Читать книгу Otra sociedad para la locura - Carolina Alcuaz - Страница 16
El alma colectiva
ОглавлениеEn la teoría de Freud, la identificación aparece como la más temprana relación afectiva con otro. Es a través de ella que accedemos al vínculo social. La misma representa el interés de querer ser como aquel al que se toma como modelo37. Desempeña un papel en la prehistoria edípica38: el niño toma a su padre como ideal y tiende a configurar al yo propio a semejanza del otro. A nivel de las lógicas colectivas también este concepto explicará nuestros lazos.
Dos instituciones con un rol central en dicha época servirán de ejemplo: Iglesia y Ejército. Un colectivo de personas, una masa, es para Freud: «como una multitud de individuos que han puesto un objeto, uno y el mismo, en el lugar de su ideal del yo, a consecuencia de lo cual se han identificado entre sí en su yo»39. Es así que, teniendo todos el mismo Ideal, es decir, un idéntico vínculo con el objeto que lo encarna, los individuos de la masa pueden identificarse entre ellos40. Dicha identificación, recordemos, supone declinar el interés sexual.
No es lo mismo querer ser como alguien a querer tenerlo sexualmente. Al desvío de dicho interés, es decir, del fin de la pulsión sexual, Freud lo denomina sublimación. Verbigracia, un circuito libidinal se establece con una doble ligazón afectiva. Por un lado, entre los miembros de la masa con el conductor y, por el otro, entre dichos miembros. Tomemos el ejemplo de la comunidad religiosa. En ella el jefe, Cristo, tiene la característica de amar a todos los integrantes por igual; la comunidad cristiana es, por lo tanto, como una familia con lazos fraternales entre sus miembros. Esa ligazón de cada uno con Cristo es la causa del lazo entre todos. Existen dos ligazones libidinosas, de cada individuo con el conductor y secundariamente, de cada individuo con los otros. Lo importante a situar es que los lazos, para constituirse, suponen determinado tratamiento pulsional, en este caso la mencionada sublimación. El ejemplo de lo exigido por la Iglesia —y también por el Ejército—, da cuenta de esto: la relación amorosa entre hombre y mujer queda excluida de estas organizaciones.
En capítulos posteriores veremos cómo en las psicosis los lazos sociales también dependerán de las condiciones libidinales en juego y será a través de la identificación que la locura podrá insertarse en la sociedad. Añadiremos aquí un sentimiento que no depende del armado del lazo sino de su ruptura: el pánico. Tomemos por ejemplo al Ejército: cuando el jefe es destituido en su función los individuos entran en un estado de angustia y pánico. Este estado es propio de la ruptura de los vínculos entre ellos que protegían frente a los peligros y no de la magnitud del peligro al cual se enfrentan. En este sentido dirá Freud:
La pérdida en cualquier sentido, del conductor, el no saber a qué atenerse sobre él, basta para que se produzca el estallido de pánico, aunque el peligro siga siendo el mismo, como regla, al desaparecer la ligazón de los miembros de la masa con su conductor desaparecen las ligazones entre ellos, y la masa se pulveriza como una lágrima de Batavia a la que se le rompe la punta41.
Vemos aquí que el conductor de una masa tiene un papel fundamental tanto en el armado como en su disolución. Tal como la gota de cristal fundido, lágrima de Batavia, que al contacto con el agua fría se templa y toma forma, la masa se mantiene unida, pero si el conductor no está, la masa se desarma como cuando la gota quiebra su punta y se reduce al polvo.