Читать книгу Jesucristo, divino y humano - Atilio René Dupertuis - Страница 12
Capítulo 2 Jesús, el centro de la Escritura
ОглавлениеLa historia de la humanidad se divide en antes de Cristo y después de Cristo. El Señor Jesús es además el centro de la Escritura, de ambos testamentos. La diferencia fundamental entre el Antiguo Testamento y el Nuevo es un asunto de tiempo. El Antiguo Testamento mira casi exclusivamente hacia el futuro; todo apunta hacia la venida del Mesías. El Nuevo Testamento, por otro lado, se centra esencialmente en el pasado, confirmando que lo anunciado por los profetas ha encontrado su cumplimiento en Jesús de Nazaret. Al mismo tiempo indica que hay algo que aún debe completarse en el futuro, la segunda venida de Cristo. Pero existe una notable continuidad entre ambos testamentos.
El Evangelio de Mateo, en manera especial, se constituye como un puente que une los dos Testamentos: lo anunciado y su cumplimiento. Evidentemente, Mateo tuvo en mente una audiencia de mentalidad judía al escribir su evangelio. En el primer versículo menciona a David y a Abraham, el rey más querido de Israel y el padre de la nación judía. La expresión “para que se cumpliera lo que el Señor dijo por medio del profeta” aparece once veces en este Evangelio. Se pueden mencionar varios ejemplos específicos. Su nacimiento en Belén, su huida a Egipto, su rechazo por parte del pueblo, ninguno de sus huesos sería quebrado. Además, Mateo ve la vida de Jesús como una recapitulación de la experiencia del pueblo de Israel.
“Como el déspota Faraón oprimió a Israel en Egipto, también Jesús encontró refugio en Egipto de la mano del déspota Herodes. Así como Israel pasó por las aguas del mar Rojo, para luego pasar pruebas en el desierto por cuarenta años, también Jesús pasó por las aguas del bautismo de Juan en el río Jordán, a fin de ser probado en el desierto durante cuarenta días. Además, así como Moisés dio la Ley a Israel desde el Sinaí, también Jesús dio a sus seguidores la verdadera interpretación y ampliación de la Ley desde el monte de las Bienaventuranzas” (John Stott, The Incomparable Christ, p. 24).
Jesús subraya la relación entre las dos edades cuando dice: “Dichosos los ojos de ustedes, porque ven; y los oídos de ustedes, porque oyen. Porque de cierto les digo, que muchos profetas y hombres justos desearon ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; y oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron” (Mat. 13: 16, 17). La realidad se había hecho presente. Juan el Bautista conecta el sacrificio de Cristo directamente con el sistema anticipatorio del Antiguo Testamento: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). Los profetas del Antiguo Testamento vivieron en el período de la anticipación, del anuncio; los apóstoles vivieron en el tiempo del cumplimiento. En el Nuevo Testamento hay conciencia de que el gran acontecimiento escatológico anticipado en el Antiguo Testamento ya se ha cumplido, mientras al mismo tiempo anuncia que hay otro acontecimiento escatológico importante que está todavía en el futuro. Todo se centra en Cristo, sus dos venidas: la primera y la segunda.
El Nuevo Testamento afirma estos eventos trascendentales, pero no entra en ninguna discusión detallada de ellos. A la iglesia le tomó casi cuatrocientos años llegar a una comprensión más o menos completa de la persona de Cristo. Hubo numerosos intentos de explicar lo que el Nuevo Testamento no explica en detalle: su origen divino y su total humanidad, una persona en dos naturalezas y la relación entre ambas naturalezas.
Cristo no habría podido hacer lo que hizo si no hubiera sido lo que fue: divino y humano. El propósito central de la Biblia es, en primer lugar, cristológico: revelar a Cristo. El Señor mismo dijo: “Ustedes escudriñan las Escrituras, porque les parece que en ellas tienen la vida eterna; ¡y son ellas las que dan testimonio de mí!” (Juan 5:39). En segundo lugar, su propósito es soteriológico; tiene que ver con lo que Cristo hizo para salvar al hombre. El apóstol Pablo escribió a Timoteo: “Desde la niñez has conocido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Tim. 3:15).