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EL DESARROLLO POLÍTICO. LOS REINADOS MILITARES: DE ITZCOATL A AHUITZOTL32
ОглавлениеTras vencer en la guerra tepaneca, Itzcoatl (1427-1440) se decantó por un reparto poco equitativo de las nuevas tierras obtenidas, pues el propio tlatoani las obtuvo para no depender de las instituciones primigenias de poder, es decir los calpulli,33 o comunidades de parentesco o linaje dirigidas por un líder (teomama) que controlaban los asuntos internos y se repartían el poder mexica antes de la centralización del mismo. Además, Itzcoatl cedió muchas tierras a los notables mexicas e inició, así, una diferenciación social muy marcada con el resto de la población, los macehualtin. Lo que se hizo, en definitiva, fue lograr que los líderes de los calpulli se integrasen en un nuevo orden imperial marcado por la centralización política y militar. Pero incluso la nueva prosperidad económica del tlatoani le permitiría recompensar a los comunes, de modo que estos respondieran a sus requerimientos. De esa manera, fue apareciendo una nueva organización social fiel a los intereses del emperador34 e incluso se constituyó una guardia de corps. Por otro lado, a partir de Itzcoatl, el máximo mandatario mexica no solo contó con parte del tributo de sus súbditos directos mexica, sino también con tributos y tierras de las provincias que se fueron sometiendo, así como del beneficio de la venta en los mercados de los productos obtenidos en sus tierras.
Igual de importante fue su alteración del orden habitual de sucesión, cuando se decidió otorgarle mucha más trascendencia a las cualidades militares de los posibles candidatos en lugar de la primogenitura directa, pero siempre dentro de un cierto orden dado por el linaje reinante. De ese modo, en realidad, los candidatos a la sucesión salían de los dos máximos responsables militares: tlacateccatl y tlacochcalcatl. El primero parece ser más importante que el segundo, puesto que tres tlatoani lo fueron: el propio Itzcoatl, Moctezuma I y Moctezuma II. En definitiva, Itzcoatl consiguió centralizar el poder político, religioso y militar en su persona y, después de él, en sus sucesores en el cargo, además de colocar a personas afines, de su linaje, en los principales cargos militares.
Tras el tlatoani, la figura más importante era el cihuacóatl, o encargado de los asuntos internos de la administración y, en ocasiones, regente. Con dicha figura y las tres anteriores, es decir el propio emperador y las dos máximas autoridades militares, se formaba el Consejo de los Cuatro que regía el imperio. Dentro del mismo, estos tres últimos conformaban el Consejo de Guerra. También existía un tlatocan o Consejo Mayor, con entre 12 y 20 miembros, donde se discutían aquellos aspectos que afectasen a todos los estratos sociales, si bien existían consejos específicos para los asuntos jurídicos, económicos y religioso-educativos.
Según Marco A. Cervera Obregón, el armamento mexica apenas varió desde la caída de Azcapotzalco y hasta la conquista cortesiana. Los arcos y flechas que conocían de antiguo se unieron a las armas tradicionales mesoamericanas como el átlatl, las hondas35 y las macanas cortas. Sustituyeron las puntas de piedra de sus picas por un cuerpo de forma ovoide de madera donde insertaban hojas de obsidiana hasta alcanzar una tercera parte de superficie de corte del total de 200 centímetros de largo que tenía la pica. Aunque quizá lo más significativo fue la invención –o adopción– en el siglo XV de una macana más larga y ancha, de madera, con hojas de obsidiana a ambos lados. De obsidiana se fabricaban las puntas de flecha, dardo, macana y lanza, de modo que el estado se preocupó de controlar su producción y distribución en forma de tributo, como las piedras especiales para arrojarse con hondas (o temalatl). Se han encontrado evidencias de glandes de piedra –de entre 3,7 y 4,6 centímetros de diámetro y un peso de 21,7 a 23,9 gramos– y de cerámica, más pequeñas –de 1,4 a 2,8 centímetros de diámetro–. Los mexicas conservaron los escudos redondos, tipo rodela, llamados chimalli, de 20 a 75 centímetros de diámetro, y las defensas de algodón acolchado a modo de jubón (ichcahuipilli) que cubría el torso y la cintura, o algo más abajo, pero dejando las extremidades libres para el combate. Así, el guerrero mexica podía recibir heridas de corte, pero no tanto las más difíciles de curar de tipo perforante.36
Con Itzcoatl y Nezahualcoyotl de Tetzcoco, la guerra se llevó más allá del núcleo central de la Triple Alianza, hacia tierras de los actuales estados de Morelos y Guerrero. Se conquistó Cuauhnahuac y se infligió una primera derrota a Chalco. Varios hijos de Itzcoatl fueron a gobernar a diversas ciudades, lo que marca la esfera de influencia real de Tenochtitlan: Ecatepec a Iztapalapa; Xilotepec, Apan y Atotonilco fueron a ciudades tlacopanecas. En estos años, además, se incorporaron varias ciudades a la Triple Alianza cuando aquellas solicitaron la intervención de Itzcoatl en un conflicto interno: ocurrió en el caso de Tollan, cuando el tlatoani tenochca obtuvo tierras y la colaboración militar del altepetl sometido en lo sucesivo. Tollan se impuso, pero a costa de una sumisión a un poder superior. Y también fue el caso de Cuauhtitlan, dividida entre protepanecas y protenochcas. La victoria de estos últimos les llevó a dominar a los primeros y conseguir sus tierras, no sin antes verse obligados a aceptar el dominio de la Triple Alianza. Por último, los pobladores de Tepeyac, en su pugna con Cohuatitlan, acabaron por vencer y ser la cabecera de la región, pero a costa de pagarles nuevos tributos a los tenochcas, quienes les habían ofrecido su apoyo.37
También con Itzcoatl parece aumentarse lo que podemos considerar como guerra naval. Como es lógico pensar, el uso de canoas para el combate hubo de estar muy extendido en el mundo mexica, aunque las fuentes hispánicas no aporten demasiados datos al respecto. Así como los mexicas estuvieron limitados en cuanto a su logística terrestre por la ausencia de animales de tiro y el desconocimiento de la rueda, factores suplidos con el uso de los tamemes, Ross Hassig, en su clásico estudio acerca de la guerra en el mundo mexica, llegó a afirmar que a ellos se les debió la potenciación del uso de las canoas con fines militares en sus conquistas del entorno inmediato del lago. En un momento dado, estos aprovecharon la capacidad de transporte de las canoas para conducir hombres, armas y demás suministros allá donde hiciesen falta. De esa manera, dinamizaron las campañas al poder hacer la guerra desde tierra y desde el interior del lago.
Ya en los años de dominio de Tezozomoc de Azcapotzalco, los tepanecas, según el cronista Alva Ixtlilxóchitl, en su conflicto contra Tetzcoco los atacaron con sus canoas al presionarles desde la cercana localidad de Huexotla. Posteriormente, la insularidad de México-Tenochtitlan le iba a permitir poder dirigir sus canoas en todas direcciones, lo que le dio ventaja táctica. Como decía, en tiempos de Itzcoatl uno de sus conflictos se libró contra Cuitláhuac, otra ciudad insular, situada en el sur del gran lago, entre Xochimilco y Chalco. Fray Diego Durán los calificó de
bulliciosos y enemigos de toda quietud, pareciéndoles que el agua de que estaban cercados les era muro y defensa de su ciudad y la hacían inexpugnable, y también confiando [en] que la destreza que tenían en revolver las canoas a una parte y a otra les era de gran ayuda.
Tras asegurarse de que los de Cuitláhuac no iban a recibir ayuda ni de Chalco ni de Tlalmanalco, a cuyos señores advirtió, Itzcoatl envió contra ellos un millar de canoas con tropas veteranas que fueron defendidas de las flechas lanzadas por el contrario merced a los escudos enarbolados por jóvenes guerreros mexicas. En años posteriores, también se sometieron localidades ribereñas de la zona norte como Cauhtitlan, Xaltocan (en 1434), Tenayocan o Tultitlan.38
Moctezuma I (Mohtecuzoma Ilhuicamina, 1440-1469) recibió, a modo de herencia, la necesidad de expandir el imperio más allá de los límites del gran valle central. Conquistó Hueypuchtla, Atotonilco de Tula, Axocopan, Tollan y Xilotepec. Asimismo, desde 1451, atacó la zona de la Huasteca, en concreto la plaza de Cuetlaxtlan, que abría para los tenochcas grandes posibilidades comerciales con la zona de la costa. Tlaxcala convenció dos veces a los habitantes de Cuetlaxtlan para que no se sometieran a la política de Moctezuma I, pero la ayuda militar prometida no se materializó y fueron derrotados, lo que les dobló el tributo. Ese impulso expansivo mejoró los intercambios comerciales con Coatzcualco y más allá, incluso. Este último no era territorio conquistado, pero sí ofrecía protección a los pochtecas tenochcas.39
Pero Moctezuma I también hubo de afrontar el final de un ciclo mexica, de 52 años, que coincidió con 1455. A modo de siglo propio, el tránsito de un ciclo mexica a otro generaba gran angustia en la sociedad, pues había que satisfacer a los dioses para evitar que no se materializase en caos en el universo y llegase el final. En los años 1446, 1449 y de 1450 a 1454 ocurrieron diversas catástrofes meteorológicas, plagas40 y demás fenómenos adversos que abundaron en la verosimilitud de sus creencias, cuya traducción fue un aumento de los sacrificios humanos. En 1450, por ejemplo, en el reinicio de la guerra contra Chalco, los combates fueron adversos, no así en 1453, cuando dejaron de combatir cuerpo a cuerpo contra el poderoso ejército de los chalcas y la Triple Alianza usó masivamente arcos y flechas. Aunque en 1455 la guerra no había finalizado, sí había causado muchas bajas entre los mexicas; entre otros, dos hermanos del tlatoani habían caído. Solo en 1465, poco antes de su muerte, Moctezuma I pudo derrotarlos e imponer un gobierno militar en Chalco, un reparto de tierras y un elevado tributo.41 Otras victorias fueron la toma de Coixtlahuaca en 1458, que contaba con un famoso mercado y estaba en la ruta para alcanzar Guatemala, al tiempo que los huaxtecos y los totonacas pasaron a ser tributarios de la Triple Alianza. Y en 1466 incorporó la ciudad de Tepeacac, importante por su economía y por su posición geográfica, pues abría caminos hacia la zona sur y consolidaba los que iban al sudeste. En realidad, ya en 1458 Quauhtinchan se quejó de la actitud expansiva de Tepeacac, que amenazaba con conquistarlos al igual que a Totomihuacan. Los tenochcas reaccionaron y terminaron por, más bien, pactar la incorporación de Tepeacac, pues el tributo impuesto al territorio fue tan alto que los propios habitantes de Quauhtinchan se vieron obligados a cubrirlo en parte.42
El sucesor de Moctezuma I fue Axayacatl (1469-1481), quien, en 1473, hubo de enfrentarse al levantamiento de Tlatelolco. El tlatoani de la urbe, Moquihuix,43 se mostró muy soberbio tras derrotar en solitario a los tradicionales enemigos de la Triple Alianza, las ciudades de la alianza de Puebla-Tlaxcala: Cholula, Tlaxcala y Huexotzinco, una vez que Axayacatl dio la orden de retirada al ejército mancomunado. Así, a la riqueza acumulada por Tlatelolco en los últimos años se añadió el hecho de contar con un tlatoani héroe de guerra, una mezcla demasiado peligrosa si tenemos en cuenta que, además, estaba desposado con princesas de Tetzcoco y de la propia Tenochtitlan, y que en esta última había algunas facciones que no estaban de acuerdo con la elección de Axayacatl en 1468. Moquihuix intentó ya en 1469 un acercamiento a Chalco para buscar su conformidad y ayuda en un posible enfrentamiento contra Tenochtitlan. Pero los chalcas entregaron a Axayacatl a los embajadores tlatelolcas encargados de las negociaciones. Este invitó a su homólogo tlatelolca a un banquete en el que se sirvieron cocinadas las carnes de sus embajadores.44 Pero Moquihuix no arrojó la toalla. En 1472 falleció el tlatoani de Tetzcoco, Nezahualcoyotl, y su sucesor fue un niño, Nezahualpilli, una situación que Tenochtitlan aprovechó para hacerse con el control de la ciudad hasta el punto de que, gobernando ya Moctezuma II, los tenochcas consiguieron designar al mandatario tetzcocano.
Pero Tlatelolco era otra cosa. Una ciudad rica que había prosperado en el seno de la Triple Alianza y que no aceptó la preeminencia de Tenochtitlan y luchó para revertir el nuevo orden que se estaba imponiendo. La guerra, inevitable cuando Moquihuix repudió a su esposa tenochca, hermana por más señas de Axayacatl, estalló. Y fue perdida por Tlatelolco,45 que se vio sometida de inmediato a Tenochtitlan, desde donde se controló su destino político y el de su gran mercado.
Aunque Axayacatl continuó con las conquistas en tierras huastecas y consolidó su dominio sobre Tepeacac y Cuetlaxtlan, no obstante Axayacatl acabó siendo derrotado por los tarascos en su intención de continuar la expansión en el noroeste del imperio. Si en 1476-1477 los mexicas lanzaron una campaña contra los tarascos para frenar su expansionismo y llegaron a tomar varias posiciones fronterizas, incluida Taximaroa, y avanzaron hasta Charo, la respuesta de los tarascos consistió en retomar aquellas tierras, fortificar mucho mejor su frontera oriental y trasladar a la zona población matlatzinca y otomí que había huido del dominio mexica. Es decir, que siguieron una política de reasentamiento de población en sus fronteras igual que la practicada por sus rivales.46
Axayacatl, después de morir en 1481, fue sucedido por su hermano Tizoc, que apenas reinó hasta 1486, cuando fue envenenado, probablemente, al no disponer de un perfil expansionista, aunque sí acometió algunas conquistas menores como las conseguidas en tierras de los huastecas, en Puebla, donde obtuvo Atezcahucan, o en el actual estado de Guerrero. Más bien lo que sucedió fue que su hermano Ahuitzotl, un afamado guerrero, consiguió ponerse al frente de una de las facciones que disputaron el poder entre los mexicas.47 En opinión de José Lameiras, la política de Tizoc fue continuista con respecto a la de Axayacatl, quien quiso rehuir el compromiso político y militar en beneficio del administrativo y burocrático a la hora de retener el poder. Así, Tizoc, mucho más proclive a una política «pacifista», fracasó, además, en su campaña inaugural contra Metztitlan.48
Ahuitzotl (1486-1502) consiguió encauzar la situación al aplastar las revueltas existentes entre 1488 y 1489 –se rebelaron antiguos tributarios como Teloloapan, Oztoman y Alahuiztlan; tras recuperar Telolopan, sus habitantes aseguraron que habían sido engañados por los naturales de las otras dos y comenzaron a colaborar con los mexicas en la guerra; Ahuitzotl, tras tomar ambas ciudades, ordenó la masacre de sus habitantes, menos los niños, que fueron distribuidos por todo el imperio–, lo que reforzó su prestigio, al igual que la consecución de una gran masa de cautivos que fue inmolada en la inauguración del gran templo central de México-Tenochtitlan, una obra de gran envergadura iniciada por Moctezuma I. Sin duda, la necesidad de aplacar la ira de los dioses del panteón mexica, y en especial del dios del sol y de la guerra, Huitzilopochtli, propició estos sacrificios masivos, pero también la necesidad de los mexicas de reafirmarse como el gran poder central que eran y enviar un claro mensaje a los anteriormente sublevados. Con todo, la expansión constante que caracterizó la época de Ahuitzotl fue un claro síntoma de que la búsqueda de botines y mercados, el control de nuevas tierras y de hombres, de víctimas para los sacrificios rituales, se había convertido en un fin en sí misma. Se ansiaban cada vez más riquezas, más productos exóticos, como el cacao, de modo que la expansión de 1491-1495 se dirigió hacia el sur y se acercó al entorno del Pacífico en busca de dicho producto, tan demandado por las élites mexicas. Fue entonces cuando se conquistaron Cihuatlan –primero cayó Otlatlan y, quizá dividiendo sus fuerzas en dos, una de ellas fue a por Coyocac y Acapolco, mientras que la otra avanzó hacia Petlatlan, Xihuacan, Yztapan, Apancelacan y Zacattula, en el límite fronterizo con el mundo tarasco–,49 Oaxaca,50 Tehuantepec, rebelada en 1497, y Xoconochco. En la frontera con los tarascos fundó colonias militares en la zona de Oztoman. También se iniciaron aquellos años las expediciones comerciales a Xicalanco, en tierras mayas. Allá, y en Cimatlan, se localizaban guarniciones mexica, que fueron las primeras en informar a Moctezuma II del ataque sufrido por Juan de Grijalva en Champotón.51 El caso de lo ocurrido en Oaxaca es significativo. El tlatoani envió un ejército en 1497 para vengar el asesinato de comerciantes mexicas y aliados. Se les ordenó no solo matar a 2000 personas por cada comerciante muerto, sino aniquilar a todos, adultos o niños, porque era demasiado lejos para conseguir hacer marchar a los cautivos de retorno a México-Tenochtitlan. Sin embargo, unos 1200 fueron llevados de dicho territorio.52
Serpiente bicéfala de mosaico de turquesa. Es posible que se trate de una representación de Xiuhcoatl, la serpiente de fuego, el arma más poderosa del dios de la guerra Huitzilopochtli, principal deidad mexica y original de esta cultura.
En política interna, la necesidad de emprender obras hidráulicas para asegurar el suministro de agua en Tenochtitlan,53 unos trabajos que precisaron de la ayuda del tlatoani de Tetzcoco ante los primeros fracasos en las mismas, pues hubo inundaciones, también tuvieron como consecuencia la muerte del señor de Coyohuacan, asesinado por orden de Ahuitzotl por contradecirle en sus planes hidráulicos. Al ser familiar el de Coyohuacan del tlatoani de Tlacopan se generó una nueva tensión. Lo que, en el fondo, era una situación no solo habitual sino en auge, ya que el imperio estaba alcanzando cotas de extensión nunca antes igualadas en Mesoamérica. Así, según Isabel Bueno, el imperio hegemónico de los mexicas no triunfaba solo gracias a su superioridad militar o bien por su superior organización económica-social, sino más bien por una combinación de ambos elementos, de manera que cada territorio sometido realizaba aportaciones diferentes:
A unas provincias se les exigía tributos en productos y servicio, a otras refuerzos para sus tropas, o abastecimiento del ejército con todo lo necesario. Así quedaban integradas en una vasta red que estaba tejida con sangre y miedo, mutuos beneficios comerciales y socioculturales, alianzas matrimoniales e intrigas.54
Sangre y miedo. Tzvi Medin, en una sugestiva monografía, ha insistido en que «el espectáculo recurrente de los sacrificios humanos», en su cotidianidad y monumentalidad como la definió David Carrasco, era una especie de «aviso mortal y aterrorizante que ocupaba un lugar muy especial dentro del horizonte existencial de tal sociedad». La perpetuación de las estructuras sociales, pero también de las políticas, era esencial, de ahí que junto con el sacrificio de los guerreros capturados en batalla y de los esclavos no mexicas, también se sacrificasen niños y esclavos de origen nahua, además de mujeres –en un tercio de los festivales, según Carrasco, se sacrificaban féminas–. En la religión mexica, el dios Huitzilopochtli derrotó a su rival Coyolxauhqui en su lucha por la montaña sagrada, y lugar de nacimiento del dios, Coatépetl. Esta era simbolizada por el propio Templo Mayor. Al cortar la cabeza y los miembros de Coyolxauhqui, Huitzilopochtli hizo que estos rodasen montaña abajo, el mismo efecto que se buscó al dotar a las pirámides de una subida empinada: los restos de los sacrificados también rodaban hacia abajo vertiginosamente. En los años de Itzcoatl y de Tlacaelel se afinaron estas prácticas y se convirtieron en el modelo político-religioso mexica; la identificación imperial con ese terror institucionalizado, basado en los sacrificios, fue total.55 De hecho, según Medin, una de las claves, sino la clave, del funcionamiento del imperialismo mexica fue el impacto del terror imperial; en otras palabras, «la implantación del espanto y del pavor paralizantes en tanto una parcela esencial del espacio de la conciencia colectiva de los pueblos supeditados».56 Y una manera de demostrarlo es comentar que en la celebración antes mencionada del tlatoani Ahuitzotl en el momento de la finalización del Templo Mayor57 se sacrificaron por lo bajo 20 000 personas en varias jornadas, apenas tres, si bien la cifra se ha querido elevar hasta las 80 400.58 Recientemente, mediante un cálculo hábil a partir de la lectura cuidadosa de las fuentes, Jesús Ruvalcaba ha podido defender que en las famosa jornadas de consagración del Templo Mayor se sacrificaron 2300 personas.59
Pero, ahora bien, es posible que, siguiendo a Michael Smith, ese terror no solo se dirigiera hacia el «exterior» de la sociedad tenochca, sino también hacia su propio cuerpo social, pues es factible asimismo pensar que alcanzaba a los macehualtin: «Witnessing the gruesome deaths of not only enemy soldiers but also local slaves, infants, and the occasional free commoner must have made most people think twice before engaging in any form of resistance against their king of local noble».60*