Читать книгу Trabaja duro, trabaja con astucia - Curtis (50 Cent) Jackson - Страница 4

INTRODUCCIÓN

Оглавление

Durante años, mucha gente ha intentado animarme a escribir un libro de autoayuda. Algunos me tentaron incluso con un par de cheques de tamaño considerable.

Siempre me negué.

No es que no hubiera estado cerca de hacerlo algunas veces. De hecho, soy coautor de uno (La Ley 50), junto al increíble Robert Greene, pero nunca me sentí del todo cómodo escribiendo un libro propio.

No me gustaba la idea de presentarme como un experto de vida.

Parecerá extraño viniendo de alguien que nunca ha tenido problemas en decir cuánto dinero tiene, cuántos discos ha vendido ni cuántos programas de televisión ha producido.

Sí, me siento cómodo compartiendo mis éxitos en público, pero en privado estoy consciente de que esos logros no han hecho que mi vida sea perfecta. Hay muchas cosas que he echado a perder: finanzas, relaciones, oportunidades, amistades… lo que se te ocurra.

Sin duda alguna, he fracasado tantas veces como he triunfado.

Y ésa, en última instancia, es la razón por la que decidí escribir un libro. Pocas personas han vivido el nivel de éxito que he alcanzado. Dentro de ese grupo de élite, son muchos menos los que han tenido que escalar desde el fondo, como lo tuve que hacer yo.

Es una historia que he contado muchas veces ya, pero vale la pena repetirla aquí: mi madre me tuvo apenas a los quince años. Al ser madre soltera, se vio obligada a vender drogas para sobrevivir. Durante años prosperó en las calles, pero, como suele pasarles a casi todos, esas mismas calles le pasaron factura. La mataron cuando yo tenía ocho años, y entonces tuve que mudarme con mis abuelos, quienes de por sí estaban criando a nueve hijos propios. Para cuando cumplí diez años, ya vendía drogas en las mismas calles que me arrebataron a mi madre.

Ése es el tipo de circunstancias que derrumbarían a cualquiera y lo dejarían tumbado en el piso. Pero yo nunca dejé de empujar. Entré al mundo del hip-hop, hice un poco de ruido y luego me dieron nueve balazos por una pelea de barrio. Ése podría haber sido el final del camino para muchos, pero yo apenas estaba empezando. Me recuperé, seguí trabajando en mi música y terminé por lanzar uno de los álbumes debut más exitosos de la historia. Para cuando cumplí treinta años, había vendido decenas de millones de discos, producido y protagonizado una película basada en mi vida, y me había convertido en uno de los primeros artistas de hip-hop en volverse una marca mainstream.

Creí que había dejado la lucha atrás de una vez por todas, pero estaba equivocado. Durante los siguientes años, mi manager y mentor, Chris Lighty, murió en circunstancias trágicas, me convertí en blanco de varias demandas, y el dinero de la industria musical se esfumó cuando los MP3 reemplazaron los cd.

Durante el auge de mi éxito sin precedentes, la gente no se hartaba de mí. Aun si las cosas se volvían complicadas, mi popularidad seguía en aumento, pero por las razones equivocadas. Las fuerzas que me habían forjado ahora se deleitaban con mi posible caída. Nunca toqué fondo de verdad —muy pocos fondos tienen papel tapiz de Gucci y Lamborghinis en la cochera—, pero sentía como si mi vida estuviera yendo en la dirección equivocada.

Y, ¿qué hice entonces?

Reconsideré mi enfoque y me desprendí de personas y del exceso de equipaje, como las serpientes se desprenden de su vieja piel. Trabajé más fuerte y con más astucia. Y, al dedicarme a construir una relación con mi hijo menor, Sire, quiero creer que me convertí en una mejor persona.

En el transcurso de unos cuantos años, realicé una serie de jugadas que me permitieron tener algunos de los éxitos más grandes de mi carrera. Creé y produje una exitosa serie para Starz, Power. Pronto estuve por encima de otras series en los ratings como alguna vez estuve por encima de otros raperos en las listas de popularidad. Pero Power era sólo el inicio de mi plan maestro. El octubre pasado, mi compañía, G-Unit Film and Television Inc, firmó un contrato de cuatro años con Starz/Lionsgate que dicen que podría ser el contrato más jugoso en la historia de la televisión por cable. Y ése es sólo uno de varios proyectos que tengo entre manos.

Los más exitosos y afortunados triunfan una vez; yo logré llegar a la cima dos veces. De cierto modo, estoy más orgulloso de mi segunda escalada a la cumbre que de la primera.

Mucha gente me dio por perdido. Dijeron que estaba acabado. Decían incluso —citando una frase extraída de uno de mis álbumes— que me había autodestruido. Vi todos los titulares. Oí todos los rumores. Me enteré de todas las celebraciones de mis fracasos.

Eso ha hecho que mis triunfos en el campo de la televisión sean aún más dulces. Y es parte de lo que me impulsó a escribir este libro. Necesito que la gente entienda que no existe eso de “lograrlo”; que no importa cuánto dinero acumules, cuánta fama obtengas ni cuánto éxito saborees, el futuro traerá consigo más dificultades. Más drama con el cual lidiar. Más obstáculos en el camino.

La meta no es sólo ser exitoso, sino que también se trata de aprender a conservar ese éxito.

Ésa fue una habilidad que aprendí por las malas. Y es una habilidad que te voy a enseñar en este libro.

Hoy tengo cuarenta y cuatro años, una edad que nunca creí siquiera estar cerca de alcanzar. Carajo, en algún momento me pareció que llegar a los veintiún años era demasiado pedir. Pero aquí estoy, en mi cuarta década de vida, con destellos plateados en la barba y arrugas que comienzan a surcarme el rostro (pero todavía tengo un abdomen de acero y todo mi cabello, eso sí). Pero estoy cómodo en el lugar en el que estoy. Es una edad de mayor madurez, que me permite ver la vida y evaluar con precisión lo que me convirtió en el hombre que soy. Y, cuando intento resumir mi capacidad para encontrar formas de mantenerme en la cima, puedo ver que todo se reduce a dos características:

Tengo el corazón de un buscavidas.

Y soy temerario.

Mi principal objetivo con este libro es ayudarte a desarrollar esas mismas características. Pero antes de adentrarnos en cómo hacerlo, quiero hablar sobre esas dos palabras: “buscavidas” y “temerario”. Viniendo de mí, es probable que esas palabras te hagan pensar en 50 Cent, el Pandillero; el tipo que alardeaba en público de haber sido narcotraficante; al que le dieron nueve balazos y no pareció importarle mucho; el que entabló guerras con algunos de los hombres más temidos, tanto en las calles como en el hip-hop, y que nunca retrocedió ni un centímetro.

Todas esas gestas fueron obra de 50 Cent, una personalidad que adopté para poder lidiar con el caos y la locura que veía a mi alrededor mientras iba creciendo. Pero este libro no está diseñado para convertirte en el próximo 50 Cent.

No te confundas: 50 Cent era, y sigue siendo, una parte real de quien soy. Pero si esa parte de mí fuera todo lo que soy, nunca habría logrado mantener el éxito que he conseguido.

Por eso, en este libro, te compartiré tanto el pensamiento de 50 Cent como el de Curtis Jackson.

No me hice llamar 50 Cent sino hasta que fui mayor, pero, desde que era niño, siempre sentí que había dos partes de mí, dos identidades con las que debía sentirme cómodo: el lado que me permitía existir en casa de mi abuela, donde no se toleraban las groserías y los domingos eran para ir a la iglesia, y el lado que me permitía sobrevivir en las calles. Necesitaba ambas partes para salir adelante.

Hubo ocasiones en las que llegué a preguntarme si había algo malo en mí. ¿Tenía todo el mundo esa dualidad dentro de sí? ¿O estaba yo un poco mal de la cabeza?

Hoy puedo ver que no tenía nada raro; por el contrario. Mi capacidad para sacarle partido a mis dos personalidades ha sido una de mis fortalezas más grandes. 50 Cent me llevó a la cima; Curtis Jackson es el hombre que ha logrado mantenerme ahí.

En este punto, llevo más tiempo moviéndome en el mundo corporativo del que estuve afanándome en la calle. Sólo hice dinero sucio entre los doce y los veinticuatro años. He hecho mi fortuna de forma legal y corporativa entre los veinticinco y los cuarenta y cuatro años. Es el doble de tiempo que pasé en las calles.

No es de sorprender que, en este momento, las calles y el mundo de los negocios no me parezcan tan distintos. En ninguno de los dos se juega limpio. Los dos son ultracompetitivos. Los dos son despiadados. Y tú puedes dominarlos si sigues estos principios básicos:

Sé temerario. La mayoría de la gente huye de lo que le da miedo. Yo corro hacia ello. Eso no significa que crea que soy a prueba de balas (aprendí por las malas que no lo soy) o que no estoy consciente del peligro. Siento tanto miedo como cualquier otra persona.

Sin embargo, uno de los peores errores que comete la gente es aprender a sentirse cómoda con sus miedos. Sea lo que sea que me esté preocupando, lo enfrento y me involucro hasta que la situación se resuelve. Negarme a sentirme cómodo con mis miedos me da una ventaja en casi cualquier circunstancia.

Cultiva el corazón de un buscavidas. Afanarse, o ser un buscavidas, puede asociarse con el tráfico y la venta de drogas, pero en realidad es un rasgo que comparten los triunfadores en casi todas las profesiones. Steve Jobs era tan buscavidas en Apple como lo era yo en las calles.

La clave para desarrollar ese rasgo en tu propia personalidad es aceptar que nunca estás dirigiéndote hacia una meta particular. Esforzarse es un motor que tiene que estar encendido dentro de ti todos los días. La pasión es su combustible. Si puedes mantener ese motor encendido, te llevará a donde quieras llegar en la vida.

Forma una banda sólida. Tú serás tan fuerte como la persona más débil de tu grupo. Por eso debes ser sumamente consciente de quiénes te rodean. La traición nunca está tan lejos como quisiéramos.

Por eso es imperativo encontrar el equilibrio entre generar confianza y disciplina entre las personas con quienes trabajas y darles la libertad para que sean ellas mismas. Si logras alcanzar ese equilibrio, estarás en la posición ideal para obtener lo mejor de tu equipo.

Debes saber cuál es tu valor. Uno de los pilares de mi éxito perdurable es que nunca me apresuro a cerrar un trato. Aun cuando mi nombre es sinónimo de “cobrar lo tuyo”, nunca persigo el dinero. Evalúo cada proyecto basado en su potencial a largo plazo, no según qué tan grande podría ser el primer cheque.

La razón por la que hago eso es porque tengo una confianza suprema en mi valor y mis capacidades. Estoy seguro de que, siempre y cuando apueste por mí, voy a ganar.

Evoluciona o muere. Si hubiera sido incapaz o no hubiera estado dispuesto a evolucionar como persona, hoy estaría muerto o en la cárcel. Una de las claves de mi éxito es que en cada etapa de mi vida he estado dispuesto a evaluar la situación en la que estoy y hacer los ajustes necesarios.

Si bien siempre he tomado cosas de las lecciones que aprendí en la calle, nunca me he limitado a ellas. En cambio, siempre estoy buscando absorber nueva información de tantas fuentes como sea posible. No me importa de dónde vengas ni cómo te veas; si has generado algún tipo de éxito, quiero aprender de ti.

Moldea la percepción. Todo lo que compartas con el mundo —tus palabras, tu energía y hasta lo que escuchas— cuenta una historia. Debes asegurarte de que tu narrativa siempre te presente como quieres ser visto, incluso si la realidad cuenta una historia un tanto distinta.

Uno de los secretos para obtener lo que quieres en la vida es generar la percepción de que no necesitas nada. Quizá sea una energía difícil de proyectar, sobre todo si no la estás pasando muy bien que digamos. Pero comprometerte con esa percepción te hará más atractivo en lo profesional, en lo personal y hasta en lo romántico.

No temas competir. A algunas personas les gusta pintarme como un troll, pero eso no es lo que soy. Mi primer instinto siempre es construir relaciones positivas y mutuamente beneficiosas con la gente. Pero si a alguien no le interesa ser mi amigo, yo no tengo ningún inconveniente con que seamos enemigos.

Creo que la competencia es saludable para todas las partes involucradas. Ya sea enfrentándome a raperos bien establecidos o a programas de televisión exitosos, siempre he alcanzado mis mayores éxitos cuando me he enfrentado a mis rivales de forma directa y sin vacilar.

Aprende de tus derrotas. A pesar de los muchos triunfos que he tenido a lo largo de los años, las derrotas han sido mucho más numerosas. Eso no me convierte en una excepción entre la gente exitosa; me hace parte de la regla. No conozco a un solo rapero, magnate, ejecutivo o empresario cuyas derrotas no superen a sus victorias.

Lo que distingue a esas personas del resto es que, en vez de quejarse o esconderse detrás de sus derrotas, buscan aprender de ellas de forma activa.

Evita subirte al ladrillo. A mí nadie me dio nada. He tenido que luchar por todo lo que he conseguido. Por eso, la idea de subirme a un ladrillo y creer que lo merezco todo nunca se filtró en mi mentalidad. Aun así, sin importar a donde mire —ya sean las calles o las salas de juntas—, veo mucha gente que cree que se merece todo.

Nunca lograrás un éxito duradero si no te haces responsable de todo lo que ocurra en tu vida. Nadie te debe nada, así como tú no le debes nada a nadie. Una vez que aceptes esa verdad fundamental y que tú tienes el control de tu destino, tantas puertas que parecían cerradas se abrirán ante ti.

En mi infancia, leer solía ser considerado una tarea que había que soportar y no una herramienta que podía ayudarte a mejorar tu vida.

Por culpa de esa mentalidad, no importa cuántos secretos comparta en este libro sobre la felicidad, los negocios o cómo mejorar tu vida; habrá muchas personas en el barrio que no los van a encontrar. Y es que simple y sencillamente no se sientan a leer. Pueden pasar junto a un libro como éste miles de veces, hasta que esté cubierto de polvo, y jamás se les ocurrirá siquiera pensar en abrirlo.

Tampoco es del todo culpa suya. Muchos libros están escritos con un lenguaje que no es accesible para todo el mundo. En lo personal, no empecé a leer sino hasta que encontré a autores como Donald Goines y Iceberg Slim, quienes escribían en una voz que me resultaba familiar. Su estilo me hacía sentir cómodo y, una vez que tuve ese confort, adquirí también la confianza para comenzar a explorar a autores que venían de un contexto diferente al mío, como don Miguel Ruiz, Paulo Coelho y uno que incluso llegó a convertirse en buen amigo y colaborador, Robert Greene.

Incluso si no vienes de las calles (y, dado lo diversa que se ha vuelto mi audiencia, es probable que no sea el caso) diste un paso importante con el simple hecho de tomar este libro. Hoy en día, mucha gente ha reemplazado la lectura con los clics: le echan un ojo sólo a la superficie de un tema —tal vez ven un video corto o leen una página de Wikipedia— y piensan que hicieron el trabajo necesario.

Lo siento, pero un par de clics o una página de internet no son suficientes. Me he dado cuenta de que necesitas aprender de diversos ejemplos y leer sobre varias posibilidades antes de que algunos principios comiencen a grabarse en tu cerebro.

Cuando termines este libro quizá sólo te quedes con algunos de estos principios. Tal vez sea sólo uno. Está bien. Ése fue el caso cuando leí Las 48 leyes del poder de Robert. Si me preguntas de qué se trata el libro, lo único que podría decirte es: “Como alumno, nunca opaques al maestro”.

Había otras cuarenta y siete leyes en ese libro, pero ésa fue la que se me quedó grabada en el cerebro. Y, ya que nunca la he olvidado, he podido ponerla en práctica muchas veces a lo largo de los años. Literalmente he hecho millones al recordar que debo seguir ese principio.

Mi esperanza es que al cerrar este libro te quedes al menos con un principio fundamental grabado en el cerebro. Tal vez sea ser temerario, tal vez sea controlar la perspectiva o tal vez sea la importancia de evolucionar.

Sea cual sea el principio que más te resuene, aférrate a él. Llévalo contigo hasta que se convierta en parte de tu vida.

Cuando llegas a la cima de lo que haces, cuando tienes todo el dinero del mundo, tu perspectiva cambia y empiezas a mirar hacia lo que en verdad importa: cómo ayudar a la gente.

No me siento cómodo durmiéndome en mis laureles. Si sigo aquí cuando tenga setenta años, quiero seguir contribuyendo y participando. Quizá necesite hacer menos, pero seguiré siendo parte de la cultura y seguiré ayudando a impulsarla. Quizá ya no me la pase saltando y corriendo por todas partes, pero seguiré ahí, intentando ayudar.

Tal vez no lo sepas ni hayas oído de qué forma ayudo a la gente. Pero estoy convencido de que este libro es una de las mejores maneras de hacerlo, gracias a su largo alcance.

Por cada tweet temerario o una letra osada de 50 Cent, ten por seguro que Curtis Jackson tenía una estrategia concreta para escribirlo. Tener una estrategia detrás de cada acción es un método probado y comprobado.

Ésta es mi oportunidad para compartirte esas estrategias para que puedas moverte por la vida con propósito y confianza.

Me emociona que me acompañes en este viaje.

Trabaja duro, trabaja con astucia

Подняться наверх