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III. FUENTES

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La investigación sobre las fuentes de la Historia de los animales no adelantó gran cosa, hasta que la crítica literaria no se decidió a analizar la obra desde el principio hasta el fin, señalando los pasajes de Eliano que encontraban paralelo en otros autores de la antigüedad. Tal estudio analítico lo realizaron los filólogos Max Wellmann y Rudolf Keydell en los artículos publicados en la revista Hermes 2 entre los años 1891 y 1937.

En un principio Wellmann creyó que la fuente de Eliano para casi todo el material referido a la ciencia de la Naturaleza era Alejandro de Mindos, pero posteriormente llegó a la conclusión de que Eliano es independiente de Plutarco y Ateneo, de que el material acumulado por el prenestino deriva de una obra compilatoria, pero que no puede hablarse de una utilización directa de Alejandro a través de alguno de los autores mencionados.

Algunos errores reproducidos por Eliano revelan que éste no utilizó directamente a Alejandro de Mindos (recuérdese la lección kṓpes, que el autor quiere avalar con el testimonio de Homero y que en aquél se leía skṓpes, como en el escoliasta de Teócrito, I 136, que reproduce la del autor asiático).

Aunque Eliano y Alejandro, cuando mencionan el katōblépōn, se están refiriendo al mismo animal, es decir, al ñu, difieren en su descripción.

La fuente de Eliano utilizó las Egipcíacas del gramático Apión de Alejandría que vivió en tiempos de Tiberio-Calígula. En consecuencia el modelo de Eliano pertenecía, lo mas pronto, a la época de Claudio-Nerón, que no es la época de Alejandro, el cual vivió, si hemos de creer a Plutarco (Vida de Mario 17), en tiempos de éste. Plutarco, para distinguirle del otro Alejandro contemporáneo y acompañante de Craso, lo llama mindio.

Surge a mediados del siglo I la gran compilación utilizada por Plutarco, Ateneo y Eliano.

El mindio debió de vivir, como decimos, en tiempos de Tiberio y él debió de proporcionar a Eliano y Plutarco las excerptas de Apión.

El modelo de Eliano no debió de ser un escritor naturalista, sino más bien un gramático porque «la obra sólo en una pequeñísima parte es descriptiva y las partes descriptivas no se derivan, como era de esperar, de Aristóteles, sino del Epítome que hizo Aristófanes de Bizancio de la Historia Natural aristotélica».

La obra que utilizó Eliano fue, sin duda, una compilación de excerptas ordenadas por animales o por nombres de autores, entre los cuales figuraban: Heródoto, Ctesias, Teofrasto, Eudemo, Clearco de Solos, Clitarco, Megástenes, Agatárquidas de Cnido, Amintas, Filarco, Arquelao, Bolo, Polemón, Filón, Sóstrato, Leónidas de Bizancio, Demóstrato, Juba, Alejandro de Mindos, Apión. Pero Eliano no se atuvo estrictamente a este Epítome o miscelánea, sino que lo amplió tomando datos de la obra de Télefo de Pérgamo, autor que vivió a mediados del siglo II .

Hay que admitir también que ciertos capítulos de Eliano encuentran paralelos en escritores como Clemente de Alejandría, Ateneo y Pólux, que han tomado sus datos de los escolios a la literatura gramatical. Estos datos se refieren a nombres de peces, a sus hábitos y a su naturaleza, a los nombres de ciertos insectos como las cigarras, a los diversos tipos de mántica, a las diferentes clases de cernícalos, etc.

Afirma Wellmann que «otra característica del modelo utilizado por Eliano es la aspiración a buscar y encontrar en Homero los inicios de la zoología». Homero gozaba, a la sazón, de un prestigio sin mengua; era como la Biblia del pueblo griego, el libro que sirvió de texto a la juventud, libro en el que los jóvenes aprendían a leer y en el que encontraban respuesta a todos los enigmas de la religión, de la moral, de la geografía, de la botánica, de la zoología, etc. Lo afirmado por Homero era artículo de fe. Si la vulgata homérica, que era el texto manejado por Eliano, llamaba a ciertos halcones marinos kṓpes, sin sigma inicial, era necio contradecirle, aunque el testimonio unánime de los demás escritores afirmara que había que leer skṓpes. Hasta hombres de criterio tan independiente como Aristóteles y Teofrasto acuden (cf., respectivamente, III 78; VI 145 y IX 79, 112, 225) al testimonio de Homero en apoyo de sus aserciones. Este prestigio sube de punto por influjo del estoicismo y de la filología de Pérgamo, cuyo máximo representante fue Crates, y se continúa en los escritores cristianos.

Pero hay que tener presente que muchas veces las noticias que Eliano transmite no están tomadas de Homero, sino de los escoliastas del poeta. Podríamos corroborar este aserto con muchos pasajes de Eliano, pero baste a nuestro propósito el de V 45, en donde, comentando la expresión sŷs lēibóteira de Homero (Od. XVIII 29), dice que en Salamina de Chipre, a los jabalíes que entran en los sembrados a comer la mies, les quebrantan, de acuerdo con la ley, los dientes. Pues bien, el escolio a este pasaje (obra, quizás, de Dídimo) dice lo mismo.

Es evidente que tanto Eliano como Plutarco, Pólux y otros se benefician de las noticias que traen los escoliastas en sus comentarios. Eliano resuelve la cuestión relativa a si las ciervas tienen cuernos en contra del parecer de Aristóteles (Hist. Animal. IV 128) y Juba, citado por Plinio (Hist. nat. VIII 115), recurriendo a los poetas Sófocles, Eurípides y a los líricos Píndaro y Anacreonte, y al citar a éste trae una conjetura de Zenódoto con apelación a Aristófanes de Bizancio. Pero toda esta apabullante erudición descansa, en último término, en Dídimo-Pánfilo. Y Pánfilo en su léxico sacó a plaza, en lo referente a noticias zoológicas, a los mismos escritores, cuyos datos pormenorizados podemos leer en Eliano, Pólux y Ateneo.

Se trata, según Wellmann, de los siguientes escritores: Alejandro de Mindos, Leónidas de Bizancio, Clitarco, Crisipo de Solos, Clearco, Pitágoras (en su escrito Sobre el Mar Rojo), Heródoto, Ctesias, Teofrasto (en su obra Sobre los animales mordedores y heridores), Sóstrato, Demócrito.

Hay que anotar, finalmente, el hecho importante de que las colecciones de noticias y excerptas de Pánfilo no se concretaron a ser las fuentes en donde bebieron los autores que figuran en la Historia de los animales de Eliano y Eliano mismo, sino que influyeron en la literatura científica de épocas posteriores.

Dos tendencias se advierten en los seguidores de Pánfilo: la tendencia glosográfica representada por Calímaco en su Perì órneōn y la puramente científica representada por Aristófanes de Bizancio, el cual sistematizó en su Epítome las obras zoológicas de Aristóteles empleando un método de ordenación que luego siguieron otros escritores.

Concluiremos este apartado diciendo que, prescindiendo de valores intrínsecos que pueda tener la obra de Eliano, el principal intéres que ofrece es el de presentarnos el pensamiento de muchos autores, cuyas obras podemos considerar definitivamente perdidas.

Historia de los animales. Libros I-VIII

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