Читать книгу Los fundamentos filosóficos de la culpa jurídica - Cristian Aedo Barrena - Страница 18
1. Primer criterio: los distintos tipos de faltas
ОглавлениеSegún esta tesis, en todos los casos de vergüenza hay una evaluación negativa de uno mismo respecto de algún ideal, y el catalizador puede encontrarse tanto dentro como fuera de uno mismo. Desde la perspectiva de algunos psicoanalistas, la vergüenza puede diferenciarse de la culpa –a pesar de traducirse ambas en normas internas de conducta–, a partir de las relaciones entre el yo, el yo ideal y el superyó.
Según Piers y Singer, por ejemplo, las diferencias se expresan en los siguientes aspectos: a) en la vergüenza hay una tensión entre el yo y el yo ideal, no entre el yo y el superyó, como en la culpa; b) la culpa se presenta cada vez que se transgrede un límite fijado por el superyó, la vergüenza se produce cuando un objetivo, fijado por el yo ideal, no es alcanzado; c) para el subconsciente, la amenaza irracional implica ansiedad de abandono en la vergüenza, y mutilación (o castración) en la culpa; d) la ley del talión no deriva de la vergüenza, como sí lo hace de la culpa, que importa una transgresión. Así, en Singer y Piers, el yo ideal está formado por la internalización de las ideas de amor de los padres y reforzado por la identificación con los parientes y el grupo al que el individuo pertenece; en cambio, el superyó está formado por la internalización de las prohibiciones y sanciones de los padres. De ello estos autores derivan la distinción entre falla y transgresión, uno de los criterios para diferenciar culpa y vergüenza. La vergüenza acompaña la falla, pues se refiere a los objetivos e ideales y la culpa se configura por la transgresión de las prohibiciones50.
Puntualiza Cairns, lo que nos parece correcto, que la diferenciación de Singer y Piers, entre culpa y vergüenza, arranca de la distinción entre el yo ideal y el superyó, lo que no es admitido por todos los psicoanalistas. De hecho, Freud llegó a utilizarlos indistintamente51.
Como fuere, decir que tanto la vergüenza como la culpa corresponden a una función del yo ideal frente al superyó, como en Singer y Piers, implica que ambos envuelven una evaluación de uno mismo. Según estos autores, se trata de una cuestión de actitud interna del sujeto. Si se mira el acto primariamente como la transgresión de una prohibición, habrá culpa; si, en cambio, se mira el asunto primariamente con el sentido de alcanzar un objetivo admirado, constituirá vergüenza52. Dicho de otra manera, siguiendo a Mascolo y Fischer, en la vergüenza, una persona evalúa su yo tras haber fallado estándares asumidos en la sociedad, mientras que en la culpa uno se evalúa sí mismo cuando existe responsabilidad derivada de una infracción moral53.
Uno de los principales sostenedores posteriores de esta tesis es Lazarus. De acuerdo con su pensamiento, tanto la culpa como la vergüenza representan emociones de tipo social, que están envueltas en las relaciones con los otros, pero la diferenciación se encuentra en el tipo de norma vulnerada. Así, la culpa se genera haciendo o queriendo algo que es considerado como moralmente rechazable, es decir, hay culpa cuando se transgrede un imperativo moral. El sentimiento de culpa surge, por su parte, cuando uno cree que ha actuado de una forma moralmente deficiente, más aún cuando con nuestra conducta se ha causado un daño o perjuicio a otro. De modo que la transgresión de un imperativo moral envuelve siempre el sentimiento de culpa. La vergüenza, en cambio, surge cuando se ha fallado el yo ideal. En la vergüenza se siente desgracia y humillación ante la opinión de alguien que reviste gran importancia para nosotros, como nuestros padres o los padres sustitutos, que son la fuente primigenia del yo ideal. De este modo, basta con considerar que se ha vulnerado dicho ideal para que surja el sentimiento de vergüenza. No considera Lazarus necesaria la presencia física de la figura de autoridad, sino que “it is only necessary that we imagine how that figure would react to what we have done or not done”54.
Finalmente, al indagar los mecanismos de acción derivados de dichas emociones, el autor en cita introduce un matiz que lo acerca, a nuestro juicio, a otra de las teorías que examinaremos, por cuanto, de acuerdo con él, la culpa genera necesariamente el impulso de expiación y reparación por el daño que ha sido inferido a otro. En cambio, en la vergüenza existe la necesidad o impulso de esconderse, de apartarse, de evitar que la falla sea vista por los otros55.
En términos muy similares sigue esta tesis Deigh. Desde este punto de vista, las diferencias entre ambos institutos estarían fundadas en el tipo de sanción experimentada por el sujeto. Mientras la culpa es una emoción derivada de la desobediencia de una regla o mandato cuya autoridad uno acepta, la vergüenza (más concretamente el verbo shame o avergonzar o, para ser más exactos, el verbo adjetivado, avergonzarse) corresponde a una emoción en la que uno siente que ha obrado o dejado de obrar según un estándar de valor más bajo que aquel con el que uno se identifica, es decir, un ideal. Así, aquellas reglas que hemos aceptado en nuestras relaciones sociales, cuando son transgredidas, generan el sentimiento de culpabilidad por haberlas violado. Por lo mismo, uno está dispuesto a reconocer su responsabilidad y reparar dicha ruptura. En cambio, el estándar de valor con el que uno se identifica, define un modelo de miembro de grupo. La falla de ese modelo, o de ese estándar, muestra un defecto o mancha, que transforma al miembro del grupo en indigno de pertenecer al mismo. Para Deigh, la diferenciación entre un mal (en el caso de la culpa) y un defecto (para la vergüenza) encaja bien en una teoría general de la psicología del comportamiento moral56.
Por su parte, Lamb, que describe la principal diferenciación en términos muy similares, es decir, como una cuestión de reglas e ideales, acompañando a la vergüenza el sentimiento de humillación y degradación, examina las concretas diferencias que separa una regla de un ideal y, por tanto, la culpa de la vergüenza. Así, siguiendo a este autor, solo las reglas pueden ser en rigor violadas o transgredidas. Según los casos, uno debe hacer lo que las reglas mandan, pero tratándose de los ideales no está obligado a cumplir con ellos. Las reglas gobiernan lo que uno hace; los ideales, lo que uno es; de ahí que pueda conectarse esta tesis con aquella que hace residir la principal diferenciación en el acto por una parte y la persona por otra, como luego examinaremos57.
Desde el punto de vista filosófico, con ciertos matices y puntos de partida diversos, Rawls termina por poner la principal diferencia entre la culpa y la vergüenza en el tipo de infracción. Sus consideraciones en relación con la vergüenza arrancan con el término auto-respeto, del cual parecería derivar toda su argumentación sobre la vergüenza en la mirada de los otros y el centrarse en uno mismo. Así, Rawls señala: “Sin embargo, tanto el pesar como la vergüenza se refieren a nosotros mismos, pero la vergüenza implica una conexión especialmente íntima con nuestra persona y con aquellas [personas] de quienes dependemos para confirmar el sentimiento de nuestro propio valor”. Pero a través de este razonamiento llega al concepto de las excelencias, es decir, aquellas características y facultades que todos los sujetos de una comunidad consideran racionalmente que es deseable tener: “Así, las excelencias son una condición del florecimiento humano; son bienes desde los puntos de vista de todos. Estos hechos se relacionan con las condiciones del autorrespeto, y explican la conexión con nuestra confianza en nuestro propio valor”58.
Ahora bien, para definir la vergüenza, Rawls hace una diferenciación entre una natural y otra moral. La vergüenza natural se produce cuando hay una ofensa inferida a nuestra auto-estimación, derivada de la ausencia de excelencias o de la incapacidad para ejercitar una acción. La vergüenza natural se produce, por ejemplo, como consecuencia del aspecto, o bien por la torpeza de una persona, pero Rawls agrega una precisión importante, pues para él está en relación con nuestras aspiraciones y con lo que intentamos hacer, de modo que, dependiendo del propio proyecto de vida, por ejemplo, uno podría no avergonzarse por el hecho de carecer de facultades musicales. La vergüenza moral surge de modo similar, pero ahora en relación con las excelencias morales, que son las virtudes, consideradas como un bien social, cuya falta o ausencia, como en el caso de las facultades naturales, produce el nacimiento de la vergüenza moral.
Llegado a este punto, Rawls aborda el problema de la distinción entre la culpa y la vergüenza. Hasta aquí, el pensamiento del autor se acerca más a la tesis que seguidamente trataremos, pues en relación con la vergüenza pone el énfasis tanto en la relación con los “otros”, es decir, el auditorio, como en el sentimiento de pérdida de la autoestima. Sin embargo, cuando trata sus relaciones con la culpa, quedan claras las vinculaciones con la tesis aquí analizada. En efecto, para Rawls la culpa nace como consecuencia de la transgresión de los derechos de otros y la vergüenza supone el no alcanzar un bien determinado –una excelencia, en su terminología–59.