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2. Segundo criterio: vergüenza como sanción pública y culpa como emoción privada

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Siguiendo a Cairns, una diferenciación básica entre culpa y vergüenza, empleada popularmente, dice relación con lo siguiente: la culpa es la sanción establecida por la conciencia individual; uno desaprueba su propia conducta en esta, mientras que la vergüenza es causada por el miedo a la sanción externa, específicamente la desaprobación de los otros60.

Esta opinión es relativamente pacífica en algunos de los autores que hemos consultado. Por ejemplo, apuntando a las diferencias, Williams piensa que el modelo psicológico en cada emoción envuelve una figura internalizada. En el caso de la vergüenza es, como el autor ha sugerido, un observador o testigo. En cambio, en la culpa, la internalización de la figura se produce como víctima. La culpa es figurada como una emoción experimentada de cara a una abstracción, la ley moral, que se ha convertido en parte del sujeto mismo. Esta figura ideal sirve de falsa concepción de una moral total autónoma. En el caso de la vergüenza (shame) no hay internalización, sino una desnudez frente a otros. La respuesta está en el hecho de que la raíz de la vergüenza no está en la observación de uno mismo, sino en algo que es, en muchas sociedades, pero no en todas, una poderosa expresión. En este sentido, la raíz de la vergüenza está en la exposición en un sentido más general, es decir, en encontrarse en una situación de desventaja, de pérdida de poder, siendo así una reacción del sujeto consciente de su pérdida61.

Coincidiendo con las conexiones entre el miedo y la culpa, Ramzy describe una interesante explicación moral de la culpa desde el miedo. Según este autor, la culpa es una experiencia emocional compleja, saturada con miedo, que es una de las emociones básicas de todos los animales, como respuesta a ciertos estímulos externos que amenazan la existencia. El miedo activa varias respuestas mentales, musculares y psicológicas, cuyo objeto es recuperar el confort, la seguridad y la paz mental. Precisamente, la afinidad o parentesco de la culpa con el miedo supone que, en el afán de sobrevivencia, el individuo debe establecer pautas en su comportamiento con otros. La culpa se erige así en la esencia de la conciencia y la sustancia de la moralidad. Ahora bien, coincide Ramzy con los autores antes examinados en que la culpa supone un juicio interno, un auto-reproche, pues ella importa el miedo a las consecuencias no deseadas al haber fallado las normas establecidas en comunidad62.

Aunque no es partidario de esta tesis, volviendo a la concreta diferenciación entre culpa y vergüenza, es importante destacar, siguiendo a Cairns, que a priori se podría estimar esencial la existencia real de la audiencia para configurar el sentimiento de vergüenza. Sin embargo, el juicio crítico que es constitutivo de vergüenza no es formalmente idéntico al juicio crítico de la audiencia63. El juicio de la audiencia podría ser positivo, negativo o neutral, y aun cuando fuese negativo, el individuo podría rechazarlo o aprobarlo. En otras palabras, para este autor, la presencia de un auditorio no es fundamental para la configuración de shame, pues no supone siempre una respuesta a un estímulo externo, debido a que en muchos casos es materia de un juicio interno.

Agrega Cairns que las expresiones shame en inglés y αἰδώς en griego no necesitan la existencia, al menos no a menudo, de una audiencia real, pues tales expresiones verbales indican una anticipación del juicio de otros. Sin embargo, estima que uno podría decir que shame todavía depende de la idea de un auditorio externo para configurarla, y que la existencia de dicha audiencia es el principal catalizador de la emoción, pero ante este tipo de argumentos reitera que si la anticipación del juicio del individuo a la desaprobación de los otros es la cuestión principal, debe reconocerse que shame es una emoción en la que la audiencia está presente solo como fantasía, dependiendo entonces menos del juicio de otros que del sentimiento sobre tales juicios. De este modo, las raíces de la vergüenza deben buscarse en el carácter y en los ideales de un sujeto.

Como consecuencia, la vergüenza dice relación con el juicio de otros, mientras que la culpa se refiere a un juicio de la propia conciencia. Recalca nuevamente el autor en cita, sin embargo, que la vergüenza no requiere necesariamente una audiencia externa, y que la referencia a dicha audiencia no constituye más que la proyección de un estándar interno. En otras palabras, en la vergüenza es esencial la presencia del “otro”, pero ese otro puede ser totalmente internalizado, siendo uno mismo el observador de su conducta. Así, la estructura de la vergüenza es similar, sea que la audiencia sea real, hipotética o que dicho lugar lo ocupe uno mismo64.

Coincide con esta perspectiva Williams, quien razona en términos muy similares, aunque con algunos matices. Desde su perspectiva, la desnudez en la vergüenza es una experiencia directa y también algo inusual, porque la pérdida de poder está constituida por ser visto, aunque, en su sentido más genuino, la pérdida de poder que este autor asocia a la vergüenza no está constituida por la presencia de un vigilante, por mucho que la pérdida del poder se suceda ante la vista de los otros. El autor pone ejemplos absurdos, como tropezarse en la calle con los propios cordones de los zapatos. En tal caso la persona se siente tonta, lo que constituye un sentimiento similar a la vergüenza. El sentimiento es peor si alguien está viendo, pero si nadie lo está, el sentimiento no se diluye. En contraste con la culpa, no es necesario que en la vergüenza el espectador se comporte de forma hostil frente al quebrantamiento. Lo único que importa es que la persona sienta inadecuación, flaqueza o pérdida de poder65.

Los fundamentos filosóficos de la culpa jurídica

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