comprendo, sin aspavientos, cómo nadie ha podido ver ahí ni atisbo de reacción —recuerdo tu conversación con Corrales, de la que me hablabas en una carta—. Lo que pasa es que hay sueño, y vejez, y fatalismo resignado. ¡Pero si es un catalizador! La obra, desde otro punto de vista, es, además, tuya de cabo a rabo, con todos los elementos augurales, populares y especulativos tuyos. Magnífica de equilibrio, magnífica en su construcción. Sé poco, poquísimo, de Esquilache, pero conozco retratos que me parecen espléndidos sin haber visto al retratado —objeto que en el fondo no me importa—. Alguna vez te he oído —o leído— que uno de los escritores que pesaron en tu formación literaria fue Galdós. Es posible que tú no hayas pensado en él ni una vez al escribir el Soñador —lo dudaría—, pero yo creo haber visto más clara que nunca esa afinidad. En fin, salto de un punto a otro con mucha prisa. Leí muy despacio y dos veces la obra. Hay mucho más que te quisiera decir. No se puede.
Tony, un abrazo. Aún está en el aire lo de mi ida a Madrid este verano. Ya te diré.
Otro abrazo.
Vicente
[14]
A Vicente Soto
Madrid, 26 de julio de 1960
Querido Soto:
Carlitos Buero Rodríguez llegó ayer al mundo a la una y media de la tarde. 3 kilos, 600 gramos. Chico guapo, llorón, despejado y bien hecho. Sin pellejos colgantes y con buenos colores en la cara. Su madre se encuentra en perfecto estado. Hizo el parto «natural», que no es que no duela, pero duele como veinte veces menos que el histérico e ignorante parto de nuestros mayores. El padre se encuentra sin saber qué pensar y sin terminar de comprender que «eso» sea suyo. También hice, a mi modo, el parto natural: asistí a algunas clases para maridos y presencié el parto al lado de Victorita. Ahora, que los dioses nos sean propicios a los tres.
Los otros tres se irán pronto a un piso algo menor, pero perfectamente decente, que le he comprado a mi hermana —a falta del resto de hipoteca, que pagarán ellos—. Desde mi matrimonio, y de perfecto acuerdo, todos convinimos en desglosarnos cuando pudiéramos. Ellos buscaban por un lado; y nosotros por el nuestro, pese a que el piso es mío. Pero ellos no tienen apenas dinero y no encontraban lo que querían, y yo, aunque tenía más, tampoco encontraba por mi lado algo que no me arruinase del todo y que cubriese las necesidades futuras. Finalmente, ellos encontraron algo que les convenía y lo he pagado yo: que es como pagar el piso que ya tengo en buenas condiciones. En todo este tinglado el punto peor para mí era mamá, a la que de ningún modo quería yo disgustar. Por eso Victorita —con la que se lleva muy bien— y yo le hemos reiterado que se quedara con nosotros. Pero ella, claro, se va donde vaya su hija. De modo que, dentro de poco —uno, dos meses—, viviremos donde siempre, pero con mi suegra, y mamá, Carmen y Agustín en el otro piso, que es mono y con todo lo necesario.
Lejos de proceder atropelladamente, te has portado conmigo estupendamente y te lo agradezco de todo corazón. La foto del boceto llegó; tendría que verse, pero, por la foto, ni siquiera es seguro que sea de Velázquez, aunque [Carl] Justi opine lo contrario. Tus observaciones acerca de él son exactas en general. Y, por lo que respecta a mi trabajo, nada más necesito. Se me ha quedado, eso sí, cierta curiosidad por los problemas —que son varios— que plantea ese cuadrito. No es en absoluto preciso ya que leas The Athenaeum o vayas a Kingston Lacy solo por mí; pero si el humor te da por ambas cosas —pues me parece como si el asunto te hubiera llegado a picar personalmente—, sí me interesará que me des tu resumen y tus impresiones. Sobre todo de un detalle que, casualmente, queda muy borroso en la foto y que quizá esté también borroso o incompleto en el cuadrito: la pierna derecha de Nicolasito Pertusato. Tal vez dirían algo de eso en la revista; tal vez no. Tal vez, si vas a Kingston Lacy, te encuentres con que no está terminada, o tal vez sí. Esto puede ser importante porque, en el cuadro definitivo, es el único «arrepentimiento» —que se advierta— de Velázquez. El problema es este: a partir de la rodilla ¿por dónde va esa pierna en el «boceto»? ¿Sale de encuadre? ¿Se ve entrar el pie en encuadre? Esto es lo que pasa en Las Meninas. Por el contrario: ¿está completa —creo ver que no— en el boceto? Si no lo está, ¿se ve claro que la dejó sin terminar? Suponiendo que en el boceto salga de encuadre, ¿está terminada —dentro de lo que es un boceto— la parte que se vea hasta su salida, o menos terminada que el resto de la figura? ¿Se advierten tanteos diversos para colocarla? Aunque en la foto no se ve, creo saber que ese «boceto» tiene también la cruz de Santiago, pues así lo describe Jovellanos, a quien, al parecer, perteneció. Pero si no estuviese la cruz —ni rastro de que haya sido borrada—, dímelo. (Finalmente, una aclaración: lo del fondo no es cuadro, sino espejo, donde se refleja lo que Velázquez pinta. ¿Lo habías olvidado?) Bueno, todo esto ya te digo que no es necesidad, sino curiosidades que puedes dejar de satisfacer. Mil gracias por todo y, con recuerdos a Blanquita, un abrazo fuerte de
Antonio
[15]
A Antonio Buero Vallejo
2 de agosto de 1960
Queridos Victorita y Tony:
Vengo de poneros mi telegrama de felicitación. El nacimiento de ese indudable Carlos I exigía que yo os hubiese escrito antes. Imposible de todo punto. Las huellas del puritanismo pueden ser terribles: no ha habido servicio de correos ni estafetas abiertas durante dos largos días, domingo y lunes festivo. Esto ocurre cuatro o seis veces al año; y si, como me ha ocurrido ahora, no lo adviertes a tiempo, estás limpio. Claro que pude el sábado; pero si empiezo a contaros por qué no lo hice, no tendré espacio ni tiempo para hablar de Carlos.
Que es lo importante. Tony tiene que saber cuánto me alegró el notición. Va a ser, mientras lo veas crecer —es decir, siempre— la experiencia más rica que hayas vivido. En tu caso particular, además, te va a resultar especialmente compensador. No sé si estamos de acuerdo o si discutiríamos. ¿Para qué pedantear y predecirte un futuro que ya tienes en la mano? Un abrazo muy fuerte, Tony: me dio grandísima alegría. Blanca, que te estima —y que, nunca sé por qué, asegura que eres un pillo—, dice que has de estar loco de contento. «Porque —dice— Buero es muy chiquero». Y vuelta con que eres muy chiquero. Y vuelta con que a ver qué le regalamos al chico. Ya nos ves, pues, llegando el verano próximo a Madrid —esto parece ya indudable— con una manta inglesa purísima, aunque tejida en Escocia, pero importada de Holanda. No, yo creo que le llevaremos un traje de cowboy.
En fin, confío en que la madre esté perfectamente. Esas lecciones de entereza o de disimulo, para aguantar con paciencia el parto, deberían tener su continuación para resistir la extraña vitalidad del bebé durante, al menos, cuatro años.
Abrazos. Quisiera estar ahí. Abrazos,
Vicente