Читать книгу Vencer o morir - Antonio Espino López - Страница 11

LA GÉNESIS DE LA TRIPLE ALIANZA17

Оглавление

La Triple Alianza puede considerarse una agrupación étnica tripartita, según los criterios de división de la época, formada por la rama colhua (México-Tenochtitlan), la rama tolteca-acolhua –con el agregado de los pueblos chichimecas– (Tetzcoco) y la rama otomí (Tlacopan). Esta organización tuvo, necesariamente, un fuerte apoyo ideológico de carácter religioso. Todo indica que la historia se repitió. La triple formación que precedió a la que encontraron los españoles, conformada por Culhuacan-Azcapotzalco-Tetzcoco, fue debilitada y, por último, rota por el predominio de Azcapotzalco, bajo el gobierno despótico de Tezozomoc. Cuando, a su vez, los tepanecas de Azcapotzalco fueron derrotados por la unión de varios pueblos de la región, la reconstitución de la Triple Alianza acabó por ser un magnífico pretexto ideológico no solo para restablecer el orden, sino para que quienes se aprovecharan de ella desarrollaran un nuevo proyecto hegemónico, incluso con tintes expansivos. En este caso, tanto los acolhuas-chichimecas como los mexicas-tenochcas enarbolaron sus candidaturas para ocupar la nueva triada de poder desde sus sedes de Tetzcoco y México-Tenochtitlan. Sin embargo, era necesario completar el cuadro con un tercer representante del mundo tepaneca, pero evitando, como era de esperar, que este territorio fuese encabezado de nuevo por Azcapotzalco. La capital elegida fue Tlacopan, poseedora de la suficiente representatividad como para sustituir a Azcapotzalco y con la adecuada debilidad para no constituir un peligro. En realidad, el peligro lo representaba México-Tenochtitlan, que aprovechó su preeminencia militar para imponerse a sus dos socios, como otrora hiciese Azcapotzalco.

Una vez establecida la nueva, y última versión, de la Triple Alianza se procedió a un reparto complejo de posesiones de cada ciudad en las que establecer tributos, si bien los otros dos socios disponían de señoríos propios en la demarcación del tercero. El mundo conocido por los mexicas, el Anáhuac, se dividió en cuatro partes, las cuales irradiaban desde el típico ombligo del mundo que, en este caso, sería México-Tenochtitlan. Siguiendo los puntos cardinales, el cuadrante noroeste de cedía a Tlacopan; el cuadrante nordeste correspondió a Tetzcoco y los habitantes de Tenochtitlan obtenían los dos cuadrantes del sur.18 El cronista Fernando de Alva Ixtlilxóchitl escribió en su momento que al fundarse la Triple Alianza, cada uno de los líderes de las ciudades tuvo bajo su dominio diversos señoríos de filiación dinástica afín: 14 bajo soberanía de Tetzcoco, 7 bajo la de Tlacopan y 9 bajo la de Tenochtitlan. Al conquistarse nuevos territorios, como Tlalhuic, Chalco o Matlatzinco, cada una de las tres capitales obtuvo territorios por separado. Aunque el reparto de tributos no era exacto: la fórmula más repetida afirma que Tenochtitlan gozaba de dos quintos de los mismos, al igual que Tetzcoco, mientras que Tlacopan debía conformarse con el quinto restante. Tenochtitlan se quedaría, además, con el control de los aspectos militares y comandaba el ejército común; Tetzcoco se haría cargo de las cuestiones de tipo jurídico y, por último, Tlacopan de los tributos. Pero no es menos cierto que siendo estos dos últimos aspectos igualmente fundamentales, Tenochtitlan los dominase de una u otra forma pues, de manera indiscutible, era la ciudad líder de la Triple Alianza. Prueba de ello es que Tlacopan estuvo subordinada a la capital tenochca y varias ciudades tepanecas recibieron desde los años de Itzcoatl gobernantes mexica. Por otro lado, la realidad estructural político-territorial de la Triple Alianza era muy compleja: Xaltocan tributaba a Tetzcoco, pese a estar sujeta políticamente a Tenochtitlan. Acolman, en cambio, contaba con dirigentes emparentados y aliados subordinados al tlatoani de Tetzcoco, mientras que, al mismo tiempo, Acolman era sede provincial del calpixque tenochca. De esa forma, se manifestaba uno de los ejes vertebradores de la Triple Alianza: «el entreveramiento de territorios con el fin de cohesionar e integrar los dominios de los tres tlatocayotl aliados», escribe Carlos Santamarina.19


La administración de la nueva entidad territorial fue unitaria, es decir, seguía las mismas directrices en cuanto a política interna, externa, economía y las cuestiones militares. Pero, como se ha señalado, cada ciudad del triplete vencedor dominaba una serie de territorios, unos más cercanos que proporcionaban los recursos prioritarios para la vida, además de ceder trabajo para la construcción y mantenimiento de edificios públicos, hombres para el ejército y otros menesteres menores. Y otros más alejados que aportaban bienes suntuarios y exóticos, pero que, sobre todo, podían asistir al ejército. Así, las obligaciones contraídas lo eran o con la Triple Alianza o con alguna de las ciudades cabeceras de la misma, pero siempre controladas por unos funcionarios, los calpixque, que eran los representantes de la Triple Alianza en la ciudad bajo su custodia y quienes organizaban el acomodo de los altos dignatarios imperiales cuando visitaban ese lugar en concreto. El máximo responsable de la recaudación de los tributos de una zona, que ocupaba a diversos calpixque, era el huey calpixque, que enviaba a la metrópoli todos los productos. Al carecer de animales de tiro y de cualquier medio de locomoción que portase ruedas, es factible pensar que una parte del tributo consistiría en el transporte de los productos hasta las ciudades cabecera del imperio. La Triple Alianza debía garantizar esos envíos militarmente, en el sentido de vigilar la tarea del acarreo de bienes hacia el núcleo central, una labor realizada por porteadores o tamemes. Se podía declarar la guerra en un momento dado contra quien osase asaltar una caravana comercial. Así, se instauró un sistema comercial administrativamente controlado por la Triple Alianza en el que los comerciantes de la misma, los pochtecas, podían realizar su trabajo con suficientes garantías, el tributo fluía y los mercados estarían bien abastecidos, tanto los de los lugares vencedores como los de los dominados, pues en ellos también se podría gozar de la llegada de productos de otros parajes, lo que estimulaba la producción de los propios, con los que se pagaba o se comerciaba.


La batalla de Azcapotzalco. Varios soldados pelean con macanas y escudos, entre ellos guerreros jaguar (la élite azteca) y una figura que representa a Axayacatl. Detrás, tres mujeres piden misericordia mientras otra intenta defenderlas. A la derecha, un niño está siendo sacrificado por un sacerdote en un templo. Códice Tovar (ca. XVI). Courtesy of the John Carter Brown Library.

En las zonas de «frontera» del imperio, las obligaciones de las provincias conquistadas incluían la defensa de los propios límites, así como aportaban provisiones y soldados para el ejército «de campaña», como también para las guarniciones. Por lo demás, había otras, sin el mismo valor estratégico, en las que se buscaba la obtención de productos suntuarios, en cantidades que fueron al alza al centralizarse la estructura política y burocratizarse a un mayor nivel, al establecerse un sistema social cada vez más intensamente jerárquico y dependiente de manifestaciones suntuarias, así como con unas ceremonias religiosas más aparatosas, caras y frecuentes.20 Es más, se podría decir que existía una ley que implicaría que, a mayor distancia del valle central se incrementaban los tributos de productos de lujo y disminuían los utilitarios, mucho más pesados.21 Por último, en los márgenes del imperio se podía dar el caso de zonas que se incorporaban de manera voluntaria a la Triple Alianza, de manera que su contribución no se calificaba como tributo, sino como regalo. De hecho, M. Kobayashi propuso diferenciar señoríos semiindependientes que tributaban voluntariamente por amistad, como Acatlan, de otros, también semiindependientes, obligados a tributar y acogiendo a los calpixque imperiales; y, por último, a los señoríos con dependencia total, o cuauhtlatocayotl con calpixque y apropiación imperial de tierras.22

Isabel Bueno Bravo, en una excelente monografía, reflexiona acerca de toda una polémica en torno al estatus imperial, e incluso estatal, de la formación política que levantaron los mexicas desde principios del siglo XV.23 Siguiendo a autores como Nigel Davies y Ross Hassig,24 queda claro que el mexica fue un excelente ejemplo, como el inca por otra parte, aunque salvando algunas distancias, de imperio hegemónico, es decir aquel que no se decanta por derrocar a los antiguos gobernantes y anexionarse el territorio, con la necesidad inmediata de disponer para su vigilancia de un ejército de ocupación, que sería el caso de un imperio territorial, sino aquel otro que opta por transformar las élites gobernantes locales del territorio conquistado en afines con respecto a los intereses del centro imperial y disponer de la economía de sus poblaciones, intervenida para que cediese tributos y otros servicios y para que entrase en las redes comerciales imperiales.25 En lugar de erradicar a la élite gobernante derrotada, el modelo de la Triple Alianza, copiado como hemos visto de los tepanecas, consistió en colocar a un tlatoani que emparentaría a la mayor brevedad con dichas élites locales y que pronto crearía una nueva generación de señores afines.26 Ahora bien, en este modelo de imperio hegemónico era mucho más fácil que se produjesen rebeliones.27 Como señala Bueno Bravo:

[…] los imperios hegemónicos están más orientados a mantener la tranquilidad entre sus tributarios que a guardar las fronteras permanentemente: este aspecto se encomienda a los estados clientes que se encargan de la seguridad con el apoyo, si lo necesitan, de las fuerzas imperiales. Su objetivo no era únicamente dominar un territorio, sino mantener la zona tributaria lo más productiva posible para sacarle el máximo rendimiento económico.28

Los malestares larvados por la presión a la que los mexicas sometían a los habitantes sometidos del imperio podían aparecer en el momento del fallecimiento de un gobernante o en cualquier otra situación crítica. La llegada de un grupo de extraños invasores podía ser una de ellas, por ejemplo. Sobre todo, lo que debía evitarse a toda costa era la unión de diversos estados cercanos para crear un frente común antimexica. Porque ejemplos había, y varios, de estados no conquistados por la Triple Alianza: los tarascos (o purépechas),29 los mixtecos30 de Tototepec y las ciudades de Puebla-Tlaxcala. Estos últimos fueron claves en la posterior conquista castellana del Imperio mexica.

Vencer o morir

Подняться наверх