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NO PIERDAS EL PASO

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Como seguro ya lo sabes, afanarse también es sinónimo de comerciar drogas. Mi madre lo hacía en ese sentido. Yo también, al igual que muchos de mis amigos —y enemigos— en Queens.

Aquí no te voy a dar una introducción al narcotráfico. Ya hablé sobre esas cosas en mi primer libro, en mi película y en varias de mis canciones. Lo más probable es que ya hayas oído esas historias.

Lo que quiero tratar aquí es la actitud que necesitas desarrollar para tener éxito en la venta de drogas: la mentalidad de que, sin importar qué suceda en las calles, no vas a perder el paso. Digamos que compraste coca que creíste que era pura, pero en realidad estaba cortada con laxantes. En vez de lloriquear y quejarte, tienes que enfrentar la situación y decir: “Está bien. Recupero mi dinero a la próxima”. Ésa debe de ser siempre tu actitud en las calles: “Lo recupero a la próxima”.

En el que yo llamo el “mundo de los civiles”, muchas veces, cuando la gente se encuentra con contratiempos, se queda atorada ahí. En vez de pasar “a la próxima”, se detienen. Si un negocio en el que estaban trabajando no se concreta o si no reciben un ascenso que creían merecer, dejan que eso dañe su energía. Empiezan a autocompadecerse. Culpan a otros. Dicen que la balanza está inclinada en su contra, que su jefe tiene algo personal contra ellos o que la maestra era prejuiciosa. La lista de pretextos y racionalizaciones es infinita. Si se topan un pequeñísimo obstáculo en el camino de la vida, orillan el auto, dan vuelta en U y regresan a casa.

Las calles no te permiten darte el lujo de poner pretextos. Si algo sale mal y tu reacción es señalar a alguien más como culpable, no pasa nada… hasta que esa persona se entera y decide pegarte un tiro.

¿Quieres quejarte de que el sistema está en tu contra? Puedes gritar con todas tus fuerzas el tiempo que quieras, pero nadie en las calles te tendrá consideraciones por ello. ¡No me digas! ¡Claro que lo está! ¿De verdad no lo sabías? En vez de quejarte, ponte a trabajar para vencer a todos esos jueces y políticos que quisieran verte tras las rejas.

En la calle no hay tiempo para tener una mentalidad derrotista y victimista. Tu actitud diaria debe ser “Lo recupero a la próxima”. De lo contrario, terminarás de una de tres maneras: muerto, pobre o en la cárcel.

Pasamos mucho tiempo hablando de privilegio y de cómo a algunas personas les regalan las cosas y las colocan en el lugar preciso para que ganen. Eso tiene mucho de cierto, pero no estamos viendo la otra cara de la moneda. Esos chicos y chicas que van a las mejores escuelas y universidades y después son llevados de la mano a las mejores empresas sin duda tienen muchas oportunidades. Lo que no tienen es resiliencia; nunca han sido puestos a prueba. Sí, han hecho pruebas en el sentido más literal; si no obtienen buenos resultados en sus exámenes no pueden asistir a la universidad que esperaban. Pero ¿cómo se compara eso con oír a tu madre preguntarse cómo va a pagar el recibo de la electricidad o a tu padre preocuparse por pagar la renta? Ése es otro nivel de dificultad. (Y, siendo justos, en otros países hay niveles que ni siquiera podemos imaginar. “Nos van a cortar la luz” no se compara con “Si el Estado islámico cruza esa montaña, van a matar a todos en la aldea”.)

Si pasaste tu infancia preocupándote por recibos vencidos, familiares en prisión o balaceras en tu calle, y sigues en el mundo intentando lograr cosas, tienes resiliencia de verdad. Reconócelo y úsalo a tu favor.

Contrasta tu historia con la de tu compañero del trabajo que siempre ha tenido ventajas en la vida, lo sepa o no. Quizá consiguió el trabajo porque el papá de uno de sus compañeros de la escuela está a la cabeza del negocio.

Ese tipo se siente cómodo con el éxito; carajo, espera el éxito. Con lo que está mucho menos cómodo es con la adversidad, aunque sea sólo un poco. Si las cosas empiezan a salirle mal, no sabrá qué hacer. Podría empezar a beber demasiado o tirar todo su dinero en cocaína porque está confundido. La derrota no estaba en su radar. He visto a tipos de Wall Street e importantes abogados sufrir una derrota inesperada y estar listos para tirarse por la ventana de su oficina; un traspié, y están dispuestos a acabar con todo.

Al venir de donde vengo, jamás permitiría que una derrota o un tropezón tuviera ese efecto en mí. Y si tú provienes de un contexto similar tampoco deberías permitirlo. Si por alguna razón lo perdiera todo mañana, te prometo que no me afectaría.

Mientras escribo esto estoy sentado frente a mi escritorio en mi oficina. Al asomarme por la ventana alcanzo a ver a un hombre que vende cacahuates en la acera. Si mañana lo perdiera todo, no voy a lanzarme por esta ventana. No. Al día siguiente estaría en la otra esquina montando mi propio puesto de cacahuates. Digamos que se llama “Cacahuates a 50₵”, porque… ya sabes. Tal vez, para que mi puesto sobresalga, ofrecería cacahuates cubiertos de chocolate y cerezas también. Ya que estaría ofreciendo más variedad que mi competencia, la voz comenzaría a correrse por la calle. Encontraría entonces la forma de llevar los “Cacahuates a 50₵” al Yankee Stadium y venderlos en las gradas. Después, abriría un restaurante en el área de comida del estadio. Luego, otro en Manhattan. Y, en un abrir y cerrar de ojos, tendría una cadena. Con eso: ¡estoy de vuelta en el ruedo, baby!

Con mi mentalidad de buscavidas, jamás me permitiría pensar: “Mierda, lo perdí todo. Mis enemigos se van a burlar. Mis críticos la van a pasar de lo lindo. No sé si puedo seguir con esto”. ¡Jamás! Si todo se esfuma, estoy seguro de que recuperaría todo mi dinero y hasta más.

Esa mentalidad es la razón por la que personas como Jay-Z, Puffy, Nas, yo y varios otros hemos tenido tanto éxito en el mundo de los negocios. No dejamos de encontrar el éxito porque no nos dejamos derrotar por los inevitables contratiempos de la vida. Ya hemos vivido las experiencias que una supuesta derrota trae consigo; sabemos que no nos detendrán por siempre, así que mantenemos la potencia activa.

Mira a Puffy. La percepción popular es que lleva los últimos veinticinco años en la cima, pero en realidad ha tenido varios tropiezos a lo largo de su carrera. En 1991, nueve personas fueron pisoteadas a muerte en un concierto suyo en City College, Nueva York. Se suponía que eso mataría su carrera. No lo hizo. Luego lo despidieron de Uptown Records —donde había lanzado las carreras de artistas como Mary J. Blige y Jodeci— por su mal temperamento. Ése habría sido el capítulo final para muchas personas, pero no para Puffy. Comenzó Bad Boy Records y llevó su disquera a la cima. Entonces, asesinaron a Biggie, el artista alrededor del cual había construido todo un movimiento. Un golpe así habría detenido por completo a muchos tipos. Puffy no paró ni un segundo. Años después, involucró a Jennifer Lopez, una de las estrellas más grandes del mundo, en un caso de intento de homicidio; fue el mismo caso por el que Shyne, su mayor artista en ese entonces, fue a la cárcel por diez años. Ésa habría sido la gota que derramara el vaso de la mayoría, pero no para Puffy. Se tragó todas esas derrotas, probablemente acompañadas de un trago de Cîroc de toronja, y siguió adelante. Bad Boy ya no produce hits; la gente ya no usa ropa de Sean John y Cîroc está perdiendo su posición en el mercado, pero Puffy sigue mirando hacia el futuro. Ahora que sus hijos ya crecieron, está intentando encaminarlos. Cuando Puffy canta “Can’t stop, won’t stop” (No puedo parar; me niego a parar), el tipo lo dice en serio. Y yo respeto su dedicación.

Ése es el meollo del asunto: no importa si eres rapero, corredor de bolsa, científico, maestro o narcotraficante; vas a transitar por picos y valles. Incluso si piensas que lo has vivido todo, descubrirás que todavía falta mucha mierda que debes atravesar.

Una de las cosas más importantes que entendí al principio de mi carrera en los negocios fue que estoy corriendo en un túnel sin fin. A lo que me refiero es que comprendí que no existe eso de “…y vivieron felices para siempre”. No importa cuántos disco venda, cuántas cajas de licor mueva, cuántas series exitosas produzca… nunca va a llegar un momento en el que diga: “Bien, éste es el final del camino. Por fin llegué”, y quite el pie del acelerador. Sé que habrá otro reto a la vuelta de la esquina, y uno más después de ése.

A algunos, la idea del túnel sin fin podrá parecerles abrumadora o deprimente. Pasan la vida entera trabajando para poder llegar a “la luz al final del túnel”, por lo que puede resultarles difícil aceptar que no existe. Pero la realidad es ésa: no la hay.

A mí, de hecho, me parece liberador saber que estaré jalando el resto de mi vida. Me hace feliz aceptar que voy a trabajar tan duro como lo hago hoy (aunque tal vez un poco más lento) a los setenta años. De cierta forma, saberlo me da la libertad que siempre he buscado.

Espero que entiendas esta actitud de buscavidas que desarrollé en las calles y logres incorporarla a tu vida. Espero que desarrolles esa resiliencia y mentalidad positiva sin tener que pasar por las mismas tragedias y el mismo dolor que yo. Espero que puedas moverte como el buscavidas que era 50 Cent, pero en los contextos en los que Curtis Jackson lo hace ahora.

Trabaja duro, trabaja con astucia

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