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EN DEFENSA DE GAYO CORNELIO 30 (I)

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En primer lugar, fue conducido ante mí, como pretor, bajo el cargo de extorsión 31 . Cominio, evidentemente, escudriña qué sucede 32 : ve hombres de paja 33 empujados al frente para sondear el riesgo.

¿Y qué? ¿Es que Metelo, un hombre del más alto rango y de la más pura virtud 34 , como hubiera prestado juramento dos veces —en una ocasión en un tema privado, en defensa de su padre, y una vez más como representante público para cumplir con la ley […] fue apartado? ¿Por persuasión o por la fuerza? Pero en ambas situaciones toda sospecha la alejan no ya la dignidad y el valor de Gayo Curión sino también la juventud prometedora de Quinto Metelo, adornada con todos los recursos para alcanzar la más alta alabanza 35 .

Cornelio —dice él— le «dio» a Gayo Manilio una ley sobre [56] el derecho a voto de los libertos 36 . ¿Qué significa «dio»? ¿Le [57] presentó un proyecto de ley, la propuso, o habló a favor de ella? Es ridículo decir que presentó un proyecto, como si se tratara de una pieza de legislación de difícil redacción o comprensión: esta ley, en estos pocos años, no sólo ha sido redactada, sino que además se ha promulgado.

En esto, muchas críticas se hicieron y en especial, la de celeridad de esta actuación 37 .

El pretor 38 me suplicó, con la mayor insistencia, que defendiera la causa de Manilio 39 .

Pues este tribuno de la plebe promulgó, en el desempeño de su cargo, dos leyes —una de ellas perniciosa, la otra [58] admirable 40 —; este mismo tribuno apartó el daño que podría haber causado al Estado y, en cambio, el bien que los intereses vitales del Estado demandaban permanece 41 y […] fue… para los dioses.

Ése fue instigado hacia aquella locura por el empuje de hombres de gran influencia 42 que desearon crear el más perverso precedente para alterar la situación de los procedimientos judiciales 43 ; un precedente muy adecuado a sus necesidades en ese momento, pero profundamente alejado de mis ideas de gobierno.

Puedo afirmar que este hombre bien conocido por su buen juicio, Gayo Cota 44 , él en persona, ante el senado presentó una moción para la derogación de sus propias leyes.

Puedo incluso añadir que la ley de este mismo Cota sobre los [59] procesos privados fue derogada por su propio hermano un año después de que fuera promulgada.

Veo que hay un acuerdo general al considerar que la ley Licinia Mucia 45 sobre el derecho de ciudadanía, a pesar de haberla promulgado dos cónsules, los más juiciosos de todos los que hemos conocido, no sólo resultó inútil, sino también perniciosa para el Estado.

Ciertamente hay cuatro procedimientos, jueces, gracias a los [60] cuales el senado puede, de acuerdo con la tradición, adoptar una decisión sobre las leyes 46 ; uno de ellos es plantear una propuesta de derogación de la ley, como se derogaron las leyes que menoscababan la eficacia militar durante el consulado de Quinto Cecilio y Marco Junio 47 .

Otro procedimiento consiste en llegar al acuerdo de que, aunque una ley se haya promulgado, no por eso el pueblo esté obligado a su cumplimiento, como sucedió con las leyes Livias 48 en el consulado de Lucio Marcio y Sexto Julio.

[61] La tercera opción es la derogación de las leyes, un asunto que, a menudo, es objeto de decretos del senado, como recientemente se hizo sobre la misma ley Calpurnia 49 que fue derogada.

Cuentan 50 que los hombres más juiciosos del momento —e incluso él mismo a menudo se culpaba de ello— llevaron a juicio a Publio Africano el Viejo 51 por haber permitido que, por primera vez y mientras fue cónsul con Tito Longo, los asientos del senado se separaran de aquellos en los que se sentaba el pueblo.

[62] ¿Y qué voy a decir yo de aquellos juegos que nuestros antepasados decidieron que se establecieran y se celebrasen ante el templo de la Gran Madre? Fue en el transcurso de estos juegos cuando el famoso Publio Africano el Viejo, durante su segundo consulado, por primera vez reservó al senado un lugar delante de los asientos del pueblo.

Es posible siempre el derecho a veto, cuando una ley se está presentando, mientras […] están siendo tramitados; esto es […] [63] la ley, mientras los particulares hablan, mientras […], mientras se pasa la urna, mientras se igualan los lotes, mientras se hace el sorteo y en cualquier otro contexto de esta naturaleza 52 .

Sin embargo, hay algo que sucedió mientras éste 53 era tribuno de la plebe y que no parece que haya que pasar por alto 54 . Pues no es más trascendente leer el documento desafiando el veto a que él en persona retire la urna en presencia del mismo que pone el veto; ni más grave empezar a presentar una ley que completar su promulgación; ni más violento mostrarse uno mismo dispuesto a legislar en contra de los deseos de un colega que anular el cargo de ese colega 55 ; ni es más criminal animar a las tribus a votar para ratificar una ley que reducir a un colega a la condición de ciudadano privado. Todas estas acciones, un hombre fuerte, colega de mi defendido, Aulo Gabinio, las llevó a cabo en una excelente causa 56 ; y como su objetivo era la salvación del pueblo romano y el fin de una continua vergüenza y esclavitud de todos los pueblos, no permitió que prevaleciera la voz de un único colega suyo sobre la voz y la voluntad de todo el Estado.

[64] Pero, en efecto, hicieron una moción para corregir la ley 57 .

Estos mismos, si la ley que Gayo Cornelio presentó no lo hubiera impedido, habrían decretado lo mismo que públicamente habían propugnado los así llamados «defensores de los juicios»: a saber, que el senado no estaba de acuerdo con que se celebrase este proceso sobre las posesiones de Sila 58 . Yo, como pretor, defendí esta causa de una forma muy distinta en una asamblea, cuando dije lo mismo que después los jueces decidieron: que debería celebrarse un proceso, pero en un momento más adecuado 59 .

Sin embargo, no voy a hablar de cuántas audiencias, antes [65] de ahora, sobre diferentes temas no llegaron a juicio; y omito este comentario porque lo sabéis bien y, sobre todo, para que no parezca que mi discurso llama a alguien de nuevo a un proceso 60 .

Gneo Dolabela no hubiera privado de un derecho común y cotidiano a Gayo Volcacio, un hombre de lo más honesto 61 .

Y para terminar, un hombre muy diferente a aquellos en su [66] forma de vida y en su prudencia, aunque quizás excesivamente dispuesto a hacer favores legales, Lucio Sisena 62 , no habría entregado, con su edicto, la posesión de los bienes de Gneo Cornelio a Publio Escipión, un joven de suma nobleza y dotado de extraordinarias cualidades.

Por este motivo, cuando el pueblo romano se dio cuenta de esto y cuando los tribunos de la plebe le informaron de que, si no se imponía un castigo a los distribuidores de sobornos, no se podría poner fin a la corrupción electoral, este pueblo clamaba pidiendo la ley de Cornelio y repudiaba la que procedía de una resolución del senado; y lo hacía con razón, según se demostró con la destitución de los dos cónsules designados 63 ; para que contemplásemos aquel espectáculo saludable y necesario por el tema y el momento y, sin embargo, mísero y funesto por la forma que adoptó y por el ejemplo que establecía.

[67] Ahora yo, ¿por qué voy a responderte con argumentos que prueben que puede suceder que haya algún otro Cornelio que tenga un esclavo llamado Fileros 64 , que el nombre de Fileros es muy común y además Cornelios hay tantos que ya incluso se ha formado un colegio?

Pero, en fin, Gayo Cornelio, forzaste al cónsul a pronunciar aquellas palabras en un momento extremo y muy difícil 65 : que quienes quisieran la salvación del Estado, deberían presentarse para sancionar la ley.

Dicen 66 que, a causa de la temeridad de aquel tribuno de la plebe 67 , vuestros corazones podrían ser llevados a detestar incluso la mención de aquella potestad 68 ; quienes restituyeron aquella potestad 69 , uno 70 no puede hacer nada contra muchos y el otro 71 está demasiado lejos.

Así pues, tanto coraje hubo en aquellos 72 que en el décimo [68] sexto año después de la expulsión de los reyes 73 y a causa de la excesiva tiranía de los poderosos, se apartaron, restituyeron las leyes sagradas, nombraron dos tribunos y aquel monte al otro lado del Anio, que hoy se denomina Monte Sacro, donde se habían sentado armados, lo consagraron para un recuerdo eterno; y así, al año siguiente, se nombraron, con la debida ceremonia, tribunos de la plebe en los comicios curiados.

Luego 74 , una vez interpuesto el juramento, por medio de tres [69] legados 75 , hombres sumamente ilustres, regresaron armados a Roma. Se asentaron en el Aventino; desde allí vinieron, armados, al Capitolio; nombraron a diez tribunos de la plebe, por medio del pontífice 76 , porque no había ningún magistrado.

Incluso paso por alto 77 estos casos más recientes: la ley Porcia 78 , fundamento de la libertad basada en la más pura justicia; la ley Casia, una ley por la que se reafirmaron el derecho y la potestad de los sufragios; y la segunda ley Casia, que ratificó los juicios del pueblo 79 .

Quienes siempre, no sólo con Sila, sino también después de su muerte, pensaron que tenían que mantenerse aferrados a este privilegio con todas sus fuerzas, fueron los mayores enemigos de Gayo Cota porque éste, como cónsul, añadió a los tribunos de la plebe, no sólo algo de poder sino también de dignidad 80 .

[70] En efecto, que siempre se mantenga hacia vosotros aquella plebe con este ánimo con el que demostró estar, cuando no sólo aceptó, sino incluso demandó las leyes Aurelia 81 y Roscia 82 .

Recuerdo bien que, cuando por primera vez participaron en los procesos los senadores con los caballeros romanos al amparo de la ley Plocia 83 , un hombre detestado por los dioses y por la nobleza, Gneo Pompeyo 84 , fue juzgado por alta traición según los procedimientos de la ley Varia 85 .

Discursos VIII

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