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De la resistencia a la construcción

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Debemos ser proactivos y no limitarnos a lamentos y denunciología, entendiendo que debemos convencernos de que estamos abandonando una época de más de 500 años de resistencia para iniciar –¡y cómo nos cuesta!– la nueva etapa de construcción. Para ello debemos romper viejos paradigmas, para poder reinventar nuestras democracias y democratizar la palabra y la imagen. Apostar al futuro es, sin duda, incluir preferentemente la opción por los jóvenes, las nuevas generaciones.

Pero lo primero que debemos democratizar y ciudadanizar es nuestra propia cabeza, no solo cambiar sino reformatear totalmente nuestro disco duro. El primer territorio a ser liberado son los mil cuatrocientos centímetros cúbicos de nuestro cerebro. Es hora de aprender a desaprender, para desde allí comenzar la construcción.

En este presente es indispensable enfrentar los intentos restauradores del orden neoliberal, que hoy tienen su mayor expresión en las prácticas golpistas de los monopolios de la comunicación.

En esta etapa es fundamental la democratización de las comunicaciones, la articulación de los medios populares y el fortalecimiento de los medios públicos. Es así que el afianzamiento de una agenda para una comunicación democrática requiere del impulso de los movimientos sociales, de los Estados nacionales y de las instancias regionales de integración.

Estamos en una etapa de transición. En nuestros países debemos dar por terminada la etapa de la resistencia (al colonialismo cultural) para comenzar la difícil etapa de la construcción (de nuevas alternativas, de la democracia, del futuro de nuestros pueblos). Construcción sugiere cambiar paradigmas, reinventarnos; sugiere proceso, avances y retrocesos.

Podemos citar las fechas simbólicas como la del 12-13 de abril de 2002 en Venezuela –cuando el pueblo salió a la calle a reclamar la reposición de su presidente constitucional Hugo Chávez–, o el día que el presidente argentino Néstor Kirchner ordenó bajar el cuadro del dictador Jorge Videla del colegio militar, o cuando Rafael Correa superó el intento de golpe de Estado en 2010. En esas fechas comenzó la etapa de la reconstrucción política… pero hay mucha gente que no se dio cuenta y siguió con el mismo discurso...

No es tarea fácil, porque desde muchos sectores, incluso enquistados en el aparato estatal de gobiernos progresistas, hay resistencia. Para muchos es más fácil la etapa de la resistencia, la denunciología, la autoflagelación. Es producto de años de construcción del imaginario colectivo por parte de sectores hegemónicos antinacionales, ya que una de sus formas de dominación es eliminar la autoestima de nuestros pueblos y atentar contra una identidad común.

Tenemos muchos problemas para construir, pensar hacia adelante; en pensar en cosas nuestras; en crear y errar también. Es tiempo de asumir nuestras propias identidades, seguir elevando nuestra autoestima, esa que parecía haber tocado fondo hace apenas poco más de una década.

Ahora hay que aprovechar esa posibilidad de construir una nueva comunicación, una nueva sociedad, una nueva democracia, y construirla no solo en la práctica sino también en la teoría. Hay que hacer una nueva teoría que tenga que ver son las prácticas reales, adecuada al nuevo país que tenemos cada uno, a este nuevo enfoque de una América Latina y el Caribe en proceso de integración, y donde no sigan hablando los jerarcas y los eternos “expertos”, sino que hable la gente.

Hay que darle la palabra a la gente y no tener miedo de eso. Hay que apelar al raciocinio del pueblo y no solo a los sentimientos, que son los golpes bajos permanentes de la construcción comunicacional hegemónica. Como excusa para no construir, muchas veces hemos puesto la falta de recursos por delante, y generalmente el problema mayor es que no teníamos ideas. Nos habían secuestrado la utopía, aniquilado nuestros sueños.

En esta época en la cual la vida política de nuestras sociedades, la organización y movilización social, la disputa de ideas y modelos de sociedad y las mismas relaciones sociales e interpersonales, se encuentran cada vez más atravesadas por los medios y tecnologías de la comunicación, se vuelve un imperativo de los procesos democráticos analizar y repensar las formas de organización, gestión y control de estos.

Se han roto algunos viejos paradigmas. Las nuevas legislaciones establecen un tercer sector de la comunicación, más allá del privado y el público, que es el sector ciudadano sin fines de lucro –medios alternativos, independientes, comunitarios–, el cual debe desarrollarse en igualdad de condiciones con los otros dos sectores. Este solo hecho, que supera la visión tradicional reducida a la polaridad Estado-sector privado, representa un cambio paradigmático significativo.

Pero promover efectivamente la participación, la interacción, nuevos valores y una estética distinta en la comunicación implica pasar por profundos cambios culturales, pues de poco servirían si la población no se apropia de ellos. Es necesario cambiar la “matriz productiva” de la comunicación y pasar de una sociedad consumidora de información o mercancías, a una sociedad crítica y productora de información, de medios, de respuestas, de preguntas, de nuevas creaciones, de nuevos discursos.

Uno de los mayores problemas que confrontamos en América Latina y el Caribe es que –con la mente ocupada aún por viejos paradigmas liberales– no estamos totalmente convencidos de nuestros proyectos. En general, el enemigo no está afuera –no son los medios corporativos. ni el imperio, ni es la falta de financiamiento–, sino que son la ausencia de convicciones firmes en niveles altos y medios de nuestros gobiernos, y la ineficacia, la ineficiencia y el facilismo copiador de formatos y modelos de parte de quienes gestionan o dirigen los proyectos.

El enemigo está adentro y por eso algunos de los buenos proyectos comunicacionales lanzados en nuestra región, fracasan o terminan frustrándose en la intrascendencia. La construcción –de una nueva comunicación democrática, de democracias participativas– se hace desde abajo, hombro con hombro.

Lo único que se construye desde arriba, es un pozo.

La Internacional del terror mediático

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