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CORAZÓN DE BUSCAVIDAS

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A los que esperan pacientemente podrán llegarles cosas, pero sólo serán las sobras que dejan los que avanzan.

—Anónimo

En 1978, una joven brasileña llamada Maria das Graças Silva obtuvo una pasantía en Petrobras, la petrolera y gasera más grande de su país. No le pagaban, pero esa pasantía representaba un logro enorme para Graças Silva. Había nacido en una de las infames favelas de Río, los barrios brasileños asediados por la pobreza extrema que hacen que el Southside de Queens parezca Beverly Hills. Pasó su infancia recolectando trapos y chatarra para ayudarle a su familia a pagar su educación. La pasantía representaba un camino para escapar de los barrios bajos y llegar a un mundo mejor. Estaba decidida a dar todo de sí.

Graças Silva (después conocida como Graças Foster) terminó pasando más de treinta años en Petrobras. No le fue fácil ascender por la escalera corporativa; Brasil tiene una notoria cultura machista en la que las mujeres con frecuencia enfrentan acoso y discriminación. Pero ella no dejó que nada de eso la detuviera. Había vivido cosas peores en la favela y estaba decidida a trabajar más que todos los hombres contra quienes competía. Su determinación era tal que se ganó el apodo de “Caveirão”, el término que los brasileños usan para referirse a los vehículos blindados que la policía usa para dispersar criminales en las favelas. En otras palabras, Maria era como un tanque: constante, firme y fuerte. Era una trabajadora incansable que seguía adelante sin importar qué obstáculos encontrara en el camino.

Cuando Graças Silva comenzó a trabajar en Petrobras no gozó de ninguna ventaja. Venía de las favelas, no de uno de los barrios elegantes del país. Nunca entraría a formar parte del club de Toby de los ejecutivos de Petrobras. Tenía todo en su contra. Y todo eso lo superó trabajando más fuerte que la competencia. Le tomó más de treinta años, pero su ética laboral la llevó a la cima de su industria.

En 2012, la nombraron ceo de Petrobras y se convirtió en la primera mujer del mundo en encabezar una de las principales petroleras del mundo. Forbes la nombraría la decimosexta mujer más poderosa del mundo, mientras que la revista Time la incluyó en su lista de las cien personas más influyentes. Después de una infancia recogiendo basura, logró convertirse en una de las personas más poderosas del mundo.

Cuando le preguntan cómo superó tantos obstáculos, siempre dice que la respuesta es sencilla: “Ha sido una larguísima historia de trabajo arduo y sacrificio personal”.

Decir que el trabajo arduo es el ingrediente principal del éxito parece un cliché, pero es una verdad fundamental que necesitamos repetir una y otra vez. Si no estás afanándote con todo lo que tienes, nunca alcanzarás todo tu potencial en la vida.

Ninguna de las estrategias contenidas en este libro que tienen que ver con trabajar de forma más astuta —construir un grupo sólido, aceptar la evolución, saber cuál es tu valor o controlar la percepción— puede implementarse de modo adecuado si no empiezas a afanarte tan tenazmente como te sea posible.

La ética laboral intachable es el único rasgo que todas las personas exitosas comparten. Nunca he conocido a nadie que esté en la cima de su industria que no tenga un compromiso total con su trabajo y que no esté dispuesto a dar nada menos que el máximo.

Sí, hay personas que triunfan gracias a su talento, a la suerte, a las circunstancias o a una herencia. Pero esas personas nunca logran aferrarse al éxito.

Es posible que veas una foto de mi auto nuevo o una vista desde mi apartamento en Instagram con el hashtag #workhardplayharder (#trabajadurojuegamasduro). Los autos y la vista son reales, pero el hashtag es falso. La verdad es que me esfuerzo más por trabajar que por divertirme. Y es porque disfruto más trabajar. Mi actitud con respecto a mi carrera es “silba mientras trabajas”. Todas las jornadas de dieciocho horas en un set son divertidas para mí. Cada sesión nocturna en el estudio es una dicha. Cada llamado a las 4:30 a.m. es una bendición y una señal de que tengo una oportunidad más para hacer lo que amo.

Me aburro con facilidad cuando no estoy trabajando. Hay lugares a los que me gusta ir de vacaciones —Montego Bay, Miami y Dubái, por ejemplo—, pero lo primero que empaco no es el traje de baño, sino mi computadora. Sé que después del primer día de andar en jet skis o de pasar el rato en el spa, estaré listo para volver a trabajar. Descifrar cuál será el siguiente negocio, trabajar en el próximo libreto o planear el siguiente disco me resulta más emocionante que cualquier playa u hotel de cinco estrellas.

Mi ética laboral puede resultarles complicada a quienes me rodean. En más de una ocasión, después de un largo día en la oficina seguido de una noche en el estudio, mi chofer me ha dejado en casa a las 3 a.m. Sea como sea, siempre le digo: “Hey, hermano, regresa por mí para ir al gimnasio a las 5 a.m.”. Sé que eso significa que él sólo podrá tomar una breve siesta en el auto, pero, si quieres estar a mi lado, tienes que estar preparado para noches así. No conozco otra velocidad que no sea la máxima. Por eso mucha gente que ha trabajado conmigo me compara con un robot o una máquina. Soy de carne y hueso como cualquier otro; simplemente quiero las cosas más que los demás. Lo que en verdad me separa del resto es que estoy dispuesto a trabajar más duro y hacer más sacrificios que el noventa y nueve por ciento de la población.

Piénsalo bien: tengo buen oído y un estilo pegadizo, pero debo admitir que no soy el rapero más talentoso del mundo. Nunca seré tan lírico como Nas ni tan gracioso como Biggie. Y, aunque me precio de siempre estar en forma, sé que tampoco soy el artista mejor parecido en la industria.

A pesar de que estoy orgulloso de Power, sé que me falta mucho para llegar a estar en el mismo nivel que algunos productores de televisión legendarios.

Entonces, a pesar de no ser el más talentoso, el más guapo ni el más experimentado, ¿cómo es que sigo alcanzando el éxito en tantas áreas? Me esfuerzo tanto como puedo, todos los días, todo el día.

Mucha gente podrá rapear mejor que yo, actuar mejor que yo o ser más inteligente que yo, pero nadie —nadie— trabajará más arduamente que yo.

Trabaja duro, trabaja con astucia

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