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c. La feminización de la cobertura

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Uno de los componentes de la masificación de la cobertura y una de las expresiones de su primer ciclo expansivo ha sido la feminización de la educación superior. Esta ha sido una revolución silenciosa de las sociedades que, si bien solo parcialmente explica el crecimiento global de la matrícula, tiene determinaciones muy específicas en el mundo educativo. Desde el lado de los mercados, el proceso de masificación de la matrícula encuentra su sustentación en las estrategias de sobrevivencia de los hogares y en la búsqueda de mejorar sus condiciones, así como en las propias demandas del aparato productivo, cuyo aumento de la densidad tecnológica y cuya complejidad técnica comienzan a requerir mayores niveles de competencias. Ello también ha sido una derivación del ingreso de las mujeres al mercado de trabajo, ya que los datos indican cómo los mercados laborales premian más a las mujeres el salto en la escolarización que a los hombres. Los estudios indican que el impacto de los estudios es mayor en las mujeres que en los hombres, ya que si bien estos tienen mayores salarios como cabezas de familia, al producirse la titulación, los incrementos de los salarios son mayores en las mujeres que en los hombres (28). Esto es más notorio en el marco del empleo público, ya que en la economía privada para los mismos niveles de formación se remunera menos a las mujeres que a los hombres. Igualmente hay mayores niveles de desempleo de las mujeres para los mismos niveles educativos, tal vez derivado del rol de la cabeza de familia en el sustento de los hogares.

Develar las causas profundas de este proceso que al tiempo está construyendo nuevas inequidades por el creciente desequilibrio de géneros, por la reducción del peso masculino, se constituye en un objeto de vital importancia para develar los cambios sociológicos. La feminización de la educación superior es más elevada inclusive en el egreso y ha tenido más intensidad en algunas carreras, como las de formación docente y de salud, en las cuales los menores tiempos de trabajo por día y anualmente, y la dispersa localización geográfica de los centros de trabajo, ha facilitado a las mujeres la posibilidad de trabajar cerca de sus domicilios y por ende mantener el rol y sus actividades tradicionales en los hogares. Un componente de la feminización de la matrícula en estos campos disciplinarios está asociado a la estrategia de sobrevivencia de los hogares, que ha ido presionando el aumento de los ingresos familiares a partir del aumento de la participación de la mujer en la población económicamente activa. Aun cuando persisten diferencias de géneros para las diversas profesiones y trabajos, es de registrar que la feminización de la matrícula ha sido resultado de la propia demanda de las mujeres y no de políticas públicas específicas o de características específicas de las ofertas laborales que promovieran el acceso femenino.

Este proceso ha sido persistente durante los últimos años, y permitió el pasaje de la feminización de la matrícula desde 24 por ciento de la cobertura total, en 1950, a 32 por ciento en 1960; 36 por ciento en 1970, 43 por ciento en 1980, 49 por ciento en 1990, 48 por ciento en 1997 y superó la mitad para alcanzar al 53 por ciento en el año 2003. Esta tendencia se ha producido a escala mundial y, aun cuando es posible suponer, sin duda, que tal proceso en el largo plazo se va a enlentecer, todavía se mantendrá durante las próximas décadas. El bajo peso de los niveles de feminización en algunos países claramente permite suponer que el proceso continuará hasta alcanzar a los niveles de 60-65 por ciento, que son los niveles más elevados de la región. Igualmente, se constata una presencia más significativa de las mujeres en la educación no presencial, en parte coincidiendo con su rol en el trabajo del hogar. Para el año 2001, por ejemplo, en la matrícula de Costa Rica se constataba que mientras la matrícula femenina en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) era del 75 por ciento, en las otras universidades públicas, la Universidad Nacional y la Universidad de Costa Rica (que tienen mecanismos además selectivos de acceso), eran del 65 por ciento y del 59 por ciento respectivamente (29). Por su parte, en la Universidad Nacional Abierta (UNA) de Venezuela, la matrícula de las mujeres representó en el pregrado en el periodo 2002-2003 el 70,22 por ciento de la matrícula, muy superior al promedio nacional (30).

La universidad latinoamericana en la encrucijada de sus tendencias

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