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LUCHA O HUIDA FRENTE A COLAPSO

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Como vimos en los escáneres cerebrales de Stan y de Ute, el trauma se expresa no solo como una lucha o una huida, sino también como una desconexión y una incapacidad para conectar con el presente. Cada respuesta implica un nivel diferente de actividad cerebral: el sistema de lucha o huida de los mamíferos, que nos protege e impide que nos desactivemos, y el cerebro reptiliano, que produce la respuesta en forma de colapso. Podemos ver la diferencia entre estos dos sistemas en cualquier tienda grande de mascotas. Los gatitos, perritos, ratones y jerbos juegan constantemente, y cuando están cansados se apiñan, piel con piel. En cambio, las serpientes y los lagartos permanecen inmóviles en las esquinas de sus jaulas, sin responder al entorno.13 Esta especie de inmovilización, generada por el cerebro reptiliano, caracteriza a muchas personas con traumas crónicos, a diferencia del pánico y la rabia de los mamíferos que hace que los supervivientes recientes de un trauma estén tan atemorizados y atemoricen ellos mismos a los demás. Casi todo el mundo sabe cómo es la respuesta de escapada o huida típica, el enfado del conductor: una amenaza repentina precipita un intenso impulso de moverse y atacar. El peligro desconecta nuestro sistema de interacción social, reduce nuestra capacidad de respuesta a la voz humana y aumenta nuestra sensibilidad a los sonidos amenazantes. Sin embargo, para muchas personas, el pánico y la rabia son preferibles a lo opuesto (desconectarse y convertirse en un muerto para el mundo). Activar la huida o la lucha al menos les hace sentir que tienen energía. Por eso tantas personas maltratadas y traumatizadas se sienten plenamente vivas frente a un peligro real, y se quedan bloqueadas en situaciones que son más complejas pero objetivamente seguras, como las fiestas de cumpleaños o las cenas familiares.

Cuando luchar o correr no resuelve la amenaza, activamos el último recurso: el cerebro reptiliano, el sistema de emergencia definitivo. Este sistema suele ponerse en marcha cuando estamos físicamente inmovilizados, como cuando un atacante nos tiene acorralados o cuando un niño no puede escapar de un cuidador que le aterra. El colapso y la desconexión son controlados por el CVD, una parte evolutivamente antigua del sistema nervioso simpático asociado a síntomas digestivos como diarrea y náuseas. También reduce el ritmo cardiaco e induce una respiración superficial. Una vez que este sistema toma el control, las otras personas y nosotros mismos dejamos de importar. La conciencia se apaga, y puede que físicamente ya no registremos el dolor.

El cuerpo lleva la cuenta

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