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La intencionalidad editorial

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Para Ernesto Espeche, doctor en Comunicación y ex director de la escuela de Periodismo de la Universidad de Cuyo, la línea editorial es una construcción compleja y estratégica, que emerge a la luz de un reconocimiento previo de los valores ideológicos que guían la actividad periodística. Desde esta perspectiva, el acto de informar sobre los hechos que se producen en la realidad o pensar teóricamente este acto, constituyen una tarea filosófica, como lo es toda actividad que se desarrolle en el escenario de la disputa ideológica por establecer normas de aceptación colectivas.

Si bien es sencillo reconocer el comportamiento opositor de algunas de las corporaciones mediáticas a los cambios propuestos por los gobiernos populares, se explica por la defensa de determinado conjunto de ideas o intereses sobre las múltiples facetas que intervienen en el escenario político, económico y social. Es así que en otros momentos de nuestra historia reciente, esos mismos medios se ubicaron –con dictaduras o gobiernos neoliberales– en la estrategia global del oficialismo de entonces. Oficialismo y oposición no son rasgos constitutivos de un comportamiento editorial, aun cuando muchos oportunistas se disfrazan siempre de oficialistas, con la excusa de que ellos no tienen la culpa de que cambien los gobiernos. Debemos, por tanto, detectar, reconocer y analizar una línea editorial superadora y capaz de contener el conjunto de las coberturas.

Hay dos momentos diferenciados de nuestros posicionamientos editoriales: táctica y estrategia. Las tácticas son los caminos que, día a día, vamos eligiendo para alcanzar un objetivo de mayor aliento, estratégico. Así, nuestro posicionamiento ante un hecho susceptible de ser transformado en noticia corresponde a la esfera táctica, y ese posicionamiento se encuadra en una línea estratégica, que justifica y a la vez contiene a cada movimiento táctico, dice.

Construir una línea editorial es definir objetivos estratégicos, es decir, no atados a la coyuntura diaria. Esos objetivos toman la forma de valores o ideas generales que expresan la asunción de un lugar en la larga y amplia tradición del debate ideológico. Pero no se trata de simples valores individuales sino de concepciones orgánicas.

Gramsci hace una distinción entre ideologías arbitrarias (aquellas que no crean más que movimientos individuales) y las históricamente orgánicas (“porque son necesarias a cierta estructura”, y están ligadas a los intereses de una clase fundamental). Es por ello que son más que un sistema de ideas: “organizan las masas humanas, forman el terreno en el cual los hombres se mueven, adquieren conciencia de su posición, luchan, etc.”, indica.

Espeche presenta algunos ejemplos de definición de línea editorial estratégica, una para medios progresistas y, la otra, para medios de la derecha. Para los primeros, la línea editorial estaría marcada por el respeto irrestricto por los derechos humanos y la democracia; la justicia distributiva en los planos económicos, sociales y culturales; la diversidad cultural; y la integración latinoamericana. La de un medio de derecha, por la apertura económica y sumisión a las reglas del mercado, el respeto irrestricto del valor de la propiedad privada, el reconocimiento de la hegemonía de las potencias económicas en las relaciones internacionales, la asunción de la seguridad jurídica de las empresas como premisa ordenadora del comercio internacional.

La asunción y reconocimiento explícito de una parcialidad determinada ante los hechos es un acto de honestidad intelectual y siempre debe conjugarse con la profesionalización de las técnicas que darán rigor y solidez a nuestras coberturas, señala.

Para Espeche, los temas o agenda que tomamos en nuestras producciones diarias se definen con base en tres mecanismos: inclusión, exclusión y jerarquización. La adecuación táctica de nuestro marco estratégico no radica en la exclusión de los temas ya abordados por los medios que –a priori– reconocemos en las antípodas de nuestro posicionamiento, o en la inclusión solo de aquellos temas que aparecen más emparentados con nuestra línea.

Más bien se debe apoyar en la jerarquización temática y, fundamentalmente, en el enfoque con que esos temas son tratados. El enfoque de los temas de nuestra agenda estará guiado por nuestra línea editorial. El enfoque, entonces, es un modo particular de intervención en un conflicto específico; “es la mirada desde la cual lo historizo y le doy un contexto determinado”.

El reino de la noticia (en medios gráficos), dice el belga Armand Mattelart, aparentaría ser el reino de la anarquía, sujeto a reglas tipográficas. Abastece a la audiencia de un conjunto de datos sacados de una realidad que se define como efímera, transitoria, coyuntural y anecdótica, y no le entrega la contextura del hecho noticioso, es decir, los elementos de juicio que le permitirían internalizarlo como una línea acumulativa de conocimiento activo. La desorganización de la noticia sirve a la cohesión del aparato de dominación: “dividir para reinar es uno de los principios fundamentales del poder de manipulación de las masas”.

Entonces, el enfoque implica inscribir los hechos cotidianos que convertimos en noticias en el conjunto de ideas o ejes que delimitan nuestro paraguas editorial. Se trata de asumir el desafío creativo de pasar los diversos temas de la agenda diaria por el tamiz delimitado por los ejes que constituyen nuestra línea editorial. Esa tarea no se ajusta a un género periodístico en particular.

Asimismo, las fuentes son indispensables para marcar nuestra parcialidad ante los hechos y una condición esencial para dotar de rigor a la actividad periodística. Nuestra parcialidad ante el/los conflictos no depende de la selección de las fuentes informativas, sino del tratamiento que hacemos de las mismas. Por ello, la selección debe ser amplia, debe incluir a los diferentes actores que intervienen en el escenario delimitado por el conflicto.

Mientras las fuentes sean más diversas, más rigurosa podrá ser nuestra técnica y más eficaz será el despliegue de nuestra parcialidad. Por ello, debemos apartarnos de la actitud simplista de dar cuenta solo de las fuentes que se ajustan a nuestra parcialidad, indica Espeche

En ocasión de los episodios represivos ocurridos en Buenos Aires a mediados del año 2002, en los que dos militantes del movimiento de desocupados fueron asesinados por efectivos policiales, según se comprobó a través de fuentes testimoniales y documentales, el diario Clarín publicó en portada un título con tipografía resaltada que decía: “La crisis provocó dos muertes”.

Optó por su propia parcialidad y la cubrió de objetividad (en sentido de transformación del discurso de clase en discurso universal) al elegir las fuentes, los puntos de vista (la policía), al elegir el enfoque (esas muertes fueron consecuencia en un sentido vago de los hechos en los que desembocó la crisis social argentina y no de los disparos concretos efectuados por sujetos concretos).

Si comparamos el espacio y los tiempos de micrófono y de pantalla que los diarios, las radios y las emisoras de TV. pertenecientes al bloque de poder le dedican a las informaciones procedentes del sector empresario y financiero con el espacio que esos mismos medios le asignan a las informaciones procedentes de organizaciones campesinas, de trabajadores y desocupados, comprobaremos que la relación es de 99,5% a favor del primer universo.

Eso es elección de agenda como construcción de parcialidad. Cuando esa parcialidad se construye por fuera de los hechos y sus fuentes –situación en la que los medios del bloque de poder incurren con frecuencia– ya no estamos ante la construcción de una parcialidad determinada, sino frente a una vulgar tergiversación y falsedad informativa.

Espeche señala que otra herramienta es la presentación de la fuente. En ese caso la parcialidad asumida guía la manera en que se ubica al oyente o lector respecto del sujeto que da un testimonio o el documento que se consigna. Por ejemplo: el ex dictador chileno Augusto Pinochet es presentado por algunos medios hegemónicos como “ex presidente”; mientras que debe ser presentado, desde nuestra perspectiva, como “represor”, “genocida”, etc.

Sin duda, la estética no está divorciada del contenido, pero debe contemplar los rasgos culturales del entorno donde se produce. Todo acto discursivo es un acto de seducción. Se debe evitar el exceso de calificativos y adjetivos, uno de los vicios más frecuentes a la hora de marcar parcialidad. Es más eficaz la adjetivación de los sustantivos, la elección de términos con fuerte carga valorativa.

En resumen, la definición de una línea editorial se presenta como un paso esencial en la diseño de una rutina periodística. Desde ella es que ponemos en juego todas las herramientas asociadas al oficio para posicionarnos desde nuestra parcialidad en cada coyuntura. Así, el enfoque, la agenda, la selección y el tratamiento de las fuentes y los recursos narrativos son instrumentos que intervienen en la dimensión táctica de nuestra tarea y quedan, por ello, sujetos a los grandes lineamientos estratégicos, señala Espeche.

La reflexión sobre los aspectos que guían nuestra práctica debe, entonces, trascender la faceta meramente descriptiva para inscribirse en una mirada más profunda que supere la separación entre teoría y práctica, entre oficio y academia.

La Internacional del terror mediático

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