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INTRODUCCIÓN

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En el año 65, cuando todavía era pretor, Cicerón pronunció los dos discursos en defensa de Gayo Cornelio, tribuno de la plebe del 67, acusado de traición al amparo de la ley Cornelia. En el año 67, durante el consulado de Manio Acilio Glabrión y Gayo Calpurnio Pisón, un año muy complicado desde el punto de vista político, Gayo Pisón, un noble romano del partido de los optimates, se convirtió en el defensor de los privilegios políticos del grupo senatorial y se enfrentó con vehemencia a cuantas medidas populares propusieron diferentes tribunos de la plebe de ese año. Así, lideró la oposición al proyecto de ley del tribuno Gabinio, que proponía dotar de poderes extraordinarios a Pompeyo para su lucha contra la piratería; pero, a pesar de que la oposición de Pisón fue muy violenta, la ley Gabinia salió adelante. Pisón se opuso también a todos los proyectos de ley dirigidos a frenar los abusos de poder del partido senatorial presentados por Gayo Cornelio, otro tribuno del 67, que había sido cuestor con Pompeyo.

Cornelio, al comienzo de su tribunado, presentó un proyecto de ley para evitar que los senadores prestasen dinero a interés a los embajadores extranjeros en Roma, pues esto generaba escandalosos beneficios que se utilizaban posteriormente para sobornos electorales; como el senado, por decencia, no podía negarse a apoyar la supresión de estas prácticas corruptas, se limitó a considerar el proyecto como excesivamente severo y, con la excusa de adaptar mejor este proyecto a las necesidades del momento, logró que los cónsules tramitaran una ley menos restrictiva, la ley Acilia Calpurnia, que establecía una multa para los condenados por soborno, los inhabilitaba a perpetuidad para ejercer magistraturas y concedía recompensas a los acusadores.

Otra de las propuestas de Cornelio fue una ley encaminada a evitar la parcialidad de los edictos ocasionales que los pretores emitían para favorecer sus propios intereses o los intereses de partido. Cuando un pretor iniciaba el desempeño de su cargo, promulgaba un edicto y éste era el programa que prometía cumplir durante el año de su mandato. Este edicto estaba formado por un cuerpo de ley resultado de las normas de pretores anteriores y por una parte nueva que él dictaba y que contenía normas particulares para situaciones imprevistas. La ley de Gayo Cornelio sobre los edictos de los pretores cambió la situación y eliminó la arbitrariedad de algunos pretores en el desempeño de sus funciones.

Pero hubo otro proyecto de ley defendido por Cornelio que fue la causa inmediata de la acusación por traición; se trataba de una ley que buscaba terminar con la parcialidad y el poder que ejercía el senado en la aplicación de exenciones legales a personas concretas. Cornelio proponía que nadie pudiera obtener el privilegio de ser eximido del cumplimiento de la ley sin la aprobación del pueblo. El senado no quería perder este poder y convenció al tribuno Servilio Glóbulo para que interpusiera su veto y así evitar que el pregonero leyera ante el pueblo la proposición de ley presentada por Cornelio; pero Cornelio, incumpliendo los procedimientos habituales, leyó él mismo la propuesta y se originó un gran tumulto; poco después, Cornelio dio muestra de su moderación al darse por satisfecho con la aprobación de una ley que establecía el requisito de que fueran necesarios un mínimo de doscientos senadores para validar un decreto del senado en este sentido.

Cornelio se había convertido en un serio enemigo para el senado al haber propuesto leyes que limitaban su poder y sus abusos y esta actitud provocó su procesamiento un año después de haber dejado su cargo de tribuno. Hubo varios senadores, de los más influyentes, que incitaron y apoyaron la acusación contra Cornelio (Quinto Cátulo, Quinto Hortensio, Quinto Metelo Pío, Marco Lúculo y Manio Emilio Lèpido) y que actuaron como testigos de la acusación, pero fueron los hermanos Publio y Gayo 1 Cominio quienes firmaron, finalmente, la acusación por un delito de traición.

La definición del delito de traición incluye la noción de violencia y la intención de fomentar una sedición. La majestad del pueblo romano era el poder soberano del pueblo y del Estado y perjudicar este poder era considerado un delito de Estado. Con anterioridad, la acusación de alta traición incluía todas las ofensas de esta naturaleza, pero en el año 103 la ley Apuleya diferenció entre traición y alta traición y la traición al Estado se definió con mayor claridad: poner obstáculos a los tribunos e incitar a la sedición. Esta idea de traición fue desarrollada después por la ley Cornelia 2 del 81, que concretó en qué consistía la incitación a la sedición: entorpecer a un magistrado en el cumplimiento de sus funciones y actuar de manera perjudicial para el prestigio de Roma o más allá de los límites fijados; se establecía, además, un jurado especial que controlara este tipo de delitos y se fijaba el exilio, como castigo, para el infractor. Los cargos contra Cornelio se presentaron al amparo de la ley Cornelia del 81 y la acusación se concretaba en que el tribuno había leído en voz alta su propuesta de ley sobre los privilegios después de que el tribuno Servilio Glóbulo 3 hubiera interpuesto su veto.

El proceso comenzó en el año 66, pero tuvo que interrumpirse debido a la intervención de bandas armadas, supuestamente organizadas por Gayo Manilio, tribuno de la plebe del 66 4 . Cuando, al día siguiente, se reanudó el proceso, no se pudo encontrar a los acusadores y se canceló todo el procedimiento; hubo rumores de que los acusadores habían recibido sobornos para que no se presentaran en el proceso e interrumpir, así, el procedimiento legal. Al año siguiente y después de que Gayo Manilio hubiera sido condenado 5 por la misma ley Cornelia (y posiblemente bajo los mismos cargos que se le habían imputado a Cornelio), se retomó la acusación contra Cornelio y volvieron a presentarse los Cominios como acusadores. Cicerón asumió de nuevo la defensa del acusado y el pretor al frente del tribunal fue Quinto Galio, quien, con anterioridad, había sido acusado de cohecho por Calidio y, defendido por Cicerón, había sido absuelto y había obtenido el cargo de pretor que desempeñaba en esos momentos 6 . El juicio se desarrolló a lo largo de cuatro días y Cicerón pronunció dos discursos.

Cicerón conocía bien a los hermanos Cominio pues, en la acusación que presentaron en el 74 contra Estayeno 7 , los describe como hombres de gran carácter y de aceptable capacidad oratoria. Al parecer, el discurso que pronunció Publio Cominio contra Cornelio tenía calidad literaria y el propio Asconio en su comentario recomienda su lectura.

El orador apoyó y defendió a Cornelio porque el tribuno era un protegido de Pompeyo y porque Cicerón, personalmente, estaba a favor de las iniciativas legislativas propuestas por el tribuno. La defensa del acusado no resultaba sencilla, ya que era cierto que Cornelio había leído en voz alta su propuesta sobre la ley de privilegios después de que Glóbulo hubiera interpuesto el veto, y esto lo sabían todos, pues se hizo públicamente y en presencia de numerosos testigos. Por eso, Cicerón basó su defensa en la indefinición del crimen de traición planteando al jurado hasta qué punto era una ofensa contra la grandeza de Roma y del pueblo romano que un tribuno leyera en voz alta su propia propuesta de ley. La acusación alegaba que Cornelio había hecho caso omiso del veto del otro tribuno y que había leído el texto de su propuesta él mismo, en voz alta, mostrando así un desprecio absoluto hacia la autoridad y poder tribunicios. Cicerón replicó que con este comportamiento Cornelio no había violado la ley, por lo demás, muy ambigua, que, por el contrario, sí había atendido al veto de Glóbulo, pues había disuelto la asamblea inmediatamente después de haber re-leído en voz alta su ley 8 y que este hecho no había supuesto en modo alguno una merma del poder del otro tribuno ni causado ningún daño a la dignidad del pueblo romano. El proceso se desarrolló en medio de discusiones sobre el procedimiento empleado y no sobre el hecho en sí.

Cornelio contaba con el apoyo de Pompeyo, bajo quien había servido en Hispania como cuestor por el año 71 y, aunque el general se encontraba en estos momentos en el este, desde allí seguía ejerciendo su influencia. También lo apoyaron los cónsules del 66 9 y el mismo tribuno cuyo veto, según la acusación, había despreciado: Gayo Servilio Glóbulo; el testimonio favorable de este último fue de gran peso en el desarrollo del proceso. La mayor parte del jurado también apoyaba a Cornelio, pues los caballeros y los tribunos le favorecían abiertamente y a ellos se añadían miembros del grupo senatorial que no estaban emparentados familiarmente con los enemigos personales del tribuno. Además, el acusado contaba, aunque no de forma explícita, con el favor de César.

Discursos VIII

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