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¿PARA QUÉ TE ESTÁS AFANANDO?

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Hace poco, tras una frenética mañana llena de reuniones, negociaciones de contratos y una sesión fotográfica, salí de mi oficina en Manhattan para dirigirme a un estudio de filmación del otro lado del río, en Queens. Mientras mi auto iba a paso de tortuga por el tráfico en FDR Drive, vi a un hombre solitario jugado handball en una cancha cerca de la autopista. El tipo no hacía más que golpear la pelota contra la pared, una y otra vez, mientras la ciudad zumbaba desenfrenadamente a su alrededor. La escena me pareció tan impactante que tomé mi teléfono y publiqué lo siguiente en Instagram: “Hey. Acabo de ver a un hombre adulto oyendo música y jugando handball en pleno día. Yo he estado trabajando en el teléfono. Su vida debe de ser mejor que la mía”.

Por supuesto, internet me acusó de ser un troll, como suele hacer. ¿Cómo podría 50 Cent —en su vehículo de lujo, con aire acondicionado y chofer— estar celoso de un tipo jugando handball?

Entiendo por qué algunas personas lo habrán tomado así, pero juro que no estaba troleando. Cuando miré a ese tipo, vi a alguien haciendo ejercicio, escuchando la música que le gusta, tomando aire fresco y disfrutando, todo sin gastar un centavo.

¿Quién sabe? El tipo podría haber estado ahí porque su esposa lo echó de la casa y no tenía a donde ir. O quizás acababa de perder su trabajo y estaba golpeando la pelota sin parar para despejar la mente.

Lo único que sé es que, en el breve instante en el que lo vi a través de mi ventana polarizada, la única energía que exudaba era de satisfacción. En serio me hizo preguntarme: “Mierda, ¿en verdad este tipo me está ganando en la vida?”.

Sentí una mezcla de envidia y competitividad porque parecía tener lo que yo más ansío en la vida: libertad.

La libertad para hacer lo que quiera, cuando quiera y como quiera.

A pesar de las joyas, los relojes, los autos y las mansiones que se ven en mis videos o en mi Instagram… ése nunca ha sido mi objetivo.

Por lo que me he esforzado siempre y por lo que sigo afanándome hoy en día es la libertad.

Para ser un gran buscavidas, debes ser capaz de identificar lo que quieres. No tiene que ser un gran concepto como la libertad. Puede que haya algo mucho más específico que tengas en la mira. Tu meta puede ser convertirte en la primera persona de tu familia que termina la universidad, abrir tu propio restaurante o ahorrar para viajar por el mundo.

Tengo un amigo que vive con su familia en un departamento en Brooklyn, y su meta es ganar lo suficiente como para comprarles una casa con jardín. Nada descabellado, sólo el espacio adecuado para que un perro pueda correr y para sentarse afuera con una taza de café cuando haya buen clima. Cuando trabaja hasta tarde o durante el fin de semana, siempre tiene en mente la imagen de ese jardín, la cual lo impulsa cuando está cansado o cuando las cosas parecen no salirle bien. Cuando siente que está perdido en el mar de su carrera, la imagen de ese pequeño jardín es la estrella del norte que lo guía de vuelta.

Necesitas fijarte una meta. Pregúntate: ¿qué es lo que quiero? Sé honesto. Puede ser algo que ayude a mucha gente o algo de lo más egoísta. Puede ser una meta que parezca imposible o algo que esté casi a tu alcance. Un plan que estés orgulloso de compartir con el mundo o algo que no le contarás más que a un puñado de personas.

Cualquiera de esas opciones está bien, siempre y cuando tengas claro de qué se trata el camino. Sin esa visión clara, tu trabajo no te llevará a ningún lugar importante.

También es esencial que aceptes que tu visión puede cambiar… es más, que debe cambiar. Cuando empecé a vender crack, mis metas eran sencillas. Primero, necesitaba buenos zapatos deportivos, no los KangaROOs que mi abuela me compraba, sino Adidas y FILA. Una vez que conseguí los zapatos deportivos y la ropa que quería, me concentré en la nave. En un principio sólo quería un auto para no tener que pagarle a un taxi para que me esperara cuando llevaba a una chica al cine. Un Honda básico era más que suficiente. Pero, al poco tiempo, necesité un medio de transporte más llamativo para anunciarle al barrio entero que yo era un tipo de cuidado. Así que seguí trabajando en las calles hasta que logré andar en un Mercedes 400 SE. (He comprado unos mil autos desde entonces, pero a ese Benz lo sigo extrañando.)

Una vez que reuní los típicos símbolos de estatus de un narcotraficante, puse la mira en firmar un contrato con una disquera. Cuando lo conseguí, lo siguiente era tener un álbum exitoso. Ése era mi deseo; y se hizo realidad, a lo grande.

De cualquier modo, no podía conformarme. Incluso con los Grammys y los discos de platino bajo el brazo, me enfoqué en hacer mi propia película. Y así seguí, hasta llegar al día de hoy, con mi trabajo en televisión.

Diría que mi mayor objetivo ahora es contribuir a la comunidad. Cuando alcanzas cierto nivel de ingresos, te vuelves más consiente de lo que está ocurriendo en la comunidad de donde saliste. En vez de preocuparte por lo que harás después, tu enfoque cambia y se centra en tu legado y en cómo te recordará la gente. ¿Voy a ser recordado por hacer canciones populares y vender agua de sabores? ¿O por tener un impacto positivo en el mundo? Espero que sea por lo segundo. Por eso, a nivel local, invierto mi dinero en proyectos para limpiar parques y promover estilos de vida saludables entre los jóvenes. A nivel mundial, he desarrollado proyectos que promueven el capitalismo consciente (ahondaré en esto después) y he apoyado el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, el cual proveerá una comida por cada bebida energética que se venda mediante nuestro programa.

Poder comprar un par de zapatos deportivos es una meta muy distinta a combatir el hambre en el mundo, pero en mi camino las dos han cobrado la misma importancia y han inspirado el mismo enfoque y trabajo arduo.

La falta de claridad respecto a lo que en verdad se quiere es algo que detiene a muchas personas. Ni siquiera saben cómo pedir lo que quieren cuando se presenta la oportunidad. No basta con decirle a alguien que “te eche una mano” o, peor aún, decir que tu objetivo es “ser famoso”. Para sacarle el mayor provecho a tu impulso, tienes que ser capaz de definir con claridad cuál es el objetivo por el que estás trabajando.

Para ejemplos de cómo no hacerlo, puedes echar un vistazo a mi Instagram. No tienes que navegar mucho para encontrar docenas de personas que me suplican “¡Hey, Fif, fírmame con tu disquera!” o “Amigo, tienes que ponerme en Power. Sé actuar”. Lo siento, pero esas peticiones absurdas no califican como esforzarse.

Es aun peor en persona. La gente me detiene en la calle o incluso se me acerca cuando estamos grabando un programa de televisión o un video. Creen que al acercarse a mí y pedirme que “le eche una mano a un hermano” están haciendo el trabajo o aprovechando una oportunidad. Sin embargo, en cuanto escucho una de esas peticiones no concretas, sé que estoy tratando con alguien en quien no vale la pena invertir. Si ni siquiera puedes articular qué es lo que quieres hacer, ¿por qué intentaría yo ayudarte?

Quizá parezca algo que yo no haría, pero soy creyente de que los murales de deseos son una herramienta poderosa para materializar lo que estás buscando. Cuando te obligas a articular tu visión con palabras, pones en marcha una poderosa energía. Le das una presencia real en el mundo a algo que era sólo una idea, o quizá sólo un sentimiento. Lo haces tangible.

Es fácil comenzar a hacerlo en tu computadora. Ve a Google Images y escribe todo lo que te gustaría tener en tu vida: “casa en la playa”, “Range Rover”, “cachorro de pitbull”.

¿Y si tu sueño no es algo material? Si quieres conseguir un ascenso laboral, busca una imagen de una gran oficina. Si quieres diseñar tu propia línea de ropa urbana, busca una foto de Ronnie Feig o Virgil Abloh. Si quieres ir a la universidad, busca una imagen de una ceremonia de graduación de Harvard. Siempre debes aspirar a lo más alto en tus murales. Si quieres enamorarte, busca una imagen de tu pareja favorita en el cine, o puedes usar una foto de tus abuelos si llevan unos cincuenta años juntos.

Me parece que los murales de deseos son también una buena manera de que las parejas estén en sintonía. Haz tu mural y que tu pareja haga el suyo. Luego, compárenlos. Las cosas que aparezcan en el tuyo y no en el suyo serán las cosas que tu pareja tendrá que aprender a aceptar sobre ti. Y lo mismo en sentido contrario. Hacer murales juntos es una buena forma de lograr que salgan a la luz muchas cosas que no se habían dicho. Una vez le dije a un reportero de GQ que hiciera uno con su novia. Lo hicieron y luego él me escribió para decirme que el de ella “tenía más bebés que un orfanato”. Aún no habían discutido el tema de tener hijos, pero ese mural puso en primer plano lo que ella quería.

Soy testigo de que los murales marcan una gran diferencia en la vida de la gente, y las estadísticas respaldan mis palabras. Un estudio de la Universidad Dominica en Canadá encontró que es cuarenta y dos veces más probable que alcances tus metas si las pones por escrito. Un estudio del Psychological Bulletin muestra que las personas son noventa por ciento más propensas a cumplir metas que sean específicas y desafiantes.

Esto no quiere decir que el universo te dejará una bolsa de diseñador en el regazo sólo porque dijiste que la querías. Tendrás que hacer el trabajo, y será mucho trabajo. Al identificar tu visión y nombrarla, estás dando un gran paso hacia tu objetivo.

Si sientes siquiera un poco de incertidumbre respecto a lo que quieres, tómate el tiempo para hacer un mural de deseos; su poder es real y muy accesible.

Trabaja duro, trabaja con astucia

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