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2. Ejército: despertar nacionalista y necesidad de intervenir en política Despertar nacionalista
ОглавлениеComprensión del colonialismo. La época bautizada por José Luis Torres (1973) como década infame27 estuvo llena de hechos oprobiosos. Fue el período más siniestro de la entrega del país a Inglaterra por culpa de la oligarquía terrateniente (Hernández Arregui, 1973b: 298). Las negociaciones con el Reino Unido por la venta de carnes concluyeron en el pacto Roca-Runciman. Derivado de tal deshonroso acuerdo, se generó un entramado legal que sirvió para acentuar la dependencia política y económica argentina con respecto al imperialismo británico. Arturo Jauretche (1970: 31) calificó a este mecanismo como estatuto legal del coloniaje.28 El mismo dirigente político y sus compañeros de Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA) aportaron importantes contribuciones para el esclarecimiento de las diferentes formas de dominación imperial (Ripani, 2019: 21-22, 50-61; Godoy, 2015: 282 ss.). Este hecho sirvió para visibilizar la dependencia que mantenía la Argentina con respecto al imperio británico.29 En los años 30 se vivió un despertar del patriotismo (Rosa, 1980a: 121). La circulación de ideas influye en la historia. Gracias a la acción del pensamiento nacional (de corrientes nacionalistas30 y del nacionalismo popular de FORJA),31 se comprendió el pernicioso colonialismo que azotaba a la nación y, en consecuencia, la necesidad de librar una batalla patriótica por la liberación nacional.
Revisionismo histórico. Señala José María Rosa (1980a: 129) que la consecuencia del despertar del patriotismo en el campo de la cultura fue el revisionismo histórico, que ha sido la exposición del pasado con una mirada nacional: “Revisar la historia es mirarla con ojos argentinos”, definió.32 La mayor contribución a esta corriente historiográfica provino, según Arturo Jauretche, del sector nacionalista (Galasso, 1985b: 420). Como reflejo del despertar patriótico que se vivía en la Argentina, se crearon en 1938 el Instituto de Estudios Federalistas en la ciudad de Santa Fe y el Instituto Juan Manuel de Rosas de Investigaciones Históricas en la de Buenos Aires.33
Marechal profetiza la revolución nacional: la Grande Argentina. Los profetas escriben en un contexto determinado, denuncian injusticas y están atentos a los grandes problemas de la sociedad en la que viven. En este ambiente de despertar nacionalista, Leopoldo Marechal escribió un profético artículo34 titulado “Sobre la inteligencia argentina”. Allí se reivindicaba el carácter hispánico, mediterráneo y clásico de la inteligencia nacional. Esa inteligencia clásica –representada por la línea histórica de Saavedra, San Martín y Rosas– fue vencida por el sentimentalismo romántico que convirtió al país en la “pequeña Argentina”. Eran tiempos de despertar nacionalista. En esa dirección, Marechal promovía la recuperación de la inteligencia nacional:
Los términos “recuperar” y “restaurar”, aplicados a las cosas argentinas, aparecen hoy a menudo en los labios de la nueva generación, revelando una conciencia de que algo fundamental se ha perdido en la Argentina, un “algo” que urge recuperar y restaurar. Y me parece que ninguna obra es tan urgente como la restauración de nuestra inteligencia, pues, en cuanto se haya conseguido, todas las recuperaciones invocadas se lograrán igualmente.
Marechal señalaba que, una vez restaurada la inteligencia argentina, sería preciso reconquistar la independencia y merecerla. Marechal finalizaba el artículo profetizando la revolución nacional, afirmando que, cuando la patria sea libre y merezca serlo, habrá regresado la Grande Argentina:
Entonces, y solo entonces, veremos asomar el perfil de la Grande Argentina, la prometida de nuestra esperanza, la que alienta ya, con dolores de parto, en el entendimiento y en la voluntad de muchos argentinos.
Neutralidad. Durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), la Argentina había adoptado la política de neutralidad. Bajo el liderazgo de don Hipólito Yrigoyen –acusado de germanófilo por liberales y socialistas que adherían a la causa de Inglaterra, Francia y Estados Unidos, y atacado por la prensa oligárquica afín al mismo bando–, el país sostuvo una posición firme (Ramos, 1961: 42; Spilimbergo, 1974: 110) que contó con gran respaldo popular (Puiggrós, 1974b: 65-67). El líder radical no era aliadófilo ni simpatizaba con la causa alemana. Era un patriota que defendía el interés argentino.
Esta postura de no participar en hechos ajenos al interés nacional continuó siendo motivo de orgullo entre los argentinos La irrupción de una nueva conflagración mundial –iniciada a finales de década de 1930– reactivó los postulados de no beligerancia. El neutralismo –así como había sucedido dos décadas atrás– era sinónimo de defensa de la soberanía nacional.
El neutralismo era una causa popular,35 pero los sectores políticos –cada vez más alejados del sentimiento del pueblo– tomaron posturas –de acuerdo con sus preferencias ideológicas– comprometiéndose en temas ajenos al interés nacional.
Los imperialismos se enfrentan en el Viejo Mundo y los respectivos amigos de uno y otro bando reproducen colonialmente la lucha en la Buenos Aires colonial. (Galasso, 1985b: 450)36
Manuel Ugarte (Barrios, 2007: 180; Galasso, 1985c: 197-198) proclamaba en 1939 la necesidad de afianzar una postura que beneficiara los intereses propios de nuestra región, sin comprometerse en asuntos ajenos:
En esta guerra no estoy con Francia, ni con Alemania. Estoy con la América Latina… En esta guerra, como en la de 1914, no he de enrolar bajo la bandera del cable A o el cable B. No soy vagón atado a una locomotora, ni tengo mentalidad de tropa colonial… Nos conviene una neutralidad estricta que no ha de ser interpretada en favor de ninguno de los bandos. No hay que opinar colonialmente, sino nacionalmente. Iberoamérica para los iberoamericanos.37
En 1940 reafirmó esta posición y observó que una crisis entre las grandes potencias se presentaba como una oportunidad para América Latina:38
Todos los imperialismos representan un peligro para América. No me regocijo cuando hunden un barco inglés ni aplaudo cuando intentan matar al jefe de Estado alemán. Creo que debemos ser neutrales con el único ideal de preservar lo nuestro. Tenemos que crear una conciencia propia. (Citado por Barrios, 2007: 180)
En 1941, realizó nuevas reflexiones y reiteró que el neutralismo coincidía con el interés nacional:
A los que nos mantuvimos durante la otra guerra neutrales, es decir, como hoy, básicamente nacionalistas, no podía sorprender la nerviosidad que se difundió de nuevo. Ya habíamos conocido el terror. Se repetían los fenómenos. En 1940 como en 1941 no fue posible ser persona decente si no se gritaba en favor de Inglaterra y de Estados Unidos. Dentro del conflicto, un bando representaba la libertad, la cultura, la civilización, y el otro sintetizaba la tiranía, la crueldad, la barbarie… Yo no tengo razones para defender a Alemania. Pero tampoco tengo razones para defender a Inglaterra y Estados Unidos. Lo que ha determinado mi opinión es el interés por Hispanoamérica. (Citado por Barrios, 2007: 180-181)
FORJA mantenía posiciones sincrónicas –en general– con la línea asentada por Ugarte en lo que respecta a las posibilidades que ofrecía una contienda internacional: crear una conciencia propia39 y aumentar los márgenes de autonomía40 en nuestros países. Asimismo, también se verificaba afinidad en lo concerniente a una postura claramente contraria a la intervención en el conflicto bélico. Fiel al ideario yrigoyenista, FORJA defendió una postura claramente a favor de la neutralidad argentina. La organización comprendía que se estaba desarrollando una nueva contienda “por el dominio material del mundo” y era totalmente ajena al interés nacional: “La neutralidad es la única política auténticamente argentina y por eso solo FORJA puede sostenerla”, señaló un volante redactado por Scalabrini Ortiz en 1939 (Galasso, 1985a: 51-52).41
La política internacional siempre debe ser seguida y observada con ojos argentinos. Lo fundamental es la defensa del interés nacional. La disputa entre potencias que sucede en otras latitudes puede tener consecuencias que influyan en estas tierras, pero es ajena a nuestro interés nacional. Lo esencial, en esos casos, es determinar qué es lo conveniente para el país y actuar en consecuencia, siempre sin subordinarse ni tomar partido por ninguna de las facciones en pugna. En 1939, Raúl Scalabrini Ortiz (citado por Galasso, 1985a: 56-58) planteaba la posición con suma claridad:
La cuestión interna es del todo ajena a la contienda lejana. Ni somos germanófilos mirando hacia Europa, ni podemos dejar de ser antiingleses mirando hacia nuestra patria… La guerra europea ha despertado en muchas personas los sentimientos de hace veinte años… Están con alguno de los combatientes, mucho más que consigo mismo. Olvidan su propia patria para simpatizar casi exclusivamente con algunas de las patrias extranjeras… No hemos tomado partido en el asunto europeo, porque queremos tenerlo únicamente en cosas del país. Lo que ocurre afuera y es ajeno a los intereses nacionales es secundario para nosotros… se puede tener un sentimiento exclusivamente argentino, ajeno a los que crea la contienda entre extraños.
En la misma sintonía, Jauretche (citado por Galasso, 1985b: 461-462) recordaba con pesadumbre, años después, que algunos dirigentes se habían olvidado del problema nacional durante el conflicto bélico y se perdieron en cuestiones ajenas:
Es difícil comprender de qué modo los problemas exteriores lo dominaban todo. No se podía hablar en la Argentina de los problemas argentinos. La cuestión era entre nazis y democráticos… la prédica política de los partidos de orientación ideológica y la totalidad del periodismo habían ido dejando en segundo lugar las preocupaciones por los problemas nacionales para otorgarles mayor importancia a los hechos internacionales.
No colocar el interés nacional en el centro de las preocupaciones llevaba a diferentes sectores políticos a asumir posiciones patéticas.42 La política de no beligerancia fue atacada por elementos colonizados que vivían ajenos a la realidad nacional y compenetrados en lo que estaba sucediendo en Europa. Por ejemplo, el órgano oficial del Partido Socialista43 de la Argentina, La Vanguardia, acusó a FORJA de “fascista”44 en 1939 (Galasso, 1985a: 52). Pero ninguna postura fue más bochornosa que la del Partido Comunista45 local, que modificó su apreciación de los hechos bélicos de acuerdo con los virajes de la política exterior de la Unión Soviética.46