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VIII. LA PRESENTE TRADUCCIÓN

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Traducir a un autor griego, como a cualquier otro, entraña una doble dificultad: la de interpretar fielmente su pensamiento y la de reproducir en lo posible las galas literarias con las que aquél aparece revestido. Acrecienta la dificultad de lo primero el tratarse de un autor que, como Eliano, aborda una temática basada en presupuestos científicos o pseudocientíficos completamente distintos a los hoy vigentes siendo susceptibles los hechos que presenta de muy diversas interpretaciones. El traductor habrá de tener en cuenta en cada momento la posibilidad de que el autor se esté refiriendo a plantas, a animales, o a seres inertes, como minerales, que no tienen nada que ver con las plantas, animales o minerales que ocupan la mente del traductor. Sólo cuando éste sea una persona perfectamente pertrechada de conocimientos de las ciencias naturales modernas y conozca además, la evolución de esta ciencia podrá acercarse a la verdadera idea, cierta o absurda, atinada o descabellada, que Eliano tenía en la mente en un preciso momento. Precisamente porque yo no soy más que helenista y un mediocre conocedor de las ciencias naturales, he procurado acreditar lo primero y cumplir dignamente en cuanto a lo segundo, buscando la información de una selecta bibliografía y el asesoramiento de personas, a las que el cultivo racional y exhaustivo de la ciencia, que con halagüeños resultados han profesado, no han embotado el sentido común tan necesario a la hora de enjuiciar afirmaciones precientíficas. Antes de emprender yo la traducción de la Historia de los animales, había mantenido sabrosos coloquios con el profesor L. Gállego Castejón, director del Departamento de Cordados de la Universidad de Sevilla, y con el Profesor S. Talavera Lozano, miembro del Departamento de Botánica de la misma Universidad. Estos coloquios iban encaminados a la identificación de animales y plantas que surgían en mis lecturas de los textos clásicos, y en ese objetivo se agotaba toda mi curiosidad. Pero la amabilidad con que estos compañeros atendían mis consultas me animó a pedirles ayuda cuando acometí la traducción de la Historia de los animales, que para mí, mero aficionado, como antes he dicho, en cuestiones de esta índole, estaba erizada de dificultades. Con su asesoramiento y mi dedicación al estudio, estas dificultades fueron allanándose poco a poco y hoy siento la satisfacción de poder ofrecer un texto que podrá leer con provecho el curioso lector.

La otra dificultad, que consiste en reproducir en español el estilo de la obra de Eliano, también es considerable. Se caracteriza el estilo de este autor —ya lo hemos dicho— por la simplicidad, por la naturalidad (aphéleia), un poco estudiada, de la expresión. La impresión de naturalidad viene dada por una prosa que se caracteriza —prescindiendo ahora del léxico—, sobre todo, por la coordinación y la parataxis. Nosotros hemos procurado, en la medida de lo posible, imitar la mentada simplicidad de Eliano recurriendo lo mismo que él al empleo de un léxico comprensible al lector medio y a una sintaxis de las características ya apuntadas.

Hemos querido que esta traducción pueda ser leída con provecho por toda clase de público: por el que está ayuno de conocimientos relativos a la Antigüedad en su faceta científica y por aquel que, especializado en la materia, desea hallar información relativa a la Ciencia de la Naturaleza. A este último propósito van encaminadas las notas puestas al pie de pagina, que tienen por objeto identificar animales, plantas o minerales citados por el autor. Para esta identificación se han tenido en cuenta las obras ya clásicas de Thompson 9 sobre aves y peces, de Gossen y de Keller 10 y numerosos artículos de revistas que figuran en la Bibliografía, así como el Greek Lexicon de Liddell-Scott y el asesoramiento ya aludido.

Las notas se preocupan también de señalar todo aquello que parece o constituye, realmente, una anticipación a los hallazgos de la ciencia moderna y que, probablemente, no es obra de Eliano, cuyas dotes de observación son mínimas, sino de las fuentes que maneja.

No conozco ninguna traducción, ni antigua ni moderna, en español de la Historia animalium. Si ésta es la primera, ése será su mérito principal: ser la primera. Esta circunstancia y el deseo de superarla animará, quizás, a alguién más competente que yo a emprender otra nueva traducción. Que así sea. Porque Eliano, con toda su mediocridad con su ingenua credulidad, tiene un doble mérito: el habernos transmitido el pensamiento de muchos autores egregios, cuyas obras se perdieron irremisiblemente, y el de haber mantenido enhiesta, en un siglo de corrupción, la bandera espiritual del estoicismo, de un estoicismo de talante popular.

Terminaremos diciendo que hemos encabezado cada capítulo de la traducción con un breve resumen de su contenido. Nos han parecido útiles estos resúmenes para romper una uniformidad en el aspecto externo que puede causar fatiga en el lector. Además, el lector no interesado en la lectura completa de la obra podrá elegir, en los sumarios que preceden a la traducción de cada libro, aquellos capítulos que tienen para él un interés particular.

Esta traducción está hecha sobre el texto fijado por Hercher en 1866, con algunas divergencias del mismo anotadas por Scholfield, autor de la excelente traducción de la «Loeb», y recogidas por nosotros.

Historia de los animales. Libros I-VIII

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