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EL ESPACIO FÍSICO Y SOCIAL DE LA CONTIENDA
ОглавлениеEl lugar escogido por los mexicas para asentarse era muy peculiar. El valle central de México estaba presidido por el gran lago de Tetzcoco, una gran masa de agua en forma de doble ese con unos 70 kilómetros de largo y algo más de 30 de ancho. Con una superficie de unos 1000 kilómetros cuadrados, su profundidad era de pocos metros, pero se dividía en dos zonas bien diferenciadas por una particularidad: la parte septentrional, en realidad los lagos de Xaltocan y de Tetzcoco propiamente dichos, estaba conformada por agua salada, mientras que la meridional –lagos de Xochimilco y de Chalco– contenía agua dulce procedente de las lluvias que las cadenas de montañas circundantes conducían al lago. Un dique de 12 kilómetros de largo y 7 metros de ancho que enlazaba Atzacoulco con Iztapalapa impedía que las aguas de una y otra parte se mezclaran.126 El lago quedaba insertado en un altiplano a 2200 metros de altitud y el valle tendría una superficie total de unos 8000 kilómetros cuadrados, muy densamente poblados. El secreto era la agricultura intensiva practicada mediante el uso de sistemas de riego muy desarrollados, que incluía la producción en bancales y chinampas, islas artificiales largas y estrechas logradas gracias a la acumulación de lodo del fondo de la parte de agua dulce del lago.127
En el momento de la llegada de la hueste de Hernán Cortés, el Imperio mexica se habría extendido por unos 200 000 kilómetros cuadrados y estaría habitado por entre 5 y 6 millones de personas. Antonio Aimi no cree probable una movilización total de los varones en edad militar, entre veinte y cuarenta años, como apuntó en su momento Ross Hassig, de modo que reduce la cifra de tropas de la Triple Alianza a unos 16 000 hombres bien adiestrados –una cifra que se me antoja demasiado reducida–; ni tampoco el imperio había levantado una burocracia profesionalizada. De hecho, encuentra un gran obstáculo en el establecimiento de un imperio hegemónico en lugar de territorial, de manera que, desde su punto de vista:
El Imperio azteca era principalmente un Estado joven que no había integrado las ciudades y etnias conquistadas y que tenía enemigos hostiles, en ocasiones muy bien aguerridos, como, por ejemplo, las ciudades del Valle de Puebla, los señoríos huaxtecas, el Imperio tarasco y los reinos de Tututépec, Metztitlan y Yopitzinco.128
Pero, con independencia de que podamos criticar el poderío exacto del Imperio mexica y el verdadero alcance de sus logros militares, lo que no deja lugar a las dudas era el magnífico esplendor de la gran ciudad, Tenochtitlan. Asentada en varias islas en el centro del lago Tetzcoco, con una superficie de entre 12 y 15 kilómetros cuadrados, la gran urbe llegó a tener entre 150 000 y 200 000 habitantes. En aquellos momentos, no existía en la península ibérica una ciudad de semejante tamaño y recordemos que las ciudades europeas más grandes de aquel tiempo, Nápoles, Venecia y París se movían en torno a los 100 000 o 125 000 habitantes. Los edificios de la ciudad, que en recordado pasaje de la famosa obra de Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de Nueva España, eran asimilados a las casas encantadas que aparecían en la reconocida novela de caballerías, Amadís de Gaula, no dejaron a ningún europeo de la hueste cortesiana indiferente.129 La ciudad se comparaba con facilidad a Venecia por el hecho de contar con numerosos canales130 que la atravesaban, así como con varias calzadas elevadas, hasta cinco tramos de entre 3 y 7 kilómetros y una anchura de 8 pasos, que conectaban la isla con los márgenes de tierra firme del lago. En el entorno de este, en múltiples ciudades cercanas conectadas entre sí, podían vivir otras 400 000 personas en una superficie de unos 600 kilómetros cuadrados.
Las casas, de dos alturas y con una terraza superior, de piedra o pintadas de blanco, se extendían hasta alcanzar el centro de la ciudad, donde se hallaban las pirámides ceremoniales y el gran templo central, situado en una gran plaza cuadrada de 450 metros de lado. La gran pirámide central medía 35 metros de altura y estaba rematada por los dos templos gemelos dedicados a Tláloc y Huitzilopochtli. Pero eran 78 los edificios que constituían el Templo Mayor, pues incluían oratorios, escuelas y otras dependencias. Si entrásemos en la zona central de México-Tenochtitlan desde la calzada de Tlacopan encontraríamos enfrente el espacio dedicado al juego de pelota, a la derecha se localizaba el templo de Xippe Tótec y a la izquierda la Casa de las Águilas. Justo detrás del juego de pelota se localizaba el terrible tzompantli, es decir, el enorme estrado construido con millares y millares de cráneos humanos, producto de los sacrificios realizados. Había seis de ellos en la ciudad. Dos conquistadores, Andrés de Tapia y Gonzalo de Umbría, contaron los cráneos que formaban el tzompantli principal y el resultado son unos espeluznantes 136 000, sin sumar los que se hallaban en unas torres levantadas con tan tétrico material. A la derecha del tzompantli se encontraba la plataforma donde se llevaban a cabo los sacrificios gladiatorios. La parte central del espacio estaba ocupada por el Templo Mayor propiamente dicho y, a su derecha, el templo de Tezcatlipoca. Toda el área (del Templo Mayor) estaba rodeada por el llamado muro de las serpientes, o coatepantli.131 A la derecha de ese muro se encontraba el palacio de Moctezuma II132 y, justo detrás de los dos templos referidos, el palacio de Axayacatl. Lugar emblemático porque fue donde Cortés y sus hombres fueron alojados. El refinamiento de la corte mexica también venía dado por la existencia de zoológicos: había uno para todo tipo de aves, con estanques para las acuáticas y miradores para observarlas. Diversas dependencias se reservaban a jaulas para jaguares, pumas, ocelotes, lobos, etc. En otra sección había grandes tinajas con serpientes venenosas que alimentaban con las vísceras de los sacrificados, pero también había un espacio reservado para, según Cervantes de Salazar:
[…] enanos, corcovados, quebrados, contrechos y monstruos, que los tenía en mucha cantidad para su pasatiempo, y aún dicen que para este fin los quebraban y enjibaban desde niños cuando estaban más tiernos, diciendo que en la casa de tan gran Rey, para grandeza suya, había de haber cosas que no se hallasen en las casas de otros Príncipes.133
La ciudad de Tenochtitlan acabó por unirse a su urbe gemela, Tlatelolco, para conformar la gran metrópoli mexica tal y como la conoció Cortés: México-Tenochtitlan. Tlatelolco también contaba con un gran centro ceremonial, una enorme pirámide y, sobre todo, sobresalía por el cosmopolitismo y la riqueza de su mercado.134
La sociedad mexica estaba compuesta por los macehualtin135 que, como se ha comentado, trabajaban las tierras comunales de su calpulli, formaban parte de los ejércitos y, algunos de ellos, comerciaban (los pochtecas) y se dedicaban a la artesanía. Los miembros de este nivel social, más que clase social, que trabajaban tierras ajenas a su calpulli se denominaban mayeques, es decir los que poseían manos para trabajar. Asimismo, la sociedad mexica contemplaba a los tlatlacotin, una suerte de esclavos, pues no tenían por qué serlo de por vida, ya que ellos mismos podían pagar su manumisión, y sus hijos, además, no se consideraban esclavos. Los pochtecas, que establecieron vínculos con los nobles, o mejor notables, los pipilltin, aquellos que ejercían los principales cargos de gobierno, acabaron poseyendo un código jurídico y económico propio, así como ceremonias y ritos religiosos también singulares, al igual que tribunales exclusivos. Al tiempo que comerciaban con todos los rincones del imperio, precisamente por ello podían utilizarse como informadores, espías e incluso como embajadores. Es decir, que algunos de ellos eran más importantes en un momento dado que determinados pipilltin. Aunque estos últimos podían tener varias esposas, a modo de concubinas, solo había una mujer con el rango de esposa. Lógicamente, solo entre los pipilltin podía ser elegido el tlatoani.136
Las mujeres macehualtin ejercían unas funciones muy notables en el mundo doméstico, no en vano, el cordón umbilical de la recién nacida se enterraba en la propia casa donde había nacido, mientras que, de forma significativa, el de un varón se enterraba en el campo de batalla. Además de en la esfera doméstica en general, y de la reproducción humana en particular, las mujeres macehualtin eran formadas en el trabajo de hilado y de manufactura textil desde niñas, aunque podían colaborar en otros trabajos de la especialidad de su calpulli. Porque además de moler maíz y confeccionar tortillas, además de guisar, actividades que también realizaban sirviendo a los ejércitos –para los que prepararon, además de las mencionadas tortillas tostadas, maíz tostado y harina de maíz para confeccionar atole, una bebida a base de harina y agua a la que se le acabó añadiendo leche, frijoles molidos, además de proveer de sal, chiles e instrumentos para guisar–, podían ser vendedoras de verduras, de plumas, de sal, avivadoras de los fuegos de los baños, curanderas, casamenteras y hechiceras e, incluso, elaboradoras de los materiales para fabricar códices. Aunque también había prostitutas.137