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F) La muerte estoica
ОглавлениеSabido es que para el sabio el único bien es la virtud que consiste en arreglar su vida de conformidad con la Naturaleza. Todo lo demás, la salud, la riqueza, el bienestar, la fama, es decir, todo aquello que no depende de nosotros mismos, son bienes adiáphora, o sea, indiferentes. También lo serán los males que no son obra del sabio, como los que se oponen a los bienes mencionados, a saber, la enfermedad, la pobreza, la infamia, la misma muerte. Por eso el sabio mira la llegada de la muerte con absoluta entereza de ánimo, como el que está convencido de que es un suceso más que no depende de él. En la Historia de los animales se nos ofrecen dos ejemplos de personas que se enfrentaron a la muerte con la entereza y dignidad del sabio: Belerofonte y Sócrates. De Sócrates dice: «Sócrates testifica … que canta movido, no por la tristeza, sino más bien de alegría, porque el hombre que tiene el corazón atormentado y triste no tiene vagar para el canto y la melodía» (V 34). El párrafo anterior de este mismo capítulo dedicado a la muerte del cisne, ave consagrada a Apolo, a cuyo servicio está en el país de los hiperbóreos, situado más allá de los míticos montes ripeos, nos pone como ejemplo imitable al cisne, de quien dice: «En las circunstancias más serias el cisne tiene sobre los hombres ciertas ventajas, pues sabe cuándo le llega el término de su vida y sin embargo sobrelleva con buen ánimo la cercanía de la muerte, pues ha recibido de la Naturaleza el más bello don. Porque tiene fe en que en la muerte no hay nada de triste ni doloroso. Los hombres sienten miedo de lo que ignoran y consideran a la muerte como el mayor de los males. En cambio, tan grande es el buen ánimo del cisne que, hasta en el momento final de su vida, canta y rompe en un canto fúnebre, que es, por así decirlo, un homenaje a sí mismo.»
Contrapone Eliano aquí la conducta de unos seres racionales, que son los hombres, a la de unos seres irracionales que son los cisnes, los cuales han aprendido de la sapientísima Naturaleza, que es una ley inmutable, a considerar la muerte como un suceso inesquivable. Es fácil observar a lo largo de toda la obra que, en la comparación de la conducta de los hombres y de los irracionales, siempre o casi siempre resultan gananciosos estos últimos. Los animales son más solidarios entre sí, más generosos, más fieles defensores de los lazos familiares y, en definitiva, más valientes, como los cisnes, para afrontar el paso decisivo y final.