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Acción Católica Argentina

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En 1931 se creó la Acción Católica Argentina (ACA), que impulsó a millares de laicos al apostolado. Con motivo de su formación, el papa Pío XI2 (1931a), el 4 de febrero de 1931 escribió una carta al Episcopado argentino donde, además de especificar diferentes aspectos sobre la organización de los laicos católicos, aprobó la fundación de la filial argentina de esta institución promovida por la Iglesia católica.

En primer lugar, se refirió a la naturaleza y a la finalidad de la Acción Católica y expresó que consistía en la ayuda de los laicos (seglares) a los sacerdotes en el ejercicio del apostolado. La Acción Católica debía ser obra de los seglares, pero siempre bajo la dirección de los sacerdotes –de quienes debían ser colaboradores fieles y abnegados–, sin cuya presencia no podría existir tarea alguna de apostolado. También se promocionaba la colaboración de la Acción Católica con los sindicatos. Luego, se fijó la posición que la Acción Católica debía tener con respecto a la actividad política y se ordenaba que se mantuviera al margen de los partidismos políticos. Igualmente, se aclaraba que esto no implicaba que se cerrara a los católicos la posibilidad de intervenir en los asuntos públicos. Al contrario, se enseñaba que todos los católicos, por ley de caridad social, estaban obligados a procurar, con todos sus esfuerzos, que los principios cristianos primaran en cada sociedad. Además, se les permitía a los católicos afiliarse a algún partido político.3 Hacia el final de la comunicación se formalizó la aprobación de la Acción Católica Argentina en los siguientes términos:

Las necesidades de los tiempos exigen que, según varían las costumbres y las maneras de vivir, se ejerciten también por el clero y los seglares nuevas formas de apostolado cristiano. De grado, pues, aprobamos la Acción Católica en la forma como la habéis iniciado. Que el apostolado ejercido por los seglares es la manera de apostolado que más responde a las necesidades de estos tiempos […] La obra de los párrocos y demás sacerdotes, por más afanosa y constante que ella sea, es insuficiente para responder a las grandes necesidades que en los tiempos actuales requiere el apostolado.

La Iglesia comprendió que se estaban viviendo “tiempos” que precisaban una mayor participación de los fieles laicos en la vida de la institución y en la vida de cada una de las sociedades en las que les correspondía actuar. La mayor contribución laica tendría efectos en diversos lugares del mundo y sería particularmente notable en la Argentina. En definitiva, la de la Acción Católica era una tarea esencialmente apostólica, pero esto no significaba que se desinteresase de asuntos de orden temporal y político. La Acción Católica se involucraba en las cuestiones políticas a través de “una influencia vital y espiritual animando desde dentro e impregnando con espíritu cristiano las actividades que les conciernen” (Maritain, 1967: 238-239). Pocos años después de su creación, la Acción Católica Argentina tuvo un rol muy activo en el XXXII Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires de 1934 –evento que se tratará más adelante– y logró un gran desarrollo en nuestro país; en sus mejores épocas llegó a tener, en sus diversas ramas (varones, mujeres, jóvenes, niños, profesionales, obreros y universitarios), unos 130.000 adherentes (Parera, 1967: 48-49).4

¿Cómo se gestó el peronismo?

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