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CÓMO NOS CONVERTIMOS EN SERES HUMANOS

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Según la gran teoría de Porges, en los mamíferos el CVV evolucionó para apoyarlos en una vida social cada vez más compleja. Todos los mamíferos, incluidos los seres humanos, se agrupan para aparearse, alimentar a sus crías, defenderse contra enemigos comunes y coordinar la caza y la adquisición de alimentos. Cuanto más eficazmente sincroniza el CVV la actividad de los sistemas nerviosos simpático y parasimpático, mejor se sintoniza la fisiología de cada individuo con la del resto de los miembros de la tribu.

Considerar de este modo el CVV explica cómo ayudan los padres de manera natural a sus hijos a regularse. Los recién nacidos no son muy sociales; pasan la mayor parte del tiempo durmiendo y se despiertan cuando tienen hambre o están mojados. Después de comer, pueden pasar cierto tiempo mirando alrededor, quejándose u observando, pero pronto se vuelven a dormir, siguiendo su propio ritmo interior. Muy pronto en la vida ya están bastante a la merced de las mareas alternantes de su sistema nervioso simpático y parasimpático, y su cerebro reptiliano es básicamente el que dirige el espectáculo.

Pero día a día, a medida que los arrullamos y les sonreímos y los mimamos, estimulamos el crecimiento de la sincronicidad en su CVV en desarrollo. Estas interacciones ayudan a que los sistemas de activación emocional de nuestros bebés se sincronicen con su entorno. El CVV controla la succión, la deglución, la expresión facial y los sonidos producidos por la laringe. Cuando estas funciones se estimulan en un niño, van acompañadas por una sensación de placer y de seguridad, que ayuda a crear los cimientos de todo el comportamiento social futuro.14 Como mi amigo Ed Tronick me enseñó hace mucho tiempo, el cerebro es un órgano cultural; la experiencia modela el cerebro.

Estar sincronizados con otros miembros de nuestra especie a través del CVV es extremadamente gratificante. Lo que empieza como un juego sincronizado entre madre e hijo sigue con el ritmo de un buen partido de baloncesto, la sincronía de un tango, y la armonía de un canto coral o la interpretación de una pieza de jazz o música de cámara; todo ello fomenta una profunda sensación de placer y de conexión.

Podemos hablar de trauma cuando este sistema falla: cuando suplicamos por nuestra vida pero nuestro asaltante ignora nuestros ruegos; cuando somos niños aterrorizados y escuchamos desde la cama a nuestra madre gritar por los golpes de su novio; cuando vemos a nuestro amigo atrapado bajo una pieza de metal que no somos lo suficientemente fuertes para levantar; cuando queremos empujar al sacerdote que está abusando de nosotros pero tenemos miedo de ser castigados. La inmovilización está en el origen de la mayoría de los traumas. Cuando esto sucede, es probable que el CVD tome el control: el ritmo cardiaco se reduce, la respiración se vuelve superficial y, como zombis, perdemos el contacto con nosotros mismos y con el entorno. Nos disociamos, nos desmayamos y nos colapsamos.

El cuerpo lleva la cuenta

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