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La Trinidad

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La doctrina bíblica de la Trinidad ha sido con frecuencia cuestionada, incluso desde el mismo comienzo de la iglesia. A veces se usa como argumento para negar esta doctrina el hecho de que la palabra “Trinidad” no se encuentra en las Escrituras. Es verdad que no se encuentra, pero eso no necesariamente la niega. La palabra “encarnación” tampoco se encuentra en el Nuevo Testamento, pero se usa para referirse a una verdad claramente revelada: “Dios mismo era la Palabra. […] Y la Palabra se hizo carne” (Juan 1:1, 14); es decir, se encarnó. Tampoco se encuentra en la Escritura la palabra “milenio”, pero simplemente se usa para designar un período de mil años del que sí habla la Biblia (Apoc. 20).

Más significativo, sin embargo, es el hecho que se trata de un misterio que va mucho más allá de la capacidad humana para comprenderlo. Al acercarnos a este tema, debemos recordar la experiencia de Moisés al acercarse a la zarza ardiente; la orden fue: “Quítate el calzado de tus pies, porque el lugar donde ahora estás es tierra santa” (Éxo. 3:5). Además, Dios no ha revelado en detalle todo lo que tiene que ver con su persona. Hay cosas que por alguna razón Dios ha mantenido en secreto mientras que hay otras que han sido reveladas (Deut. 29:29). Un estudio serio de la Escritura debe limitarse a lo que está revelado, porque todo intento de ir más allá de eso será sencillamente especulación.

El Antiguo Testamento dice categóricamente que hay un solo Dios: “Oye, Israel: el Señor nuestro Dios, el Señor es uno” (Deut. 6:4). El rey David expresó: “¡Cuán grande eres, Señor y Dios! ¡No hay nadie como tú! Tal y como lo hemos sabido, ¡no hay más Dios que tú!” (2 Sam. 7:22). Pero el Nuevo Testamento dice, también en forma categórica, que el Señor Jesús es Dios. El apóstol Pablo también dice que “Dios sí es uno” (Gál. 3:20), pero al mismo tiempo afirma también en forma categórica que Jesús es Dios. Notemos. “El misterio de la piedad es grande: Dios fue manifestado en carne” (1 Tim. 3:16).

La Deidad es un misterio, pero la Biblia sí dice que, en la encarnación, “Dios fue manifestado en carne”. En otro lugar afirma que “en él [Cristo] habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Col. 2:9). Todo esto pareciera paradójico, contradictorio, hasta que leemos más cuidadosamente el Antiguo Testamento.

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