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Por una epistemología propia

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Pocos comunicólogos se han detenido a observar un aspecto teórico –habitual en los ámbitos académicos– que apunta a la formación profesional de periodistas y que refiere a la ausencia de una epistemología propia del hecho periodístico. Parece necesario, señala el argentino Víctor Ego, estimular el debate y proveer de herramientas teóricas y las manipulaciones del discurso del poder hegemónico.

Mucha confusión hay en torno al concepto gramsciano de independencia relativa del campo superestructura en el que debe ubicarse al discurso periodístico, y entre sus mejores estudiosos están los intelectuales del bloque de poder, financiados por universidades y/o corporaciones.

A partir de ese punto de inflexión deben entenderse la naturaleza estratégica de las fuertes inversiones del sector corporativo financiero e industrial en el terreno de los medios de comunicación, por el carácter también estratégico que se le otorga a éstos en el marco del conflicto o Guerra de Baja Intensidad, dentro del diseño geopolítico de Estados Unidos sobre el escenario internacional.

Todo hecho periodístico, sostiene Ego, pertenece al escenario del debate y de la puja en torno al poder, porque lo defiende, lo avala, lo sustenta o lo justifica, o porque lo cuestiona y hasta trabaja para su destrucción, para su reemplazo o para su modificación sustancial. El periodismo es propaganda objetiva, dice, basada en hechos susceptibles de ser constatados y confirmados en su objetualidad y veracidad por las llamadas fuentes, sean éstas directas, indirectas, testimoniales o documentales.

Una verdadera epistemología del hecho periodístico tendría por objeto desarrollar los mecanismos metodológicos apropiados para desenmascarar el sentido último, “la intencionalidad editorial” de la pieza noticiosa. Por ejemplo, el manual de estilo de la agencia francesa France Press (AFP) proclama “sea usted Objetivo. No opine. No juzgue. Proporcione información”. En los medios y las escuelas de periodismo estadounidenses y británicas se reclama “just the facts.only facts” (solo los hechos).

En el libro Ética para periodistas, María Teresa Herrán afirma que “la discusión sobre Objetividad, bien puede volverse un circunloquio tan estéril como tratar de definir el sexo de los ángeles, por tener como punto de referencia conceptos absolutos. Es obvio que nadie puede ser absolutamente objetivo (...). La mejor forma de subsanar este problema pasa por la buena fe –un valor moral– en la búsqueda de los hechos materiales de información noticiosa. “Esa exigencia moral hacia la objetividad en realidad supone la obligación subjetiva de esforzarse en el estudio lo más completo posible de todos los factores que concurren al hecho que se transmite”, añade.

En Desinformación: métodos, aspectos y soluciones, Gabriel Galdón López distingue los siguientes aspectos de la desinformación: la visión parcial y superficial de la realidad, la acumulación trivializada de los hechos, la idolatría de la realidad, la omisión de lo esencial y la visión parcial. Afirma que la neutralidad es imposible, el periodismo de la objetividad nace en el marco del positivismo y, en general, de la modernidad como cultura dominante y configuradora de la sociedad.

Slavaj Haskovec, de la Universidad de Praga, señala que “Aunque se abstenga de formular opiniones personales, todo corresponsal está inevitablemente bajo la influencia de valores prevalecientes en el medio ambiente en el que ha crecido o se lo ha educado, de las instrucciones que le da su jefe de redacción y de la política que sigue el editor (...). La idea de que hoy una actividad informativa ideal que no hace más que registrar hechos en forma imparcial, es insostenible (...). El periodismo objetivista impide el saber sobre la realidad, y, por tanto, el esfuerzo documental imprescindible para el logro de ese saber”.

Estas opiniones diversas ejemplifican el confuso arco conceptual y la carencia de reflexión epistemológica que caracterizan al debate sobre el hecho periodístico en general y ayudan a comprender por qué el periodismo aún no encontró su propio método para analizar su propio discurso, quedando esclavo de los aportes provenientes de otro ámbito del conocimiento como es el de la semiología.

La definición de objetividad que remite al concepto de realidad “sin aditamentos de opiniones personales”, excluyendo la interacción dialéctica entre los hechos y los sujetos históricos protagonistas, transmisores e intérpretes, para después afirmar que se trata de una cualidad “imposible de conseguir”, desconoce de por sí la existencia de la objetividad.

Hay otros que confunden objetividad con imparcialidad, y el manual de estilo de AFP, que representa una aplicación automática del solo hechos de la prensa anglosajona, remite al discurso periodístico del poder, que por ser dominante, le otorga carácter universal a una concepción de clase o de grupo.

Fue el argentino Jorge Ricardo Masetti, primer director de la Agencia Prensa Latina (PL) quien a principios de la década del 1960 –y en el marco de los originales aportes hechos por la Revolución Cubana al periodismo regional– dio pistas para este debate al sostener que el periodista no puede ser imparcial, siempre que –lo quiera o no, lo sepa o no– toma partido, se identifica con uno de los elementos de la ecuación, social, económica o política que caracterizan a determinado escenario informativo.

Ego Ducrot, docente en la argentina Universidad de La Plata, señala que el discurso periodístico no tiene otra alternativa que ser objetivo, en el sentido de referencia, es decir basado en hechos susceptibles de ser confirmados y constatados a través de fuentes directas o indirectas, testimoniales o documentales. El “periodismo subjetivo” simplemente no es periodismo, pertenece a la propaganda.

Así como la objetividad es un componente del hecho periodístico, el mismo necesariamente será parcial, como lo es toda actividad humana desde el punto de vista cultural antropológico, y entendida esa parcialidad no como aceptación de una parte en detrimento del todo sino como asunción de una posición propia del periodista y/o del medio– ante el complejo y multifacético entramado de hechos sobre los que trabaja la práctica periodística.

La Internacional del terror mediático

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