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UNA VENTANA HACIA EL SISTEMA NERVIOSO

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Todos los pequeños signos que registramos instintivamente durante una conversación (los cambios musculares y las tensiones en el rostro de la otra persona, sus movimientos oculares y la dilatación de las pupilas, así como el tono y la velocidad de la voz), además de las fluctuaciones en nuestro propio paisaje interior (salivación, deglución, respiración y ritmo cardiaco) están unidos mediante un único sistema regulatorio.5 Todos son producto de la sincronía entre las dos ramas del sistema nervioso autónomo (SNA): el simpático, que actúa como el acelerador del cuerpo, y el parasimpático, que actúa como los frenos.6 Estos son los sistemas «recíprocos» de los que hablaba Darwin, y juntos desempeñan un papel importante en el manejo del flujo energético del cuerpo: uno se prepara para gastarlo y el otro para conservarlo.

El sistema nervioso simpático (SNS) es el responsable de la activación, incluida la respuesta de lucha o huida (el «comportamiento de escape o evitación» de Darwin). Hace casi dos mil años, el médico romano Galeno le llamo «simpático» porque observó que funcionaba con las emociones (sym pathos). El SNS desplaza la sangre a los músculos para que actúen rápidamente, en parte haciendo que las glándulas suprarrenales liberen adrenalina, que acelera el ritmo cardiaco y aumenta la presión sanguínea.

La segunda rama del SNA es el sistema nervioso parasimpático («contra las emociones») o SNP, que promueve las funciones autopreservadoras como la digestión y la cicatrización. Desencadena la liberación de acetilcolina para frenar la activación, reduciendo el ritmo cardiaco, relajando los músculos y recuperando una respiración normal. Como Darwin señaló, «las actividades de alimentación, cobijo y apareamiento» dependen del SNP.

Existe una manera sencilla de experimentar ambos sistemas por nosotros mismos. Cuando respiramos profundamente, activamos el SNS. El resultante estallido de adrenalina acelera el corazón, lo cual explica por qué tantos atletas realizan unas respiraciones cortas y profundas antes de empezar una competición. Espirar, por su parte, activa el SNP, que frena el ritmo cardiaco. Si realiza una clase de yoga o de meditación, el instructor seguramente le pedirá que preste particularmente atención a la espiración, ya que las respiraciones profundas y largas ayudan a calmarnos. Cuando respiramos, estamos continuamente acelerando y frenando el corazón, y debido a ello el intervalo entre los dos latidos cardiacos no es nunca exactamente el mismo. Se puede usar una medición llamada «variabilidad del ritmo cardiaco» (VRC) para comprobar la flexibilidad de este sistema, y una buena VRC (cuanta más fluctuación, mejor) es una señal de que el freno y el acelerador de nuestro sistema de activación están funcionando adecuada y equilibradamente. Para nosotros, adquirir un instrumento para medir la VRC fue un gran avance. En el capítulo 16 explicaré cómo podemos usar la VRC para ayudar a tratar el TEPT.

El cuerpo lleva la cuenta

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